LA GENIALIDAD DE ROBERTO ARLT por Marcela Solá*
Ernestina Gamas | 6 mayo, 2013
La “noble mentira”, propone Miguel Catalán en su ensayo “Genealogía de la noble mentira”, sigue una línea de filósofos elitistas que empieza en Platón, se reanuda en Maquiavelo, continúa con Nietzsche, Max Weber, Carl Schmitt y Leo Strauss.
Teniendo en cuenta lo antedicho, me interesa hablar sobre las coincidencias entre Roberto Arlt y Leo Strauss. No se conocieron, pero entre la ficción de los Siete locos y el pensamiento teológico político de Strauss hay extrañas coincidencias que me hacen inclinarme ante el genio de Arlt para vislumbrar con anticipación esas corrientes secretas que navegan por debajo de la sociedad de su tiempo y que remontarán a la superficie muchos años después.
Roberto Arlt prefiguró en su ficción a varios personajes y situaciones que más tarde habrían de materializarse en la historia como realidades. Al decir de Martínez Estrada, nada se parece tanto al peronismo como la ficción de Arlt. En su novela “Los siete locos”, muchas de estas intuiciones aparecen en la sociedad secreta liderada por el Astrólogo.(Sólo tenemos que pensar en López Rega). Pero quién diría que el Astrólogo también iba a mostrar varias de las peculiaridades del pensamiento de Leo Strauss, filósofo alemán radicado en los Estados Unidos, que enseñó en la Universidad de Chicago, cuyo pensamiento influyó en los así llamados Chicago Boys y en varios personajes de la política americana que luego tuvieron influencia en los gobiernos de Reagan y George Bush, entre ellos Paul Wolfowitz, adalid de la guerra del Golfo, basada esta en una siniestra mentira.
Roberto Arlt y Leo Strauss, fueron contemporáneos. Arlt nació en 1900 y Strauss, en 1899. Uno en Buenos Aires, el otro en Kirchain, Alemania. Leo Strauss emigró a los Estados Unidos en 1938. En el año 1949 fue contratado como profesor de filosofía política de la Universidad de Chicago, y pasó sus últimos años de enseñanza, entre 1968 y 1973, como profesor honorario en las universidades de California y Maryland. Arlt murió en l944.
En ambos, Arlt y Strauss, la lectura de Nietzsche tuvo una influencia decisiva. Arlt incluyó sus ideas sobre el superhombre de modo paródico a través de esa suerte de filósofo loco que es el Astrólogo y de su sociedad secreta, en su novela “Los siete locos” (1929). Como dice Joaquín Meabe en un artículo sobre Strauss, de Nietzsche a Leo Strauss, sólo los nombres han cambiado. Para comenzar, lo que Nietzsche llama el "superhombre" o "el próximo hombre", Strauss lo llama "el filósofo". No se conocieron, pero misteriosamente el Astrólogo de la novela Los siete locos, y Leo Strauss, coinciden en dos de sus postulados teóricos cuando hablan del poder.
Strauss desarrolló en su pensamiento dos órdenes separados: el orden de lo esotérico (o sea el orden de lo no accesible al iniciado) y el orden de lo accesible al resto. Esas mismas ideas rigen la creación de la Sociedad Secreta creada por el Astrólogo, en la mencionada novela. El Astrólogo y Strauss coinciden en sostener a la mentira como forma de mantener tranquila a la plebe ignorante, y también concuerdan en la idea de que hay que inventar una religión para ella, con el fin de que no se suiciden en masa, como postula el Astrólogo, o para que no cunda el caos como dice Strauss. Sin un sentido al cual atar sus vidas, piensan ambos, la sociedad se vuelve ingobernable. Sólo los elegidos sabrán que el mundo carece de sentido y que Dios no existe. Pero este conocimiento debe ser ocultado a la plebe, porque si no enloquecería y sería imposible de gobernar. Para llevar a cabo sus propósitos de dominación, el Astrólogo ha creado una sociedad secreta, cuyos miembros se hallan clasificados según el grado de ignorancia de los verdaderos fines de la misma. El Astrólogo, cuando describe la ideología de su sociedad secreta dice “La felicidad está en quiebra porque el hombre carece de dioses y de fe” […] La felicidad de la humanidad sólo puede apoyarse en la mentira metafísica […] Desdichados habrá que creerán en esos disparates… y eso es suficiente … Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo … mejor dicho, una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesante que los milagros históricos y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma quedará garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relación con el mundo divino […] La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño. […] Mi idea es organizar una sociedad secreta, que no tan solo propague mis ideas, sino que sea una escuela de futuros reyes de hombres.”
Curiosamente, Strauss se manejaba con los parámetros de una sociedad secreta. Para él, la moral y la religión eran un fraude que un sabio, un “escogido” capaz de entender la verdad oculta del mundo, puede utilizar para movilizar a las masas, para justificar sus teorías o acciones. Por lo tanto, la mentira era indispensable, la “noble mentira”, la llamaba Strauss.
Strauss es ateo para unos, pensador profundamente judío para otros, nietzscheano, platónico o aristotélico, honesto defensor de la democracia liberal americana o consejero potencial de gobiernos autoritarios. El pensamiento de Strauss, tal vez a su pesar, ha transformado a algunos de sus seguidores en algo parecido a una secta. Según comenta Shadia Drury, profesora de Teoría Política en la Universidad Regina en Saskatchewan, en una entrevista, en ella, los así llamados “caballeros”, son los encargados de llevar a la práctica política las ideas straussianas, pero quienes saben la verdad y son los ideólogos, son los “filósofos”. Se da, entonces, lo que Strauss denomina conocimiento exotérico y esotérico. Los primeros serán los “caballeros” y los segundos, los “filósofos”. Llegados a este punto de la similitud, los seguidores de Strauss comienzan a parecer ya sujetos de ficción, mientras que el Astrólogo de Arlt se va contagiando de una curiosa contemporaneidad. Esto hace el arte por la realidad, la transforma en ficción y a través de la ficción, delata su realidad oculta.
Para Strauss la verdad era peligrosa y destructiva para la sociedad y sólo su grupo de iniciados tenía la capacidad de conocerla y afrontarla. Y de esta manera, procederán sus discípulos con los suyos, y así, sucesivamente, se van formando redes, logias straussianas de pensamiento casi secreto, dosificado.
Los filósofos nihilistas, cree Strauss, deberían reinventar el dios judeocristiano, pero ellos mismos deberían vivir como dioses paganos, disfrutando de los juegos que juegan entre ellos así como también de los juegos que juegan con los mortales ordinarios; incluso se le acusa de haber dado pie con su conducta secretista, su apología de la interpretación esotérica de los textos y su terco elitismo, a una red universitaria que funciona como una verdadera secta. Un grupo en donde el culto a ciertos dogmas y sobre todo a la entronizada figura de su fundador son característicos. Se le achaca haber generado la única escuela en la ciencia política norteamericana que funciona como un club elitista, irritante en lo doctrinal y siniestro en su actuación profesional ( SHELDON S. WOLIN: The Presence of the Past, The John's Hopkins University Press, Baltimore,1989, pág. 51)
Nadie considera a Strauss un loco, pero el genial Arlt, a través del Astrólogo, y de los componentes de la Sociedad Secreta liderada por éste, al poner en clave de farsa las mismas premisas, ha puesto al descubierto la locura inherente a una forma de pensamiento basado en la mentira y el secreto, cuando se lo lleva a la acción práctica. Y así, Arlt invierte la sentencia de Marx, de que la historia se presenta la primera vez como tragedia y la segunda como farsa, y presenta como una anticipada farsa lo que los seguidores de la escuela straussiana, algunos de ellos funcionarios públicos en los últimos gobiernos republicanos de Reagan y de Busch, habrían de repetir como tragedia. Ni hablar de lo que habría de suceder en la Argentina, más adelante, cuando el astrólogo López Rega se hiciera presente en la escena política.
Buenos Aires, 5 de mayo de 2013
*Escritora y ensayista
José Giménez Rébora comentó: “Si usted quiere ser diputado, no hable por favor de las remolachas, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de la fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado y del niño. No, si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes: «-Soy un ladrón, he robado… he robado todo lo que he podido y siempre.» “Así se expresa un aspirante a diputado en una novela de Octavio Mirbeau, El Jardín de los Suplicios.”[1] Y si usted es aspirante a candidato a diputado, siga el consejo. Exclame por todas partes: «He robado, he robado.» La gente se enternece frente a tanta sinceridad. “Y ahora le explicaré. Todos los sinvergüenzas que aspiran a chuparle la sangre al país y a venderlo a empresas extranjeras, tuvieron la mala costumbre de hablar a la gente de su honestidad… En definitiva, sobre el país se ha desatado tal catarata de honestidad que ya no se encuentra un solo pillo auténtico.» ARLT, Roberto, Aguafuertes porteñas en Entre crotos y sabiondos, Edicom SA, Buenos Aires 1969, 63/4. ——————————————————————————– [1] Octave Mirbeau (1850-1917) escribió Les jardin des supplices en 1899. André Maurois dice: ««Los negocios son los negocios»[Les affaires sont les affaires, 1903]. Tal es el título de una pieza teatral francesa de Octave Mirbeau; significa que los negocios son una guerra y que en ella todos los golpes están permitidos." (Cf. MAUROIS, André, Los Estados Unidos. Historia paralela de los Estados Unidos y la Unión Soviética. 1917-1960, Emece, Buenos Aires 1964, 112) — José A.Giménez Rebora cel 15 3053 5134 josegimenezrebora@gmail.com Echeverría 1881 piso 15 CP 1428 Buenos Aires – Argentina; 4788-9630