LOS SUICIDIOS EN LA DÉCADA INFAME Y EN EL TANGO por Carlos Manus*
Nestor Grancelli Cha | 31 marzo, 2013La década infame fue pródiga en suicidas de nota: los argentinos Leopoldo Lugones (18.2.38), Alfonsina Storni (24.2.38), Lisandro de la Torre (6.1.39), Enrique Méndez Calzada (28.7.40), Víctor Juan Guillot (23.8.40), Enrique Loncán (30.9.40), Florencio Parravicini (25.3.41) y Eduardo Jorge Bosco (30.12.43), y los uruguayos Horacio Quiroga (19.2.37) y Edmundo Montagne (1941). Esas muertes respondieron a causas personales o al clima amoral y de asfixia social y económica de esa época de infamia, corrupción y “mishiadura”.
El tema del suicidio -concretado, frustrado o simplemente meditado- fue abordado en el tango, fundamentalmente por Enrique Santos Discépolo en “Tres esperanzas”: No doy un paso más,/ alma otaria que hay en mí,/ me siento destrozao,/ ¡murámonos aquí!/ … / …No ves que estoy en yanta,/ y bandeao por ser un gil…/ Cachá el bufoso…/ y chau… ¡vamo a dormir!…/… / Si a un paso del adiós/ no hay un beso para mí/ cachá el bufoso…/ y chau… ¡vamo a dormir!
Discépolo comenzó a escribir esos versos en 1932, año en que se batió el record de suicidios en la Capital Federal con un tope de 0,028% sobre una población de 2.197.053 habitantes: 627 muertes producidas y 303 tentativas no consumadas, casi dos suicidios diarios (Memorias Policiales 1905-1955, Biblioteca Policía Federal). La voluntad suicida de esos versos es corroborada por la dramática decisión adoptada durante esa década por importantes figuras de nuestra cultura.[1]
En “Esta noche me emborracho” Discépolo expresa el dolor de una desilusión amatoria: Nunca soñé que la vería/ en un “requiscat in pace”/ tan cruel como el de hoy,/ ¡Mire, si no es pa’ suicidarse/ que por ese cachivache/ sea lo que soy!…
En “Infamia”, Discépolo refleja el fracaso de luchar contra la gente: Tu angustia comprendió que era imposible,/ luchar contra la gente es infernal./ Por eso me dejaste sin decirlo, ¡amor!…/ y fuiste a hundirte al fin en tu destino./ Tu vida desde entonces fue un suicidio,/ vorágine de horrores y de alcohol./ Anoche te mataste ya del todo y mi emoción/ te llora en tu descanso…¡ corazón!…
La degradación producto de un obsesivo metejón es narrada por Discépolo en “Secreto”: Resuelto a borrar con un tiro/ tu sombra maldita que ya es obsesión,/ he buscao en mi noche un lugar pa’ morir,/ pero el arma se afloja en traición…/ No sé si merezco este oprobio feroz,/ pero en cambio he llegado a saber/ que es mentira que yo no me mato/ pensando en mis hijos… no lo hago por vos…
Dice Discépolo en “Cafetín de Buenos Aires”: En tu mezcla milagrosa/ de sabihondos y suicidas,/ yo aprendí filosofía… dados… timba…/ y la poesía cruel/ de no pensar más en mí…
En “Desencuentro”, expresa Cátulo Castillo: Por eso en tu total/ fracaso de vivir,/ ni el tiro del final/ te va a salir.
Homero Expósito dice en “Afiches”: Y apareces tú/ vendiendo el último jirón de juventud,/ cargándome otra vez la cruz./ ¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!/ ¡Dan ganas de balearse en un rincón!…/ … / Yo te di un hogar…/ -¡fue culpa del amor!-/ ¡Dan ganas de balearse en un rincón!
Dice Manuel Romero en “Tiempos viejos”: ¿Te acordás, hermano, la rubia Mireya,/ que quité en lo de Hansen al loco Cepeda?/ Casi me suicido una noche por ella/ y hoy es una pobre mendiga harapienta/…
Fernando “Pino” Solanas” dice en “Solo”: Solo y sin un mango,/ como en un suicidio,/ solo tengo un tango/ pa’ contar mi exilio…/ … / Solo como un cero solo,/ solo resistiendo solo/ lejos como un perro lejos/ lejos rastreando mis huesos/ solo como en un suicidio/ solo pa’ contar mi exilio…
Aunque en algunos casos hayan incidido circunstancias particulares, no es mera casualidad la contemporaneidad de esos suicidios con los años de mayor regresión que conoció nuestro país. Esas figuras sufrieron la opresión del medio ambiente cultural oficial y en medio de la difícil lucha por la existencia sintieron la misma frustración que Discépolo: la de estar engañados desde el día que nacieron. A todos ellos los sueños y las ilusiones les fueron desechos en aquellos años ignominiosos y angustiosos y, al fin, desesperados, encontraron como única salida la del camino sin retorno.[2]
Referencias:
Galasso, Norberto. Discépolo y su época. Segunda edición. Ediciones Ayacucho. Buenos Aires, 1973.
Sáenz, Jimena. Los suicidas argentinos. Todo es Historia No. 73. Buenos Aires, mayo 1973.
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