MIGUEL DE UNAMUNO, MENTE PROTESTANTE Y CORAZÓN CATÓLICO, por Albino Gómez*
Ernestina Gamas | 12 febrero, 2013
Semblanza del filósofo vasco, autor de Del sentimiento trágico de la vida, al que Borges considraba el mejor “escritor de nuestro idioma”
Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, obteniendo la calificación de Sobresaliente a sus diecinueve años. Al año siguiente, se doctora con una tesis sobre la lengua vasca: Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, en la que anticipa sus posturas contrarias a las pretensiones y afirmaciones extravagantes del nacionalismo vasco de la época.
El 31 de enero de 1891 se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño, y quien le dio ocho hijos. Pasa los meses invernales dedicado a la preparación de unas oposiciones para una cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca, que obtiene. Y en 1901 es nombrado rector de dicha Universidad.
En 1914 el ministro de Instrucción Pública lo destituye del rectorado por razones políticas, convirtiéndose Unamuno en mártir de la oposición liberal. En 1920 es elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía y Letras.
Condenado a dieciséis años de prisión por injurias al Rey, la sentencia no llegó a cumplirse. Y en 1921 es nombrado vicerrector. Sus constantes ataques al rey y al dictador Primo de Rivera hacen que éste lo destituya nuevamente y lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924.
El 9 de julio es indultado, pero él se destierra voluntariamente a Francia; primero a París y, al poco tiempo, a Hendaya, en el País Vasco francés, hasta el año 1930, año en el que cae el régimen de Primo de Rivera.
A su vuelta a Salamanca, entró en la ciudad con un recibimiento apoteósico y la República lo repone en el cargo de Rector de la Universidad salmantina. Sin embargo, el escritor e intelectual, que en 1931 había dicho que él había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador, con su exilio…— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse.
No obstante, en 1935 es nombrado ciudadano de honor de la República. Pero fruto de su desencanto, expresa públicamente sus críticas a la reforma agraria, a la política religiosa,a la clase política, al gobierno, a Azaña…
Vivencias
Al iniciarse la guerra civil, apoya inicialmente a los rebeldes, pero sin embargo el entusiasmo por la sublevación muy pronto se torna en desengaño, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca.
Y ya entonces se arrepiente públicamente de su apoyo y en los actos de celebración en Salamanca del "Día de la Raza" el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad, tras una serie de discursos Unamuno criticó duramente la rebelión, sentenciando al final: "Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir.
Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta para firmar el decreto de destitución de Unamuno como rector.
Ahora hagamos una breve aproximación personal e intelectual al autor de “Del Sentimiento Trágico de la Vida” y de “Vida de Quijote y Sancho”, entre tantos otros estupendos ensayos, novelas (nivolas), obras de teatro y poemarios que produjo durante su riquísima vida intelectual.
Pero menciono esos dos títulos porque fueron los que tuve la suerte de leer cuando tenía 17 años, es decir cuando, tal vez por la edad, uno adhiere a algo o a alguien de una manera total, o lo rechaza del todo.
Obviamente, yo adherí de manera absoluta a ese extraordinario pensador y mi admiración intelectual por él no menguó a pesar del paso de las décadas, de todo lo vivido y leído desde entonces. Y creo que dichos textos deberían ser de lectura, si no obligatoria, al menos muy recomendada a los jóvenes en el último año de la enseñanza secundaria, como una escuela de autenticidad de vida, de integridad ética y de pensamiento.
Mucho se ha escrito sobre Unamuno, y no puedo dejar de mencionar el valioso ensayo de José Ferrater Mora, el de Ezequiel de Olaso (“Los nombres de Unamuno”), y el excepcional trabajo “El drama religioso de Unamuno” del padre Hernán Benitez, quién decía de don Miguel que tenía un corazón católico y una cabeza protestante.
Influencias
Así también me llamó mucho la atención su admiración por Kant y por Kierkegard, que lo llevó a estudiar nada menos que el danés, más su respeto y compasión por Spinoza, de quien decía: “Como a otros les duele una mano o un pie o el corazón, o la cabeza, a Spinoza le dolía Dios. ¡Pobre hombre!”
Pero a él también le dolía Dios.
Vestía con un ascetismo tal que le bastaba un traje color azul de corte clerical, que nunca se supo si fue el único, y unos zapatos bajos. No fumaba ni bebía. Se bañaba de madrugada, con agua helada. A las ocho de la mañana, invariablemente, daba su clase de griego, sin seguir ningún programa, apegado al fervor por el texto, y al terminar, contestaba su correspondencia, que no debió ser poca si se considera su anhelo de saber y decirlo todo.
Dice Hernán Benítez que cuando comenzó el estudio de Unamuno creyó que se las iba a ver con un sofista de peligro, con un nihilista solapado, con un calamburero tal y como lo pintan tantos libros y articulos escritos en los últimos años (década del 40 al 50). Pero a medida que avanzaba en el estudio, se fue persuadiendo de que la verdad era todo lo contrario. Y agregaba Benítez, que hombre de una pieza y honrado como el que más, por amor a la verdad, don Miguel había peregrinado por todos los caminos de la sabiduría, tragándose montañas de papeles, llamando a todas las puertas del saber, mendigando luz, más luz, como Goethe moribundo.
Por las noches, leía y escribía sus artículos y relatos. Aprendió idiomas para leer los textos sin mediar traducciones, y eso lo llevó a estudiar latín, griego, inglés, alemán, italiano y, como antes dijimos, hasta el danés para leer a Kierkegaard. Fue asimismo lector asiduo de Ibsen, Melville, Leopardi, y se dueñó de Cervantes. Pero también conocía muy bien la literatura latinoamericana, sobre la que quiso preparar un volumen dedicado a sus fervores principales: Bolívar y Sarmiento, entre otros.
Borges, que siempre dijo que Ortega era un hombre que pensaba bien pero que escribía mal, en un artículo publicado en El Hogar en 1937 afirmó de Unamuno , que era el primer escritor de nuestro idioma, calificando a “El sentimiento trágico de la vida”, como punto capital de las letras hispanas.
Como Ortega y como Nietzsche, Unamuno fue también un filósofo asistemático. Para él la filosofía estaba en el orden de las preguntas y no de las respuestas, que suelen cambiar con los siglos, de acuerdo a gustos o hallazgos.
Final del camino
Por eso supo desde su juventud que su filosofía no sería escéptica ni dogmática y que respondería, ante todo, a un método de cuestionamiento que pondría en la vida el valor supremo.
En lugar de avalar la razón, Unamuno legitimó el dolor existencial de la duda.
Epistemológicamente atribuía a la verdad una condición pragmática: "Verdad es lo que se cree de todo corazón y con toda el alma. ¿Y qué es creer algo de todo corazón y con toda el alma? Obrar conforme a ello…". Verdad no es aquello en sí sino lo que en cada hombre está siendo de modo transformador. Dentro de este orden, la inmortalidad sería la recompensa por el encuentro personal con la verdad.
Los últimos días de su vida (de octubre a diciembre de 1936) los pasó Unamuno bajo arresto domiciliario en su casa de Salamanca, y ya viudo, en un estado de resignada desolación, desesperación y soledad. Para morir el 31 de diciembre de 1936, a los 72 años. Como pocos había amado hasta el delirio su tierra, su lengua, su historia, su Dios…En su lápida alguien se atrevió a plasmar estas líneas: "Méteme Padre Eterno en tu pecho / misterioso hogar / dormiré allí pues vengo deshecho del duro bregar"
*Albino Gómez: periodista, escritor y diplomático