ORÍGEN DE LOS ANTEOJOS DE TABARE GOMEZ por Albino Gomez
Ernestina Gamas | 17 septiembre, 2012
Ciertos antiguos anteojos que a veces uso para leer filosofía o para hablar de cosas sagradas, suelen provocar la envidia de mis amigos y la curiosidad de "mis" extraños. La verdad es que nunca hasta ahora conté nada acerca de su origen o procedencia, pero creo que ha llegado el momento preciso de hacerlo, aunque sólo sea para rendir homenaje a mi antecesor en la propiedad de los mismos, mi ilustre y montevideano bisabuelo Tabaré, cuya vida fue menos insólita que su propia muerte.
Si bien es cierto que las esquinas que forman las calles Río Branco y Canelones (ciudad de Montevideo) no presentan hoy ninguna particularidad, ya que ni una modesta placa de bronce perpetúa la memoria de Tabaré, la verdad es que el día 25 de noviembre de 1912, en horas de la mañana -cuando un cielo celeste y despejado iluminaba la vida, y desde el río una brisa fresca invadía la ciudad, invitando a respirar largo o pensar ajeno- Tabaré se agachó en la esquina sudeste de las mencionadas calles para recoger un vintén (moneda uruguaya de veinte centavos), y murió de una patada en el culo, que nunca se supo quién le dio…
Sí señor, no hubo paro cardíaco ni fractura de la base del cráneo. La partida de defunción, ológrafa y única en el mundo por su texto -que como sabemos, siempre es un pretexto para el contexto- estableció que don Tabaré había muerto de "patada en el culo" (sic), sin más.
Los anteojos de Tabaré, aquéllos que usaba en ese histórico instante, y con ayuda de los cuales visualizó el fatídico vintén, fueron encontrados a pocos metros del lugar con otros efectos personales del finado, y son los que ahora uso como amuleto, con la referida envidia de mis amigos y la curiosidad de "mis" extraños. Permítaseme agregar después de las tensas líneas que preceden, a modo de relajamiento corporal y espiritual, que 1912 fue un año que desde el comienzo se ensañó con mis ilustres ascendientes uruguayos, porque ya en el mes de marzo, la esposa de Tabaré, o sea mi bisabuela, doña Emeteria Cazadora Curbelo, uruguaya de Salto, asistió a la inauguración de la primera puerta giratoria de Montevideo, instalada en la tienda London-París, y al entrar, sin poder salir de inmediato, se mareó y vomitó sobre las autoridades civiles, militares y religiosas más cercanas.
Después de ese penoso hecho social, Emeteria no salió más de su casa de la Avenida Agraciada hasta 1944, cuando entre 10 parientes la sacaron sin otra resistencia que esa última y pasiva que oponen los difuntos cuando el zaguán es más angosto que el cajón.