HISTORIA DE UN CONFLICTO por Israel Loterstein (segunda Parte)
Con-Texto | 7 enero, 2025La declaración Balfour: contenido, significado, motivos, e importancia.
Balfour, dirigida a los sionistas, proclamaba lo siguiente: “El Gobierno de su Majestad ve con agrado que se establezca en Palestina un Hogar Nacional para el pueblo judío y utilizará sus mejores esfuerzos para lograr tal propósito. Debe ser claramente tomado en cuenta empero que nada se realizará que pueda perjudicar los derechos civiles o religiosos de las comunidades no judías en Palestina, o los derechos políticos y civiles que gocen los judíos en cualquier otro país”
Lo primero que nos llama la atención es la vaguedad de la declaración. ¿Qué era para G. Bretaña, (que en pocos días conquistaría Palestina y podría disponer de ella), un “Hogar Nacional”? Como futura ocupante podía ser mucho más precisa que la vaguedad de Herzl (que no tenía al respecto mejor alternativa). Y véase que Balfour no utilizaba ex profeso los términos mas concretos como “jewish nation”. O “jewish country” o “jewish homeland” o “jewish state” (Nación, Estado, país o patria judía) sino el término mucho más vago, mas indefinido como el que Herzl se vió forzado a emplear en su momento. ¿Qué implicaba además y hasta donde llegaban “los mejores esfuerzos”? ¿Y hasta dónde llegaban los “derechos civiles y religiosos” de las otras comunidades y cuanto podían afectar al de los judíos?
Y algo peor ocurría para complicar el futuro. Por aquellos días, en su afán por buscar aliados contra los turcos otomanos, otros funcionarios ingleses efectuaban promesas a diferentes líderes árabes, que se superponían muy probablemente con la que ahora Balfour estaba realizando a los sionistas. Por otra parte no cabe duda que G. Bretaña y Francia, en caso de ganar la guerra, pensaban ampliar sus imperios con las tierras conquistadas al enemigo otomano (de hecho como vimos ya lo estaban negociando), por lo que difícilmente se pudiera pensar que las nuevas entidades políticas a crearse fueran realmente independientes… En resumen el significado para G. Bretaña de la Declaración Balfour fue borroso y vago desde su enunciación, intenciones y sobre todo implementación, y ello para nada fue casual.
Con respecto a las razones por las que G. Bretaña se decidiera de pronto a emitir una declaración de este tipo muchísimo se ha escrito y discutido. Nosotros creemos (yéndonos en esto por fuera de la narrativa del sionismo) que en ese momento el objetivo fundamental, primordial del Ministro de Relaciones Exteriores británico era vencer en la sangrienta Primera Guerra Mundial. Y eso solo se podía lograr hacia fines de 1917 si los EEUU movilizaba todo su enorme poderío, material y humano, y lo llevaba a Europa para entrar en batalla. Y si bien EEUU ya se había decidido a entrar en la guerra la misma seguía siendo muy impopular y la movilización era claramente lenta. Los británicos confiaban que el apoyo judío en los EEUU, por el agradecimiento de los sionistas merced a la Declaración Balfour, podía llegar a ser al respecto de gran utilidad. Pero es muy difícil asegurar que tuvo algún impacto en tal sentido.
En resumen: G. Bretaña emitió una Declaración ex profeso muy vaga, de complejo o casi imposible cumplimiento, y curiosamente con muy dudosa utilidad para ellos mismos. Pero paradójicamente (así le gusta jugar a la Historia) su importancia se demostró como absolutamente fundamental. Es que hasta ese momento el sionismo político había sido una aspiración de un número quizá importante de judíos, básicamente laicos, pero no mucho más que eso. (Ya vimos que quizá tan solo unos 30.000 judíos se hicieron eco del llamado específicamente sionista desde 1882 a 1917). Pero a partir de la Declaración Balfour se hizo público que uno de los imperios más importantes del planeta, el británico, avalaba y veía con agrado la idea. El cambio que eso significó, la impresión que ello causó en los judíos del mundo fue notable, indescriptible. Si bien los resultados demorarían en evidenciarse, pero a partir de ese momento todo fue distinto.
El mandato británico. 1918 a 1948.
Sintetizaremos en adelante un período muy complejo. En 1922 G. Bretaña, uno de los vencedores en la guerra, recibió de la Liga de las Naciones (la precursora de las Naciones Unidas en el período de entreguerras) el mandato de gobernar Palestina. Su relación con la colectividad judía allí (el llamado Yeshuv) fue muy variable, especialmente en dos temas: libertad de inmigración y compra de tierras. Con el primer tema su actitud fue muy inestable, sumamente confusa (como vimos le había prometido lo mismo a dos partes opuestas), y se alternaron períodos de libertad absoluta de ingreso hasta otros, producto de la reacción árabe que veremos posteriormente, en que para evitarse problemas la prohibió totalmente. Algo parecido ocurrió con la autorización de venta de tierras a colonos judíos.
La llegada de judíos fue dándose más o menos a este ritmo:
1919-1923 40.000
1923- 1929 82.000
1929- 1939 260.000
Como puede verse el gran salto se produce en la década en que en Europa los movimientos fascistas y antisemitas llegan al poder en muchos países, los judíos huyeron de allí, y los EEUU había ya prohibido la libre inmigración y no era más la opción fundamental. La desgracia para muchos judíos luego de 1939 fue que en Palestina, a raíz de una gran y sangrienta revuelta árabe que duró tres años (1936-39) para evitarse problemas durante la Segunda Guerra Mundial G. Bretaña prohibió completamente, de allí en más, el ingreso de inmigración judía. Todos los que llegaron escapados de la masacre nazi lo debieron hacer subrepticiamente, ayudados por las organizaciones clandestinas que el Ieshuv había ido formando. Muchas vidas quizá se hubieran podido salvar, según algunos historiadores, si la actitud inglesa hubiera sido distinta.
El otro gran problema en la región fue la lucha entre árabes y judíos. Los enfrentamientos de los judíos con la mayoritaria población árabe local, por momentos muy sangrientos, existían de antes, en 1904 se produjeron los primeros incidentes, pero comenzaron en gran escala en 1920 y sobre todo en 1929, con decenas o centenares de víctimas en ambos bandos. Y se debieron básicamente a cuatro razones. La primera el recelo quizá natural que le inspiraba a los locales la brusca llegada de una población para ellos injertada, de origen europeo, de lenguaje, religión y costumbres tan distintas, que alteraba siglos de un status quo. Inevitablemente los veían como invasores. La segunda fue la consecuencia de la compra masiva de tierras a propietarios turcos terratenientes que vivían en Estambul, compras que luego implicaban, en muchos casos, el desalojo de una población árabe que sin permiso la ocupaban, a veces desde muchísimos años, incluso siglos. La tercera razón radicaba en que muchos de los inmigrantes judíos buscaban emplearse en trabajos agrícolas, con lo que agregaban competencia a un mercado de trabajo de por sí ya escaso, lo que generaba gran resentimiento. Por último algunos historiadores consideran que ciertos religiosos árabes hicieron llamamientos a una Jihad, (guerra santa) lo que pudo haber influido en la agresividad de la población árabe en 1947, que les resultó tan contraproducente.
Luego de los ataques árabes particularmente violentos de 1920 el Yeshuv organizó un ejército de resistencia semi clandestino denominado la Haganá (defensa), que fue el germen de las actuales Fuerzas de Defensa de Israel. Y si bien la mayoría de la población judía se encuadraba en la estructura política de la Agencia judía a la que la Haganá respondía, con el aumento de las tensiones con el mandato británico hacia fines de la Guerra Mundial dos grupos adicionales, el Irgún y el Leji, que no vacilaban en utilizar métodos terroristas, también se formaron y comenzaron a actuar contra los británicos, ya en abierto reclamo de independencia y dispuestos a emplear todos los medios para ellos disponibles.
En 1947, habiendo finalizado la Segunda Guerra Mundial, la situación en Palestina era para los ingleses una pesadilla. En Palestina en ese momento habitaban unos 600.000 judíos y 1.200.000 árabes, y ambas partes estaban indignadas con los británicos. Por un lado los árabes estaban furiosos con la inmigración judía, legal o ilegal, que seguía creciendo y lo consideraban responsabilidad directa de los titulares del Mandato. Por otro lado la rebelión árabe de 1936 a 1939 había sido reprimida por las tropas británicas con absoluta ferocidad, y el resentimiento provocado por el accionar de las mismas no se había extinguido. Pero mucho peor que la árabe era la indignación de los judíos. El horror absoluto del Holocausto recién se les estaba develando en su tremenda magnitud, y la necesidad de un Hogar Nacional que hubiese permitido a los judíos un posible refugio salía a la luz con prístina claridad. Y G. Bretaña no solo le había estado dando largas al tema que, según sentían los judíos les habían prometido, sino que ahora, a los sobrevivientes de la catástrofe que vagaban por Europa desamparados les prohibía la entrada a la ansiada tierra de Israel para quedar bien con los árabes, alguno de cuyos líderes había intentado hacía muy poco pactar con Hitler el exterminio de judíos. No es casual entonces que los grupos extremistas entre los judíos sacudiera a los ingleses con atentados, algunos muy destructivos y mortales como el del Hotel King David.
Sumado a todo lo anterior la Segunda Guerra Mundial y sus horrores habían agotado por completo a G. Bretaña, tanto humana como económicamente. La gran mayoría de su población, totalmente exhausta, comprendió que no estaban en condiciones de seguir gobernando un imperio, y el único país que hubiese podido asistirlos, los Estados Unidos, expresaba muy claramente que no estaba dispuesto a financiar aventuras imperiales. Como consecuencia G. Bretaña comprendió que el problema de Palestina era demasiado complejo para ellos y a comienzos de Abril de 1947 informó a las Naciones Unidas que cesaría su mandato indefectiblemente el 14 de Mayo de 1948 y les encargó a las mismas el “pequeño” problema de decidir qué hacer en ese lugar del planeta luego de esa fecha.
La Unión Soviética y la creación del Estado de Israel.
La Unión Soviética fue el artífice principal y jugó un rol decisivo en la creación de Estado de Israel por lo que seguiremos su accionar en este tramo de nuestro relato. Y los archivos soviéticos hace no mucho abiertos muestran que a los pocos días de la antedicha comunicación británica tuvo lugar en Moscú en el más alto nivel una reunión que resolvió lo que hoy se puede ver explicitado en las Actas de Naciones Unidas en el Volumen II de 1947. Se decidió en dicha reunión solicitar a Gran Bretaña que finalizara su mandato lo antes posible y en su lugar debía implementarse “un estado binacional árabe y judío, federal y democrático”. Pero probablemente lo importante es lo que seguía (y eran la primera gran potencia en plantearlo):
Si esta propuesta no pudiera implementarse por falta de voluntad de una o las dos partes será necesario estudiar una segunda alternativa que implicará la partición de Palestina en dos estados separados, uno árabe y uno judío”.
Cuando el tema se presentó oficialmente en el pleno de las Naciones Unidas el 14 de Mayo de 1947 el canciller Andrei Gromyco fundamentó esta propuesta. Explicó que “como es sabido las aspiraciones de una parte considerable de los judíos depende de Palestina y del Estado que allí se forme…” Apeló luego “al sufrimiento judío sin precedentes a manos de los nazis, sufrimiento que desafía cualquier intento de descripción…” Avanzó luego estimando en seis millones el número de víctimas hebreas del Holocausto, que solo un millón y medio de ellos en Europa Occidental habían sobrevivido y que “cientos de miles de ellos vagan por Europa buscando algún refugio” y viviendo en condiciones precarias que detallaba cuidadosamente. Y remataba: “El hecho de que ni un solo país de Europa Occidental haya tenido éxito durante la guerra en proteger los derechos más elementales del pueblo judío y salvaguardarlos de la espantosa violencia que sobre ellos ejercieron los carniceros fascistas hace que la aspiración judía a crear un estado que les pertenezca sea absolutamente razonable. Sería espantosamente injusto denegarles esa aspiración¨.
Hasta mediados de Octubre de 1947 la URSS realizó esfuerzos por convencer a los árabes especialmente (entre los judíos de izquierda no era mal recibida la idea) de un estado binacional. Pero ante la evidencia del total y definitivo rechazo de una parte lideró la propuesta de la partición, a la que Gran Bretaña (que se había puesto abiertamente del lado árabe) se oponía tenazmente apelando para ello a todo su poder y sobre todo a las presiones de las grandes compañías petroleras internacionales, ansiosas de quedar bien con las monarquías árabes que se habían ido creando durante esos años. El tema se puso finalmente a consideración de las Naciones Unidas el 29 de Noviembre de 1947, y con el indispensable apoyo, influencia y votos de la Unión Soviética y sus aliados se aprobó por muy amplia mayoría la partición (Resolución 181). Gromyko, evidentemente emocionado, señaló en su discurso que la creación de dos estados independientes “no solo tendrá un enorme significado histórico sino que además dará respuesta a las más legítimas demandas del pueblo judío”.
*Cacho Lotersztain *Ingeniero (UBA) desde 1961, BSc. en Física (Universidad de Birmingham, G.B.) en 1968, Magister en Historia (U.T. Di Tella) en 2005 y Doctor en Ciencias Sociales (IDES, U. N. G. Sarmiento) en 2016. Fuí Profesor Titular de Física de la UBA y Director de Investigaciones del INTI hasta el 24 de Marzo de 1976