LA SOBREVIVENCIA DEL FASCISMO. Por Arnoldo Siperman*
Con-Texto | 6 octubre, 2024Lo que el futuro no habrá de perdon arnos no es que hayamos olvidado sino que,habiendo recordado, hayamos actuado como si hubiésemos olvidado.
Andreas Huyssen
El complejo mecanismo de la revalorización del populismo fascista corresponde a la puesta en juego, en definitiva, de una revalorización de la crueldad como estrategia de vida, cubriendo un ámbito mucho más amplio que el de la actividad puramente política, infectando al arte, a la educación, a los medios de comunicación, contrabandeando racismo, rescatando lo brutal como valeroso, haciendo la apología de la agresión bajo la forma del hiperrealismo en la observación de los hechos sociales. Se trata de una estrategia que sintoniza sin esfuerzo con los requerimientos de un orden de cosas fundado en la competencia sin límites y en el éxito inmediato como instancias autojustificatorias. Se apoya en una concepción absoluta y excluyente de la Verdad, en cuyo altar son válidos todos los sacrificios y en una filosofía, entre ingenua y criminal, que exalta a un supuesto e imaginariamente necesario happy end.
La gama de manifestaciones de esta difusa recuperación de aspectos caros a la peor reacción es muy amplia. No debería sorprender la presencia de las actitudes nostálgicas traducidas en revisionismo y, por lo tanto, que el ambiente de los historiadores le haya sido especialmente propicio. Esas actitudes van desde
– una actitud de difusa nostalgia respecto de la mística nazifascista (la adoración filosófica de Heidegger, el persistente debate sobre Wagner y su obra artística, el rescate de la matonería como herramienta política, la justificación ética del uso descarado de los medios como impostación tecnológica de la “clásica” democracia de balcón); hasta
– la lisa y llana denegación y justificación (pese a su carácter evidentemente contradictorio) de los crímenes nazis, entre los que destaca el llamado Holocausto, practicada en los más variados ámbitos, incluso universitarios.
Hay un amplio espectro entre las formas más agudas de este tipo de pensamiento reaccionario y su extremo más diluido, en el que aparecen, con mayor o menor grado de sutileza, numerosos y dispares discursos académicos y las a veces desconcertantes ambigüedades de algunas expresiones artísticas. Entre ambos, los revisionismos históricos referentes al sentido general del proceso nazifascista en el tiempo comprendido entre las guerras mundiales, cuyo ejemplo más destacado es el del historiador alemán Ernst Nolte. Un ejemplo de una versión actualizada del revisionismo manipulador de la memoria histórica: Hans Ulrich Gumbrecht ha defendido, en noviembre de 2001, la posición del eminente teórico de la literatura y discípulo de Heidegger Karl Heinz Bohrer, quien propuso una reorientación de la conciencia histórica alemana en el sentido de una apertura hacia una “memoria de larga duración” en oposición a la fijación en una “memoria reciente” anclada moralmente en el tema del Holocausto. Ambos se oponen a los proyectos que centran la memoria en los crímenes nazis, calificándolos peyorativamente de iluministas, para promover una “profundización” de la memoria histórica alemana. Se trata, claramente, de cambiar su eje desplazándolo hacia la nostalgia de una grandeza que no puede ser oscurecida por hecho alguno, independientemente de su envergadura. En ese contexto, la Shoah sería un accidente, sobre cuya exacta dimensión histórica habría de todos modos que regresar en la perspectiva de una teoría normalizadora de las catástrofes, cuyo efecto sería neutralizarlas restándoles significado en la trama general de la conciencia nacional.
En cuanto a la forma más cruda del revisionismo dice una de las mayores especialistas en el tema, Deborah Lipstadt “Si algo demuestra la denegación del Holocausto es la fragilidad de la memoria, de la verdad, de la razón y de la historia. La campaña de los denegadores fue cuidadosamente planeada para tomar ventaja de esas vulnerabilidades…Grupos de extrema derecha en Alemania, Italia, Austria, Francia, Noruega, Hungría, Brasil, Eslovaquia y muchos otros países incluyendo los Estados Unidos han adoptado la tesis denegacionista como elemento standard de su propaganda. Comenzaron justificando el asesinato de los judíos por parte de los nazis, ahora lo deniegan. Antes sostenían que algo benéfico para el mundo había ocurrido en Auschwitz. Ahora afirman que allí no ocurrió nada. Su antisemitismo es tan virulento que pretenden que dado que Hitler no asesinó a los judíos debió haberlo hecho. Toda esta argumentación se ha convertido en elemento esencial de su arsenal de lucha contra la democracia”. El mensaje final: hay una tarea que Hitler dejó sin consumar en su debida plenitud y que habría que ejecutar o completar ya mismo. Y que, hay que decirlo, podría ser llevada a la práctica incluso en contextos ideológicos que no hagan explícita una antropología de la aniquilación.
Algo parecido hace la actual propaganda turca respecto del genocidio armenio. Y con la misma renuncia a la lógica: la masacre no ocurrió; y eso que no ocurrió fue culpa de los propios armenios.
Toda guerra es incivil; pero la que pasó a la historia como “guerra civil española” lo ha sido de un modo muy particular, por su aire de cruzada, por su carácter despiadado, porque nadie en ella ahorró crueldad ni se privó de excesos. Esta guerra se inscribe en la marea fascista que inundó a la Europa –y al mundo- de entreguerras. En esa marea el fascismo exhibió matices, del monoteísmo pagano del Volk racial ario al clericalismo hispano-lusitano, del tradicionalismo de los requetés al modernismo tecnologista de la Blitzkrieg. Pero también mostró constantes: el racismo y la xenofobia, el militarismo, la pasión por la guerra (el Fronterlebnis de Ernst Jünger). Sin entrar en los juegos tipológicos en los que se complace el cientismo político podría definírselo como un elogio de la victimización, convertir la agresión en una estrategia de vida.
Andreas Huyssen ha señalado que el fascismo es la puesta en libertad de lo arcaico y lo bárbaro que está ya inscripto en la modernidad basada en la mercancía. En otras palabras, el fascismo puede ser definido como la puesta en funcionamiento de esa violencia primaria que permanece larvada en la modernidad, la aceptación de la agresión y la victimización como base ontológica de toda la vida humana; violencia primaria capaz de articularse con la más moderna tecnología, como lo teorizaron en su momento Jünger y Oswald Spengler, entre otros. Dos fórmulas breves resultan útiles para definirlo, en esta perspectiva. Una en Italia, en la frase que Pirandello pone en boca de uno de sus personajes: en este mundo el que no es cruel es un imbécil. Otra, su forma extrema, el Viva la muerte proferido en la Universidad de Salamanca, en España y en el curso de la guerra civil.
Me parece especialmente pertinente, en relación con el tema de la guerra civil española, traer a colación un caso de revisionismo histórico referido a uno de sus más sonados episodios. Me refiero al bombardeo aéreo de Guernica, villa emblemática vasca, casi un santuario nacional. Masacre inspiradora de la pintura de Picasso cuyo impacto ha sido y es tan poderoso que impuso retirar su réplica del edificio de las Naciones Unidas para que no pudiera servir de fondo a la proclama bélica estadounidense respecto de Irak.
El ataque, que pasó a la historia como un ejemplo de masacre terrorista de una población civil por parte de una fuerza armada, fue llevado a cabo por la Legión Cóndor alemana el 26 de abril de 1937, castigando gravemente a un pueblo indefenso durante varias horas y a la luz del día. No por azar, el ataque fue ejecutado, en un día de feria, cuando la población local y aledaña estaba reunida en los lugares públicos, sin resguardo alguno y sin posibilidad de tenerlo. Causó, según estimaciones de la época, entre mil y dos mil víctimas fatales. Provocó un rechazo internacional tan intenso que el bando nacional trató de desvincularse del hecho, ubicando como únicos responsables a los alemanes y llegó a imputar a los “dinamiteros” vascos haber agravado sus consecuencias. Sin embargo fue Hermann Goering quien, ante el Tribunal Militar Internacional de Nüremberg, declaró: “Guernica…fue una especie de banco de prueba para la Luftwaffe. ¡Es lamentable! pero no podíamos obrar de otra forma. En aquel momento estas experiencias no se podían efectuar en otro lugar”. Sesenta y cinco años más tarde se publica un sesudo estudio del que resulta que el bombardeo fue una legítima represalia por la muerte de un piloto alemán derribado días antes (obviamente sobre territorio español), que fue una decisión autónoma del jefe de grupo aéreo Hugo Speerle y del vengativo coronel nazi Wolfram von Richthoffen, que Guernica era un importante objetivo militar y que la mayor parte de los muertos, cuyo número se establece ahora, después de tantos años, en exacta y precisamente ciento veintiseis, lo fueron en su mayor parte por haberse refugiado estúpidamente en lugares inadecuados. Podemos leerlo en el artículo del historiador Juan Manuel Riesgo, Guernica. Las verdaderas causas, en revista La aventura de la historia, Madrid, nº 42. Así escribe la historia el fascismo versión siglo XXI.
*Abogado y exprofesor UBA