SOBRE PERSONAS Y LUGARES. Por Román Frondizi*
Con-Texto | 18 febrero, 2023Hay gentes que nos dejan una sensación de cansancio, otras de fortaleza.
Tras haber estado poco tiempo con las primeras, después de haber trabajado juntos, nos sentimos cansados, de mal humor, extenuados. Con las otras, en cambio, aún si hemos trabajado intensamente no nos cansamos. Antes bien, al final del esfuerzo nos sentimos más fuertes.
Un fenómeno parecido ocurre con los lugares. Algunos nos cansan y la sola idea de volver a ellos nos pone de mal humor. Y no necesariamente son los más oscuros o tétricos. Pueden ser luminosos y modernos, pero tienen el poder de agotarnos. Mientras otros que pueden ser viejos y descuidados nos transmiten seguridad.
Puede ser que ello se deba a que hay personas que nos absorben energía mientras otras nos la dan. Y que los lugares conserven la impronta del bien y del mal que allí se ha dado en el pasado. Puede ser. Sin embargo, pienso que estas experiencias dependan más bien del tipo de personas y de las relaciones entre ellas.
Quiénes son las que nos fatigan? Un buen amigo seguro que no. Al contrario, cuando estamos cansados, preocupados, angustiados, hablamos con él. Nos despojamos de la coraza defensiva hecha de vigilancia y de prudencia que estamos obligados a vestir en la vida cotidiana, en el trabajo, en los negocios. Podemos mostrarnos débiles, indefensos, necesitados de ayuda. No tememos que aproveche para herirnos, para dominarnos. Sabemos que está de nuestro lado, siempre. Ponemos nuestro problema sobre sus hombros y él nos ayuda.
También podemos sentirnos muy bien con alguien a quien solamente conocemos, un colega o alguien a quien encontramos por primera vez. Son las personas llenas de vitalidad, de entusiasmo, de buen ánimo. Con ellas somos espontáneos, nos sentimos libres, porque percibimos que reconocen nuestras cualidades, aprecian lo que hacemos y nos ayudan a crear. Al revés, nos cansamos con todos los que, más allá de las apariencias, más allá de su afectada gentileza, son ávidos, hostiles, envidiosos, tóxicos.
Cada ser humano está dotado de la capacidad de intuir inmediatamente el ánimo del otro. Vemos en el interior del otro con la misma claridad con que percibimos los colores, sentimos los sonidos. La sonrisa quiere decir alegría, la mirada furtiva desconfianza, el entusiasmo generosidad, la falta de atención desprecio. La observación maligna envidia, el pesimismo deseo de bloquearte. Nos damos cuenta instintivamente si uno miente o disimula. Nos engañamos solo cuando no queremos ver, cuando queremos convencernos que ese individuo es un amigo, una persona de bien. Las personas generosas tienden a pensar que los demás son como ellas. Otras veces, aún sabiendo que nuestro interlocutor es una víbora hacemos cuenta de nada porque estamos condenados a convivir con él. Somos gentiles y seguimos adelante.
Pero, en el fondo, nuestra inteligencia emocional continúa a advertirnos “no te fíes, no te fíes”. Y mientras hablamos o trabajamos estamos obligados a una constante tarea de defensa inconsciente. En suma, nos cansamos cuando estamos obligados a estar con alguien que sentimos hostil, tóxico. Es la presencia de este tipo de personas que hace opresivos ciertos lugares. No son las paredes ni los muebles, es la atmósfera humana envenenada que nos cansa y nos oprime.
“Los Robles”, febrero de 2023.
*El autor es jurista y ensayista