UCRANIA EN EL BANQUITO DE BONAVENA por Andrés Ferrari Haines[1]Matheus Ibelli Blanco[2]
Con-Texto | 8 marzo, 2022Rusia y Ucrania tendrán un segundo encuentro diplomático para establecer un acuerdo que ponga fin a la guerra en curso.
Rusia mantiene su exigencia de que Ucrania acepte que no será parte de la OTAN. El presidente ucraniano Zelensky ha solicitado que la Unión Europea acepte como miembro a su país, que fue apoyado por la UE. Particularmente, tendrían que encontrar una solución para Donetsk y Lugansk, las regiones de Ucrania con más poblaciones rusas.
Estados Unidos y Europa han expresado un apoyo abierto y decidido a favor de Ucrania, que se ha extendido gran parte del hemisferio occidental. Sus monumentos más simbólicos han sido coloreados con luces de los colores de la bandera ucraniana, se ha excluido a Rusia de eventos deportivos y culturales internacionales, y, la Universidad Milano-Bicocca llegó a prohibir a Dostoievski, aunque volvió atrás—hasta la participación de gatos rusos ha sido banida. Más importante, se han abierto excepciones para recibir refugiados ucranianos, y concedido ayuda económica. Además de haber implementado fuertes sanciones directamente a Rusia.
Pero militarmente, el apoyo ha sido menos decisivo. Alemania abandonó una práctica establecida desde la Segunda Guerra Mundial, sumándose fundamentalmente a EE.UU. y el Reino Unido, al entregarle armamentos a Ucrania.
Zelensky venía reclamando este apoyo de este tipo al denunciar que “los habían dejado solos” luego de la entrada rusa a Ucrania. Al principio los países de la OTAN no aceptaron, pero luego respondieron a este pedido.
Sin embargo, hasta ahora, la OTAN viene manifestando que no se involucrarán militarmente más que de esa forma. El presidente de EE.UU. JoeBiden afirmó que no enviará tropas a Ucrania—las que están y llegaron son para proteger a los miembros de la OTAN. El Reino Unido también, ha afirmado lo mismo, aunque su ministra de relaciones exteriores, Liz Truss, ha incentivado a sus compatriotas que voluntariamente vayan a sumarse al ejército ucraniano si lo desean.
Apoyar más que eso se trataría de un paso fuerte que no se cree que Biden dará. Según Boris Johnson acercaría a la OTAN a una guerra directa con Rusia que podría escalar hasta ser nuclear.
Georgia en mi recuerdo
Si Ucrania no recibe más apoyo militar, la evolución de esta guerra puede terminar siendo semejante a la de Georgia en 2008.
Un año antes, en la 43ª Conferencia Internacional de Seguridad (Munich), Putin pronunció un discurso histórico, contradiciendo los continuos movimientos de expansión del bloque occidental. Defendiendo el "establecimiento de un orden multipolar", condenó, sobre todo, la política unilateral de Estados Unidos en el mundo y la continua expansión de la OTAN hacia Europa del Este y el Cáucaso.
Las palabras de Putin vinieron en respuesta a la incorporación de países de Europa oriental –Polonia, Hungría y la República Checa en 1999 y Bulgaria, Rumania y Eslovaquia en 2004, y luego en ese año,Estonia, Letonia y Lituania.
En 2008, en la Cumbre de la OTAN en Bucarest, Ucrania y Georgia fueron invitadas a unirse a la alianza. Para el Kremlin, ambos países estaban gobernados por regímenes títeres occidentales, derivados de las llamadas “revoluciones de color”. Además, documentos de política exterior y seguridad nacional de Rusia las considera regiones de influencia histórica.
En el documento en que reconoce la independencia de las regiones ucranianas de Lugansk y Donetsk, Moscú repitió, casi palabra por palabra, los tratados que había firmado previamente con las provincias escindidas de Georgia, en 2008.En ambos casos, Rusia expresó temores de pérdida de influencia en su entorno inmediato, mientras que la presencia de poblaciones de etnia rusa proporcionó al Kremlin unarazón para intervenir como protector de estas regiones.
En referencia al actual caso de Ucrania, Wesley Culp afirma que “quince años después de Munich, a Putin le mueven los mismos miedos”.
El caso Georgia
La operación militar de Rusia en el Cáucaso en 2008 tuvo su origen en la llegada al poder del presidente Mikhail Saakashvili en Georgia tras la Revolución de las Rosas (2004), que derrocó al exlíder soviético Eduard Shevardnadze. Saakashvili modificó significativamente las políticas de su país, esperando ingresar en la Unión Europea y la OTAN. Asimismo, el nuevo líder también buscó integrar e influir con más fuerza en las regiones de Osetia del Sur y Abjasia, que seguían siendo prorrusas.
La votación unánime del parlamento georgiano sobre un proyecto de ley para integrar a Georgia en la OTAN en 2006 aumentó las tensiones con Moscú. Contrariamente a cualquier expansión occidental hacia su periferia, Rusia tomó represalias imponiendo sanciones y deportando a los georgianos del país. Rusia también fortaleció sus lazos con las dos regiones prorrusas, incluida una mayor ayuda económica y apoyo diplomático.
Con la escalada de los conflictos, Georgia llevó a cabo una operación militar en 2008 para controlar la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali, Moscú respondió con ataques aéreos, enviando tropas a las regiones, que rápidamente tomaron el control de Tsjinvali. El ejército ruso solo se detuvo a unas pocas decenas de kilómetros de la capital, Tbilisi.
Poco después de la victoria militar, las nuevas administraciones de Abjasia y Osetia del Sur enviaron solicitudes oficiales para ser reconocidos como estados soberanos, ratificados rápidamente por el parlamento ruso, reconociendo a los distritos disidentes como naciones independientes. Moscú todavía mantiene una fuerte presencia militar en las regiones, un movimiento que Occidente condena como una ocupación ilegítima.
Analizando el caso, Joe Lauria se pregunta por qué el presidente georgiano Mikheil Saakashvili fue tan estúpido para comenzar esta guerra, observando que “tenía la impresión equivocada de que el ejército de EE. UU., incluso la OTAN, intervendría”. En su opinión, “parece difícil imaginar que hubiera tratado de apoderarse de Osetia del Sur si no le hubieran hecho creer que tenía el respaldo estadounidense”, observando la práctica de ejercicios militares conjuntos de EE.UU. y Georgia—y apunta al movimiento de John McCann para vencer a Obama en las elecciones.
En Georgia, en cinco días Rusia obtuvo una victoria arrasadora. Según Estados Unidos, en Ucrania una rápida y fulminante victoria rusa sería lo esperado también.
Por qué David pensó que tenía una oportunidad con Goliat
Rajan Menon señala que la guerra de Georgia, salvo raras excepciones, es presentada erróneamente como un ataque no provocado iniciado por Moscú. Más directo, David Faris apunta que legisladores estadounidenses enviaron señales a Georgia en 2008 como ahora hacen con Ucrania, concluyendo que “parte de esa ambigüedad fue precisamente para evitar provocar a Rusia, lo que sucedió de todos modos. En cambio, EE.UU. necesita trazar un perímetro claro alrededor de los países que está dispuesto a defender con fuerza, incluido asumir el riesgo de una guerra nuclear, y aquellos que están en su mayoría solos.”
En un largo análisis, el especialista estadounidense en defensa Michael Kofman, mientras atenúa la posibilidad que EE.UU. haya enviado mensajes de apoyo, utiliza la imagen de David contra Goliat para ilustrar que las diferencias en relación a Rusia del poder georgiano—aunque aclarado bien armado por Estados Unidos. Para él, “lo que se perdió en ese campo de batalla fue la creencia idealista de que Rusia finalmente aceptaría el marco de seguridad que Washington había establecido en Europa y el papel de la OTAN como principal agente de seguridad en la región.”
El historiador de inteligencia estadounidense Jeff Rogg afirma que en este presente conflicto la CIA debe ser honesta con los ucranianos sobre su verdadera intención, recordando el caso de 1950, cuando “en la primera insurgencia respaldada por Estados Unidos, según documentos secretos desclasificados posteriormente, los funcionarios estadounidenses tenían la intención de utilizar a los ucranianos como una fuerza delegada para desangrar a la Unión Soviética”. Por eso sentencia que si Biden dice la verdad al afirmar que no enviará tropas, Estados Unidos estaría repitiendo el caso anterior “alentando a los ucranianos a ir a su muerte”.
De los sueños a las culpas
En 2009 un informe especial de la Unión Europea sobre lo sucedido concluyó que “las afirmaciones georgianas de una presencia a gran escala de las fuerzas armadas rusas en Osetia del Sur antes de la ofensiva georgiana del 7 al 8 de agosto no pudieron ser corroboradas por la misión”. Para Rusia, ese informe resultó poco porque, mientras culpó a Georgia, negó el argumento ruso que se estaba practicando limpieza étnica rusa, concluyendo, en cambio, que "varios elementos sugieren la conclusión de que la limpieza étnica sí se practicó contra la etnia georgiana en Osetia del Sur".
Sergei Makarov, político ruso, apuntó como "un gran defecto" del informe que "no aborda el papel de Estados Unidos en el conflicto". Thomas de Waal integrante de Carnegie Europe coincidió con esa visión. No obstante según Reuters, “los hallazgos fueron particularmente críticos con la conducta del aliado de Estados Unidos, Georgia, bajo el presidente MikheilSaakashvili”.
Más aún Christopher Langton, coronel retirado del ejército británicomiembro de la comisión que elaboró el informe, "el sueño de Georgia se hizo añicos, pero el país solo puede culparse a sí mismo por eso".
Con Georgia en su cabeza, Zelensky tendrá que dialogar con Rusia balanceando sus objetivos y apoyo con las palabras del idiosincrático boxeador porteño Oscar ‘Ringo’ Bonavena: “Todos son muy amigos, pero subís al ring, suena la campana y hasta el banquito te sacan”.