LOS TESTAFERROS DE BORLENGHI por Ariel Kocik*
Con-Texto | 15 diciembre, 2021Fuente : www.cuentosperonistas.com
Algunos jóvenes han aprendido que el gobierno de Perón tuvo “ministros obreros”, aparente mérito justicialista. En primer plano queda Ángel Borlenghi, socialista y dirigente del sindicato del comercio. Ciertos historiadores creen que fue un gran dirigente. Pero su intrincado trayecto le había valido el repudio de muchos sindicalistas. Ya en el poder desplegó un nuevo afán. A diferencia de otros jerarcas, Borlenghi usó testaferros.
Su esposa Clara Maguidovich, durante un costoso viaje por Europa en 1950, abrió una cuenta en el banco Crédito Svizzero Lugano, de Suiza, con 44.782 dólares, y otra diferente con 226.391, 85 francos suizos. Se suman otros tres depósitos de la mujer de Borlenghi en el Banco de Italia y Río de la Plata, que superaban el millón y medio de liras. Clara firmó un poder en el cantón de Ticino (Suiza) para que su esposo pudiera disponer libremente de los fondos. Al volver, trajo consigo valiosos artículos camuflados como “equipaje diplomático” con banderita argentina, vicio muy común para los dirigentes viajeros de la época.
A su vez Ramón Estrada –hermano del diputado Estrada- compró un campo en Pedernera, provincia de San Luis, siendo “vox pópuli que el señor Ramón Estrada es un simple testaferro de Borlenghi.” El ministro también manejaba el diario El Líder, mientras fluían fondos de todo origen para la prensa oficial, e impulsó a la Agencia Periodística Argentina en el exterior con el doble fin de hacer propaganda y constituir una sociedad-testaferro, “clásico procedimiento del ex ministro”.
Los empleados del comercio fueron generosos con su líder al punto de ofrendarle una finca, La Colorada, en La Lucila, comprada por la federación y habitada por el ministro y su familia –si bien no a su nombre- con un gasto de muebles superior a los tres millones de pesos. También le donaron la quinta La Gratitud en el partido de La Matanza. Fue sospechoso el origen de los automóviles Buick de la familia Azpitarte, en la que el ministro tuviera íntima injerencia, y los puestos públicos que lograron.
En el campo de la represión, el ex ministro del Interior queda envuelto en un sinfín de casos. Como detalle pequeño, se puede consignar que María Juana Virruarena, regente del Profesorado Lenguas Vivas, fue detenida por haber ofendido a Ada Borlenghi, hija del ministro y, como siempre, por adhesión a un “complot comunista”. Se dice que el dirigente mercantil, hijo de un italiano humilde, ambicionaba ser presidente del país. Quienes investigaron en serio a Borlenghi lo señalaron como la antítesis de lo que debe ser un funcionario público.
EL VIAJE FELIZ DE CLARA BORLENGHI
Angel Borlenghi, ministro del Interior de Perón, vivía en Talcahuano 464 (donde tenía dos departamentos), a metros del palacio de la Justicia que según él era “peronista”. Allí aparecieron cuentas abultadas al abrirse el cofre secreto. En una huida apresurada, había dejado un pequeño "arsenal" de armas cuya función decorativa era probar que “daría la vida por su líder”. Había una pistola 45 del ejército, un cuchillo puñal, un maletín con una pistola Parabellum y una caja con proyectiles.
Se halló una pistola Ballester Molina, con el escudo peronista y el escudo argentino, dedicada a Borlenghi “por algún donante optimista” (ironizó un periodista), una carabina Halcón y una cámara fotográfica. Aparecieron además una pulsera, un anillo y 30 estuches de joyas vacíos que el matrimonio Borlenghi alcanzó a llevarse. Otros papeles y recibos acreditaban gastos de la esposa del ministro en Europa.
Clara Maguidovich de Borlenghi, en su viaje a Europa de 1950, se alojó en hoteles carísimos y los recibos fueron encontrados en el domicilio del ex ministro. Clara viajó con la señora Juana Sofía Erika Kritins de Tortorelli, y al parecer con dos empleados de su esposo, Gregui y Díaz. (Raúl Tortorelli tenía bienes a nombre del matrimonio Borlengui, según se denunció).
Clara se alojó en el hotel Firenze de Milán, donde solo en diez días gastó tres millones cien mil liras. En el Gran Hotel de Milan dejó una cuenta de 320.000 liras en cinco días. En el Excelsior de Roma, gastó 236.700 liras en cuatro días. En el Savoy de Firenze gastó 316.600 liras en cuatro días. En La Haya, en el hotel Des Indes gastó 19.260 francos en cinco días y en el Hotel Palace de Bruselas pagó 4.600 francos.
Clara gastó menos en el Luzan de Suiza y en el Provit de Luxemburgo. En el Metropoli de Venecia pagó 3.150 pesetas pero en la ciudad también adquirió puntillas y artículos de tocador por 14 mil pesetas, y su comitiva despachó cajones con mercaderías por 2.300 kilos. En Estocolmo pagó 701 coronas, en Copenague 413 coronas y en el hotel Rivas de Londres, 1.520 libras por una semana.
A veces Maguidovich de Borlenghi se hospedó con la señora de Tortorelli, dejando a los muchachos en hoteles de segunda. En el Lancaster de París, la esposa de Borlenghi gastó más de 30 mil francos por una semana y en Italia adquirió mercaderías por 118.000.000 de liras, enviadas a Buenos Aires sin pagar derechos de Aduana. Pero ahí no terminaba la historia.
LA AMIGA DEL MINISTRO
Por entonces se hablaba del enriquecimiento de Borlenghi y de su amiga Juana Azpitarte. En un local de Villalonga, avenida Figueroa Alcorta y Salguero, se encontraron muebles, telas, cuadros y objetos que superaban los 450 mil pesos, a nombre de la federación de comercio, pero nadie dudó que pertenecían a quien fuera su líder. En la calle Callao 144 también se hallaron alfombras de lujo por más de 400 mil pesos, a nombre del citado sindicato, señalado como “prestanombre” del ex dirigente gremial. Se ha señalado que la finca de la Lucila, ubicada en la calle Andrés Ferreyra, también engrosaba el patrimonio ministerial, llegando Borlenghi a “elegir la casa que le iba a obsequiar la federación del Comercio”. La operación habría sido hecha por la propia Juana Azpitarte.
Allí había muebles, tapices, cortinados y vajillas por más de dos millones de pesos. Lo mismo había sucedido con la finca La Gratitud de la Matanza, donada por el sindicato al ministro. Estas “donaciones” no eran otra cosa que “el despojo de los salarios de los empleados de comercio y el saqueo de los bienes nacionales”. La revolución libertadora intervino y la familia Borlenghi, pasado el tiempo, los ha reclamado como propios. En 1955 nadie creía inocente al hombre responsable de tantas represiones y actos de despojo, que buscó refugio en una dictadura del Caribe. Su propio gremio lo denunció y lo suspendió, según la prensa que fuera peronista. En cuanto a la amiga Juana, tenía un patrimonio millonario en su domicilio de la calle Ayacucho, además de sociedades y bienes a su nombre.
EL ÁNGEL JUSTICIALISTA
En 1955 el diario El Líder, que fuera del ministro peronista Angel Borlenghi, no dudaba que su ex propietario era un delincuente. De algún lado venían, se pensaba, los fondos con que Borlenghi se alojaba en el hotel Waddorf Astoria, uno de los más caros de Nueva York. Se ha mencionado que Angel Gabriel utilizó testaferros y amigos. Juana Azpitarte, la amiga de Borlenghi, tenía dos automóviles, Mercedes y Fiat, hallados en la calle Rincón de Banfield. El domicilio de Juana, en la calle Ayacucho, deparó la sorpresa de muebles, lujos, cristales, “adornos fastuosísimos”, más de 213.300 pesos en efectivo y joyas varias, además de un contrato de sociedad anónima Lomenn con Juan López, que desde enero hasta abril de 1955, había logrado un superávit de 1.339.300 pesos. También manejaba negocios de compraventa de inmuebles y campos en el interior.
Azpitarte usaba una doble personalidad. Se le hallaron dos libretas, una a su nombre, y otra con el de Marta Lorrondo, presunta ciudadana nacida en Rosario el 30 de julio de 1924. Se estableció que el fraude fue realizado por el ex ministro, pidiendo cuatro libretas falsas al director del Registro de las Personas, Cándido Garrido, al que devolvió solo tres, guardando una para consumar la falsificación. Juana había huido del país apenas antes de estallar la revolución de setiembre, y logró volver para llevarse joyas y dinero al exterior.
Se sumaban alfombras, aparatos eléctricos, bebidas importadas, cubiertos de plata, cristalerías, tapados de pieles por docenas, docenas de zapatos y otras menudencias extraídas sin cargo de los Almacenes Justicialistas, hechos que hoy no impresionan, pero eran noticia en la época que Arturo Illia vivía casi de prestado. Cautivó la atención aquél documento que era una suerte de manual para girar fondos al extranjero sin constancias ni intervención de autoridades. El diario El Líder, que perteneciera a Borlenghi, señaló que la fortuna de su ex director fugado del país se valuaba en 30 millones de pesos. Entre los prestanombres del alto funcionario se denunció a Raúl Tortorelli, Augusto Porto, José Ramón Estrada y otros.
El capitán Zavala Carbó mostró contradocumentos de la señora Delia Mastroviejo, que expresaban que los depósitos realizados por ella misma en Suiza, pertenecían en realidad al ministro Borlenghi. También se halló una libreta de cheques en blanco firmados por Augusto Porto, de una cuenta corriente abierta en 1949 en el banco Italo Belga del Uruguay. El mismo Porto firma un memorándum explicando a Borlenghi los pasos para retirar fondos hacia el exterior. También apareció el documento de contraventa del diario El Líder, por una suma absurda de 40.000 pesos, vendido por Borlenghi a dicho ciudadano Porto en 1949, deduciéndose que era su testaferro.
El propio José María Argaña, ex diputado y hombre de Borlenghi en la federación del comercio, negó que Porto fuera propietario real del citado periódico. Una carta para Borlenghi escrita desde Suiza, de enero de 1950, le comunicaba que le había sido depositada la suma de cien mil francos suizos en el banco Banqaver. Otras cartas similares tenían hojas arrancadas con datos de movimientos de dinero. En una de ellas se leía: “Me obligo a depositar en el banco Italia y Río de la Plata, a nombre de Delia Mastroviejo, la suma de cincuenta y ocho millones de liras”.
El Ministerio del Interior concentraba fabulosos recursos y el control de organismos como la policía, el registro nacional de las personas, la vigilancia de precios, la caja de jubilaciones de la policía, el municipio de la capital federal, los juzgados electorales, el registro de la propiedad, los institutos penales, inspección general de Justicia, etc. Los investigadores de su fortuna se preguntaron: “¿cuántos centenares de dólares y libras introdujo Borlenghi en el mercado libre, adueñado de las fuerzas de seguridad?”. Nunca se sabría el total, pero eran “cifras siderales”, al ser estudiado “no solo en el atraco, sino como jerarca del cuadro dirigente para el despojo de los bienes nacionales”.
Por todas estas razones, quienes lo investigaron, dejaron por escrito que, a diferencia de otros títeres, Borlenghi era un self made man, que siempre trabajó para su encumbramiento y usó su gremialismo como trampolín para subir al primer plano, otorgándose “mejoras sociales” a sí mismo. Para ello usó al sindicato, al que “aparentó proteger”, dándose una vida de lujos y “comodidades principescas”, cuidando de poner sus bienes a nombre de otro.
Fuentes: expedientes judiciales e investigaciones de 1956. Archivos de la revolución libertadora. Diversos diarios que fueran peronistas. Denuncias penales que el tiempo y las amnistías se llevaron.
*El autor es periodista e investigador de Historia