DOS COALICIONES Y NINGÚN FUTURO ¿Es la grieta peronismo/anti peronismo un callejón sin salida? por José Armando Caro Figueroa*
Con-Texto | 28 agosto, 2021Políticamente hablando, la Argentina está dividida en dos Grandes Coaliciones. Cada una de ellas sostiene ideas simétricamente opuestas en asuntos de notoria centralidad como son el diseño y cometido de las instituciones de gobierno, de legislación, de justicia y de control. Las separan también sus respectivas posiciones en materia de relaciones exteriores, pobreza, desigualdades y, desde luego, sus postulaciones económicas en todas sus dimensiones temporales y sectoriales. Si bien desde el punto de vista electoral estas dos Grandes Coaliciones pueden -afortunadamente- alternarse en el poder, el diseño interno de las mismas y su propia trayectoria en las dos últimas décadas excluyen cualquier hipótesis de consenso. Dicho de otro modo: Tan enconado enfrentamiento obliga a descartar toda posibilidad de diluir o superar lo que se conoce con el nombre de empate estratégico. Al menos, mientras no logre reconfigurarse el actual y estancado mapa político y surjan nuevos actores. Si los acontecimientos y los posicionamientos políticos se mantienen en idéntica sintonía con lo que viene sucediendo a lo largo de las últimas 4 o 5 décadas, la Argentina no podrá regenerar sus instituciones de gobierno ni superar su largo ciclo de estancamiento con severa inflación. Es altamente probable que las desigualdades (que son económicas, territoriales, culturales y sociales) se profundicen, y que nuestros erráticos alineamientos internacionales permanezcan anclados en visiones anacrónicas. Es igualmente probable que nuestros indicadores educacionales, sanitarios, ambientales, urbanísticos y de transparencia mantengan sus respectivas sendas que nos alejan de los estándares de los países mas desarrollados, menos desiguales y efectivamente preocupados por la ética pública y por el cuidado del planeta. Así las cosas, todo permite suponer que la sonora puja entre estas dos Grandes Coaliciones habrá de depararnos recurrentes décadas de una lenta, insoportable y estéril decadencia. ¿Podemos romper esta encerrona? Se imponen, sin embargo, dos preguntas: ¿Es posible salir de aquel círculo vicioso y viciado? ¿Qué acontecimientos y cuáles innovaciones políticas nos permitirían cambiar el rumbo? Parece difícil que la ciudadanía, en sus bianuales pronunciamientos electorales, pudiera -por si sola- alterar esta trayectoria. Entre otras razones porque la crisis de los partidos políticos y el diseño del sistema electoral vigente obligan a los ciudadanos que concurren a las urnas a pronunciarse sobre alternativas cerradas, inconcretas, cargadas de ambigüedades, y siempre reacias a todo control postelectoral. Es cierto que graves acontecimientos económicos y sociales (hiperinflación, alto desempleo, insuficiencia de las ayudas a pobres y excluidos, eclosión del sistema sanitario, alta conflictividad laboral y social, extensión del crimen organizado) podrían construir arduos escenarios de crisis; pero sus consecuencias resultan imposibles de imaginar o prever siquiera a estas alturas. El peronismo extenuado pero vigente De entre los acontecimientos con capacidad para abrir un nuevo escenario político, me gustaría llamar la atención sobre el papel de las centenas o miles de expresiones en las que ha venido a parar el otrora monolítico y vertical primer peronismo. Comenzaré señalando que ninguna propuesta que apunte a facilitar el fin de este ciclo de decadencia y a propiciar aquel nuevo escenario tendrá éxito si recae en la vieja y siempre fracasada tentación del anti peronismo en cualquiera de sus versiones (desde la cooptación a la proscripción). Importantes segmentos que todavía hoy se reconocen a sí mismos como peronistas acuden con su voto a reforzar a la Gran Coalición hoy liderada por el kirchnerismo y dentro de la cual asumen roles protagónicos los herederos de la violenta “patria socialista” de los años de 1970, y del viejo estalinismo que supo liderar don Victorio CODOVILA. Hay indicios abrumadores en el sentido de que el peronismo como fuerza portadora de un programa moderno en condiciones de ser eficazmente leal a sus “esencias” (que podríamos enunciar apelando al ambiguo e insospechado apotegma: “la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo) ha perdido todo vigor. Hay indicios de que aquel peronismo vive de las glorias (y desventuras) pasadas. Existen señales de que sus postulados programáticos (recogidos, por ejemplo, en los señeros Planes Quinquenales de su edad dorada, o en sus proclamas anticapitalistas, antioligárquicas y antimperialistas que ilusionaron a la “juventud maravillosa” en los años de 1960), no están ya a la altura de los tiempos. Una situación que viene obligándolo a vivir intelectualmente de prestado. A encerrarse en el nacionalismo autárquico y tendencialmente unitario. A redoblar su apuesta por la industrialización sustitutiva de importaciones y por su dogmático estatismo. A encerrarse en redes de alianzas corporativas. A abroquelarse alrededor de un modelo de relaciones laborales que ya no garantiza ni la libertad sindical ni las condiciones dignas y equitativas de labor, para expresarlo en términos del artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional. Necesitamos una nueva y distinta Gran Coalición Pienso que reincidir en un diseño estrictamente ceñido a lo que fue la otra Gran Coalición (hasta ayer liderada por Mauricio MACRI) no está en condiciones de incorporar el voto ni la voluntad cívica de los millones de ciudadanos pertenecientes a los sectores sociológica o sentimentalmente afines al catecismo peronista más o menos ortodoxo, cuando no a sus meros símbolos históricos. Una Gran Coalición ortodoxamente liberal en lo económico, mecánicamente antiperonista, inercialmente unitaria, promotora de un capitalismo que atrasa por sus brotes antisindicales y su vocación anti obrera, no podría llevar a cabo un imprescindible programa de reformas estructurales. No lo lograría pese a su declarada pulcritud republicana, incluso si regresara al gobierno aupada por una ajustada mayoría de votos. Parece, entonces, llegada la hora de innovar en el diseño y en las propuestas que mueven al enorme “espacio” no kirchnerista que, en realidad, es un conglomerado de intereses, de lealtades personales y de postulados ideológicos que, dicho sea de paso, se han mostrado igualmente incapaces de resolver los desafíos que enfrenta la Argentina contemporánea y padecen -impotentes- las personas que habitan este territorio y conforman una abrumadora mayoría dispersa y al borde de la extenuación. No se trata, a mi entender, de trabajar en el armado de una nueva Gran Coalición caracterizada esta vez por su anti kirchnerismo, sino de construir un sujeto político en condiciones de gobernar con estricto apego a la Constitución Nacional, atendiendo a su doble dimensión de libertad e igualdad. Ya habrá tiempo para que la -por ahora imaginaria- Gran Coalición Popular Exportadora (sobre la que ha teorizado Pablo GERCHUNOF) se siente alrededor de una mesa con la fuerza que lidera doña Cristina Fernández y explore la posibilidad de alcanzar determinados consensos estratégicos relacionados con la paz interior y el bienestar general. Todo esto, claro está, siempre y cuando ciertos sectores que anidan en el actual gobierno no decidan “echarse al monte”. Al fin y al cabo, varios de sus antepasados soñaron con recrear Sierra Maestra en los montes de Orán o de Tucumán.
Salta, 18 de julio de 2021.
* Miembro del Club Político Argentino