CUENTAS PENDIENTES La pandemia entre ruidos y silencios por Dr. Ignacio Katz*
Con-Texto | 11 agosto, 2021
"No todo lo que se puede contar cuenta
ni todo lo que cuenta se puede contar"
William Bruce Cameron
El manejo de las cifras y las estadísticas, “tirar” datos, siempre ha servido para sustentar de manera supuestamente objetiva e indiscutida una posición determinada. Cualquier interpretación siempre podrá encontrar “números” que la sostengan o que al menos parezcan hacerlo. Las visiones más opuestas pueden acomodar incluso los datos de una misma fuente para que apoyen a una u otra postura. A veces ni siquiera se trata de un recorte particularmente ingenioso (por no decir manipulación), sino simplemente del acompañamiento de los adjetivos elocuentes. Así, por ejemplo, se puede afirmar que la Argentina ocupa el “nada desdeñable” puesto X en tal ranking mundial, o bien que ocupa el “vergonzoso” mismo puesto, y así la lectura “correcta” de tan abstracto número ya es indicada al lector. Los números no mienten, por eso resultan tan útiles para el engaño. A tal característica, se suma que ahora hablamos de estadísticas de enfermedad y fallecimientos, con lo cual semejante manejo politiquero resulta doblemente penoso. Las estadísticas deben servir para el trabajo científico, para una comparación que permita evaluar una evolución dada. No para el aplauso o abucheo de la tribuna. El sufrimiento humano (hablar de “costo” resulta denigrante) no se puede “medir” pero tampoco se puede negar. “Los números” de la pandemia expresan a la vez la gravedad indiscutida de la situación actual y la falta de rigurosidad que ha acompañado todo este proceso. El reporte diario de contagiados y fallecidos, cuál si fuera la cotización del dólar o la soja, naturaliza un escenario catastrófico -o más bien desastroso-, pero además peca de limitado en cuanto a diferenciaciones epidemiológicas y sanitarias que permitirían precisar escenarios, diagnósticos y proyecciones con el fin de comprender el fenómeno pandémico. De manera simétrica, la contabilización periódica de las “vacunas” que entran al país, supone contrapesar de manera optimista los números “negativos”. Revista Médicos n° 123 Julio 2021 El tratamiento de la pandemia, así, se reduce a una contabilidad banalizada, olvidando aquello de que lo que en verdad cuenta no se puede contar. Así lo muestra el proyecto de ley que propone un índice numérico para decidir la aplicación de restricciones: apenas una cuantificación y progresión de los contagios y una razón en relación con la capacidad de internación. No hay distinción alguna entre población enferma y vulnerable, ni ningún otro índice específico que permita analizar (esos pocos) datos en lugar de meramente cuantificarlos (y agregar otros). Desde hace 16 meses que se reitera la misma foto como si fuera una película de cine mudo. Todo el ruido mediático, político y cotidiano oculta el silencio de quienes deberían aportar pensamiento crítico, riguroso y constructivo a quienes les correspondería tener las herramientas de gestión. Es decir, la conjunción del saber y del hacer que falta. ¿Dónde están las voces de las distintas facultades, academias y colegios médicos? Alcanza con preguntar ¿qué se ha modificado, salvo los distintos telones de ocultamiento? Hoy estamos en pleno relato de vacuna, cuando en realidad se trata de vacunación. Todo lo cual desvía y trastoca el accionar lógico que señala la metodología sistémica epidemiológica. En lugar de construir un verdadero sistema de salud nos contentamos con conseguir vacunas. Desde el comienzo de la pandemia hemos insistido sobre los mismos puntos que se pueden resumir en cuatro claves básicas: 1. La mitigación del sufrimiento (terapia intensiva eficiente). 2. La formación profesional (clínicos, emergentólogos, terapistas, enfermeros, etc.). 3. El compendio de testeo, rastreo y aislamiento (trazabilidad y logística para una efectiva cibervigilancia que posibilite una correcta restricción focal). 4. La ecuación sanitaria compuesta por: salud pública (conocimiento más herramientas) + gobernanza (gabinete estratégico de gestión y su tablero de comando). En resumen, la falta de una visión integral del fenómeno complejo sindémico, de un registro nacional de eventos adversos (que permitiría efectivamente “ir aprendiendo sobre la marcha”), los notorios déficits en estrategia científica, gobernanza sanitaria, transparencia (presupuestaria y otras), y una comunicación oficial centralizada que estreche el margen de incertidumbre. En definitiva, la falta de un Gabinete Estratégico Operativo Interdisciplinario que asuma la responsabilidad de la gestión sanitaria-epidemiológica, en lugar de un mero comité de asesores. No se trata de su valor a título individual, sino de un funcionamiento grupal orgánico, con funciones y responsabilidades claras. Hubo una decisión política temprana de enfrentar la pandemia como un problema serio, pero faltó la estrategia seria para hacer frente a su manejo. La significación de la formación médica (y, desde luego, de la formación profesional en general) tiene una importancia inusitada y resulta particularmente lamentable su decadencia dada una historia y una cultura nacional que supo contar con profesionales de excelencia en todos los ámbitos, y el médico entre ellos. La subestimación del personal adecuado (desde el sanitarista hasta el enfermero, desde el epidemiólogo hasta el kinesiólogo) y la sobreestimación de los recursos materiales, impacta y afecta a múltiples indicadores, que se puede resumir en la ineficiencia y en la falta de coordinación que se plasma en la dupla que llamé “carencia y derroche”. Se habla prioritariamente de “camas, respiradores y vacunas”, y su importancia no se niega, desde luego, pero otra cosa es el fetichismo que desliga a los insumos de su funcionamiento competente en el marco de una planificación estratégica, e incluso de su más elemental operatividad. ¿Dónde están las enfermeras y enfermeros que deben atender a los pacientes que pasarán días enteros en la “cama”? ¿En qué situación de aislamiento se encontrará dicha cama? (lo cual, a su vez, plantea la opción de internaciones domiciliarias, y su necesario seguimiento). Un “respirador” no es un ventilador que se enciende y se apaga, es una máquina de uso médico que debe emplearse según criterios clínicos que necesitan de terapistas formados. Más que vacunas, por su parte, se debería hablar de vacunación, o más bien de un Programa de Vacunación, que además de la obvia pero trabajosa logística que implica su distribución y aplicación (trazabilidad), debe contar con criterios epidemiológicos y sanitaristas para decidir sobre las prioridades a administrar, que no sean sólo quien se anota primero en la lista de acuerdo a simples parámetros etarios y de comorbilidades generalizadas (no se ha tenido en cuenta, por caso, la diferenciación de quienes han cursado la enfermedad recientemente, ni distribuciones focales regionales estratégicas planificadas, dada la actual hiperendemia). Para no hablar del monitoreo y seguimiento de esa población que debería cruzarse con sus historias clínicas que, desde ya, no existen (no al menos de manera universal, digitalizada y centralizada en una base de datos inteligente). No podemos deshacer las consecuencias que lamentamos hoy, en un marco de multiplicidad institucional “vigente”, pero sí podemos comenzar con lo sustancial: construir un sistema sanitario integral para enfrentar la configuración social pos-pandémica, que de hecho ha profundizado la ya alta desigualdad comunitaria. Necesitamos una salud democrática para una democracia saludable. Hoy más que nunca.
(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”; Universidad Nacional del Centro – UNICEN; Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua – Mendoza; Co Autor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” EUDEBA – 2012 “En búsqueda de la salud perdida” (2009); “La Fórmula Sanitaria” (2003