ENCUENTRO EN RAVENNA, A SETECIENTOS AÑOS DE LA MUERTE DE DANTE ALIGHIERI por Román Frondizi *
Con-Texto | 11 agosto, 2021En el mundo hay estudiosos de Dante de gran autoridad que han esclarecido y propagado el culto del gran poeta misterioso. No figuro entre ellos. No soy un dantista. ¿Cómo es posible que siendo tan solo jurista, escritor, ensayista, sin títulos eruditos en la materia me permita tomar la palabra? Suena a atrevimiento, a osadía, que me disponga a hacerlo solo en base a su lectura y relectura continuas, a mis estudios y a mis propias reflexiones.
Las últimas de éstas arrancan de un encuentro en Ravenna. El hecho es que caminando distraídamente por las calles del centro histórico derivé desde la Piazza del Popolo por via Bocaccio y di con la Basilica di San Francesco d´ Assisi. Entré y me quedé parado ante la tumba del Alighieri. Eran las seis de la tarde. Me embargó una gran emoción y permanecí frente a ella durante mucho tiempo, meditando. Recordé, entre otras cosas, además de algunas de las visicitudes de la vida de Dante, un hecho muy lejano en el tiempo: el día en que su hijo presentó al pueblo de Ravenna el manuscrito aún inédito de su padre diciendo “- La Comedia, mi hermana”. Entonces y allí, a partir de esa encantadora expresión de respeto y familiaridad, arrancó la gloria del poema y de su autor.
Confieso que mi interés no consiste en comentarios sabihondos, ni en el intento de descubrir las intenciones del poeta, ni en volver a su tiempo, sino en ver qué nos puede enseñar hoy este anciano de setecientos cincuenta y cinco años que nació en Florencia bajo el signo de Géminis en 1265 y murió en Ravenna el 14 de setiembre de 1321. Según lo que yo, su piadoso peregrino de 2021, pude aprender de él.
¿Qué tiene Dante para atraer nuestro espíritu? ¿Qué nos ofrece?
Ante todo, la experiencia de una vida completa. No comparto la mirada de quienes lo ven como un hombre, un poeta y un escritor sombríos, quizá porque se han limitado a leer su Infierno y no han pasado de allí. El Infierno es sombrío, es cierto, y en él Dante proyecta sus pasiones más ardientes con el alma del exiliado lleno de rencores y de cólera. A mí me resulta, al mismo tiempo, educativo y…entretenidísimo. No se debe ver en el poeta solamente este áspero perfil, obviando su gracia y su elegancia, su juventud de enamorado, de soldado, que ama la música, la danza, los jardines, las flores, la naturaleza. Su alma está penetrada del pensamiento de la antigua Roma, está ubicada entre el mundo cristiano y el mundo clásico. La inunda toda la poesía del Mediterráneo. También, todo debe decirse, está llena de las furiosas pasiones de la política de las ciudades-estado de su tiempo.
Dante, como Machiavelli, no es hombre de escritorio. En las raíces de su poema está la acción. Es un creyente, un hombre político, un pensador, un enamorado. Su primer consejo es actuar. En las puertas del Infierno encuentra a algunos desgraciados de quienes Virgilio le dice, Canto III de la Comedia, que en vida no merecieron ni desprecio ni elogio y agrega: no razonemos acerca de ellos, mira y sigue. Tal era el desprecio que Dante sentía por los tibios. También despreciaba y condenaba a los corruptos ávidos de poder para enriquecerse. En el Canto XIX los sitúa en el Infierno: a los papas Nicolás III, Bonifacio VIII y Clemente V los ubica en el octavo foso del infierno, en el que son castigados los simoníacos o traficantes de las cosas sagradas. Los mete de cabeza en agujeros cavados en el fondo de roca del foso, con las piernas afuera hasta la pantorrilla y los pies incendiados. Al llegar un nuevo condenado caen en las profundidades de la roca. Dante los acusa de mirar solamente a la potencia y a la riqueza terrenas. Los tiene dados vuelta, cabeza para abajo, enterrados, obligados a tener los ojos bajo la tierra. Los metales que la tierra esconde en su seno fueron sus ídolos y adentro y debajo de la tierra ellos deben quedar eternamente. Tampoco se le escapaba que el pueblo no sólo puede cometer errores sino también, engañado por falsas promesas, puede llegar a preferir su propia ruina: promesas que a primera vista parecen favorables aunque en el fondo no traigan sino pérdidas o directamente la ruina. En el Canto XXX habla de aquel “(…) que dirigió sus pasos por un camino erróneo/ siguiendo falsos espejismos/ que ninguna promesa hicieron realidad”.
Dante requería actuar, pero con una dirección. No aceptaba el desorden de los hechos, de las ideas, de las emociones, lo informe, lo confuso. La “Comedia” es camino hacia la perfección y hacia la unidad. Su comparación favorita es la escalera, su obra una ascensión a la luz. Sus cánticos terminan con la palabra estrella.
¿Hacia qué estrellas se dirigía el poeta? Hacia la unidad en sí mismo, en la nación, en el género humano.
Su ´propia unidad la realizó en su poema. A lo largo de éste pudo faltarle caridad, fue orgulloso e inclinado a los amores de este mundo. Visto desde el punto de vista cristiano se podría afirmar que al terminar su vida era un santo. Sería posible objetar que un sabio no es necesariamente un santo porque la santidad nace de la virtud. Que tampoco fue caritativo: no perdonó ni a los injustos ni a los corruptos, descargó su venganza contra ellos condenándolos a perpetuidad al horror del Infierno. ¡Y en qué condiciones! Pero, entre los santos de la Iglesia hubo violentos, por ejemplo San Jerónimo. Pecó de orgullo, pero éste es un pecado venial para los poetas. También tuvo pecados de voluptuosidad. ¿Y San Agustín no?
La Iglesia no lo canonizó porque Dante unió en su pensamiento a la virtud con el conocimiento. Pensó que el equilibrio moral, social y político de Europa Occidental dependía de la independencia entre el poder terrenal representado por el emperador y el poder espiritual representado por el papado. Ambos poderes reconocían su origen en Dios y por ello debían ser independientes. Pero el papado ejercía y quería seguir ejerciendo ambos poderes y fue así que se convirtió en uno de los mayores obstáculos para la unidad de Italia, como lo sostuvieron otros dos ilustres florentinos, Machiavelli y Guicciardini. Dice, en el Canto XVI de la Comedia: “La Iglesia de Roma, por haber querido fundir en si los dos poderes, ha caído en el barro, se mancha a si misma y mancilla su tarea”. ¡Qué diría de nuestro querido país de la actualidad en el que, bajo otras formas, uno de los poderes del Estado no solo ejerce el propio, mal, sino que pretende dominar a los otros!
Una lectura de la Comedia desde un punto de vista político permite advertir que la preocupación central del poeta es mostrar la crisis de la vida de Florencia como consecuencia del camino político y moral que había tomado caracterizado por el predominio de las facciones y la corrupción. La “corrutela”, como diría más adelante Machiavelli. Esta intención es explicita en su “De Monarchia”, en la que propone la solución a esa crisis por medio del Imperio Universal, que había sido implantado ya una vez en el pasado con un éxito sin igual: el Imperio Romano, cuya imagen, estilizada y embellecida, evoca en sus páginas. La idea no era nueva, la aspiración a la universalidad estuvo presente entre los estoicos, en la poesía de Virgilio, en la filosofía agustiniana, en el ideario político de los imperios carolingios y otoniano. En la Comedia la propuesta del Imperio Universal no es tan explicita, pero está presente su necesidad en el terrible castigo infligido a quienes han provocado la decadencia de Florencia y de Italia. Al igual que en “De Monarchia”, el fin es exactamente el mismo: la unificación de Italia y la justificación de la forma menos mala de gobernar al mundo para bien de la humanidad. Ello sin desconocer que cada pueblo vive su propia realidad, lo que lleva a la necesidad de respetar su idiosincrasia. “Las naciones, reinos y ciudades poseen cualidades propias, que convienen regular con leyes diferentes. Pues la ley es una regla directiva de la vida. De una manera, en efecto, hay que gobernar a los Escitas, que viven fuera del séptimo clima, padecen una gran desigualdad entre los días y las noches y están oprimidos por un frio casi intolerable, y de otra a los Garamantes, que habitan bajo el equinoccio, tienen siempre la luz igual a la noche y no soportan vestimentas en el ardor del estío”. (Monarchia, I, XVI. 1990, 54). Es la vuelta al ejemplo de Roma. Dante persigue la formación de buenos ciudadanos, que más de siglo y medio después Machiavelli también buscaría en Roma pero no en el Imperio sino en la República.
La unidad de Italia, ambición patriótica en la que, otra vez, está hermanado con Machiavelli, hubo de esperar cinco siglos para realizarse. Dante dio la llave para liberarse de sus cadenas: el idioma.
Su ideal de unidad del género humano no se ha realizado. Pero la estrella no lo metió en un camino imposible, la historia le ha dado satisfacción también en este sentido. En todos los países civilizados hay institutos, asociaciones, dedicados a los estudios dantescos, desde España, Suiza, Holanda hasta nuestra Argentina, pasando por Japón, Canadá y los EE.UU. Dante es la voz y la bandera de gentes de todos los países y de todas las ideas.
Un antiguo sabio, el poeta Virgilio, guió a Dante por el Infierno y el Purgatorio. Pero se llega a un punto en el que Virgilio queda en el camino. No puede entrar al Paraíso. Será Beatriz, el amor de Dante, quien lo guiará entonces. El poeta otorga un título glorioso al genio femenino a través del rol que adjudica a Beatriz. En el Paraíso Dante quiere, a su manera, hacer sensible el reino de la vida espiritual. Es Beatriz quien lo hace posible. Beatriz, es decir el amor. Es muy difícil describir esto en pocas palabras, estamos en el dominio de la sinfonía.
En fin: hay muchos poetas adorables, Homero, Sófocles, Virgilio, Racine, Shakespeare, Lope, Petrarca, Darío entre tantos otros. Dante está en la cima, por su hondo valor espiritual y por su inmensa calidad artística.
“Los Robles”, 11 de agosto de 2021.
*Jurista, ex magistrado, escritor y ensayista.
La palabra, la escalera, Beatriz, cuanto en tres palabras