Editorial
Con-Texto | 30 mayo, 2020Antes que nada quiero rendir un homenaje a un muy querido y lúcido amigo Arnoldo Siperman que nos dejó hace poco. Tuvo la prudencia de no tener coronavirus pero igual murió solo, aislado en una Unidad Coronaria. Su corazón no resistió no tener cerca ni a su familia más cercana. Dadas las circunstancias de aislamiento tampoco pudimos acercarnos a darle un último y merecido adiós. Seguidor, colaborador y consejero de este sitio. Fue su vida una continua acumulación de sabiduría y erudición. Haberlo perdido implica un inmenso vacío para todos los que lo conocieron.
Ahora, el editorial con que acompaño los últimos artículos publicados
Lectores de con-texto:
“El miedo es nuestro y lo llevamos siempre escondido en el revés de nuestra piel. Miedo al dolor, a las privaciones, al castigo, a las persecuciones, a lo que nos impida decir lo que creemos o lo que sentimos. Miedo a la exclusión, a la soledad, a la pérdida del trabajo, a la violencia. Basta poner en escena algunos símbolos que lo activen y aquello que está alojado en la trastienda de nuestro inconsciente aparece de manera impiadosa y nos avasalla. Despertarnos ese miedo es una forma de disciplinamiento cuando se lo hace desde el poder, porque el miedo social es el arma más poderosa con que cuenta.” (Esto lo escribí en septiembre de 2014. El resaltado es actual).
Hoy, con los mismos actores encaramados nuevamente en el poder, el “vamos por todo” de entonces, dicho frente a las cámaras sin el más mínimo pudor, resuena en nuestros oídos, ya que han venido a completar la tarea.
“Todo” significa arrasar las instituciones, hacerse de suculentas cajas que la emisión descontrolada alimenta y, dadas las circunstancias que no buscaron pero que están aprovechando, despertar nuevamente nuestro miedo. Es innegable que un virus que sólo se puede ver utilizando un microscopio que pocos tienen a su alcance, pasa a ser un fantasma del que se conoce su alcance a través de cifras y datos que nos difunden. Cabría preguntarse si su efecto podría haberse disminuido apartando a tiempo en el ingreso al país a personas que venían de los lugares que ya sabíamos contaminados y que al llegar presentaban sólo una declaración jurada que muchas veces ni siquiera era recibida por personal idóneo. Si a esas personas se las hubiera aislado antes de que interactuaran con otros, como se hizo más tarde, los efectos habrían sido “exponencialmente” (palabra con que nos impresionan) menores. En ese momento ya contábamos con “el diario del lunes”
El discurso, como acción social, tiene una estructura simbólica e imaginaria que lo sostiene. En el contexto de la sociedad produce un campo de efectos posibles. A veces no hace falta echar mano a políticas violentas o represivas. Se atemoriza, se arrincona, se neutraliza a la sociedad de muchas maneras diferentes. Y el distanciamiento social es una forma de disciplinamiento.
Se nos presentó desde el gobierno un falso dilema. Cuidar la salud, evitar los muertos, es mucho más importante que atender al mismo tiempo las consecuencias económicas. Gobierno de poca capacidad abarcadora, digamos gobierno de un solo ministerio al parecer, de un solo equipo de consulta: “los científicos de la salud”. Por eso es sorprendente ahora que se haya despertado interés por otras áreas, no tan urgentes por cierto. Reformar la Justicia, retirar como querellante a la Oficina Anticorrupción en juicios donde los corruptos están involcrados, pretender ampliar el número de miembros de la Suprema Corte. Hay tiempo también, para ofender a otros países con comparaciones innecesarias y datos falsos, países todos ellos con instituciones más sólidas que las nuestras.
Cuál es el límite moral donde se empieza a hacer más daño que bien y con el discurso de cuidar a la población se la inmoviliza en su actividad laboral y económica que dejará muchas más víctimas de las que suponemos. Es entonces cuando deberíamos recordar la frase de Montaigne “lo que más temo es el miedo”
Cómo defenderse frente a esto antes de que sea demasiado tarde. A nosotros, a todos los que valoramos las instituciones, los poderes independientes, la vida republicana y nuestra libertad, nos cabe la tarea de estar alerta. Porque a esto sí debemos temerle. A un gobierno autoritario que se acostumbre a gobernar por decreto mientras se hace esa parodia de sesiones en ambas cámaras, mientras los jueces decentes prefieran retirarse a gozar de su jubilación, ante la amenaza de ser desplazados por una justicia militante.
Dejo en ustedes la inquietud y les alcanzo como siempre los últimos artículos publicados en el sitio.
Ernestina Gamas
Directora