LAS FALACIAS INSTALADAS por Elva Roulet*
Ernestina Gamas | 6 junio, 2012
La repetición reiterada de cualquier tipo de afirmaciones suele convertirlas en verdades incuestionables. Así en la política argentina se han instalado algunas falacias que es necesario desenmascarar.
El radicalismo es el partido de la democracia y el peronismo es el de la justicia social.
Sobre la primera parte de este aserto no hay ninguna duda. En cambio, el concepto de justicia social se vincula con los reclamos de los trabajadores frente a los avances del capitalismo y pone en evidencia la cuestión social. Fue mencionada por primera vez en 1843 por el jesuita Luigi Taparelli, usada en 1889 por los socialistas fabianos ingleses y adoptada entonces por los laboristas y en Francia por el partido socialista. La Constitución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la incluye desde su fundación en 1919, y se incorporó en 1931 a la doctrina social de la Iglesia Católica.
El concepto fue recogido muy tempranamente en Argentina. En 1891, Leandro Alem, fundador de la Unión Cívica Radical, la presentó como el programa para la defensa de los desposeídos: ¨un humanismo a la vez personal y social que conduce a la libertad y a la justicia social¨. En la plataforma de la UCR de 1933 se establece ¨conquistar la reintegración constitucional de la República, hermanando el trabajo y el capital, al amparo del derecho que consagra la libertad y fundamenta la justicia social¨. El Presidente radical Hipólito Yrigoyen envió al Congreso en 1921 el Código de Trabajo, afirmando en su mensaje: ¨Tiene este proyecto, como fundamento, las condiciones básicas de la justicia social¨. El socialista Alfredo Palacios, elegido senador en 1904, la desarrolló en su obra escrita posterior en 1920 y 1954.
El General Perón se apropia de este concepto en el movimiento político que creó y lo traslada a la denominación del mismo en 1947, generando la asociación de la justicia social con el peronismo como depositario exclusivo de sus principios. Es una falacia cuya demostración es clara con sólo considerar los tantos años de gobiernos peronistas transcurridos en los que las desigualdades, la pobreza, las carencias de educación, la marginalidad, las injusticias, se han profundizado, sacrificando tres generaciones de argentinos. Hablan los hechos.
El país ha sido gobernado por radicales y peronistas.
Esta afirmación intenta responsabilizar de la decadencia del país, producida a partir de 1930, a estos dos partidos. Entonces la Argentina estaba entre los diez más avanzados países del mundo.
Desde la primera interrupción de la democracia, con el derrocamiento del presidente Yrigoyen del que participó el joven militar Perón, han transcurrido setenta y nueve años. En ellos el radicalismo gobernó catorce años y dos meses (presidencias de Frondizi, Illia, Alfonsín y de la Rúa). Los otros sesenta y cinco años se reparten entre gobiernos militares y peronistas. Los primeros gobernaron treinta y dos años. Los peronistas suman treinta y tres años en la conducción de los destinos del país, de los cuales se están cumpliendo casi diez y ocho años desde que recuperamos la democracia en 1983. Esos largos sesenta y cinco años de alternancia militares-peronismo son los de la decadencia argentina. En el espacio de tres generaciones varios millones de argentinos transcurren su vida en la pobreza, la ignorancia y la marginalidad. Y son cada día más.
Solo los peronistas saben gobernar.
A la luz de los resultados señalados es evidente esta otra falsedad. Los peronistas no pueden concebir y no se resignan a estar fuera del gobierno. Cuando no les toca hacerlo saben impedir que otros gobiernen: con la oposición sistemática en el Congreso; los paros generales del aparato sindical que forma parte orgánica de su estructura, una originalidad desconocida en otras latitudes; la falta de diálogo en búsqueda de los consensos necesarios; la intemperancia como comportamiento más frecuente en las relaciones políticas. Es la búsqueda de la derrota del otro.
Y cuando están en el gobierno es, además, el autoritarismo, la soberbia, el deseo de perpetrarse, que en su intento de afianzarse en el poder arrasan con la república y las instituciones.
Así ha quedado pendiente la deuda de la justicia social que es el requisito insustituible de una democracia verdadera.
Buenos Aires, 21 de junio de 2009.
El artículo podría también titularse: ¨VERDAD ó FALSO?¨
* Elva Roulet fue Vice Gobernadorade la Provincia de Buenos Aires 1983-1987