LOS SUTILES CIRCUITOS DE LA TRATA EN EL GBA por Jorge Ossona*
Con-Texto | 28 marzo, 2019
En los cordones más pobres del GBA, en donde campea la miseria, la trata humana recorre geografías sociales solo perceptibles para los entendidos. De entre sus muchas modalidades hay tres bien explicitas: la de trabajadores inmigrantes bolivianos para el textil clandestino, la de chicas para la prostitución y la de compra y venta de criaturas.
Un chiste de humor negro circula entre puesteros, vecinos y compradores habituales de una de las ferias callejeras más emblemáticas de la zona sur: “desde un cachorro hasta una persona, todo se consigue”… en ese centro comercial informal. Dos veces por semana, en el circuito que transcurre sobre el asfalto de la avenida principal, los puesteros instalan con sus lonas o improvisados tablones sobre caballetes. La gama de productos es variable: electrodomésticos usados (de nuevos en tanto procedan de la piratería del asfalto) toda la gama de textiles deportivos celulares, herramientas, estufas, tapas de inodoros, cochecitos , muebles y autopartes provistos desde desarmaderos o por socios cuentapropistas de las bandas robacoches en procura de evitar la intermediación.
La feria se sitúa en una zona de densa población boliviana y peruana vinculada a costura informal. Hemos ahí el primer vértice del triángulo de la trata que nos proponemos examinar. Muchos puesteros no son sino trabajadores autónomos que procuran hacerse de un capital mediante su autoexplotación. Alquilan un cuarto de los extensos inquilinatos de la zona propiedad de algún paisano y compran, según prácticas crediticias ancestrales, una máquina. Se encierran en su cuarto con toda la familia a trabajar intensivamente de modo de producir la mayor cantidad de prendas posible que los intermediarios pagan a precios ínfimos. Se los reconoce por su aspecto escuálido y desmejorado; propio de una sola comida diaria consistente en alitas de pollo con arroz. Solo se apartan del trabajo los fines de semana para acudir a la feria o asistir a algún oficio religioso en algún templo evangélico.
Una eventual mala racha por algún problema de su frágil salud o la necesidad de enviar remesas por una urgencia de sus parientes de su país les impide seguir pagando el alquiler a sus implacables paisanos. Entonces entregan o venden la máquina, primero; y a sí mismos, después. Se concentran a tales efectos con otros pares en su misma situación en una esquina estratégica los fines de semana cuando pueden sumar decenas. Durante los días laborales la oferta se realiza de modo más disimulado en torno de un almacén de vidrios literalmente cubiertos por pedidos de trabajo. Pueden ser hombres, mujeres o familias enteras. Alguien avisa de su presencia y al rato llegan las camionetas 4×4 de paisanos acaudalados que se detienen y comienzan la transacción. Si esta se concreta, los interesados ingresan en el vehículo y desaparecen.
Casi siempre acaban confinados en grandes talleres para trabajar según el régimen de “cama caliente”. Allí lo hacen hasta dieciocho horas diarias conviviendo en hacinadas habitaciones con otros pares y sus hijos. Al menos no tienen que pagar ni el alquiler ni la comida que puede llegar a ser más magra que antes de su encierro. Los regímenes varían en términos de trato y grados de autonomía; pero en la mayoría de los casos se les retienen los documentos como forma de control y amenaza velada de deportación. A veces –no siempre- conviven con criaturas de ambos sexos entregadas por sus progenitores o por las autoridades policiales de su país a cambio de sumas irrisorias.
El ciclo de explotación según estos regímenes no supera los siete u ocho meses. Las familias recuperan su libertad con la esperanza de volver a alquilar y retomar la autoexplotación con la esperanza de progresar. Los jóvenes en cambio suelen ser llevados a los puestos de los costureros en las ferias en donde cotizan como empleados de una gama variada de labores: desde asistentes de cocina hasta soldaditos de bandas narco de paisanos pasando por la prostitución. Esta última actividad nos remite al segundo escalón de la degradación humana.
La prostitución transcurre en los barrios marginales también en torno de grandes arterias de comunicación. Se trata de lugares precisos debidamente acondicionados y casi siempre anexos a algún bailable formal o informal camuflado por fachadas de locales comerciales. El origen de las jóvenes explotadas es diverso pero en la mayoría de los casos las inducen sus propias madres también asociadas al negocio. En otros, los proxenetas realizan sutiles trabajos de inteligencia mediante vecinos allegados que les dan la pista de hogares propicios ya sea para la transacción con los mayores o para el rapto sin mayores consecuencias cuyas denuncias que quedan archivadas.
El último escalón es la compra y venta de criaturas. La prostitución suele estar adosada al narcomenudeo encomendado a las propias adolescentes. Eventuales embarazos pueden terminar en abortos clandestinos aunque también es muy frecuente una concepción inducida con fines especulativos. Los bebes nacen en las viviendas de sus madres o en los inquilinatos adosados a los prostíbulos sin ser civilmente registrados. Es muy difícil aun para los capitalistas contrariar a una madre que desea criar a su hijo; pero a veces, es una cuestión de tiempo luego de varios años y ya nacidos otros hermanitos la madre cede y decide ponerlos a la venta con la aquiescencia de los referentes.
El intercambio también encuentra por escenario la feria. En lugares dispuestos por los entendidos, las mujeres montan un despacho de productos textiles o comestibles con su prole jugando atrás. Es el santo y seña de que están disponibles. Los interesados los ven, los eligen y comienza el trato. La entrega casi siempre se sustancia en domicilios aledaños resguardados de la mirada pública aunque en los barrios todo se sabe. El destino de esos niños es diverso e incógnito: desde adopciones legalizadas por funcionarios oficiosos hasta el trabajo en talleres clandestinos. Todo invita a colegir en otros desenlaces más infames.
*Historiador y miembrodel Club Político Argentino