2 DE JULIO DE 2018
| 7 julio, 2018Lectores de con-texto:
Difícil escribir en medio de una tormenta. La visibilidad es escasa y aunque se dice que siempre que llovió paró, se corre el riesgo de quedar con la ropa encogida y los zapatos arruinados para seguir caminando.
A los argentinos cada tanto nos sacude una tormenta como la que sufrimos en estas últimas semanas. No es fácil elaborar un juicio de coyuntura cuando hay poca visibilidad. Aunque nos queda el recurso de la memoria para refugiarnos mientras ponemos en funcionamiento nuestros mecanismos de defensa. Si es que recordar hace posible vislumbrar cómo se recomienza una vez más a pesar de los embates.
Siempre es una vez más, en este país dilemático que cada tanto nos hace preguntarnos si de haber hecho otra elección, nos habría ido mejor o peor y no hay respuesta. En un clima faccioso que sólo produce fractura y enfrentamiento es arduo proseguir.
Porque POLÍTICA es lo que falta. Ese arte que en el manejo del estado permite moderar, atemperar, conciliar y sobre todo hacer cumplir reglas elementales para la convivencia en lugar de operar con terquedad y desconocimiento.
Si alguno de nuestros gobernantes hubiera leído a Durkheim, uno de los padres de la sociología como ciencia, sabría que un país anómico, privado de regulaciones, donde no se cumplen las leyes, se torna imprevisible porque incita a las apetencias individuales y grupales. Las leyes confieren derechos y no es cuestión de esquivarlas para que no se no se nos impongan los deberes a las que nos obligan.
Es posible que nuestros actuales gobernantes hayan dedicado demasiado tiempo a los negocios y poco al estudio y a la lectura. Eso los conduce a empecinarse en la arrogante supresión del pasado.
Y volviendo a la memoria como mecanismo de defensa frente al brumoso panorama, si se recurriera a ella cada tanto, para recorrer los distintos escenarios históricos, a lo mejor podríamos encontrar similitudes y diferencias. Aciertos y fracasos.
Porque …. aunque parezca remoto, hubo una vez en la que los políticos que dirigían nuestros destinos, los que gobernaban y legislaban, leían, habían estudiado y conocían la historia. Hasta algunos se atrevieron a escribir para dejar plasmadas sus ideas para futuras generaciones. Hubo quienes soñaron con un país grande y por ello actuaron y lucharon.
En 1884 bajo la presidencia de Julio Argentino Roca se promulgó la ley 1420 donde se proponía una escuela pública, gratuita y obligatoria que Sarmiento concibió como plataforma de igualación para todos los habitantes de la Argentina. Y muchos hijos de inmigrantes, algunos analfabetos, también pudieron educarse en condiciones óptimas, con muy buen nivel de maestros que no se limitaban a alfabetizar sino que trasmitían valores para formar ciudadanos. Ocupaban un lugar de respeto en la sociedad y sobre todo, eran respetados por los padres de los alumnos que querían que sus hijos pudieran, a través de la educación, ocupar mejores lugares que muchos no habían podido alcanzar.
Estamos hablando de escuela pública, hoy vilipendiada por luchas de sindicalistas que la defienden haciendo paros. Nuestros actuales gobernantes, en su mayoría egresados de escuelas privadas y con escaso conocimiento de la historia, no saben sopesar lo que significó esa escuela donde todos tenían cabida y a cuantos catapultó a lugares prominentes de la cultura en el mundo. Hasta algunos nostálgicos han esbozando el deseo de reimplantar en ella la educación religiosa, básicamente discriminatoria. Cuando pretenden “modernizar” la enseñanza se olvidan de que enseñar y aprender es un trabajo donde la memoria, el esfuerzo y la repetición son invariables que no se reemplazan con tecnología. Primero hay que aprender a entender un texto y saber hacer un cálculo. Primero, hay que aprender a pensar.
En este año se cumplen cien años de la Reforma Universitaria iniciada en Córdoba y que abrió el camino a un cambio radical en la educación superior del país. Según los ideales reformistas, la Universidad debía ser laica y desvinculada de cualquier credo religioso. De esta manera comenzaron a caer las estructuras oscurantistas impuestas por la Iglesia y elites encaramadas en las casas de estudio. El 21 de junio de 1918, en “La Gaceta Universitaria” se publicó el Manifiesto Liminar, que había sido redactado por Deodoro Roca y otros destacados estudiantes. Se pedía la autonomía universitaria, el cogobierno, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición.
Hasta en los gremios, liderados al principio por inmigrantes, se ponían bibliotecas y se daban conferencias para sus afiliados. Eran diversas sus ideologías pero consideraban que educarse era una forma de liberación. Saber abre horizontes y crea mundos.
Qué tenemos ahora. Un sindicalismo vertical y corporativo, con dirigentes enriquecidos a los que cuesta creerles su defensa de los intereses de los afiliados. Nacieron dependientes de gobiernos que les daban o no personería para actuar según la calidad de su obediencia. Crecieron reemplazando las bibliotecas por las marchas en apoyo y beneficio de sus líderes.
Una Iglesia Católica que se entromete en los asuntos públicos y pretende bajar línea cuando se legisla sobre cuestiones republicanas, sobrepasando los límites donde termina su grey. No favorece la cultura. Le teme.
Ayudar a pensar y a desarrollar un pensamiento crítico sin duda resulta peligroso.
En este envío se han juntado artículos sobre temas diversos que se han ido publicando en el sitio www.con-texto.com.ar . Los que ya han aparecido en algún medio, se reproducen con la autorización de sus autores.
Se los envío con sus correspondientes links.
Espero que les interesen.
Con la cordialidad de siempre y agradeciendo su seguimiento, los saludo
Ernestina Gamas
Directora