EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA por Franciso Martín Moreno*
| 7 octubre, 2017
¿Por dónde comenzar para iniciar el progreso? Por una revolución educativa laica
En el imperio mexica de casi 200 años de existencia era obligatoria la fundación de escuelas en cada calpulli, la organización social y agraria gracias a la cual dicha civilización precolombina pudo alcanzar, entre otras razones, sorprendentes niveles de desarrollo en sus gigantescos dominios mesoamericanos. La educación era una de las máximas prioridades. ¿Cuándo se torció dramáticamente el destino de México? Cuando los invasores españoles del siglo XVI, los llamados "conquistadores", crearon la encomienda, destruyeron el calpulli y sustituyeron las escuelas por iglesias para cancelar a lo largo de 300 años la evolución racional en el Nuevo Mundo. La siniestra Inquisición y los tribunales del Santo Oficio dieron al traste con cualquier posibilidad de progreso intelectual y educativo en la América española.
La ignorancia, el analfabetismo y las supersticiones se apoderaron de las masas integradas por millones de personas proyectadas a un acelerado proceso de embrutecimiento reforzado eficazmente en nuestros días por la mayoría de los medios de difusión masivos, por los discursos pronunciados desde los púlpitos y por la insolvencia intelectual de maestros burocratizados incapaces de formar a las nuevas generaciones. Dime qué profesores tienes y te diré qué país tienes… ¿Resultado?
Cuando se logró la independencia de la corona española en 1821, casi la totalidad de los mexicanos no sabían leer y escribir y los muy escasos letrados sucumbieron ante la imposición de los dogmas reñidos con el menor análisis crítico, en lugar de adoptar postulados racionales propios del avance científico. ¿Qué puede esperarse de un país integrado por ciudadanos incultos y en buena parte fanatizados, conducidos con arreglo a emociones apartadas de la más elemental lógica empírica?
Como el daño no era suficiente, se instaló una dictadura teocrática virreinal que gobernó México durante 300 años sin conceder espacio alguno a la democracia ni a los derechos universales del hombre ni al enciclopedismo ni a la Ilustración con sus inmensas ventajas para efectos de la evolución política y cultural de una nación gobernada de acuerdo a los estados de ánimo y a los intereses personales del clero y de los virreyes de turno. México, hasta la fecha, 29 de septiembre de 2017, no ha conocido ni disfrutado las ventajas de una convivencia civilizada ajustada a un Estado de derecho. ¿Podría ser acaso diferente ante una creciente población iletrada y resignada a su suerte o influida por un clero católico que vende espacios en el paraíso, enajena las indulgencias a cambio de dinero para construir sociedades de cínicos que tienen garantizado un fast track a la gloria eterna?
El escandaloso fracaso educativo, el origen de la tragedia, se demuestra con tan solo salir a la calle y se confirma con la inexistencia de un Estado de derecho, propio de una embrionaria estructura democrática en la que empieza a imponerse finalmente una efectiva división de poderes en beneficio de la nación. Comenzamos entonces a armar el rompecabezas del subdesarrollo latinoamericano: fracaso educativo, empoderamiento del clero católico, incipiente evolución política, incapacidad del sistema de impartición de justicia, impunidad legal, proliferación de la corrupción en los diversos niveles de gobierno, vulnerabilidad de los procesos electorales, distribución inequitativa del ingreso, rencor social, restricciones en materia de libertad de expresión y el desastre agrícola, la rueda cuadrada del desarrollo económico en nuestros países.
¿Por dónde comenzar? Con una revolución educativa de extracción laica, instrumentada de la mano con una sociedad consciente de la necesidad inaplazable de participar en política para arrebatarle el poder a quienes lo han secuestrado con el ánimo de enriquecerse impunemente. El país no es propiedad de un grupo de funcionarios ni de partidos políticos que ejercen a su juicio y beneficio los diversos aspectos de la soberanía nacional. Esta debe recaer en un pueblo que no debe ser contemplado como un fantasma que, de cuando en cuando, despierta y cuelga de las ramas de los árboles y de los postes eléctricos a sus dirigentes dentro de un proceso revolucionario que tendrá como resultado una mayor concentración del poder.
¿Conclusión? La sociedad al poder, en el contexto de un golpe radical de timón en el orden educativo antes que el tiempo se agote como ocurre en Venezuela.
*Escritor, novelista, articulista y conferencista mexicano