¿UN BONO PERPETUO? Por Enrique Carrier*
| 29 junio, 2017Nuestro gobierno acaba de emitir un nuevo título de duda, esta vez a 100 años de plazo, que paga una tasa de interés compatible con la reconocida en las últimas emisiones de estos papeles por la presente administración. La emisión ha recibido ya unos 2750 millones de dólares de oferta de compra.
Creo que aún falta una reflexión amplia y con atención a la experiencia global en títulos a largo plazo, antes de emitir juicios de valor acerca de la oportunidad y conveniencia de tal emisión. Las pocas líneas que siguen aspiran a echar algo de luz adicional sobre el tema.
Desde hace ya un cierto tiempo se viene acariciando la idea de emitir un bono perpetuo, en países con características económicas, sociales y culturales muy especiales, p. ej. Japón. Este país – que podríamos calificar de hiperdesarrollado (perdón por el neologismo) tiene una monumental deuda pública (más del 260% del PBI), fundamentalmente interna, cuyo servicio insume anualmente una parte considerable, y creciente, del presupuesto fiscal; una población en acelerado envejecimento, que demanda cada vez mayores gastos en previsión social y – entre otras características – compañías de seguros, cajas de jubilaciones y otros sujetos del mercado de capitales – en general muy conservador -que requieren certeza en el flujo de sus ingresos a mediano y largo plazo.
Esto se combina con una coyuntura financiera mundial que ostenta plétora de capitales, que choca con una demanda escasa y raleada acompañada de una baja secular espectacular de tasas de interés. Pues bien, la idea de un bono perpetuo vendría a encajar adecuadamente con las necesidades específicas actuales de la economía japonesa, y es en general bien recibida.
Veamos ahora algunas de las ideas subyacentes en la emisión argentina:
a) Luego del cambio de gobierno, el país, aprovechando circunstancias favorables, en especial su reinserción en los mercados internacionales de capital, ha emitido deuda por valores del orden de los 70.000 millones de dólares a corto y mediano plazo, con aceptables tasas de interés. Desafortunadamente, la mayor parte de las divisas así entradas al país se han dedicado a cancelar obligaciones pendientes y en general pasivos internos, especialmente déficits fiscales, en lugar de concurrir a la mejora de las condiciones productivas del país. Esta situación ha hecho que ya comiencen a oírse voces que previenen contra una deuda creciente, en divisas, a plazos reducidos, sin contrapartida productiva, es decir, una repetición a mediano o largo plazo, de situaciones análogas a las que llevaron varias veces a la Argentina en el pasado a no respetar sus obligaciones financieras, y a hacer considerar al país como "defaulteador serial". El bono a 100 años respondería a estas críticas: muy largo plazo de vencimiento y, gracias a ello, un servicio por interés perfectamente compatible con las posibilidades normales de pagos del país.
b) El ingreso de los 2500 millones de dólares, a todos sus efectos prácticos, equivaldría a una ampliación del reciente blanqueo, correspondiente, en principio, a 27.500 millones de capitales originales preblanqueo, fuera del circuito financiero nacional: un ingreso no previsto y en condiciones altamente favorables para el país.
Lo único que me entristece (y no encuentro mejor expresión para reflejar mi decepción) es la casi certeza de que esos fondos, lejos de destinarse a la mejora de las condiciones de competitividad de nuestro aparato productivo, caerán en el agujero negro del déficit fiscal, ya que anunciar su control a mediano plazo, sin haberse alterado las condiciones económicas y sociales productivas del país, equivale a una promesa "ad kalendas graecas".
Junio de 2017
*Abogado, ex funcionario del Ministerio de Economía, Consultor privado