FIDEL CASTRO Y ARTURO FRONDIZI. Testimonio de época. Por Carlos Alberto Kreimer*
| 1 diciembre, 2016El 1° de enero de 1959 una revolución cruenta estalló en Cuba, comandada por civiles guerrilleros, derrocando al dictador y jefe del ejército General Fulgencio Batista. En ese momento tardó la prensa escrita vernácula, por la fecha, algunos días en dar noticia extensa del hecho. Tuvo en el país una relativa repercusión por cuanto se ignoraba la ideología de los revolucionarios, pero fue festejada básicamente por quienes apoyaron la denominada Revolución Libertadora que se oponían a toda forma dictatorial, entre los que se encontraba el socialismo y el radicalismo que, además, integraron la Junta Consultiva creada por el General Aramburu. Para todo el espectro opositor a Perón su régimen era el fascismo (incluso para el Partido Comunista ya que así lo definió Vitorio Codovilla y lo recordó luego Ezequiel Martínez Estrada en su libro “Qué es esto”). Interesantes politólogos e historiadores de izquierda lo confirman recientemente en esa categoría como Loris Zanatta y Carlo Ginzburg con posterioridad.
En el peronismo el silencio fue casi total. Entendieron que era un golpe contra los amigos de Perón y no se equivocaron ya que su líder se asiló en el Paraguay de Alfredo Stroessner, la Nicaragua de Anastasio (Tacho) Somoza (quién ya había sido recibido en el país con todos los honores y compartió el balcón de la Casa Rosada en una conmemoración del 17 de octubre, en el año 1953), en la Venezuela de Marcos Pérez Jiménez, y se encontraba a la sazón en la República Dominicana de Rafael (el Chivo) Trujillo. Algunos documentos permiten suponer que bien pudo estar entonces en Cuba donde lo invitaba su más importante ministro (entre febrero de 1946 y julio de 1955) don Ángel Borlenghi exiliado en ese país. La Nación, La Prensa y Clarín -entre otros medios- celebraron la revolución que encabezaba el entonces desconocido Fidel Castro porque terminaba con una dictadura.
En mayo de 1959, cuando el gobierno de Arturo Frondizi cumplía un año, vino a la Argentina Fidel Castro. Su discurso –básicamente el pronunciado representando a Cuba ante el Consejo Económico Interamericano de los 21 de la OEA en el Ministerio de Industria y Comercio – cautivó y se casaba de maravillas con lo ideología desarrollista del presidente argentino. Predicaba la democracia pero, para ello, los pueblos debían salir del subdesarrollo al que parecían condenados. Vale la cita textual: “…las condiciones económicas y sociales de América Latina hacen imposible la realización del ideal democrático de nuestros pueblos, porque quienes sean que ocupen el poder, sea una dictadura de izquierda o sea una dictadura de derecha, lo cierto es que son dictadores y niegan por completo los principios a los que aspiran los puebles de América Latina…No se trata aquí –y en ese sentido encontré correcta la afirmación del delegado de EEUU- de una cuestión de miedo y no se trata de que nosotros vengamos a agitar temores. No…” Castro pidió una suerte de Plan Marshall para América Latina con una inversión no inferior a 30.000 millones de dólares en un plazo de diez años (“…Nadie debe asustarse por esa cifra…”), se pronunció por acabar con poblaciones exclusivamente rurales y promover la industrialización y en favor de la creación –que ocurrió ese año- del Banco Interamericano de Desarrollo. Más allá de las anécdotas (como que Castro y el canciller argentino Carlos Florit, ambos treinta añeros, se detuvieron por pedido de Fidel ya rumbo al Aeroparque para el regreso a Cuba, en un “carrito” para comer choripanes) la ideología expresada por el visitante era la misma que la del Presidente Frondizi con quién se reunió en Olivos. Ese año ya había visitado Castro a EEUU donde adelantó lo dicho luego en la Argentina ante autoridades, periodistas, congresistas, alumnos y académicos en la Universidad de Princeton aclarando, para despejar dudas, que no era comunista. Era un desarrollista del trópico no grato, hasta entonces, al peronismo que tampoco comulgaba con Frondizi.
Pero en abril de 1961, luego de establecer relaciones con la URSS y romper con EEUU, por razones ajenas a este testimonio, Cuba se declara el primer país socialista de América y adhiriendo al marxismo-leninismo. A quienes, como en el caso de quién escribe estas líneas, militaban en el desarrollismo, más exactamente en su vertiente izquierdista marxista-leninista con Rogelio Frigerio, Carlos Hojvat (autor de “¿Somos una Nación? Geografía económica-social argentina”) y Juan José “Máximo” Real, entre otros, el fenómeno nos sorprendió. No estaban dadas las condiciones económicas sociales del modo de producción capitalista en Cuba para una revolución campesina y menos proletaria, conforme los textos que frecuentábamos. Había sido una suerte de carambola originariamente impensada de una revolución democrática producida con el implícito acuerdo de EEUU en enero de 1959. Y si eso fuera poco el alma mater del cambio era el argentino Ernesto Guevara (el Che) Lynch de la Serna, hijo de una familia conservadora tradicional cordobesa y que había abandonado el país en pleno peronismo (con el que no parecía acordar). Por entonces no se había lanzado aún el respaldo teórico al nuevo fenómeno que predicaba que no importan las “condiciones objetivas” sino “la voluntad del revolucionario” y por ese atajo había que navegar. Faltaba aún un trecho para que Regis Debray escribiera “Una revolución en la revolución” y que Guevara nos hablara del “hombre nuevo”. Debray luego de asegurar que hacían falta cientos de Vietnames en América Latina que implicaba la exportación de la revolución del 59 (el foquismo) que trasmutó en comunista, acompañó al Che ya dejado de la mano de Fidel a la aventura en Bolivia . Sin entrar en suspicacias sobre quién denunció a Guevara (para Aleida Guevara hija del Che y para Ciro Bustos, el francés “hablo demasiado”), salvó Debray su vida por la acción de su madre que era diputada gaullista. Ya en Francia y luego de haber armado ideológicamente a decenas de miles de jóvenes americanos que marcharon a la muerte, sin que se le conozca autocrítica, se incorporó al socialismo francés (obviamente reformista y no revolucionario).
Pero volvamos al país. No obstante las disidencias con el nuevo Fidel que teníamos los desarrollistas de izquierda, había que evitar toda agresión internacional al régimen cubano. Así también lo entendió el Presidente Frondizi que, a pesar de la interna ofensiva en su contra, se opuso al aislamiento de Cuba.
En ese inolvidable 1961 se produjeron hechos que repercutieron en nuestro país. En agosto se reunió en Punta del Este (ROU) el Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA. Representaba a la Argentina el Ministro de Economía Roberto Alemann (acompañado por varios funcionarios, entre ellos Camilión subsecretario de la cancillería) y a Cuba el Ministro de Industria Ernesto “Che” Guevara. En la sesión inaugural fue leído un mensaje del presidente de EEUU Kennedy (que comenzaba ese año su mandato) propiciando la ya lanzada y denominada Alianza para el Progreso prometiendo una ayuda anual para las necesidades de los gobiernos de América Latina no inferior a mil millones. La postura argentina tenía dos vertientes. En cuanto a la ALPRO cuestionar los montos inicialmente propuestos (600 millones de dólares) ya que aparecían como escasos, solicitando que los mismos no tengan destino asistencial (salud, viviendas, educación, etc.) sino que se emplearan en proyectos de desarrollo de los países. El discurso recurrente de Frondizi se basaba en que el desarrollo de los países impediría su adscripción al “comunismo”, el cuco de la época en la no declarada “guerra fría”. En cuanto a Cuba evitar toda sanción como la exclusión de la OEA o bloque civil o militar.
Es necesario aclarar que en la época la más grave acusación a un gobierno era la de “comunista”, y a este latiguillo acudían las fuerzas armadas argentina para fustigar a Frondizi, quién articulaba su defensa señalando que solo el desarrollo salvaría a las naciones de ese destino. Estos conceptos los discutió personalmente con los presidentes americanos Eisenhower y Kennedy (en Buenos Aires y en la Casa Blanca). En la conferencia de Punta del Este se firmó un documento por el cual EEUU prometía para el ALPRO un aporte de 20.000 millones de dólares, quedando CUBA excluía de este plan por su alianza con la URSS.
Terminada la reunión en Punta del Este el Che voló a Buenos Aires para una reunión secreta con Frondizi (la pidió Guevara y la aceptó don Arturo). Toda la organización del encuentro estaba armada por la aeronáutica para que el mismo fuera corto y no trascienda, pero circunstancias domésticas (como que Guevara pidió a Frondizi visitar a su madre) prolongó la estadía y se terminó el secreto. En esa reunión se afirma que Frondizi le propuso a su compatriota mediar ante EEUU para que se reconozca como irreversible la revolución cubana, comprometiéndose Cuba a no exportar la revolución ni entrar en el Pacto de Varsovia. La circunstancia de la visita de Guevara al presidente dio motivos a los más duros integrantes de las fuerzas armadas para acusar a Frondizi de comunista. Inmediatamente Frondizi dirigió un discurso al país admitiendo que la entrevista había ocurrido a pedido del Che. “…Hubiera sido impropio de la responsabilidad que la familia americana asigna a la Argentina, negarse a recibir al representante de un gobierno americano por más opuestos que sean los criterios sustentados por uno y otro Estado…Existe un problema cubano y es obligación de todos los estados americanos considerarlo y buscar una solución que convenga a la comunidad americana y a sus ideales democráticos…La paz y la tranquilidad de América, la preservación del sistema regional interamericano y la estabilidad política de nuestro continente hacen que no pueda ni deba desaprovecharse un sola oportunidad…” Luego de reafirmar sus conceptos pidió el apoyo de la nación en torno de estos ideales.
En diciembre del mismo 1961 Frondizi visitó EEUU donde en reuniones de cancilleres e, incluso, con el mismo Kennedy, sostuvo sus principios en cuanto al desarrollo, al comunismo y a Cuba. Pero antes de las reuniones presidenciales, el Secretario de Estado Dean Rusk le entregó a Frondizi las llamadas “cartas cubanas”, una serie de fotocopias supuestamente obtenidas por los servicios en la embajada de Cuba en la Argentina, que probarían la injerencia del país caribeño en nuestros asuntos internos. Don Arturo (el Flaco) las examinó y ante la sorpresa del entonces inquisidor las tiro sobre una mesa e, indignado, dijo: “son falsas” Esos mismos documentos los dio a conocer al país el Capitán de Navío Francisco Manrique en su vespertino “Correo de la Tarde” (tan luego Manrique que en enero de 1959 había saludado con alegría a la revolución castrista). Al regreso de Frondizi se convocó a los mejores expertos calígrafos quienes dictaminaron “son falsos”, pero la Asociación Interamericana de Prensa (feroz anticomunista) se pronunció por la autenticidad sin acreditar pericia alguna (Goebbels que de esto la sabía lunga, ya había aconsejado: “miente, miente que siempre algo se cree”).
Frondizi vuelve a tener una entrevista personal con Kennedy a fines de 1961 con una duración de casi dos horas. El presidente americano le reprocha la abstención argentina en la reunión de la OEA que convoca a una nueva reunión de cancilleres en Punta del Este en enero de 1962, con el objeto de considerar el caso cubano que, traducido, significa expulsar a Cuba de lo OEA. Don Arturo se aferra a sus convicciones y le sugiere que ello será un error y que debe considerarse la posición de los grandes del sud (Brasil, México y Argentina) y no solo del resto comprometidos económicamente con EEUU y fieles a sus indicaciones. Insiste también en los planes de desarrollo como único camino para alejar al comunismo. Su posición, además, pretende concretar lo conversado con el Che.
Concurrió en enero de 1962 a la reunión de la OEA en Punta del Este en representación de la Argentina Miguel Ángel Cárcano, que había sido designado recientemente Ministro de Relaciones Exteriores. En los mentideros políticos se propagó la versión que Cárcamo, tradicional anglófilo (había estado entre los asesores de Roca que pactaron con Runciman en 1933 y luego fue embajador ante el Reino Unido) no tenía reparo ideológico alguno en enfrentar a los americanos pero –precavido y experto el hombre- le pidió a Frondizi instrucciones por escrito. Cárcano, reconocido diplomático, con buena verba repite los conceptos de Frondizi y se opone a la expulsión de Cuba que pide Rusk. Finalmente se decidió la expulsión por mayoría pero con la abstención de Bolivia, Chile, México, Brasil, Argentina y Ecuador. Aunque perdió la posición Argentina, el resultado indicó que no se había arado en el desierto. El 3 de febrero en su famoso discurso de Paraná (inaugurando el túnel subfluvial) reiteró Frondizi: “…El derecho internacional americano, elaborado en torno a la autodeterminación, no es una fórmula abstracta que pueda dejarse de lado por razones contingentes o de urgencia…Es la misma razón de la independencia nacional, su cualidad esencial e inseparable donde descansa su noción de soberanía… Se censura a los gobiernos de seis naciones americanas que en la reciente conferencia de Punta del Este se negaron a olvidar los preceptos categóricos de los estatutos legales de la OEA y los principios básicos de autodeterminación y no intervención…La delegación argentina en la reunión de Punta del Este no improvisó su gestión ni actuó a la zaga de los acontecimientos. Fue intérprete de la doctrina nacional y americana elaborada a lo largo de muchos años…” Nadie recogió el mensaje (salvo sus adherentes), ni el resto de los partidos políticos, ni los sindicatos, ni los empresarios y menos aún los militares. Días después, apremiado Frondizi por las fuerzas opositoras (léase fuerzas armadas), rompió la Argentina relaciones con Cuba para despejar sospechas de filocomunista.
A pesar de la profunda oposición de militares y gorilas, Frondizi se supuso fuerte ya que jugó su destino a la elección de gobernadores y congresistas de fines febrero de 1962. Se consideraba un buen tayador y así arrojó su taba, pero no salió “suerte” y lo derrocó un golpe militar. Así terminó su destino político y su proyecto.
*Socio del Club Político Argentino