PAZ PARA NUESTROS NIÑOS Por Fabiana Mastrángelo*
| 12 septiembre, 2016
“Niño bomba provoca muerte de 51 personas”. La noticia nos alarma, genera dolor y profunda tristeza. ¿Qué sucede con la niñez y nuestro futuro?
“La educación supone transmisión de valores y una educación neutral es un contrasentido”, afirma Jaume Trilla, profesor titular de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Barcelona. Esa premisa la hemos experimentado en nuestra propia educación e induce a ser conscientes sobre qué tipo de valores transmitimos a nivel familiar, institucional y social.
En este caso tomamos uno de esos niveles: el sistema educativo formal. Éste es uno de los canales masivos por donde circulan las ideas y la cultura imperante en cada época. En ciertos casos las prácticas pedagógicas son producto de una educación racional que, asociada a la revolución tecnológica, centra su atención en la transmisión de conocimientos y procedimientos necesarios para la producción científica o la capacitación para el trabajo.
La transmisión de valores suele formar parte del 'currículum oculto' o estar escrita en planificaciones y objetivos escolares pero con escaso arraigo en las prácticas sistemáticas y conscientes de docentes, alumnos y padres.
Una educación para la paz implica la formación de valores humanos. Ésta es una herramienta fundamental para que el avance tecnológico y la interrelación de diferentes culturas sea un símbolo de construcción y no de devastación, como lo es hoy en ciertos casos. La pregunta necesaria es: ¿cuál es la importancia de incluir los valores humanos para una cultura de paz en la educación formal?
El cultivo de valores humanos incide en los procesos que conducen al aprendizaje de cualquier contenido educativo (teórico, práctico o actitudinal). Es el nivel más profundo desde el que responde el alumno ante un aprendizaje propuesto, porque se relaciona con sus vivencias y concepciones personales y también sobre el mundo que lo rodea.
Hoy existen corrientes pedagógicas y ciertos organismos educativos (gubernamentales y no gubernamentales) que incluyen conceptos como: ‘aprender a vivir’, ‘aprender a ser’, ‘aprender a vivir juntos’, ‘cultura de la paz’, ‘enseñar la convivencia democrática’. También se propone un abordaje integral de los contenidos a enseñar, es decir, tener en cuenta todas las dimensiones del ser humano. Esto se sintetiza en aspectos básicos del aprendizaje que la Unesco sintetizó en aprender a: conocer, hacer, ser y a vivir juntos. Al comenzar el siglo XXI, Edgar Morin aporta en su informe elaborado para la Unesco “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” (2002).
Entre estos menciona: ‘enseñar la condición humana’ (comprender la unidad y, al mismo tiempo, la diversidad del fenómeno humano), ‘enseñar la identidad terrena’ (tener conciencia del destino planetario), ‘enseñar la comprensión’ (enseñar la comunicación humana y la necesidad, a escala planetaria, de la comprensión mutua), ‘la ética del género humano’ (comprender el desenvolvimiento conjunto de las autonomías individuales, de la participación comunitaria y de la conciencia de pertenecer a la especie humana).
La adquisición de estos saberes básicos no se reduce a una etapa de la vida o a los sistemas formales sino que se prolonga a lo largo de la existencia y en diferentes roles sociales. Desde este enfoque, enseñar la condición humana y la ética del género humano resulta básico en la educación para la paz.
A nivel teórico, existe consenso sobre la necesidad de educar en valores humanos. Sin embargo son escasos los proyectos y las prácticas pedagógicas insertas en los sistemas educativos que respondan a tal demanda con rigor científico y creatividad. Entre las causas que provocan esta situación podemos mencionar:
La falta de un marco teórico unificado al cual referirse, a la hora de elegir entre los distintos métodos de intervención, para la formación y el cambio de actitudes en los alumnos.
La práctica evidencia un abordaje ocasional y asistemático, sin planificación, de su enseñanza y evaluación, por lo que ha formado parte del currículum oculto.
La educación en valores y para la paz, al ser un contenido transversal, plantea la necesidad de áreas curriculares abiertas y transdisciplinarias en contraposición al abordaje clásico de la división de las ciencias.
Los sistemas educativos y la sociedad en general están excesivamente preocupados por el dominio de la racionalidad instrumental. Todo lo que no tenga un análisis costo-beneficio, inversión-resultado, eficiencia máxima, se pone en tela de juicio. En educación superior, esta situación se profundiza por la necesidad de formar profesionales competentes y expertos en determinadas áreas.
La incidencia del entorno social y de la historia del alumno evidencian que la educación para la paz y en valores humanos no es sólo responsabilidad de los sistemas educativos institucionalizados sino de quienes desarrollan funciones de liderazgo en todos los niveles de la sociedad.
El diagnóstico precedente muestra la necesidad de encontrar nuevos y operativos modos de educar en valores humanos y para la paz en los sistemas educativos formales.
Los doctores Gardner y Armstrong expusieron la teoría de las inteligencias múltiples. En total son nueve, y cada uno de los alumnos puede desarrollar varias de estas inteligencias acorde a sus tendencias naturales y esfuerzo sostenido.
Los tipos de inteligencias que describieron son lingüística o verbal; lógico-matemática; visual-espacial; interpersonal; musical; corporal kinestésica; intrapersonal; naturista; trascendente o espiritual. Este último tipo de inteligencia requiere un abordaje holístico, es común a todos los individuos y está vinculado al cultivo de los valores humanos.
La inteligencia trascendente o espiritual es un dato antropológico, no es cuestión de fe o creencias. “La espiritualidad sea laica o religiosa es una riqueza del ser humano que no se puede desestimar”, afirma Francesc Torralba, autor del libro Inteligencia Espiritual (Barcelona, 2010).
Los sistemas educativos formales, especialmente los estatales y laicos, han desestimado este tipo de desarrollo porque se ha relacionado lo trascendente o espiritual con lo religioso exclusivamente. Esta consideración debe ser revisada. Se es espiritual porque se practican valores humanos como la honestidad, la tolerancia, la solidaridad, el respeto, la responsabilidad. De este modo se habilita el marco adecuado para una cultura de paz.
Los sistemas educativos formales requieren ámbitos de trabajo específicos de “educación para la paz”. Espacios que se incluyan con un tiempo semanal, con contenidos axiológicos generales o universales y con lineamientos locales acorde a las problemáticas que presenta cada momento y contexto. Es esperanzador avizorar docentes y alumnos comprometidos con el desarrollo de valores humanos y que transitan por el camino de la paz como forma de vida.
Viernes, 9 de septiembre de 2016
*Educadora y máster en Docencia Universitaria