RESISTIR LOS LLAMADOS AL ENFRENTAMIENTO por Román Frondizi*
| 21 mayo, 2016publicado en LA NACION el 20 de mayo de 2016)
No es una novedad que el país enfrenta una difícil situación moral, política, social y económica, consecuencia de tantos errores acumulados y, especialmente, de los desaciertos de la gestión del gobierno anterior. Sin embargo, los fuertes sentimientos que ella genera no deben nublar la comprensión de lo que ocurre.
Hay que evitar que se lleve al país a deslizarse lentamente hacia un falso clima de guerra de pobres contra ricos, alimentado con pie en algunas realidades dolorosas por cierta oposición farisaica que parece haber llegado recién ahora al país que gobernó durante doce años y que se niega a aceptar no solo que fue derrotada en las urnas, sino su propia responsabilidad política y, en ciertos casos, también penal.
Hay que evitar aquel clima, que alimenta el rencor social y enfrenta a las personas, sin ignorar que la cuestión principal pasa por poner en acción soluciones concretas y eficaces a los conflictos sociales, políticos y económicos, que no debemos simplificar mirando nada más que al síntoma personificado en una oposición fundamentalista que desea que al gobierno le vaya mal.
El espíritu de “resistencia” a ultranza que anima a ese tipo de oposición es una plaga. Es un engranaje que pretende llevar cada día al país hacia un enfrentamiento inaceptable y estéril en el ámbito de un gobierno constitucional elegido libremente que hace apenas cinco meses ha llegado al poder. En nombre de nuestros valores democráticos, debemos rechazar ese llamado al enfrentamiento. La única victoria que pueden esperar los fanáticos es llevarnos a una suerte de impasse de la fuerza que no es sino un mal atajo.
Enfrentamos, entre otros, cuatro adversarios temibles. Ante todo, la inflación, un problema que carcome el bolsillo y la moral de la gente empezando por los sectores de ingresos fijos, que son sus víctimas predilectas. En segundo lugar, el temor a la violencia criminal, imprevisible y omnipresente, que genera un deseo de seguridad difícil de colmar. La experiencia enseña que los ataques de la criminalidad desbordada favorecen el decaimiento de los valores democráticos, el deseo de seguridad predispone a sacrificar libertades. Tuvimos una tristísima experiencia durante los años terribles del terrorismo y la represión ilegal.
Otro enemigo es la repulsa, la crispación a la que pareciera apuntar el discurso de la división y la exclusión, que crea debilidad y lleva a replegarse sobre si mismo. Debemos evitar la polémica inútil y la demagogia partidista, que evidencian que la apuesta es salvarnos de un narcisismo decadente que oscurece el diálogo sobre las cuestiones de fondo.
Por último, pero no por ello menos importante, la corrupción. No puede quedar impune por ningún motivo. De lo contrario habrá un inevitable menoscabo de los cimientos morales de la República.
Este es un momento en el que cada uno tiene un deber que cumplir. Seamos coherentes. Actuemos dentro del marco insustituible de la Constitución Nacional con sentido de unidad, con responsabilidad y sangre fría animados por un espíritu de solidaridad y de paz.
*Ex Juez de la Cámara Federal de La Plata. Ex Conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación 2001-2003.