TRUMP: UNA EXASPERACIÓN ACOMPAÑADA por Roberto Rodríguez Vagaría*
| 21 mayo, 2016Si queremos acercarnos al fenómeno social que implica Donald Trump entre los norteamericanos de formación conservadora, sin darnos por ofendidos, mejor haríamos en observar el profundo y perturbador cambio que se va dando en la sociedad norteamericana, siempre propensa a ciertos tipos de desequilibrios y escozores étnicos y culturales, dulcificados por los éxitos económicos.
Trump es el emergente de lo que consideran los republicanos de base que hay: una agresión sin pausa al espíritu norteamericano fundador, al federalismo, al individualismo creativo, al capitalismo competitivo, a la homogeneización de la religiosidad del Tanak (Antiguo Testamento) y de los Evangelios, leidos reiteradamente con amplitud de interpretación personal.
En los EEUU lo que parece populismo termina por no serlo, porque el sistema de universidades, fundaciones, prensa escrita y medios y el Poder Judicial, terminan por impedirlo desde la racionalidad y el debate.
La composición de la sociedad norteamericana muta dramáticamente y ya no resultan mayoría los que se consideran herederos de la tradición que construyó y rehizo a los EEUU.
Aquellos siempre fueron europeos septentrionales, blancos pálidos, protestantes cristianos que atrajeron a otros parecidos y a los judíos de Europa Central que edificaron una nueva Jerusalén.
Este grupo humano de diferentes-parecidos no se nutrieron de la cultura indígena y rezagaron a la población negra, que fuera captada por el Evangelio, antes que por el ascenso social, que también llegó con el tiempo.
Barak Obama con su solo nombre y tez simboliza un excepcional cambio histórico.
Tuvieron sus momentos de gloria partidaria con los frutos de la victoria en la Segunda Guerra, con el dominio del comercio internacional y en promover la desaparición de la Unión Soviética.
Estas etapas notables coincidieron con gobiernos conservadores, ya desde el siglo XIX, con la victoria de Lincoln en la Guerra de Secesión (1861-1865 ; el aprovechamiento de Dwight Eisenhower (1953-1961) de la victoria del 45 y el gran comunicador Ronald Reagan (1981-1989) que presidió el fin beneficioso de la Guerra Fría.
Tiene motivos el norteamericano medio para ser y sentirse republicano “mayoritario” y “directriz”.
Mientras la sociedad se transforma ante sus ojos y sus piés ya pisan otra alfombra. Se cuestionan, se desesperan, imprecan, dicen cosas en voz alta que todos comentan con voces acústicas.
Los que no elaboraron el Credo Político-Religioso (que son su esencia como Estado Superpotencia), pero están, van creando un mosaico que une, por temporadas, el Partido Demócrata: los inmigrantes latinoamericanos, los asiáticos (japoneses, chinos, vietnamitas, coreanos); los recién llegados indios, paquistaníes, libaneses y sirios e iraquenos como iraníes, son de tal tenor demografico que sin el apoyo de las comunidades negras e hispanas no se gana la presidencia. “Un signo de inestabilidad, de inseguridad y decadencia”, según la mirada de los votantes de Trump , de las uniones cristianas, de los judíos religiosos y los dirigentes republicanos emergentes que generan opinión en sus bases, acicateados por estos y por nucleamientos como el Tea Party Movement, que es solo uno de tantos.
Está en el aire que la mitad de la población no tolera a la otra mitad o a un cuarto, al menos, con reciprocidad : fenómeno que ha conmovido a Europa en los últimos 30 años con mucha sangre derramada: los límites de la convivencia.
Es un lugar común referirse a Martin Luther King para plantear el cambio en la era de Lyndon B.Jhonson (presidente demócrata, sucesor de Kennedy, 1963-69).
Busquemos el cambio que duele en otros dos gestos de los dirigentes negros:a)- El Blak Power (1968) y elPartido de las Panteras Negras (Huey P.Newton, Bobby Seale, Malcom X, 1966). b)- la islamización de vastos sectores negros que promovieron un fenómeno ya conocido: el antisemitismo, la condena permanente a Israel, la primera oposición al lobby judío de Nueva York, desde el Ku Klux Klan.
Allí nace la personalización del fervor anti Obama.
Los conservadores que dan alas a Trump consideran que “los mexicanos, que no paran de infiltrase, son analfabetos en castellano y en inglés, católicos paganos milagreros que jamás leyeron la Biblia; solo jardineros, mucamas, choferes, peones, que no se necesitan y que portan las secuelas lógicas de un país que parece fallido en muchos aspectos troncales”(sic).
Si ya estaban preocupados por la islamización de Cassius Clay en 1964 y el tono de los consejos que recibía y el cataclismo del 11 de septiembre de 2001, la irrupción de Estado Islámico, el colapso de Siria, el naufragio de los proyectos de democracia árabe con el auxilio del Corán, la motivación creciente de ese fanatismo religioso autodestructivo, los ha terminado de encrespar y determinar.
Para promover a Reagan y a los Bush (1989-1993/2001-2009), las consignas era otras y en “otro”país. Eran: superar el síndrome de la derrota en Viet Nam y la fortificación del capitalismo expansivo globalizante.
La globalización no les parece que diera los resultados esperados y hasta el NAFTA defraudó a los neo republicanos y obreros industriales de hoy día. Este es un punto de inflexión fundamental en el nuevo pensamiento proteccionista “Primero América”.
Para la base republicana no importan las aparentes contradicciones del programa exterior porque en el sustractum están las ideas de H.Kissinger sobre “el equilibrio de poder desde posiciones de poder” y el liderazgo disuasivo de Washington sobre sus propios aliados más remisos desde la Guerra de Yugoslavia a la Guerra de Irak.
Si antes insistían con el libre comercio, ahora no.
Siempre se consideraron más prudentes que los demócratas en el intervencionismo global. Hay un retorno de Teddy Roosevelt (1901-1909) y su escenificado Big Stick, el nacionalismo del Medio Oeste y la mentalidad popular del Oeste.
La recomposición necesaria del Partido Republicano traerá una nueva plataforma, aunque esta expresará su disgusto por la deformación de los valores propios y por los límites a la diversidad.
En el fondo, se detienen ante cuestiones étnicas y religiosas, con el empeño que pusieron en cuestiones fiscales y seguridad de país. No son extremistas. Son gente desesperada.
Para colmo de males, los republicanos advierten un resurgimiento del racismo anti blancos. No ya de la negritud y sus justificativos, sino de los hispanos y sobre todo de los mexicanos : que votan “hispano”, no demócrata o republicano.”Carecen de ideología democrática y votan conveniencias raciales de Grupo, que se ofrecen como condición de apoyo”, explican. “Se meten en el gueto, no aprenden inglés, no se asimilan al Credo Constitucionalista de Lincoln”; sino, parodian: “Mi grupo étnico primero, dame mis conveniencias y te daré mi voto”.
Aparentemente, crece sin consentimiento otra sociedad cambiante y paralela. Para los conservadores la diversidad ya no es un capital, sino un despropósito inmovilizador.
El cambio no deseado étnico-social y el orgullo ante los efectos del terrorismo, la desindustrialización no pactada y el impacto de las más alta tecnología en la sociedad del trabajo personal, apañan y acunan esta reacción conservadora desalineada y revulsiva de los valores sobreentendidos, aun, para ellos mismos.
Veremos en junio como llega el mensaje para todos.
Si el lector da vuelta como una media los argumentos narrados, de ese revés, surge el socialdemócrata Bernard “Bernie”Sanders, para quien la diversidad norteamericana en el verdadero capital y el individualismo histórico un escollo. En tanto Hillary cabalga sobre el final prestigiado de Obama y el aura kennediana de su marido y ex presidente.
Nunca tan dividida en los siglos XX y XXI la sociedad norteamericana. Nunca tantos ofendidos.
Pero, no podrán quienes triunfen en noviembre ignorar los argumentos de los derrotados, tan contrastantes.
A estos blancos conservadores los acompaña una exacerbación desesperada y a Hillary Clinton la desesperación de no lograr aplicar un programa demócrata desde los tiempos de su marido economista, Bill Clinton (1993-2001).
*Abogado. Político radical. Consultor del CARI en política internacional.