¿ES «PROGRE» DESCOLGAR UN CUADRO? por Carlos Alberto Kreimer*
| 20 abril, 2016A cuatro décadas del golpe militar que derrocó al gobierno constitucional de la presidenta María Estela Martínez de Perón (Isabelita), que vive y la historia reclama su testimonio, parece que para condenar la dictadura los actos simbólicos opacan a los documentos. En esta suerte de controversia sobre los últimos doce años de gobierno, hay militantes del “relato” que sostienen que todos los errores son tolerables ante la satisfacción personal que tuvieron cuando se descolgaba el cuadro de Rafael Videla de la galería en donde figuran los directores de la Escuela Militar.
El relato histórico exige rigor integrando en un discurso lo bueno y lo malo hecho por los protagonistas. De la “línea Mayo-Caseros” donde solo se concebía el rosismo como la mazorca que gritaba “viva la santa federación y mueran los salvajes unitarios” para cumplir la profecía de Mármol (“…ni el polvo de tus huesos la América tendrá…); se pasa al extremo elogiando a Rosas como el único defensor de la soberanía nacional contra los vende patrias de Rivadavia, Echeverría, Sarmiento, Mitre y otros. La historia maniquea o conspirativa, es así narrada para la coyuntura política con sus inmutables mitos. Se parte de una conclusión previa elaborada seleccionando los hechos y los protagonistas que se muestran como insobornablemente buenos o irredimiblemente malos. El discurso histórico se exhibe un collage para ser usado como justificación política
A lo dicho se debe agregar la censura oficial o autocensura de los relatos. En las escuelas se leía “El Crimen de la Guerra” de Alberdi sin el prólogo original, porque el tucumano no hablaba bien del General San Martín y el Padre de la Patria es impoluto. Esta lógica pervive en plena democracia practicando otro prólogocidio en el “Nunca más”, ya que los guerrilleros han pasado a ser héroes y el cuestionamiento de sus conductas no es progresista.
Ilustra Ceferino Reato (“Operación Primicia”) que el ataque de los montoneros al cuartel de Formosa (en pleno gobierno constitucional en octubre de 1975), no solo dejó el trágico saldo de una docena de muertos de cada lado, sino que fogoneó el golpe de marzo de 1976. Los muertos militares eran en su mayoría conscriptos y peronistas. Ocho de los guerrilleros muertos en ese acto criminal e irresponsable figuran en el monumento a las víctimas del Terrorismo de Estado en la Costanera Norte y sus familias accedieron a las indemnizaciones legisladas para las víctimas del Proceso. Los deudos de los colimbas perciben una modesta pensión militar. Esta triste circunstancia forma parte de lo que se busca por un sector: mostrar a los guerrilleros, hayan hecho lo que hicieron, como redentores y es en esta línea que Ebe de Bonafini proponga que en el Museo de la Memoria se exhiban “las metrallas que portaron nuestros muchachos”.
Se recuerda de María Elena Walsh el valiente artículo en agosto de 1979 publicado en Clarín y titulado “Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes”, pero se suprimió la parte del texto que dice: “…Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuran mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabemos intrincada y de la que somos beneficiarios..” Vale la propia reflexión de la Walsh en ese texto: “…nuestra cultura parece regida por un conjuro mágico: no nombrar para que no exista…”
En los finales de 1961 el Presidente Arturo Frondizi visitó la India. Formaba parte de su ideario una conciliación e integración definitiva de los distintos grupos nacionales y así acercó a su gobierno a nacionalistas católicos con judíos (por primera vez ministros y gobernadores), liberales con marxistas, socialistas y conservadores, etc. Incluso con el tiempo modificó el nombre de su pertenencia llamándolo Movimiento de Integración y Desarrollo. Hay ahora un reivindicación merecedora de sus breves e importantes cuatro años de gobierno (también recortada y acrítica, sin el plan Conintes, la movilización militar de los trabajadores ferroviarios, etc.) Contaba don Arturo a su regreso del viaje a la India, que en el despacho del Pandit Nehrú se sorprendió cuando vio los retratos de todos los gobernadores verdugos ingleses. Interrogado por esa peculiar circunstancia Nehrú simplemente contestó: “forman parte de la historia de la India”. Era absurdo negar el pasado por doloroso que fuera y el reconocimiento total y no ciego formaba parte del ideario de Frondizi. La integración nacional excluye las mutilaciones.
Es en este marco que vale analizar el acto simbólico por el cual el presidente Néstor Kirchner ordenó descolgar el cuadro de Rafael Videla que lucía en el Colegio Militar en el lugar donde se recuerdan a la totalidad de los directores de ese establecimiento. El hecho merece el análisis del personaje que cumplió la orden, y el significado del acto.
Descolgó el cuadro el General Bendini –a la sazón Jefe del Ejército- que había tenido un importante mando en la Patagonia cuando Kirchner era gobernador en la zona, y afrontaba un juicio penal por haber usado la chequera oficial para atender gastos personales (al decir de Bernardino Rivadavia “confundió el erario con el peculio”) y hacía cualquier mandado para salvar su cabeza (se lo habían prometido y no se pudo cumplir porque la justicia terminó con su carrera militar y jefatura porque estaba “hasta las tetillas” y era imposible truchar la causa) El cuadro fue descolgado entonces por manos sucias.
En cuanto al hecho en sí ¿qué les diremos a las futuras generaciones cuándo recorran esa galería, que Videla no existió como director del Colegio Militar? ,(“negar para que no exista”). No sería más lógico dejar el cuadro y poner al pie una información sobre el funesto personaje, aun arriesgándonos a que otros actores también con criterios maniqueos pretendan agregar: “fue defendido por Cuba y el Partido Comunista donde militaban” y allí una lista de los “K” congresistas, funcionarios, escribas, intelectuales, banqueros, que lograron realizar sus apetencias moldeadas en la formación stalinista.
La historia entendida como una lucha facciosa para lo cual se la mira con un solo ojo no ayuda a establecer la verdad.
*Socio del Club Político Argentino