INDIA, MEGALABORATORIO DE LA DESIGUALDAD por Luis Matías López*
| 12 marzo, 2016Fuente Other News
Arundhati Roy, la escritora que encandiló a la crítica (ganó el premio Booker) y al gran público (vendió más de seis millones de ejemplares) con El Dios de las pequeñas cosas (Anagrama), podría haber desarrollado una carrera literaria aún más brillante y lucrativa de no haber puesto su relevancia mundial al servicio del activismo político y la denuncia de la injusticia. El ensayo Espectros del capitalismo, que ahora publica en castellano Capitán Swing, es el mejor ejemplo de una vocación que la lleva a denunciar la situación en su país, India, al que presenta como un paradigmático laboratorio de la desigualdad y cuyas dos últimas décadas de desarrollo acelerado descalifica por haber ampliado la brecha –más bien el abismo- entre ricos y pobres. Se trata de una situación que, guardando las proporciones, guarda bastante similitud con la de España, a tenor del último informe de Oxfam Intermon, que refleja que éste es el país de la OCDE (después de Chipre) en el que más ha crecido la desigualdad desde el inicio de la crisis. Roy inicia su descarnado yo acuso con una referencia a la residencia privada más cara y ostentosa del mundo, el rascacielos Antilla de Mumbai, un mastodonte perteneciente al hombre más rico de India, Mukesh Ambani, que vale casi 20.000 millones de euros. Veintisiete pisos, tres helipuertos, nueve ascensores, jardines colgantes, salones de baile, salas de nieves, gimnasios, seis plantas de aparcamiento y seiscientos sirvientes. Todo un símbolo, casi una alegoría, de los lacerantes contrastes que se dan en un país de más de 1.200 millones de habitantes en el que las 100 personas más ricas poseen la cuarta parte del producto interior bruto, centenares de millones de desheredados sobreviven con menos de medio euro al día y miles y miles de campesinos se suicidan cada año acosados por las deudas o desesperados tras ser expulsados de sus tierras para dar paso a grandes proyectos industriales o mineros, para beneficio de las grandes corporaciones. La escritora se ha ganado una legión de enemigos dentro y fuera del país, desde los nacionalistas hindúes (hoy en el poder en Nueva Delhi) a los militares (por la denuncia de sus atrocidades y su comprensión de las causas de los nacionalistas cachemires y la guerrilla maoísta), los constructores de presas (que arrasan zonas selváticas y de cultivo y arruinan a miles de agricultores), los grandes conglomerados y multinacionales que hacen de su capa un sayo mimados por el Gobierno, e incluso buena parte de la opinión pública que la acusa de exagerar, de no documentar suficientemente sus acusaciones y de desprestigiar a su país en el mundo. La acusación de falta de patriotismo y hasta de terrorismo, y las frecuentes amenazas de muerte no bastan para disuadirla de un activismo que desnuda lo que se oculta tras el desarrollo acelerado y la mejora de las cifras macroeconómicas de las dos últimas décadas. En este periodo se ha creado una nueva clase media –en la que ella se En este periodo se ha creado una nueva clase media –en la que ella se incluye- en la que se integran unos 300 millones de personas y que alienta el auge espectacular de la marca India. Un logro impensable hasta no hace mucho, sin duda, pero que, según Roy, ha tenido como brutal contrapartida el empobrecimiento del resto de la población, es decir, de que se amplíe hasta límites de escándalo, la brecha social, que siempre fue enorme, pero que ahora se ha desbocado. La corrupción y el nepotismo generalizados, la complicidad de las instituciones del Estado con el poder económico, la privatización se sectores esenciales, las expropiaciones salvajes (“el carácter sacrosanto de la propiedad privada nunca se aplica a los pobres”) y el desprecio total hacia las clases más desfavorecidas desvirtúan la imagen de India como ejemplo de desarrollo armónico y como “la mayor democracia del mundo” que los dirigentes políticos venden junto a la idea de un paraíso para la inversión foránea. En realidad –viene a decir Roy- es ésta una farsa mantenida mediante la manipulación, el engaño, el control capitalista de los medios de comunicación, la compra de voluntades y, cuando todo eso falla, el uso de la fuerza. Una corriente huracanada de dinero atraviesa las principales instituciones, desde el Ejecutivo al Parlamento a la judicatura, y les priva de su capacidad de actuar a favor de los intereses de la mayoría y con arreglo a los más elementales principios democráticos. De las iras de la escritora y activista no se libra ni siquiera el actual primer ministro, Narendra Modi, del hinduista Baratiya Janata, del que dice que se le acusa, no solo de justificar, sino también de haber sido cómplice desde su anterior puesto (al frente del gobierno de Gujarat) de la matanza de 2.000 musulmanes en febrero de 2002. “Pero Modi”, afirma, “se ha cambiado el pañuelo color azafrán y la marca color bermellón de la frente por un elegante traje de hombre de negocios”. Su gestión en Gujarat fue el trampolín desde el que se aupó hasta el poder en Nueva Delhi. Hoy se ha convertido en el símbolo –cortejado por EE UU, Rusia, China, Japón y la UE- de una India que aspira a convertirse en superpotencia global y a tener un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pese a su escasa extensión (poco más de cien páginas), Espectros del capitalismo es una obra ambiciosa que, sin desviarse de su línea general, centrada en la India, trata de otros temas. Aunque no se compartan todos sus puntos de vista, incluso admitiendo que a veces se echa en falta suficiente apoyo factual para sostener algunas de sus denuncias, la lectura de este libro ayuda a entender mejor las complejidades de este mundo marcado por la desigualdad. Roy dedica una notable atención a un fenómeno extendido en India, pero que arranca de hace más de un siglo en Estados Unidos: el intento exitoso de los grandes grupos económicos de vender las verdades del capitalismo como si fueran sinónimo de justicia y progreso, mediante un entramado de fundaciones e incluso ONG con las que transformar el poder del dinero en poder político, al servicio de un modelo de desarrollo cuya principal consecuencia es la perpetuación del dominio de unos pocos sobre una mayoría que apenas tiene capacidad de defensa. Tampoco aquí deja la escritora mucho margen a la esperanza. Algo de ésta mostraba, sin embargo en su discurso ante la universidad popular en el marco del Occupy Wall Street (equivalente del 15M en Estados Unidos), en el que hacía cuatro propuestas muy concretas para reformar o reconstruir el sistema: acabar con la “propiedad cruzada”, como que los fabricantes de armas tengan canales de televisión o las empresas financien universidades; que los recursos naturales y las infraestructuras esenciales no puedan ser privatizados; que todo el mundo tenga derecho a vivienda, educación y atención sanitaria; y que los hijos de los ricos no puedan heredar la fortuna de sus padres. Utopía pura, quizás un grito en el desierto, pero siempre será mejor que la pasividad, la resignación y el silencio cómplices. *Ex redactor jefe y ex corresponsal en Moscú de EL PAIS, miembro del Consejo Editorial de PUBLICO hasta la desaparición de su edición en papel,
Una vision "pikkertiana" de la realidad. Se preocupa por la desigualdad…pero no tanto por la pobreza. Entre 1990 y 2015 la proporcion de personas que vivía con 1,25 dólares (constantes) bajó del 36% al 11%. India, justamente, y China al abrir su economia a la inversion han permitido que 500 millones de personas salgan de la pobreza extrema. La mortalidad infantil, justamente en India, bajó un 50%. Donde antes morian 80 chicos antes del año, mueren ahora 40.Salir de la pobreza implica aumentar la desigualdad. Y eso es bueno. Para 1980 en ingreso promedio de China era de 500 dolares por persona. Ahora es de 5,000. Como hay aun gente con 500$ año, aumentó la desigualdad justamente por que bajó la pobreza.Si no apuntamos a las causas y nos quedamos con el "relato" lloroso de la desigualdad inhibimos la salida de la pobreza, que solo es posible con libertad de mercado, inversión, capacitacion de la mano de obra. Dejemos el anticapitalismo decimononico para Podemos y sus amigos bolivarianos. Chile, Perú, Paraguay y otros estan saliendo de la pobreza y, eso si, generando "desigualdad". En Singapur, donde hace 40 años la gente apenas sobrevivía, ya no hay pobres. Y , en grados distintos, toda la poblacion disfruta de altos niveles de calidad de vida.
El mayor insulto a la pobreza (por no hablar de la miseria) es la ostentaciòn a que lleva la desigualdad extrema, como la que en el artìculo señala. Desafortunadamente la libertad de mercado y la inversión resultan insuficientes por si solas para morigerar esa desigualdad, por más que se le sume la capacitaciòn de una mano de obra cuyo crecimiento numèrico exponencial supera la capacidad de emplearla en cualquier empleo productivo. El que se haya logrado reducir en un 50% la mortalidad infantil en una India donde años atràs Indira Ghandi en procura de reducir el crecimiento poblacional regalaba una radio a las mujeres que voluntariamente quisieran esterilizarse- si bien habla de una mejorìa en la sanidad, economicamente lo ùnico que significa es que, gracias a ello, ahora haya un 50% más de desheredados sin futuro. No es que la reducciòn del nùmero de personas que viven con U$S 1,25 por día del 36% al 11% en 25 años sean uno de los resultados "magicos" del "efecto cascada" (trickle-down effect) del que te pronuncias creyente, y no de la pura y simple depreciaciòn del dòlar (pese a que digas que lo es en dòlares constantes) o de que existan OTRAS variantes vàlidas para paliar una desigualdad creciente producto solo de que los padres consideren a su propia prole como un valor de cambio similar al del ganado (proletario es aquèl cuyo ùnico patrimonio es el tamaño de su prole) y de que una nueva concepción econòmica del crecimiento basada en el crecimiento exponencial del nùmero de consumidores, haya deliberadamente procurado echar al olvido (al igual que los fundamentalismos religiosos) las conclusiones del Club de Roma de los años 70 donde fijaba en 5000 millones el nùmero máximo de habitantes que a los que el Planeta podìa aspirar a proveer un nivel de vida medianamente aceptable. hoy, con casi 7.500 millones, superando en un 50% esa cantidad, la suerte está irreversiblemente echada en favor de un mundo cada vez más desigual, más desagradable, más contaminado… y más violento.