LAS CARAS DE LA POLÍTICA por Francisco M. Goyogana*
| 5 marzo, 2016El título se refiere, en realidad, a las caras de los protagonistas del encuentro romano entre el jefe de uno de los tres poderes de un país que tiene una forma de gobierno republicana, representativa y federal, de progenie venida del Iluminismo de hace más de tres siglos, liberal por consiguiente y vigente con dificultades desde mediados del siglo XIX, con la máxima autoridad de la ciudad del Vaticano, oficialmente Estado del Vaticano, que comenzó su existencia en 1929 tras la firma de los Pactos de Letrán celebrados entre la Santa Sede y el entonces Reino de Italia, que en 1870 había conquistado los Estados Pontificios.
Puede señalarse que la máxima autoridad de una monarquía absoluta, electiva y teocrática, que es la única teocracia de Europa, alberga a la Santa Sede, la más alta institución de la Iglesia de Roma, retiene el gobierno de la ciudad del Vaticano con su territorio, y al mismo tiempo, la dirección de la Iglesia católica, apostólica, romana, con personalidad jurídica propia como sujeto de Derecho internacional. En el fondo, es la Santa Sede y no el Estado del Vaticano, la que mantiene relaciones diplomáticas con los demás países del mundo. Por otra parte, es el Vaticano quien provee el soporte temporal y la soberanía territorial a la actividad de la Santa Sede.
En suma, que el sumo pontífice de la Iglesia de Roma es el jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, con el agregado de que para quienes profesan la religión católica romana es, además, el vicario de Cristo sobre la tierra y el sucesor de Pedro.
Precisamente, el cuadro de situación descrito, sumamente intrincado, debe apartarse del concepto que encierra «poche idee ma confuse» para entender la significación del encuentro del presidente Macri con el papa Francisco.
A primera vista, puede considerarse que se ha tratado de una reunión protocolar entre el presidente de un Estado republicano, representativo y federal, con un monarca absoluto, aunque electivo, pero teocrático.
Fuerza decir que esta situación peculiar debería guardar una actitud laica que permita la diferenciación sensible del ámbito secular, que le hubiera correspondido, con el ámbito espiritual, teniendo sobre todo en cuenta que la Constitución Nacional de la República Argentina, en su Primera Parte, Capítulo Primero; Declaraciones, Derechos y Garantías, establece en su artículo 2º que el gobierno federal «sostiene» el culto católico, apostólico, romano, pero omitiendo la calidad confesional del Estado. La Constitución Nacional deja fuera de dudas la libertad de cultos, pero la imposición de una determinada creencia en el Estado es ajena a su espíritu democrático moderno, propio de las naciones más adelantadas. Este problema ya había sido descartado anteriormente en la vecina República Oriental del Uruguay, que la Constitución de 1918 determinó la separación de la Iglesia y el Estado.
El encuentro Macri-Francisco, el clima existente acorde con los tiempos que corren, debe atenderse entonces a la luz temporal existente, es decir a una reunión protocolar de carácter secular. Pero las condiciones de una visita de buena voluntad parecen haber sido alterada, al menos en los registros fotográficos, televisivos y de la prensa internacional. Las caras de la política parecen haber sido desbordadas por las caras de los políticos en el juego de la política, si se admite que la reunión de ambos jefes de Estado ha debido ser estrictamente laica, sin confusiones debidas a las ideas y a las creencias.
Un afable encuentro de jefes de Estado, aunque valgan las diferencias, no deben necesariamente prescindir de cartas aún modestamente amables y simpáticas. Menos aún cuando la realidad no alcanza niveles de rivalidad más propios de enemigos que eventuales adversarios.
Como ocurre en la gastronomía, parecería aplicable aquello de buscar la verdad de la milanesa debajo del pan rallado.
* Francisco M. Goyogana es Miembro de Número del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia