LA FRAGILIDAD DE UNA REPÚBLICA por Francisco M. Goyogana*
| 8 diciembre, 2015En vísperas de que el Sol de la República vuelva a levantarse desde Oriente, después de una década (con propina) oprobiosa, debemos recordar el riesgo corrido con el afortunado fracaso de una estúpida eternidad presidencial. Estuvimos próximos a la posibilidad, extinguida a tiempo, de alcanzar la reelección indefinida de una presidenta. Hoy, con una nueva oportunidad para encontrar la República, resulta difícil entender aquella obstinada perversión política. Las circunstancias permitieron, sin embargo, recuperar la periodicidad electiva (incluyendo partido político de por medio), como uno de los elementos definitorios de la República. Parece indudable que recordar semejante riesgo conduciría si bien no a una eternidad pretendida, sí a una extensión consuntiva del cuerpo orgánico de la nación y su colapso definitivo, posible en términos históricos ya apreciados en el desarrollo de la humanidad.
Alberdi, profundo conocedor de la idiosincracia política de esta parte del virreinato desplomado, después de establecer en su Proyecto de Constitución un término para el mandato presidencial, por entonces de seis años de duración pero sin posibilidad de reelección, luego modificado, acotaba al pie de la norma que establecía esa limitación de raigambre republicana que ello debía ser así, porque el presidente siempre habría de encontrar la forma de ser reelecto antipándose a los reelectos que sobrevendrían, y sobre todo a los voluntariosos eternautas.
Hay variadas formas de destruir el sistema republicano y una de ellas es, precisamente, la de convertir la periodicidad en un principio endeble,, sujeto al capricho de quienes detentan circunstancialmente el poder. La habilidad política, y hasta la práctica mafiosa,, asociada al ejercicio del poder, podría fácilmente convertir la República en un principado.
En los tiempos que corren, parece que hubieran empezado a soplar nuevos vientos como los de Venezuela, pero que poco más allá, todavía un par de hermanos sigan repartiéndose los restos de la gema americana de Martí después de más de medio siglo de esclavitud. Ejemplo, éste último de la persistencia del cáncer político en la vida de un pueblo que resiste a pesar de todo,, sin posibilidades de evadir la tiranía indefinida.
Los veteranos de la historia que combaten desde la primera mitad del siglo XX hasta la segunda década del siguiente, deberán persistir en la consolidación del sistema republicano, incluso reflexionando sobre las eventuales reelecciones de algún caso que fue triplete, asfixiando el pensamiento filosófico evolutivo de los ciudadanos para reemplazarlo por una mera ideología que, en el fondo tampoco es una, sino más bien una reducción posesiva del poder.
La República se ha encontrado a si misma, de la misma manera que la República ha vuelto al seno continente de la ciudadanía. La consigna, después, de recordar el tránsito por la cornisa, no parece ser otra que la conservación de la salud republicana. Pero, precisamente en vísperas de un nuevo renacimiento, ya existen indicios de "resistencia" para una Patria que tiene una historia legítima a la cual quieren permutar por otra de cartón.
Con la expresión de los mejores votos de éxito para el desarrollo de la nueva República, vaya también la mención para el recuerdo de que todos los días que vendrán estarán ligados a un mismo afán. Amén.
Diciembre 2015-12-08
* Francisco M. Goyogana es Miembro de Número del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia