TUVIMOS DEBATE por Antonio Camou*
| 16 noviembre, 2015Tuvimos debate porque Argentina Debate, como “iniciativa plural, multisectorial y no partidaria”, y porque todos quienes colaboraron de una manera u otra con este enorme esfuerzo, se cargaron al hombro un desafío que a lo largo de treinta años de democracia nadie había podido superar. La propuesta fue llevada adelante por “líderes sociales, referentes de la vida pública argentina, líderes del sector privado y organizaciones de la sociedad civil”, que son expresión de una ciudadanía cada vez más informada y exigente, comprometida con la calidad del espacio público. Nombrar a uno o a unos tal vez sea injusto con el conjunto del personal de apoyo que trabajó en aspectos técnicos, secretariales, informáticos, etc., pero al menos cabe destacar la labor de Hernán Charosky, como coordinador, y la de todos los miembros de su Comité Estratégico, quienes a nombre propio o de las organizaciones que representan, participaron activamente en esta histórica escuela de educación cívica irradiada a todo el país. Vale la pena recordarlos: Alberto Abad, León Carlos Arslanian, Juan Pablo Bagó, Diego A. Blasco, José Octavio Bordón, Federico Braun, Nicolás Braun, Gabriel Castelli, Gustavo D’Alessandro, Gerardo della Paolera, Graciela Fernández Meijide, Marcos Galperín, Santiago Lacase, Eduardo Levy Yeyati, Juan Llach, Carlos March, Agustín Otero Monsegur, Andrés Rodríguez, Adalberto Rodríguez Giavarini, Karina Román y Fernando Straface.
Tuvimos debate porque los organizadores y los participantes lograron acordar un espacio físico e institucional, la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, con el suficiente reconocimiento público y la autonomía institucional para ofrecer un ámbito no partidario. El asunto no es menor si cotejamos esta experiencia con las profusas declaraciones de órganos de gobierno y de autoridades universitarias nacionales –que por principio deberían mostrarse equidistantes de cualquier preferencia partidaria- en apoyo al candidato del Frente para la Victoria (FpV). Sin duda, en su calidad ciudadana, los docentes e investigadores que ejercen tareas de dirección institucional pueden pronunciarse y militar a título personal en el partido o movimiento que más les guste. Pero como autoridades de una institución pública deben de cuidarse de realizar manifestaciones partidarias o sectoriales que pongan en entredicho el carácter necesariamente plural de toda institución pública. Por si fuera poco, como lo han registrado en estos días organizaciones como Poder Ciudadano y la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, hay numerosas denuncias de intimidación en diferentes sectores de la administración pública, que conminan a sus empleados a realizar actividades partidarias en apoyo del candidato oficialista. En todo caso, y como universitario, creemos que las autoridades de muchas universidades nacionales –al encolumnarse tras un candidato- han perdido una excelente oportunidad de establecer una sana distancia crítica con el debate político. No para encerrarse en ninguna “torre de marfil”, sino para enriquecer el espacio público interviniendo a partir de sus saberes acreditados en la resolución de los problemas nacionales, para mejorar una cultura de la mera opinión –ligada al ofuscado enfrentamiento- que debe ser renovada por una cultura de la argumentación, del dato certero y la razonada evidencia. Es necesario reconstruir muchos puentes de credibilidad entre las instituciones públicas y la sociedad argentina, pero las actitudes de muchas autoridades universitarias o de funcionarios de ciencia y técnica –lavando platos en la vía pública- no parecen ir en la dirección correcta.
Y finalmente tuvimos debate porque el líder de Cambiemos tomó la decisión política de debatir. Después de la catastrófica derrota del peronismo bonaerense en las recientes elecciones generales, el gobernador Scioli –quien no concurrió al encuentro del 4 de octubre escudado tras una serie de ofensivas y endebles excusas- pidió el diálogo que unos días antes había denostado. En ese momento Mauricio Macri podría haber eludido el bulto. Pudo señalar sencillamente –y estaba en todo su derecho- “Daniel, el debate ya fue y vos no viniste; primero dijiste que se necesitaba una ley, después señalaste que era puro chamuyo, y nos ninguneaste a todos y todas cuando te sonreían las encuestas”. Pero no lo hizo. Quebró una racha de un cuarto de siglo en el que los candidatos que se veían punteros en los sondeos previos no se animaban a debatir: no lo hizo Menem desde el lejano episodio de la “silla vacía”, no lo hicieron los Kirchner, que jamás discutieron con nadie, y no lo hizo el ex motonauta cuando ya se probaba el traje presidencial. Macri aceptó el desafío aún a costa de su propio riesgo electoral, y no sólo salió bien parado del áspero intercambio, sino que también puso una vara alta para cualquiera que llegue después.
Venimos de un país sin reuniones de gabinete, sin conferencias de prensa y sin estadísticas nacionales confiables por la nefasta manipulación del INDEC; tenemos a la vista una experiencia política en la que los gobernantes de turno creen que poseen el derecho divino de usar patrimonialmente el Estado, de no dar a publicidad sus actos de gobierno o de mezclar en un mismo amasijo los deberes del funcionario público, las políticas de una gestión, los intereses del partido y el conchabo de la familia.
El debate de anoche puede ser un punto de inflexión que modifique esta oscura tendencia. Los ciudadanos y las ciudadanas de a pie tenemos que agradecerles en voz bien alta a todas la personas y las instituciones que lo hicieron posible.
La Plata, 16 de noviembre de 2015.
* Sociólogo. Miembro del Club Político Argentino.