NADA ES PERMANENTE, HACE FALTA UN CAMBIO por Ernestina Gamas*
| 12 septiembre, 2014“Nada es permanente, salvo el cambio” (Heráclito de Éfeso)
Percibimos el mundo de acuerdo a costumbres, usos y creencias en verdades establecidas. Este conjunto conforma un paradigma que rige nuestras conductas mientras impera como ley hasta que es reemplazado por otro paradigma que al instalarse conlleva grandes cambios. En la historia de Occidente desde el siglo XIII hasta el siglo XVI, por ejemplo, prevaleció el Paradigma Escolástico bajo el poder dominante de la Iglesia Católica. La tierra era el centro del universo bajo el cielo estrellado que brillaba por voluntad de Dios. El Papa infalible, su intérprete.
Hasta que un día Martín Lutero (1483-1546) desafió esa infalibilidad y Copérnico (1473-1543) se animó a decir que la tierra giraba alrededor del sol. Unos años antes, en 1492, un grupo de audaces navegantes se aventuraron más allá del océano y regalaron a Europa un nuevo mundo. Otro fenómeno de esa época fue Renée Descartes (1596-1650) que con su “cogito, ergo sum” se paró con su duda metódica frente a las certezas establecidas. Un verdadero giro epistemológico que coloca al sujeto que la busca, la descubre y la construye, delante del hecho de la ciencia.
Sin duda fue época de grandes descubrimientos y cambios sorprendentes. En la “Estructura de las Revoluciones Científicas” (1962), Thomas Kuhn los llama períodos de ciencia anormal. Durante su transcurso, la gente no percibe modificaciones inmediatas, ni aún los mismos protagonistas, filósofos o científicos, son conscientes de que colaboran con esa transformación radical. Pero el resultado es un replanteo en la percepción de la realidad que reina hasta ese momento y que nunca es objetiva, verdadera y definitiva, sino enmarcada en el paradigma de turno.
Desde mediados del XVIII y abarcando las primeras décadas del siguiente, grandes innovaciones tecnológicas transformaron las formas de producción y las costumbres de la vida cotidiana. La Revolución Industrial fue una inflexión en la historia. De una economía rural basada en la agricultura y el comercio de bienes de la tierra, se pasó a una economía urbana de productos manufacturados, tecnificada y mecanizada. Se produjo un éxodo de trabajadores del campo hacia las ciudades que llevó su mano de obra hacia las industrias. Así surgió el proletariado. Al observar la degradación de las condiciones de vida de los asalariados en Inglaterra, al promediar el siglo Karl Marx empieza a desarrollar su “Teorías sobre la Plusvalía”. Los trabajadores con su tiempo de trabajo, crean valor adicional a la materia prima y ese producto ingresa al mercado para su venta. Ese plusvalor, tiempo de vida de los trabajadores, se convierte en dinero y esa ganancia queda en manos del capitalista, dueño de los medios de producción. Una conclusión estremecedora.
La presión de movimientos sindicales socialistas o comunistas intentaron mejoras en esas condiciones, pero las crisis entre los años veinte y treinta, la desocupación, el taylorismo y el fordismo, se sucedieron en la historia del trabajo asalariado y aunque la prosperidad después de la segunda guerra reflejó una mejora en los beneficios sociales y en las condiciones de vida, las desigualdades de riqueza y de renta han tendido a profundizarse con el correr del tiempo. Hoy el capital puede moverse libremente produciendo los fenómenos de outsourcing, subcontratación o tercerización y de offshoring, deslocalización en busca de costos más baratos para la obtención de mayores beneficios. Esto resulta más difícil o imposible para la mano de obra que permanece inmóvil, muchas veces en estado de explotación o esclavización, del que es improbable escapar. Algunos han podido trasladarse de lugares más pobres hasta otros más prósperos, pero en general con trabajos degradados y de menor remuneración que los habitantes locales. Con los adelantos de la tecnología se ha disminuido la demanda de mano de obra, reemplazada por software y máquinas avanzadas. Robots y computadoras son capaces de hacer lo que antes requería la labor humana. Ahora se hace necesario competir con las máquinas.
Un pensador coreano, Byung-Chul Han, doctorado en filosofía en 1994 en la Universidad de Munich, es una de las voces más innovadoras que han surgido recientemente. En “La Sociedad del Cansancio” – Herder – 2012, llama la atención sobre un fenómeno de este tiempo. “La sociedad del siglo XXI –dice- es la sociedad del rendimiento. El neoliberalismo ha logrado suprimir la coerción externa ya que ahora cada uno se convierte en esclavo de sí mismo. Al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción y esa presión por el rendimiento lleva al multitasking. Un estado de híper atención con un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas y fuentes de información. La preocupación por la supervivencia se parece a la de los animales salvajes que utilizan esta técnica para defenderse frente a los peligros de la selva. Es una violencia inmanente al sistema porque la percepción fragmentada y dispersa, conduce al aislamiento y a una falta de sosiego. En el panorama patológico abundan las depresiones, los trastornos de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o de límite de la personal (TLP) y el síndrome de desgaste ocupacional (TDO) que producen infartos psíquicos.
Las desigualdades de riqueza y de renta, principalmente en los países desarrollados, han aumentado desde 1970 y ese aumento es el problema fundamental del capitalismo moderno. Thomas Piketty, expone su teoría en su Best Seller “El Capital del Siglo XXI”. Este economista francés a quien los titulares de la prensa mencionan como el nuevo Marx, trata de demostrar que cuando la tasa de retorno del capital es superior a la tasa de crecimiento de la economía, o sea que la riqueza heredada crece más que el PBI y el ingreso de las personas, es inevitable una aceleración de la concentración de mayor riqueza en manos de menos gente, en detrimento de una mayoría cada vez más empobrecida que queda fuera del mercado laboral. Para él una de las soluciones posibles es la combinación de impuestos sobre la herencia, sobre la riqueza y de hasta el 80% sobre la renta de los ricos. De no ser así la masa de trabajadores pobres acabará rebelándose y a través de la democracia o de la violencia, destruirá el sistema. Era previsible que enseguida aparecieran airados detractores que refutan su teoría ya que toca los intereses de los más poderosos. Pero es una voz que está haciendo ruido y que se alza como alarma, llamando a la modificación de este estado de cosas.
Más contundente en sus apreciaciones, Loretta Napoleoni, economista italiana, periodista y analista política, denuncia “la economía canalla”, orientada sin escrúpulos al dinero fácil a costa de los consumidores. Esta economía es “ilegal o criminal, sin leyes, sin reglas, que se mueve en las zonas grises, fuera del control de las autoridades” El estado- nación es la historia del contrato social para que los individuos vivan bajo el amparo de leyes que preserven la nación. Para ello ceden parte de sus derechos al gobierno, a cambio de la garantía de un orden social de paz y estabilidad. La legitimidad de los políticos nace de la voluntad del pueblo que así ratifica el contrato social. Últimamente la política ha estado al servicio de la oligarquía y ha dejado de cuidar los intereses de la ciudadanía. Propone soluciones radicalmente alternativas donde la palabra clave es “compartir” dice.
En el libro “What’s mine is yours: How Collaborative Comsumtion is Changing the Way of Life” Rachel Botsman, una de las líderes del pensamiento global, desarrolla el sistema económico del “consumo colaborativo o economía colaborativa”. Explica qué es un sistema económico en el que se comparten y se intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales. La manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar, ahora se apoya en la tecnología moderna. Este movimiento supone “un verdadero cambio cultural y económico” en los hábitos de consumo, reemplazando el consumismo individual a uno de red entre pares o red entre iguales. Una nueva manera de relacionarse, de intercambiar, poner valor a habilidades o bienes económicos. La desconfianza en estas transacciones se reduce por la incorporación de perfiles de usuarios, con sus referencias y puntajes de comportamiento. Una nueva manera de medir la reputación de las personas. Esto supone la disrupción de Internet, fuera de la propia Internet. La revista Time ha calificado el consumo colaborativo como una de las grandes ideas que cambiarán el mundo.
En enero de 2014 la Unión Europea redactó un dictamen para regular el consumo colaborativo que valoraba de la siguiente forma: «El consumo colaborativo representa la complementación ventajosa desde el punto de vista innovador, económico y ecológico de la economía de la producción por la economía del consumo. Además supone una solución a la crisis económica y financiera en la medida que posibilita el intercambio en caso de necesidad». Ya se han puesto en práctica: Intercambio de ropa, coches compartidos, préstamos económicos, alojamiento para viajeros, trueque de comida, “crowdfunding” o cooperación colectiva llevada a cabo por personas que conforman una red para conseguir dinero u otros recursos.
Si se calcula que para el 2050 seremos nueve mil millones de personas en el mundo, ha llegado la hora de tomar consciencia de que vivimos en un planeta que llegó al límite de la explotación de sus recursos, donde el problema no será la supervivencia individual sino de la especie humana en su conjunto. Esta forma de capitalismo imperante se apoya justamente en la explotación inescrupulosa de esos recursos que no alcanzarán para todos, sin tener en cuenta a generaciones futuras.
Ya en 1993 Elinor Ostrom, primera mujer en recibir el Premio Nobel de Economía trabajó sobre modelos de economía sustentable respetuosos de la biodiversidad y propuso que se establecieran nuevas pautas en la administración de los recursos escasos. “El gobierno de los Bienes Comunes” publicado en su versión castellana por el Fondo de Cultura Económica en el año 2000, es uno de los libros importantes del pensamiento social, especialmente en el campo de la conservación de los recursos naturales y protección a largo plazo de los ecosistemas.
Hay ejemplos de empresarios comprometidos con el medio ambiente. Yvon Chouinard es un empresario atípico cuyo lema es “construir el mejor producto con el menor daño posible”. De su empresa Patagonia, originaria de Ventura, California, “uno de los varios países dentro de Estados Unidos”, que fabrica ropa para deportes silenciosos, dona el 1% de las ventas, destinado a organizaciones dedicadas a causas ambientales y ha conseguido ser seguido por 1.200 empresas. “Vamos a destruir el mundo, no estamos haciendo nada frente al recalentamiento global. Al final de este siglo la temperatura subirá 3°, en los tiempos de mi nieta” Él y su mujer llevan un vida muy simple y cambia su auto muy de vez en cuando. Se retiraría pero considera su responsabilidad hacer que otros empresarios lo imiten en manejar empresas responsables.
El calentamiento del Ártico afecta a todo el Hemisferio Norte de una manera muy negativa, poniendo en peligro el suministro de alimentos de la Humanidad. Cuando sobrevolaba el Ártico por encima de las grietas aparecidas en el hielo marino, Eric Kort, Doctor en Física Aplicada por la Universidad de Harvard, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en Pasadena, California, se sorprendió al ver cómo aumentaban los niveles de metano. Según el Grupo de Emergencia de Metano en el Ártico (AMEG), en el Ártico se está produciendo una crisis: “El riesgo para la seguridad internacional es muy alto, debido a una alteración muy profunda del clima, con un calentamiento global fuera de control”.
Es la primera vez que el hombre se encuentra frente a este tipo de encrucijada, peligros que no se ven pero que se están insinuando y, como dice Loretta Napoleoni, “es necesario un cambio de paradigma de la naturaleza humana” Pensar lo que quedará para las siguientes generaciones, hijos y nietos de los que habitan la tierra hoy, tiene que llamar a la reflexión con urgencia. Ya hay, como se ha mostrado en una mínima enumeración, muchos científicos, pensadores, economistas y hasta empresarios que van tomando consciencia y tratan de cambiar este estado de cosas.
Se respiran tiempos de transformaciones. Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, ha llamado a una Cumbre sobre el Clima que se celebrará el próximo 23 de septiembre. Han sido invitados a participar dirigentes de gobiernos, de instituciones financieras, de empresas y de la sociedad civil del mundo. Se les ha pedido aportar anuncios y medidas audaces para reducir las emisiones que atentan y contribuyen al cambio climático. Se pretende movilizar la voluntad política para llegar a un acuerdo jurídico significativo en 2015.
Los protagonistas de esta época que hacen descubrimientos, elaboran teorías y propuestas y alertan sobre peligros inminentes y cambios necesarios, como ha pasado en otras que miramos ya en perspectiva, a lo mejor no se dan cuenta que ya se están produciendo modificaciones que pueden conducir a un cambio de paradigma imprescindible para la supervivencia de la especie humana. Con la velocidad de las comunicaciones en red, son muchos los que se enteran de los peligros a los que estamos expuestos. Es hora, si no es ya tarde, de actuar en consecuencia.
Septiembre 2014
*la autora es Directora de este sitio y escritora
** https://www.youtube.com/watch?v=fvBsiP3hAmA