ESTEBAN GORRITI, UNA CONDUCTA REFORMISTA por Néstor Grancelli Cha*
| 2 mayo, 2014
El 19 de abril murió en su Córdoba natal, Esteban Gorriti, rodeado de amigos que reconocían en él su calidad humana y su formidablecivismo, como la herencia del gran Deodoro Roca y una fidelidad sin fisuras en la defensa de la democracia.
Me sucedió en la presidencia de la Federación Universitaria Argentina (FUA) en 1945, año bisagra en nuestras vidas. Habíamos ingresado a la facultad en 1939, cuando el nazi-facismo iniciaba la Segunda Guerra Mundial intentando imponer el totalitarismo como modo de vida.
Las universidades nacionales venían siendo intervenidas desde el golpe militar de 1943. Los estudiantes reformistas no especulamos con la comodidad del neutralismo oficial, que no podía ocultar una identificación con el Eje, sin dudar en pronunciarnos en favor de las democracias agredidas. Ya en 1945, aquéllos a quienes el régimen y su policía definían como “subversivos” por defender las instituciones, saludábamos a los jóvenes que habían combatido en la guerra y regresaban con estrellas de gloria en sus frentes pero con heridas y mutilaciones como testimonio de la urgencia de un mundo mejor.
Con todo entusiasmo encabezábamos la avanzada democrática uniendo fuerzas contra la dictadura del GOU con plena conciencia de los riesgos del autoritarismo con discurso social. Se nos llamó la generación del 45’ y Esteban Gorriti fue uno de sus grandes dirigentes, a la vez que ideólogo,orador fogoso y defensor de los derechos humanos, junto con Félix Luna; que escribió historia sin falsos relatos, Issay Klasse; por sus tareas al servicio del libro como arma cultural o César Milstein; Premio Nobel en 1984 por sus aportes científicos.
Sufrió cárcel y persecuciones como miembro de un sector comprometido e indomable ante un régimen opresor. Empero, después del fin del gobierno de Perón, abrazó con igual fervor la reconciliación nacional –como menciona el historiador Roberto Ferrero- y el lema “legalidad para todos” de Arturo Frondizi.
Paralelamente a su vocación pública, su vida personal y afectiva estaba llena de emociones y alegrías familiares, con una esposa que lo acompañaba en todo y los hijos que seguían sus pasos. Nunca dejó de sentir un gran apego por los suyos, sin dudas un respaldo para su intensa vida como profesional y ciudadano. Una saludable continuidad, tan diferente a la ruptura generacional de los años de la violencia y la guerrilla, que el sociólogo Esteban Lijalad describe.
En la vida política, Gorriti fue candidato a diputado nacional y a la gobernación de Córdoba. Durante la administración de Arturo Zanichelli (1958-1960) se le designó en el Tribunal Superior de Justicia, por sus aportes a la defensa del derecho y ética profesional. Pero el poder militar intentaba avasallar el poder civil electo, como se demostró con la intromisión del ejército en una causa judicial.
En el armado represivo del peronismo se había prefigurado el Plan Conintes. Las fuerzas armadas lo usarían en 1960 para requerir la entrega de un grupo de detenidos en la cárcel de Encausados de Córdoba por presunta participación en un atentado. El juez actuante rechazó el pedido. Un comando desoyó al magistrado civil y trasladó a su dependencia a los detenidos. El caso llegó al Tribunal Supremo de Córdoba, que integraba Gorrite, querespaldó al juez civil en su rechazo a los atropellos a la garantía republicana de la defensa en juicio.
Para evitar más daños institucionales, los miembros del Tribunal Superior renunciaron buscando una solución política. Fue un gesto de los hombres del Derecho, pero Gorriti acentuó su renuncia con un párrafo contundente: “Solo una mente trasnochada pudo haber creído que en estos tribunales encontraría furrieles”, palabra referida asoldados españoles encargados de alimentar caballos. Frase que pinta de cuerpo entero su coraje civil.
Esa conducta que llevó Esteban Gorriti en la vida se plasmó en su paso por la política, como no podía ser de otro modo, para quienes se formaron en una escuela de responsabilidad civil y clara defensa del Estado de Derecho, digno partícipe de una de las páginas más intensas de las luchas universitarias argentinas, desde una Córdoba que conoció rebelde y democrática, no terrorista.
Lamentablemente su conducta no tuvo eco en otra generación, la de los setenta, cuando se despreció a la democracia, como hoy vuelven hacerlo muchos, enriquecidos en el poder, anteponiendo intereses bajos a la noción de bien común. Mientras la Argentina intenta salir de un nuevo período de destrato de la instituciones, podemos tomar el ejemplo de una persona que ejerció el civismo como una militancia donde la defensa de la Constitución es más importante que las diferencias partidarias y vivió convencido que la virtud tiene su recompensa en la virtud misma, como había aprendido del filósofo francés, Montaigne, sin esperar reconocimiento alguno de sus semejantes ni recompensa material de ningún tipo.
29 de abril de 2014
*Nestor Grancelli Cha es co-director de este sitio