BUENOS AIRES, 8 DE JULIO DE 2017
| 7 julio, 2018Una forma de conmemorar el Bicentenario de la Declaración de la Independencia, es acercarles una serie de artículos de lúcidos colaboradores. En ellos han volcado reflexiones y distintas miradas acerca de la fecha, su significado, antecedentes y algunos de los hitos de nuestra accidentada historia, avatares del camino y sus consecuencias en nuestro presente.
La historia es revisión permanente y la “Historia Oficial”, la que nos enseñaron en el colegio, fue necesaria y por ello respetable como mito fundacional para el país que nacía. Aunque a la luz de nuevas investigaciones resulta hoy un tanto ingenua y adecuada a la Patria niña que daba sus primeros pasos. Como historiadores rigurosos, muchos están en la tarea de cotejar documentos y confrontarlos con los relatos y las tradiciones. Todo esto sin un fin que beneficie a gobiernos de turno, ni en el afán de crear genealogías que puedan utilizarse para réditos partidarios.
Hay que tener en cuenta cuál fue el contexto internacional que impulsó la idea de Independencia. En Europa, se vivía el enfrentamiento entre Inglaterra, Francia y España, ésta última acéfala. Mientras, como expone Ezequiel Martínez Estrada, en “Radiografía de la Pampa” “en la ciudad tesis inspiradas en doctrinas democráticas y liberales aún en período de ensayo” y variados intereses comerciales, contrastaban con un interior “inorgánico, caótico, violento”, de rancheríos sin cohesión que no había pensado en la independencia. Empezaban a surgir caudillos que se enfrentaban en luchas por el poder y la supremacía.
En consecuencia, son múltiples los factores y los intereses externos y de las colonias, que se tejieron para enfrentarnos con la idea independentista y sólo conjugándolos se puede caminar el rumbo para acercarse a una historia más adulta y por supuesto siempre perfectible.
Porque esta Independencia no atenuó las luchas ni acercó a los bandos de territorios que demoraron muchos años en consolidarse como Nación. Aún así las posturas irreconciliables han llegado hasta nuestros días. Tal vez una nueva mirada sobre los hechos nos explique el motivo de esa “grieta” que es una constante en nuestra historia y que nos separa como una costumbre. Tal vez también nos ayude a entender, a la manera de un psicoanálisis sociológico, el por qué de tantas rupturas institucionales. Como una fuerza inorgánica, siempre dispuesta a desbocarse, "lo facúndico", según Martínez Estrada, atemoriza.
El miedo va unido a la esperanza, casi como superstición. La creencia en liderazgos milagrosos que necesitan un bando enemigo para reforzar su poder. Cuentan con la Fe irracional en promesas salvíficas, con la Esperanza de conseguir con poco esfuerzo un bienestar basado en la posesión insaciable de bienes cuya adquisición siempre se salda en el futuro y con la Caridad para los excluidos, los que no acceden a esos bienes y que son conformados con dádivas que acallan temporariamente el estómago hambriento de dignidad. Como todo engaño, conlleva la frustración del fracaso, hasta la aparición de un nuevo salvador.
Un país con instituciones sólidas no se consigue con virtudes teologales.
Con este aporte espero colaborar para que entre todos empecemos a reflexionar y podamos alguna vez construir un país donde valga la pena vivir, ejercitando el diálogo respetuoso, la confrontación de ideas, la cooperación para cerrar esa zanja fangosa donde todos estamos expuestos a caer.
Los dejo con los artículos y VIVA LA PATRIA!!!!
Ernestina Gamas
Directora