LA SALUD SILENCIADA, APUNTES PARA RECUPERAR UN FUTURO por el Dr. Ignacio Katz*
Con-Texto | 31 julio, 2023
“Sólo del otro lado del ocaso, verás los
Arquetipos y Esplendores.”
Jorge Luis Borges
A nadie escapa la necesidad de cambios profundos en la sociedad argentina, pero mientras que algunos ejes (como ser educación, justicia y seguridad, por ejemplo) alcanzan cierto estado de debate público, la salud parece blindada a cualquier propuesta de revisión, incluso tras la pandemia de covid. ¿Cómo romper con este estancamiento? ¿Hacia dónde mirar para inspirar un cambio? ¿Añoramos el pasado? ¿Qué pasado? ¿Qué futuro imaginamos? ¿Qué futuro tememos? ¿Queremos acelerar el futuro o retrasarlo?
Tal , mientras que la modernidad se ha afirmado siempre como un presente superior al pasado y un devenir igualmente provisorio, los tiempos actuales nos encuentra nostálgicos del pasado y temerosos del futuro. Incluso el progresismo se volvió conservador y la derecha disruptiva, al menos en lo discursivo. ¿Cómo Tal como ha señalado recientemente el filósofo español Daniel Innerarity, mientras que la modernidad se ha afirmado siempre como un presente superior al pasado y un devenir igualmente provisorio, los tiempos actuales nos encuentra nostálgicos del pasado y temerosos del futuro. Incluso el progresismo se volvió conservador y la derecha disruptiva, al menos en lo discursivo. ¿Cómo podemos, pues, recuperar el futuro?
Lo cierto es que el presente se halla condicionado por el pasado, aún cuando no lo sepamos o lo hayamos olvidado. Así como el futuro no es una fatalidad sino un resultado de decisiones y acciones (que no es lo mismo), el presente no es natural sino la síntesis de lo acaecido. Es decir que si pretendemos transformar nuestro futuro debemos actuar en el presente sobre los condicionantes del pasado. No podemos simplemente torcer el rumbo. La metáfora de senderos en el bosque no se apresta a la marcha civilizatoria. Más bien se trata de autopistas que no podemos abandonar al costo de reducir la velocidad de manera inadmisible. Se trata de construir nuevas autopistas que nos conduzcan a donde queremos ir, o al menos nos acerquen allí.
Para ello necesitamos de un accionar racional que evalúe las consecuencias. Vale traer a colación la reflexión de Jon Elster que distingue la racionalidad de los actores con la razón histórica. La sumatoria de acciones racionales no garantiza un resultado racional. El paciente que decide ir a la guardia y esperar horas para que lo atiendan por una consulta menor y termina contagiándose de algún virus estacional, lo mismo que el que desiste de asistir y deja de detectar una patología grave, tienen motivos racionales para hacerlo. Así como el médico que debe atender a las apuradas responde a una lógica laboral, y la farmacéutica que remarca los precios no lo hace por capricho sino por una estricta racionalidad económica.
Pero la resultante sanitaria de todo ello, claramente, no es razonable. Exuda irracionalidad, inequidad, derroche, falencias, ignorancias, y una profunda injusticia y desigualdad. Nadie procura actuar mal, pero lo que resulta conveniente para uno no lo es para el otro, y aun el que actúa con miramientos altruistas cae preso de las limitantes estructurales.
Cada graduado de medicina elige una especialidad según criterios diversos (económicos, de afinidad, de altruismo, incluso) pero falta un centro neurálgico que sin imponer decisiones que son y deben seguir siendo individuales, genere diversos mecanismos (informativos, de incentivos económicos, hasta restricciones por cupo con criterios de selectividad, etc.) que ayuden a generar una mejor distribución de las especialidades médicas a lo largo y ancho del país. Ese centro se llama Estado, con sus múltiples instituciones y actores.
¿Pero qué pasa cuando el Estado incurre en faltas, tergiversaciones, ocultamiento de información? Un joven abogado ha denunciado recientemente con seriedad y rigurosa información, graves procederes en la auditoría de los ensayos clínicos de vacunación ocurridos en nuestro país en 2020 que alcanzan nada menos que el encubrimiento de información sobre casos de fallecidos. Ante esta, así como muchas otras experiencias frustradas de gobiernos y gestiones varias, cabe la indignación que llega a pretender abstenerse de las herramientas públicas para la vida social. Nada más ingenuo y peligroso. Las instituciones, estatales y no gubernamentales, son indispensables. Lo que debemos procurar es su mejora y reforma, no su anulación. Reconocer y detallar las falencias, negligencias y errores, debe ser el puntapié (autocrítico) para trazar un plan de recomposición. La crítica es fructífera cuando incluye un horizonte de superación, aunque más no sea de carácter implícito. El solo señalamiento de la falla sin detenerse en el proceso fallido, deviene pura catarsis y augura malos remedios o incluso los mismos resultados
Debemos retornar a un pensamiento crítico como sustento de una planificación estratégica acorde a fines concretos en confluencia con un pensamiento operacional administrado con honestidad, idoneidad y responsabilidad. Para alcanzar así un nuevo paradigma sanitario que conjugue la diversidad coordinando un sistema de salud dinámico en correspondencia con las pautas científico técnicas y una población en constante evolución. La división tripartita del área sanitaria, por caso, refleja a su modo la división en tercios socioeconómicos del país: un sector de ingresos medios y altos, otro con cierta estabilidad de un empleo formal, y otro con trabajos precarios hasta la miseria. Suponer que los problemas de unos pueden aislarse de la realidad de los otros resulta no sólo ingenuo, sino cínico e injusto. A su vez, el planteo antinómico de lo público versus lo privado resulta improcedente. Se trata, por el contrario, de lograr su integración eficiente. Como señalaba Karl Popper, el mercado libre solo existe en el marco de un orden jurídico creado y garantizado por el Estado. Se requiere, pues, una renovación del rol del Estado para evitar la indefensión sanitaria de gran parte de la población que vivimos desde hace años, que no debería significar la existencia de los polos extremos de monopolización estatal, por un lado, y de la cartelización corporativa, por el otro.
En el área de la salud, es necesario una reconceptualización de abordaje comprehensivo sobre dos pilares que componen la ecuación sanitaria: Salud Pública y Gobernanza Sanitaria; y con políticas públicas estratégicas que aborden desde el corto hasta el largo plazo. Se debe establecer un Plan de Contingencia siguiendo particularidades específicas (atendiendo a la heterogeneidad territorial, por ejemplo) pero en correspondencia con un Plan Maestro de reconversión estructural que fije el objetivo final, aunque no los pasos intermedios que se ajustarán, en definitiva, por ensayo y error, pero con un seguimiento constante. En un área de tal complejidad, no se trata de variables de estado (estáticas), sino de variables de control (dinámicas), es decir, de monitoreo y regulación. En otras palabras, debe contemplar tanto las circunstancias fácticas y concomitantes a un estado de cosas, como así también las contingencias, es decir, las eventualidades que pueden surgir sobre la marcha.
Necesitamos asimismo un Gabinete Estratégico de Gestión Operativa, un órgano a nivel nacional al servicio de la salud pública que por su fortaleza y control priorice las políticas públicas mediante su capacidad de gobernanza, superando así estructuras ministeriales en las que habitualmente prevalecen conductas administrativas sin capacidad de gestión. Debe erigirse sobre pilares científicos y tecnológicos, que obren con pericia en la coordinación inter-jurisdiccional articulando así un real federalismo que contenga la complejidad multifocal existente. En este sentido, bien podría localizarse en el Consejo Federal de Salud (COFESA), en correlación con su visión específica y su misión operativa.
*Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”; Universidad Nacional del Centro – UNICEN; Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua – Mendoza; Co Autor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” – (2012) “En búsqueda de la salud perdida” (2009); “La Fórmula Sanitaria” (2003).
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