ARGENTINA EN SU LABERINTO: ALGUNAS IDEAS ACERCA DE UNA SALIDA POSIBLE por Román Frondizi*
Con-Texto | 24 septiembre, 2022Texto desgravado de la conferencia virtual sustentada por el autor en el Foro Estratégico
El título de esta conferencia es muy comprometido, quizá demasiado comprometido, diría casi una audacia.
Espero que los Dioses no me sean adversos y me presten ciencia y elocuencia!
En fin… Acá estoy, con ustedes para transmitirles una reflexión personal sobre algunos, solo algunos, de los aspectos generales que presenta hoy el panorama de nuestra angustiada sociedad.
Una suerte de introducción general al tema.
Les propongo que, si a Uds. les parece, a esa reflexión sigan preguntas, diálogo.
El tema que abordaré es opinable si los hay y precisamente por eso no me ocuparé de las varias miradas con que puede enfocarse sino que, aunque suene obvio, lo veré a través de unas lentes explicativas que no son sino mis propias ideas.
He dicho una reflexión personal y aludido a mis propias ideas para enfatizar que no hablo como miembro de ningún partido o movimiento político sino en mi condición de ciudadano independiente, demócrata, que sostiene el sistema de los derechos y garantías y el régimen institucional de división de poderes establecido en la Constitución Nacional, y la vigencia de una República democrática, ordenada, basada en el Estado de Derecho, una economía desarrollada, unas finanzas sanas y los ideales de justicia y libertad.
Cuando digo Argentina en su laberinto hago referencia al país como si fuera una estructura hecha con varios caminos llenos de dificultades que engañan a quien los recorre y de hecho dificultan el hallazgo de la salida que requiere inteligencia, constancia, conocimiento y capacidad de acción.
Nuestro laberinto viene de lejos.
Podríamos arrancar de una fecha emblemática, la del golpe del 6 de setiembre de 1930 que derroca al Presidente Yrigoyen.
A partir de ahí, podríamos pasar revista a los hitos que demarcan la construcción del laberinto argentino, construídos a fuerza de repetir errores, horrores y fracasos con un empeño y una ceguera dignos de mejor causa que han llevado a ocasiones perdidas con el deplorable resultado que está a la vista, que, si bien se puede explicar no admite justificación moral y produce perplejidad en el exterior.
Por dos razones no diré que aquí culmina el laberinto en el que está metido el país.
Una, porque un país puede no tocar fondo y Argentina, si no cambia la partitura, puede seguir despeñándose.
Y la otra porque, al contrario, la culminación puede ser la salida del laberinto.
Difícil, pero no imposible, depende de los argentinos y, en particular, de su dirigencia.
Argentina ha tenido, a lo largo de los últimos 60 años, gobiernos militares y gobiernos civiles: peronistas, radicales, kirchneristas, del Pro.
Y estamos como estamos.
Donde radica, entonces, la clave de este recorrido nefasto?
Para intentar saberlo empecemos por tener presente que son dos las fuerzas que definen la cohesión de una sociedad:
#una, de naturaleza moral e intelectual,
# la otra, de naturaleza material.
La primera se funda en una cierta identidad de sentimientos e ideas fundamentales entre quienes integran la sociedad política y civil. Por ejemplo, la conciencia de pertenecer a una nación.
La segunda actúa a través de las personas que poseyendo las condiciones y los medios necesarios para ello, saben y pueden guiar la acción de los ciudadanos hacia los fines deseados por estos, aunque siempre conforme a la visión propia de la clase dirigente.
¡Ay si esta clase no existe o se quiebra sin encontrar un pronto y adecuado reemplazo!
Dentro de la clase dirigente es fundamental la llamada clase política, o sea el conjunto de las personas que moral y materialmente dirigen a la sociedad y cuyo bagaje de doctrinas, conocimientos, convicciones e intereses definen el pensamiento político de esta clase.
Ello así, podemos responder a la pregunta diciendo que aquella clave radica en la paulatina decadencia de la clase dirigente argentina.
Tout court, su virtual falencia.
En realidad, si bien existen individualidades brillantes y focos de alto nivel en el campo de la ciencia, la cultura, la vida empresarial y la política misma, ellos no logran formar una clase dirigente en la acepción cabal de la expresión.
Porque una clase dirigente es aquella que realiza sus propios intereses y al mismo tiempo realiza los intereses generales de la sociedad. En nuestro caso ello debería ocurrir, en el marco de la construcción de una república cuyos rasgos esenciales he indicado más arriba.
Si solo realiza sus propios intereses de clase, entonces, es tan solo una clase dominante.
Ahora bien, hoy, como ayer, en Argentina la economía es lo básico, lo urgente, lo apremiante, pero es un hecho que ahora la cuestión política y la cuestión moral tienen una relevancia decisiva.
En realidad, estas dos cuestiones son lo importante porque hay que cambiar el rumbo en la brújula del Estado,
-para restablecer la vida moral en el gobierno de la República;
-para que ésta se organice apuntando a los ideales de Justicia y Libertad asegurados por el Estado de Derecho;
-para que la República se sustente sobre la base de una economía desarrollada que genere trabajo, riqueza y bienestar para sus hijos en el contexto de un mundo globalizado en el que Argentina debe insertarse claramente del lado de las naciones democráticas.
Para afrontar con éxito esta tarea debemos partir de nosotros mismos, hombres y mujeres concretos, con nuestras fortalezas y debilidades,potenciando nuestra fuerza moral para enfrentar y vencer todos los obstáculos, avivando nuestra sagacidad para reconocer mayor sabiduría en los demás y lograr que la aporten a la empresa común, fortaleciendo nuestra preparación pues vivimos en el mundo del conocimiento, nuestra humildad para reconocer nuestros errores, nuestra capacidad para generar confianza, tomar la iniciativa y lograr la unidad para la acción.
El control y el manejo del Estado son una cuestión decisiva ya que el cambio copernicano que se requiere no se producirá por si sólo ni por la intervención de la divina providencia.
El cambio requiere la acción de las fuerzas sociales interesadas en el cambio, por lo tanto requiere de la acción política.
Nos enfrentamos con el colapso del sistema político institucional en medio de una crisis económica y financiera agobiante; son hechos interrelacionados y se retroalimentan.
La causa real de ese colapso, así como la causa de su vastedad capilar, está en la desintegración del cuadro general -ideal e institucional- dentro del cual la clase dirigente, y en particular la clase política, está llamada a actuar.
Desde hace tiempo, una parte no menor de quienes empiezan a hacer política y no pocos de los que a ella se dedican profesionalmente desde antes, no demuestran tener un punto de referencia histórico-ideológico fuerte ni apego a ningún valor.
Por una razón o por la otra el andamiaje simbólico e inclusive práctico sobre el que fue construída la Nación se les presenta hecho añicos.
La política, los partidos, la movilidad social, la justicia, el trabajo, la educación, la salud pública, en suma los problemas concretos de la gente que vive en un país con una inflación que ronda el 100% anual, con una pobreza que afecta al 50% de su población del cual el 60% localizado en el conurbano, con indicadores sociales de consumo, de producción de valor agregado, de productividad total de los factores de la producción en franco deterioro, no representan más las líneas de acción de los políticos salvo notables y honrosas excepciones.
La política, con las salvedades del caso, no ve la realidad, no logra resolver los problemas de fondo, hace anuncios que miran solo al presente sin prospectar un futuro, enuncia promesas sin indicar tiempos ni costos.
Como no sabe ver la realidad es prisionera de un círculo vicioso, no alcanza a interpretar las necesidades sociales, tiene enormes dificultades para comprender qué habría que hacer para satisfacerlas, no soluciona los problemas, a gatas pone parches que los agravan.
En el caso del oficialismo, responsabiliza de su fracaso a los adversarios, a los jueces, a los medios, a la pandemia, sin atinar a una indispensable autocrítica. Esto último, lo de la autocrítica, vale también para la oposición.
Así, la política desconoce una regla fundamental: es indispensable conocer la verdad efectiva de las cosas y no la imaginación de éstas.
A la verdad efectiva de las cosas no se la puede tapar por mucho tiempo con el relato, así como no se puede tapar al sol con un harnero.
Conocer: recordemos que la base de la vida del hombre y del saber radica en el conocimiento.
Empezando por el conocimiento de uno mismo, el nosce te ipsum, que te permitirá, si eres inteligente, conocer al mundo en su realidad.
Pero claro, hay tres tipos de cerebro, de inteligencia.
Uno entiende por si mismo, otro discierne lo que otra persona entendió y el tercero no entiende ni por si mismo ni por demostración de los demás. El primero es excelentísimo, el segundo es excelente y el tercero es inútil.
Ahora, representémonos a los hombres y mujeres de la vida política argentina que responden a uno u otro tipo. Al primero pocos, al segundo algunos y al tercero muchos.
¡Asi estamos, señores!
A este personal político incapaz de cumplir su misión habría que despedirlo sin indemnización.
Como vivimos en un país que aplica, aún con fallas no menores, el sistema democrático para elegir a sus gobernantes, lo tiene que despedir la ciudadanía, con el voto.
Urge reemplazarlo por otro más idóneo.
La política podría ser una ciencia; sin duda es un arte y una técnica.
La técnica regia, porque sirve para decidir si y porqué se hacen las cosas en la vida del Estado.
En cualquier caso requiere conocimiento, inclusive para que cese el encandilamiento fruto de la ignorancia.
El saber político también es predecir, lo que es posible si se han estudiado con inteligencia los hechos del pasado, si se ha hecho autocrítica, y si se es perspicaz en el examen de los hechos actuales.
A esta altura de las cosas se puede predecir sin sombra de duda que si en Argentina se siguen haciendo las mismas cosas que una y otra vez han llevado al fracaso inevitablemente volverán a llevar al país al fracaso.
Gran parte de los políticos que están a la vista -no todos, por suerte- no conocen el país ni tanto menos sus problemas de fondo, no van más allá de advertir los brutales síntomas de la enfermedad –la pérdida de los valores fundamentales de la vida social, la pobreza, la indigencia, la inflación, el desempleo, el déficit fiscal, la inseguridad con atentado a la vicepresidente incluído, la penuria cambiaria, etc.- pero no conocen la enfermedad y por lo tanto no tienen nada sustancial que decirle y proponerle a la sociedad.
Pueden, sí, ir a la Tv a hablar y hablar de lo que ya son lugares comunes, deslegitimizar al adversario y descargar sobre él la responsabilidad de lo que ocurre. Cuando en una discusión el que reemplaza a las razones por el agravio y recurre a los argumentos ad hominem demuestra la debilidad de su propia posición.
Comentario en passant: Con lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en la Argentina, en medio de una sociedad angustiada, se ha discutido días enteros sobre unas vallas en Recoleta.
Vamos!
Sería bueno que los políticos supiesen al menos contener a los sectores en lucha, que pugnan cada vez con más fiereza por apropiarse de una torta cada vez más chica mientras crecen las tensiones y se acumulan las frustraciones.
Los políticos deben mediar entre las partes sociales, deben contenerlas, para que la lucha política, legítima y necesaria para conservar las libertades, no se desnaturalice y no frustre la energía y la fuerza creadora de las personas y la sociedad.
Si, por el contrario, revierten sobre su accionar los intereses de una facción, si se apartan de su misión fundamental de integración y favorecen el desencadenamiento de las tensiones, en vez de contribuir a la mejora y a la evolución de la sociedad contribuirán a arruinarla más de lo que está.
Si insisten, podrán destruirla, a menos que una conciencia, una fuerza social que trascienda la mezquindad actual de la política partidaria, opere para rescatar a la República. Sea capaz de abrir el juego, abandonar el agravio y la descalificación y dialogar con el otro, no con el otro imaginario sino con el otro real, para tratar de constituir una mayoría en torno a acuerdos básicos, que permitan no solo ganar una elección y formar un gobierno sino darle sustentabilidad en el tiempo a los programas a cumplir.
Es difícil? Sí, es muy difícil…pero, cual es la alternativa?
Estemos atentos, porque en la vida política argentina hay, entre otras, dos tendencias de fondo. Una es la tendencia a la solución autoritaria de los problemas y la otra es la opción difícil, fatigante, de la vía democrática para resolverlos.
Esto nace del hecho que no ha sido resuelta la pertenencia “toto corde” de las masas a la razones del Estado democrático.La madurez democrática de las masas argentinas ha sido, siempre, un proceso interrumpido. Esa madurez, aún incompleta, ha podido resistir pese a todo, pero no podemos obviar que en la opinión pública ha prevalecido más de una vez la tentación de la simplificación autoritaria.
Por todo esto es necesario el diálogo, son necesarios al menos acuerdos mínimos, empezando aunque más no fuese por lo procedimental, abandonar el agravio y la descalificación del otro, admitir su legitimidad.
La política es, entre otras cosas, arte de lo posible, búsqueda de acuerdos que requieren que las partes vengan al encuentro entre ellas, cediendo en algo para ganar en conjunto.
Qué decir de la situación económico-financiera?
No hace falta extenderse en consideraciones ni repasar datos estadísticos abrumadores que todos conocemos para advertir su extrema, angustiante gravedad, así como la necesidad de adoptar medidas de fondo para frenar una inflación devastadora, recuperar la moneda nacional -hoy no tenemos moneda- obtener los recursos financieros indispensables para evitar que el paulatino agotamiento de las reservas del BCRA conduzca a agudizar la dificultad para importar los insumos externos que requieren la industria y el campo para no disminuir y tanto menos paralizar de sus actividades con el consiguiente aumento de la desocupación.
La cuestión central estriba en que la capacidad productiva del país no ha acompañado al crecimiento de la población, su nivel social y sus aspiraciones.
No es posible seguir gastando más de lo que se produce y cubrir la diferencia con créditos –que ya no tenemos sino en mínima parte- y con emisión de dinero espurio.
Así, el desarrollo larvado de la economía, la emisión de dinero espurio y el déficit fiscal producido por el excesivo gasto público y las pérdidas de los entes estatales – cito, por todos a AA- generan inflación, que trae aparejada descapitalización, induce al derroche, disuelve el poder de compra del salario y perjudica al productor y a la empresa.
Por lo tanto hace falta abandonar el aventurerismo político y asumir la responsabilidad de una acción compartida basada en el diálogo y en acuerdos posibles e indispensables respaldados por una mayoría suficientemente amplia y consistente que coincida y se comprometa con un programa de gobierno y lo haga sustentable en el tiempo.
Hay bases necesarias:
-Restablecer la vida moral en la gestión del gobierno de la República.
-Aceptar y practicar con lealtad las reglas del juego institucional establecidas en la Constitución.
-Expandir la educación de excelencia para aumentar el nivel cultural de la población y poner al mayor número de personas en condiciones de fortalecer su personalidad y su libertad.
-Poner el mayor énfasis en la promoción del conocimiento, de la investigación y del talento, absolutamente indispensables en el mundo actual y futuro. Perder el tren en estos campos decisivos traerá como consecuencia quedar al margen.
-Adoptar y llevar a la práctica una política exterior que ubique claramente al país dentro del bloque de las naciones democráticas sin perjuicio de mantener relaciones con todos los países.
-Formular y aplicar un programa de gobierno que genere confianza dentro y fuera de Argentina de modo de promover la inversión y la consiguiente generación de empleo con metas alcanzables en plazos razonables.
En particular, en el campo económico-financiero:
-Definir y aplicar un programa de desarrollo de la economía con metas prioritarias y alcanzables en plazos razonables cuyo logro permita ir generando confianza en la sociedad.
-Terminar con las regulaciones en materia de comercio exterior: basta de cuotas, certificados, permisos y procedimientos que someten la actividad económica a la decisión del burócrata de turno y que favorecen los errores y el peculado.
-Estabilizar el precio del dólar de modo permanente, terminando con la proliferación de diversos tipos de cambio. Debe irse a una sola cotización del peso en un régimen de cambios libre y fluctuante con intervenciones del BCRA dirigidas a evitar fluctuaciones anómalas.
-Las importaciones y las exportaciones se realizarán por el mercado único y libre de cambios, sin perjuicio de la eventual adopción de medidas puntuales y transitorias como recargos, depósitos o retenciones de baja intensidad destinadas a evitar deformaciones que pueden producirse en un fuerte proceso de transición.
-Dejar de exportar o trabar las exportaciones lleva al cierre de fábricas y a aumentar la desocupación.
-Por el contrario debe promoverse el aumento de las exportaciones, las agroindustriales, las de gas y litio cuyos yacimientos deben ponerse en explotación, así como de las creaciones tecnológicas, intelectuales y científicas de las que son capaces los argentinos.
-Dejar de denostar y castigar a la empresa, que con virtudes y defectos genera trabajo y riqueza.
-En particular dejar de atacar al campo y la agroindustria. El campo argentino es el sector de nuestra actividad productiva competitivo a nivel mundial, genera trabajo, paga impuestos a más no poder, invierte todos los años sin excepción a un nivel superior, y aporta divisas en una proporción formidable.
-Disminuir el exceso del gasto público, reduciendo la burocracia y actuando con máxima firmeza y energía para que la administración y los entes estatales se manejen con eficiencia.
-Reducir –hasta eliminarlos- con adecuada proporcionalidad los subsidios a la energía, los combustibles y los transportes que salen del bolsillo del pueblo.
-Promover la industria turística, atendiendo a infraestructura y servicios.
Estas medidas deben adoptarse todas juntas y de una vez al principio del gobierno y no estar renovándolas todos los días, para quitarle duración al mal trago. Si a éste se lo achica en el tiempo, su recuerdo se diluirá pronto.
Los beneficios se irán produciendo paulatinamente. Así lo indica la experiencia histórica de los países europeos tras la segunda guerra mundial y, entre nosotros, lo ocurrido tras la puesta en marcha de las medidas de fondo en sectores claves de la economía y la aplicación del Programa de Estabilización y Desarrollo por el Gobierno del Presidente Arturo Frondizi en 1958. Estos son hechos y no opiniones. Interesan los resultados que, si son positivos, harán que la gente empiece a confiar en el gobierno.
Por este camino entreveo una posible salida del laberinto.
Es un camino difícil, muy difícil, un desafío que los argentinos debemos aceptar y esforzarnos por ganar.
Deseo terminar proponiendo que abandonemos el pesimismo y situemos la salida del laberinto en el marco del optimismo de la esperanza.
En una esperanza que no es ni puede ser confianza ciega ni optimismo ingenuo, sino esperanza fundada, que nada tiene que ver con la esperanza fraudulenta de los charlatanes, ni con la esperanza encerrada en la interioridad de cada uno o como consuelo en el más allá.
Se trata de la docta spes, que sabe que la realidad no está definitivamente elaborada sino fluye, está en continuo movimiento, es un proceso, y que podemos revertirla a partir de la movilización de nuestros recursos humanos y materiales, de una acción inteligente, tenaz y virtuosa impregnada de realismo y sentido nacional, democrático y republicano.
Pensando estas cosas me he acordado que el 3 de enero de 2008, después de la victoria –inesperada y sorprendente- en las primarias demócratas en Iowa, en un discurso memorable, dijo Barack Obama:
“Nuestro destino está escrito no para nosotros sino por nosotros.”
Estas fueron sus palabras:
“Esperanza. La esperanza es lo que hoy me ha traído hasta aquí. Con un padre de Kenya, con una madre de Kansas….La convicción de que nuestro destino está escrito no para nosotros sino por nosotros, por todos los hombres, por todas las mujeres que no quieren conformarse con el mundo como es: que tienen el coraje de rehacer el mundo como debería ser”.
Con todo respeto las hago mías y las dirijo a mi país: no nos conformemos con esta Argentina de la decadencia y la postración, escribamos nosotros nuestro destino, tengamos el coraje de rehacerla como debería ser!
*Jurista, ex Camarista Federal, ex Conjuez de la C.S.de Justicia de la Nación,ex colaborador directo del Presidente Frondizi, ensayista,escritor.
para el Desarrollo Nacional el 15 de setiembre de 2022.
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