EL FLAUTISTA DE HAMELIN por Ernestina Gamas*
| 29 noviembre, 2016
“Y entonces entró… el más extraño personaje que se puedan imaginar……. El pelo le caía lacio y era de un amarillo claro, en contraste con la piel del rostro que aparecía tostada….. es que he venido a ayudarlos….
No nos dimos cuenta o la mayoría no se detuvo a contemplar el rumbo que tomaba el comportamiento individual y colectivo de las últimas décadas. Antes de los años 90 no había Internet para consumo masivo. Al poco tiempo ya nos manejábamos con el correo electrónico… Es difícil darse cuenta cuando se está en medio de la vorágine: globalización, avances tecnológicos, acontecimientos que se empujan unos a otros con niveles de aceleración nunca antes imaginados. Durante esa década el pensamiento filosófico estaba embriagado de “post-modernidad”, crítico del racionalismo, detractor de ideologías y de compromiso social.
Cinco siglos antes de nuestra era, el filósofo presocrático Heráclito de Éfeso, después de largas observaciones dijo: “Nada es permanente, sólo el cambio”. Pudo detenerse y tuvo tiempo de cavilar frente a la naturaleza para desarrollar su teoría de los contrarios “No comprenden cómo lo divergente converge consigo mismo: armonía de tensiones opuestas, como el arco y la lira”.
Hoy el mundo ha roto su armonía y muestra un aspecto sin noción de conjunto y tan provisorio que ni Heráclito podría haber sido ser capaz de imaginar. Resulta una paradoja que en el tiempo de la globalización, de la híper conectividad, lo que más ha crecido es el individualismo, la aislación y la incertidumbre. En el tiempo de la comunicación vertiginosa hasta la forma de relacionarse ha cambiado. Amigos virtuales diseminados en la red, con una proximidad engañosa, distante. Relación pobre en alteridad, donde el yo se encuentra comunicado pero aislado, fundamentalmente solo consigo mismo. Las noticias de distintas partes del mundo llegan en tiempo real y apabullan impidiendo la perspectiva para la observación, para una evaluación más crítica de los acontecimientos. Las relativas certidumbres que se habían alcanzado en un mundo que parecía próspero, han estallado dejándonos desamparados. El proyecto de trabajo y de familia tiene que ser rearmado constantemente a lo largo del tiempo de vida, produciendo un desarraigo constante. Sólo lo resisten personas de “identidad flexible” que se adaptan o enloquecen.
El capitalismo, generador de riquezas, pudo después de la segunda guerra distribuir bienestar, asistencia social, capacitación, derechos laborales y posibilidad de que cada generación estuviera mejor que la de sus antecesores. Fue como un espejismo. Porque un fenómeno presagiado por Marx empezó a cumplirse: La inexorable capitalización del capital y con ello la desigualdad en su distribución ha venido tendiendo a incrementarse cada vez más rápido, sin piedad. La mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico. Prevaleció “la lógica del capitalismo financiero en general y de la banca de inversiones en particular con una mirada miope y orientada al corto plazo. Su objetivo es acelerar las tasas de circulación de capital a cualquier precio de tal manera que erosionan las condiciones para las inversiones estratégicas a largo plazo “reales” y productivas”. (Hartmut Rosa- Alienación y Aceleración –Katz 2016)
Desde hace décadas, las fábricas se deslocalizan y se reubican en pos del máximo rendimiento y de los salarios más bajos. Se mudan sin mirar atrás. No sea cosa que les alcance la maldición bíblica que alcanzó a la mujer de Lot. Esta mayor “eficiencia”, resultado de la automatización y digitalización, condiciona la cantidad y calidad del empleo porque la robotización reemplaza los brazos, en otro momento imprescindibles. Además las máquinas no se sindicalizan. Van dejando en el camino mano de obra con retribución depreciada u ociosa, necesidades insatisfechas, en muchos casos las más elementales.
En algún lugar virtual se acumulan y se concentran los medios que antes estaban disponibles de manera tangible para calmar el deseo. Porque el individuo de la modernidad tardía, se lanzó a un consumismo exacerbado y ya no tolera la frustración. Poseer da poder y aleja el miedo. Alguien vino a arrebatarle el paliativo para la ansiedad.
Es entonces cuando aparece el vendedor de ilusiones, líder inescrupuloso que acusa al “otro”, “el diferente”, “el extranjero”, de haberse instalado adentro y afuera para frenar la rueda y para desalojarlo de su fantasía de progreso.
Faltaba el salvoconducto para que eclosionaran sentimientos potenciales, dormidos o acallados por los resabios del imperativo kantiano: «Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal”. Da lo mismo. Hace falta un enemigo culpable para neutralizar al súper yo dejando al yo a merced de sus pulsiones, para justificar expresiones misóginas, discriminatorias, xenófobas, bestiales. Violentas. Moral kantiana y súper yo neutralizados. Total: es en defensa propia. El enemigo es imprescindible para cohesionar cualquier organización fascistoide.
El miedo, el resentimiento por la desigualdad, por la pérdida de bienestar encolumna a la gente detrás del líder salvífico, como siguieron los niños al Flautista en Hamelín. La historia no es nueva pero hay que conocerla. El siglo XX tuvo algunos ejemplos, algunos atroces. Pero ninguno escapó de escenarios violentos.
Trump, es un emergente más y asoma con todo su peligro. Supo cómo canalizar detrás de sus slogans la frustración de grupos humanos de identidades rígidas, postergados por la nueva lógica distributiva. Así como Berlusconi, ambos personajes soberbios que supieron amasar cantidades obscenas de dinero, compran voluntades y mujeres que consideran como objetos de uso. Eso en vez de rechazo, produce fascinación.
Sus seguidores, seducidos por el encantamiento de sus promesas, sin demasiada educación, desencantados, se fanatizan y van detrás del embrujo. No tienen capacidad de análisis al recibir mensajes sin complejidad que repite un líder que se les parece. Trump es un patán inculto y grosero aunque rodeado por un halo de magnificencia y que conoce el negocio del marketing del reality show. Además peligrosamente narcisista.
En su loca mentira, promete un mundo del pasado imposible de recuperar. Para quienes vienen de frustraciones, sin saberlo irán hacia otras. El odio que pregona no puede traer más que violencia. Trump sabe que el mundo está gobernado por especuladores financieros y trasnacionales que no permiten el retroceso. Él es uno de ellos. El peligro que se nos presenta ahora es que a los estados los gobiernen los “locos”
No es un fenómeno aislado. En Europa florecen los mismos discursos exacerbando pasiones violentas contra cualquier intruso. Replegarse sobre nacionalismos superados es una idea romántica para grupos humanos alienados por una profunda distorsión de la relación del sí mismo con el mundo. Como si poner rejas en una casa protegiera de las goteras.
“Postverdad” llaman ahora a esta “modalidad en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”: Relato maniqueo sobre globalistas y nacionalistas.
En este estado de cosas, la única manera en que puede sostenerse la mentira es a través de la violencia, uno de los tantos efectos colaterales que se ciernen sobre la humanidad desconcertada. Un sendero de sentido único que no muestra la mano de retorno. Asoman en las expresiones más diversas, sostenidas por fundamentalismos y megalomanías que en su ceguera no explican su in-humanidad.
Un mundo demasiado veloz para los que quedaron rezagados, sin ideología pero apegados a fuertes creencias y formatos religiosos, para quienes no existe el compromiso social sino la seguridad que da integrar la masa.
…..yo soy capaz, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mi persona a todos los seres ….. Todos ellos me siguen, como ustedes no pueden imaginárselo…. De pronto se paró. Tomó la flauta y se puso a soplarla……” (Fábula alemana documentada por los hermanos Grimm
Los hechos están sólo parcialmente planteados. Tenemos al flautista y encolumnada una masa que lo sigue. No sabemos hacia dónde van ni en qué punto cesará el embrujo
*escritora y directora de con-texto
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