AUSTERIDAD VATICANA por Nestor Grancelli Cha
Ernestina Gamas | 20 marzo, 2013Publicada en el diario La Nación el día 20 de marzo de 2013
Señor Director:
La instalación en el Vaticano de un Papa austero que predica la humildad y se acerca a los pobres, augura nuevos tiempos. Los gestos de Francisco 1 se corresponden con los reclamados por los jóvenes universitarios que se nos
identificó como la generación del 45. Quienes integrábamos las federaciones estudiantiles esos años, como la del Litoral, protestamos airadamente contra un gobierno impuesto por el fraude y una Iglesia que exibía su riqueza
que, afirmábamos, "no condice con la doctrina que predicaba Jesús". En esos términos la FUL denunciaba en 1942 los festejos de coronación de la Virgen del Rosario con la presencia en la ceremonia del vice presidente en ejercicio del P.E. de la Nación, Ramón S. Castillo. Había viajado a Rosario en una cañonera de la Armada acompañado de todos sus Ministros.
Ese día de 1942, como Secretario de la FUL, suscribí una declaración condenando la celebración, "culto a la opulencia, a la suntuosidad y al oropel" y la presencia en ella de un gobierno cómplice de la "magnificencia de los festejos", insulto a la pobreza y consiguiente "despilfarro de los fondos públicos".
Hoy, en el Vaticano, el Papa Francisco I se muestra decidido a despreciar la riqueza y dedicar sus esfuerzos a la ayuda de los pobres del mundo. En Argentina, el gobierno ha decidido a aumentar la pobreza con una política antidesarrollo y un sistemático saquéo de los fondos públicos.
Nestor Grancelli Cha
ngrancellicha@yahoo.com.ar
La carta de Néstor Gracelli Chá en La Nación 20.3.13 vino bien como respuesta a quienes confundían nuestras pasadas críticas dirigidas a los que preferían el poder y los oropeles al servicio. Juan Pablo II decía:
“El clericalismo es para los sacerdotes la forma de gobierno que manifiesta más poder que servicio, y que engendra siempre antagonismos entre los sacerdotes y el pueblo; este clericalismo se encuentra en formas de liderazgo laico que no tienen suficientemente en cuenta la naturaleza trascendente y sacramental de la Iglesia, ni su papel en el mundo. Estas dos actitudes son nocivas.” (JUAN PABLO II, Discurso a la Conferencia episcopal de las Antillas en su visita “ad limina” 07.05.02, en L´Osservatore romano, 17.05.02, pág. 5)
Francisco ha precisado el tema dramático de la «pobreza», que no es sólo un dato económico, sino también educacional y moral.
La nota, más allá de las ideas de algunos que creían entonces y creen ahora que la irreligiosidad y el materialismo son precondiciones para la lucha, refuerza la convicción de que el desinterés por la pobreza desalienta el desarrollo más dos errores básicos que son:
a. no percibir los efectos irremisiblemente dañinos de la falta de sinceramiento y de estabilidad y orden económicos y
b. no advertir que la demanda no es sólo de consumo, sino la suma de la demanda de consumo más la demanda de inversión.
Para enfatizar sobre la diferencia entre criticar la seducción por los oropeles y ser antirreligioso, viene bien recordar lo de Alberdi en Las Bases, más allá de viejas polémicas, cuando decía:
“Un eclesiástico, el señor deán Funes, había sido redactor de la constitución de 1819; y otros de su clase, como el señor canónigo don Valentín Gómez y don Julián Segundo Agüero, ministro de la presidencia de entonces, influyeron de un modo decisivo en la redacción de la constitución de 1826. El señor Funes traía con el prestigio de su talento y de sus obras conocidas al congreso de 1826, de que era miembro, los recuerdos y las inspiraciones del congreso que declaró y constituyó la independencia, al cual había pertenecido también. Muchos otros diputados se hallaban en el mismo caso. El clero argentino… contribuyó con su patriotismo y sus luces, de un modo… poderoso al éxito de la cuestión política de la independencia… La Patria debe mucho a sus nobles corazones y espíritus altamente cultivados en ciencias morales…” (ALBERDI, Juan B., Bases y punto de partida para la organización política de la República Argentina, La Facultad de Juan Roldán, Buenos Aires, 1915, 46 – texto repetido en pág. 217)
Asimismo y sin ánimo de entrar aquí en consideraciones históricas o polémicas inadecuadas porque nos estanos refiriendo a la carta de Grancelli Chá, conviene agregar que Alberdi también decía:
«En Sudamérica el talento se encuentra a cada paso; lo menos común que por allí se encuentra es lo que impropiamente se llama sentido común, buen sentido o juicio recto. No es paradoja el sostener que el talento ha desorganizado la República Argentina. Al partido inteligente, que tuvo por eje a Rivadavia, pertenece esa organización de échantillon, esa constitución de un pedazo de país con exclusión de todo el país, ensayada en Buenos Aires entre 1820 y 1823, que complicó el gobierno nacional argentino hasta hacer hoy tan difícil su reorganización definitiva.» (ALBERDI, Juan B., Bases…, 257)
Jose Gimenez Rebora
josegimenezrebora@gmail.com
No sé si coincido totalmente con el análisis de 1942 (si con el de hoy).
Más allá del origen espurio del gobierno de entonces, y de la exhibición desmedida de riqueza de la jerarquía de la iglesia y de los funcionarios, si el dinero se utilizó (no conozco el hecho para afirmarlo o negarlo) no tanto para beneficio de aquellos, sino como parte del homenaje, no sé si hay algo cuestionable, máxime a la luz de la obligación constitucional de sostenimiento del culto. En esto, es importante para los católicos, recordar la respuesta de Jesús cuando precisamente los apóstoles le recriminaban a la pecadora el haber «malgastado» un caro perfume para lavar los pies de Jesús.
De todos modos (no conocía el hecho que acá se señala), es muy probable que hayan existido abusos y que los gastos solo fueran para beneficio de los antes nombrados, como parece señalar tu comentario al hacer referencia a la ampulosa llegada de la cañonera con el gabinete en pleno, que no lo merecen. Ý aquí hago la cita bíblica (en línea con lo que predica Francisco) «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos».
Alfredo M. Vitolo
avitolo@nyc.com.ar