HACIA LAS ELECCIONES: SIN PROPUESTAS Y SIN ACUERDOS POLÍTICOS por Román Frondizi*
Ernestina Gamas | 11 marzo, 2013Para con-texto
Es difícil negarlo: el país no va hacia las decisivas elecciones de octubre –con primarias en agosto- en el mejor de los modos ni mucho menos. Digo decisivas pues no se trata tan solo de la más que preocupante situación económica-financiera, sino, sobre todo, de la posibilidad de revertir la ruinosa tendencia del modo de ser prevaleciente en el país y en la vida política, que se originó hace tiempo, pero que viene adquiriendo una brutal aceleración. Hablo de la impostergable necesidad de reconstruir las bases de la vida civilizada y de la manera de gobernar, cuyo menoscabo ha sido profundizado en los últimos doce años. Creo que no hace falta dar ejemplos.
No obstante, la conciencia de esta circunstancia resulta frecuentemente ausente en el debate político, pese a la proximidad del acto electoral: en julio se deben presentar los programas y los candidatos.
Mientras tanto, en millones de ciudadanos, la sensación de esta urgencia es acompañada por un difundido sentimiento de impotencia, por una resignación casi desesperada, o por una reacción de fuerte enojo con la política.
No se trata solamente de sacarse de encima una casta de políticos despreciables o inservibles –salvo honrosas excepciones- : después del “que se vayan todos” del 2001 el amargo despertar fue el rostro de los actuales gobernantes, corruptos e incompetentes, y la ausencia de adecuadas propuestas alternativas de gobierno que favoreció su afirmación y su desastrosa permanencia.
Al mismo tiempo, no pocos procesos involutivos de una parte de la sociedad civil no resultan diferentes de los de la clase política, caracterizados como están por una gran falta de civismo y de ética pública, sacrificados en pro de supuestas ventajas de corto plazo.
Por estas y otras razones se hace evidente que una inversión de la tendencia actual, absolutamente necesaria, sería solo el principio de una reconstrucción de largo plazo.
La Divina Providencia enceguece a los que quiere mandar a la ruina. No se puede comentar de otro modo la pequeña, incomprensible, sorda resistencia de los partidos democráticos y opositores a una exigencia cada vez más difundida y exasperada de una gran parte de la sociedad de una trasformación de la política de comité, personalista, anacrónica y sin propuestas, en una política con un proyecto nacional unificador y con líderes creíbles, capaces de proponerlo y de convocar el apoyo popular.
Es posible –pero no seguro- que el oficialismo no obtenga los votos necesarios para conseguir las mayorías calificadas en ambas Cámaras del Congreso Nacional para modificar la Constitución y lograr perpetuarse en el poder. Pero la ausencia de propuestas alternativas concretas y convincentes al menos sobre los asuntos más importantes, y de acuerdos políticos indispensables e impostergables, capaces de recoger un amplio consenso, llevaría a una situación de parálisis de peligroso desemboque. Es más: es necesario formar y proponer un grupo de personas de alto nivel y con autoridad técnica y moral, que elabore las medidas de gobierno para corregir el rumbo durante los años que quedan hasta el 2015.
El tiempo a disposición está vencido desde hace rato.
El país está a la deriva.
Los ciudadanos de todas las clases y sectores sociales, que se esfuerzan diariamente en el trabajo cotidiano, enfrentando la inseguridad, la inflación, el desorden y la incertidumbre, no se merecen tener nuevas desilusiones como las habidas en el pasado. Y pueden hartarse. ¿Es imposible pedir que los políticos cuiden no digo ya la Patria, pero al menos la política?
· * El autor es abogado.