CARTA ABIERTA A VÍCTOR HUGO MORALES por Gabriel Levinas
Ernestina Gamas | 1 septiembre, 2012
Estimado Víctor Hugo Morales:
Escuché tu programa de radio en el que hiciste una velada defensa de la gestión del gobernador de Formosa, Gildo Insfrán.
La impresión que me quedó es que ante cada cosa que provenga del grupo Clarín, o de Jorge Lanata, vos salís sistemáticamente en contra, sin separar la paja del trigo. Pero en este caso, vaya que hay trigo.
Te has prestado a formar parte de esta guerra binaria, que no comprendo, no comparto, que me parece absurda, pero que al mismo tiempo, no puedo eludir: basta prender la tele, entrar en Twitter o leer los diarios.
Pero, como en cualquier guerra, hay daños colaterales. El pragmatismo te puede indicar que a veces es inevitable que a una guerra los produzca, que son habituales en cualquier batalla. Lo que se suele escuchar como justificativo es que al ganar la guerra los beneficios serán superiores a los daños, que se podrán luego subsanar estos daños inevitables. Pero ese mismo pragmatismo te puede llevar, si lo usas correctamente, a pensar que hay un límite, que no cualquier cosa se debe hacer para ganar una guerra. Que a veces la guerra carece de sentido si lo que se está produciendo al liberarla es exactamente lo contrario a lo que se busca, es decir, la muerte innecesaria, la destrucción, el etnocidio. Porque de eso se trata este caso de la provincia de Formosa: de etnocidio.
Lo que está pasando en Formosa, es algo que va más allá de la comprensión de muchos de nosotros, porque, para empezar, nosotros no entendemos quá significa el territorio para un aborigen. Pero antes de explayarme por este lado te diré una cosa para tener en cuenta: y es que nosotros estamos reclamando las Islas Malvinas como nuestras –que lo son– a partir de la invasión inglesa a mediados del siglo XIX. ¡Cincuenta años después, en el territorio que hoy es Formosa y Chaco, esta gente –los wichis, los pilagá, los qom– vivían a sus anchas! Vivían en su tierra y los blancos ni siquiera pasaban por ahí, salvo por algún tren que cruzaba de Formosa a Salta con estaciones cada 30 kilómetros para sacar el quebracho. La construcción de ese tren empezó allá por el 1905. ¡Cincuenta años después de la fecha que nosotros empezamos a reclamar las Malvinas como propias! Esta gente vivía en su territorio, esas tierras eran de ellos, no existía el blanco, en algunos casos existía algún criollo que fue viniendo desde Salta, otros que venían desde el Paraguay, desde Corrientes, que eran en general mezcla de europeos con nativos. Además, como en el caso de la Primavera o en el de Namqom, fueron tierras entregadas por gobiernos civiles y militares, tierras acreditadamente entregadas.
Pero, ¿qué es la tierra para esta gente? La tierra para ellos no tiene la misma significación que para nosotros, ellos son cazadores, el cazador tiene otra forma de pensar, tiene otra concepción, otra visión del mundo. Ellos no pueden concebir por ejemplo, que el sol sea de alguien, que la luna sea de alguien o que la tierra sea de alguien, les parece absurdo que alguien tenga esa pretensión. Ellos solamente viven ahí, usan la tierra, caminan por ahí, La cuidan, la veneran, son parte de ella, y viven de la recolección de frutos, viven de la pesca, viven de la caza, gran parte de su cultura está ligada a la producción de alimentos, no hay planificación, salvo en relación a la caza o la pesca, saben las fechas del año en que tienen que mudarse, deben alternar para dejar que se reponga. Saben cuándo es época de miel o de algarroba.
Saben agradecerle a la madre de los bichos por darles de comer.
De alguna manera lo que más nos cuesta a nosotros es entender qué es el territorio para esta gente. Yo tuve el honor, porque no puedo entenderlo de otra forma, de conocer a Morocho Patrocinio, hijo del viejo Patrocinio, del Pilcomayo, de quien aun conservo fotos. Era un cazador wichi. Tuve el inmenso honor de vivir con ellos en el oeste Formoseño, que me acogieran como a un hermano, al norte de Ingeniero Juárez, 80 kilómetros al norte, en un lugar que se llama el Quebracho. Viví 6 años con ellos, y creo que aprendí a vivir con ellos, no puedo decir que los entendí, que los comprendí enteramente y que puedo compartir con ellos su visión del mundo, pero sí entiendo que es distinta, que es otra y que es rica, rica hasta el punto de asombrarme por ejemplo, el oído que tienen. Pueden escuchar y comprender 7 u 8 conversaciones en una asamblea y atender a cada una de ellas al mismo tiempo. Nosotros decimos: “cállese porque no escucho”. Ellos nunca dicen eso, ellos escuchan siempre todo lo que pasa, y saben todo lo que esta pasando en ese instante, saben escuchar abajo del agua, el ruido de los peces y decir de antemano, en el Pilcomayo turbio donde no se ve nada, qué pez es el que está viniendo, y efectivamente levantarlo después con la red. Saben escuchar el sonido de un guazuncho, saben huellar los animales, en fin, el conocimiento que esta gente tiene, la relación con la naturaleza es absolutamente incomprensible para nosotros, por lo tanto, tampoco comprendemos el valor que la tierra tiene para ellos. Ellos no conciben que tengan que validar sus títulos por algo que siempre fue de ellos, que siempre estuvieron allí.
A raíz de esta relación que he tenido desde 1982, cada vez que han venido a Buenos Aires han pasado por mi casa, han vivido conmigo, los he ayudado en todo lo que pude, se han juntado con políticos, con diputados para expresar sus inquietudes. En esas condiciones conocí a Felix Diaz, que te recomiendo conocerlo, me encantaría que lo conozcas, que puedas sentarte con él a hablar. Y conocí su lucha y conocí además de forma valiente, soportando toda clase de humillaciones por parte del Estado y los gobiernos.
Trataron de matarlo, de asesinarlo por sus justos reclamos, sencillos. Agua, salud, DNIs y básicamente la devolución de las tierras que les fueran reintegradas en parte, como ya dije, en la década del sesenta.
Después de perder a Roberto López, un hermano acribillado por la policía de Insfrán, se reunieron tras una larguísima espera –huelga de hambre de por medio – con el gobierno. Después de patotearlos con la Cámpora –hecho del que fui testigo junto a Nora Cortiñas– me tocó negociar, más bien intentar frenar a Larroque. Fueron a cercarlos y desalojados con la Gendarmería. Pero gracias a la paciencia de Félix y su silencio, que evitó las provocaciones que querían impedir que se produzca la reunión con el Gobierno, funcionarios debieron recibir a una delegación de los qom. En ese momento el gobierno hizo varias promesas por escrito, pero ninguna de esas promesas fueron cumplidas. Se referían a cosas muy sencillas: el acceso al agua, el acceso a la salud. Definitivamente entonces el estado argentino, el gobierno nacional, los traicionó. Salió Randazzo a la puerta de la Rosada diciendo que estaba todo arreglado, pero la realidad es que pasó más de un año y ellos siguen sin acceso al agua, sin acceso a la salud, sin acceso a sus tierras. Habían inventado un vericueto para sacárselos de encima, simplemente querían sacarlos de la 9 de julio, querían ocultar esa realidad, la única acción real fue sacarlos del lugar, porque nada de lo que se dijo se cumplió. Le pidieron a Félix que convalide sus títulos: se hizo una elección con todas presiones del mundo para que no lo voten a él, con tres intendentes del lugar diciendo a las indias e indios ancianos que si llegaba a ganar Félix, ellos no cobraban más sus pensiones o sus jubilaciones. Yo lo ví personalmente, puedo presentarte testigos que estuvieron en esa elección. A pesar de eso, Félix ganó de punta a punta, una vez que ganó era el único, indiscutible líder en la comunidad qom de La Primavera, surgió la siguiente novedad: Díaz ganó como líder de la comunidad, pero la sociedad civil que posee las tierras la maneja Cristino Sarabia, y no Félix. Es decir que las tierras están en manos de una sociedad sin fines de lucro, algo conocido por el gobierno, y esas elecciones no fueron vinculantes, nadie creía que esto iba a ser así, una triquiñuela más del gobierno para sacarse de encima a los qom de la 9 de julio y dejarlos con el mismo problema que estaban al principio.
Si hubieses visto el brillo en los ojos de más de una docena de pastores qom al bendecir a Félix, la mirada de los ancianos tantas veces humillados exigiéndole a los gritos que siga en la lucha, como clamando por dignidad, entenderías por qué ganó Félix y perdió Sanabria, quien ni apareció. Me imagino que Insfrán no debe entender cómo, a pesar de las amenazas, promesas y regalos esta gente igual votó a Félix. Sé que vos podés entenderlo. Es ese brillito.
Es que si bien Sanabria nació de madre qom traicionó a su pueblo. Los quiere poner en casitas construidas por Insfrán a esperar que a fin de mes le llegue el plan social, y terminar de ese modo con su cultura ancestral que se muere en el mismo momento en que les sacas su tierra, aunque le regales un plasma y una computadora a cada niño. Mueren los qom y nace una raza de zombies, de prepo.
Lo que hay detrás es simplemente despojarlos de la tierra cada vez más valiosa y meterlos en pequeñas parcelas a cambio de un sueldo que los extermina. El alcohol, la droga. harán el resto del trabajo.
Ahí no termina la historia, sino que termina con atentados a Félix, termina con el padecimiento, con muertes, con enfermedades absolutamente curables que no son atendidas y se mueren, como pasto. Siguen siendo apretados, golpeados, murieron tres qom atropellados, todos por “accidentes casuales”. Hubo incluso un “accidente” que sucedió en Pozo de Tigre protagonizado por un policía que después fue liberado. La persona que murió era un líder aborigen y el policía era su enemigo; a pesar de eso, el caso fue cajoneado como “accidente”.
Hace poco sonó la alarma nuevamente cuando un grupo de aborígenes tomó una tierra que recuperan después de que había sido usurpada ilegalmente por el estado provincial para entregárselo a Vialidad Nacional Esas tierras habían sido entregadas, por iniciativa del gobierno de Lanusse, mediante un decreto a estos qom. Cuando volvieron a esa tierra, una vez abandonada por Vialidad –y porque ellos necesitaban vivir en ella, ya que estaban hacinados en un pedazo de tierra muy chico– el gobierno de Insfrán aduciendo una queja de los dueños (cuando no existe tal dueño) mandó a la policía. Yo he visto con mis propios ojos cómo les quemaron los postes que habían juntado para construir sus casas, cómo sacaron a la gente de sus taperas improvisadas para que los caballos de la Gendarmería no pasen frió a la noche, mientras que las ancianas indias tenían que dormir afuera, bajo el intenso frío y la lluvia. Como no fue suficiente, y los indios no se iban porque estaban determinados a defender su tierra, les pusieron una reja para impedir el acceso de sus hijos, de los alimentos, del agua. Sí, ni el agua les permitían pasar hasta que llegó la prensa. A las 2 de la mañana prendían las bocinas y los altoparlantes de sus vehículos a todo lo que da para que los qom no puedieran dormir y cansarlos. Algo muy parecido a lo que me lo contaba mi abuela que pasaba en el gueto de Varsovia .
Entonces me parece que lo que esta pasando ahora en Formosa requiere de una responsabilidad mayor de tu parte. Olvidate de la guerra y andá a mirar –si querés ir conmigo yo te llevo–. Estoy a tu disposición para tomar un café y para explicarte a vos lo que considero es el problema real de esta gente. Porque nosotros los blancos queremos sacar a Roca del billete pero somos mas hipócritas que él. Te pido por favor que recapacites y que pensemos juntos en los daños colaterales que está proviniendo de esta guerra que hiciste tuya y que no te permite ver.
Saludos cordiales,
Gabriel Levinas.
* Gabriel Levinas ejerce el periodismo. Fue Director del Porteño y actualmente es columnista del programa radial de Jorge Lanata en Radio Mitre