DE HISTORIA E HISTORIADORES: UN HOMENAJE A PIERRE VIDAL-NAQUET (1930-2006) por Arnoldo Siperman*
Ernestina Gamas | 22 agosto, 2012
Estamos en tiempos de refundación, en nuestro país, de una burocracia académica aparentemente destinada a realizar investigaciones históricas, cuyos resultados y conclusiones están fijados de antemano, desde su propio acto constitutivo. En momentos en que ello se concreta, mostrando una vocación de instalar una doctrina histórica oficial, más atada a requerimientos de propaganda del poder político que preocupada por la verdad, parece oportuno recordar a quien, definiendo su propio perfil intelectual, decía que “el historiador no debe permanecer ajeno a la vida de la ciudad”, pero que “entre sus fidelidades políticas partidarias y la verdad debe definirse por la verdad”. Me refiero a Pierre Vidal-Naquet.
Nacido en París, tenía nueve años cuando estalló la guerra, once cuando el ocupante nazi prohibió a su padre el ejercicio de la abogacía forzando el traslado familiar a Marsella y catorce cuando sus padres fueron arrestados por el régimen colaboracionista de Vichy, deportados y asesinados en Auschwitz. Temprano contacto con la Shoah.
Proveniente de una familia judía no religiosa, laica y republicana, Vidal-Naquet se mantuvo ajeno a la política sionista, defendiendo siempre empeñosamente y desde una perspectiva humanista, los derechos judíos a la diferencia y al respeto en la diáspora. Solía recordar que su vida había quedado marcada por el relato que su padre le había hecho, en su infancia, de los acontecimientos del affaire Dreyfus. Se consideraba un dreyfusard pleno, por aquello de injusto y cruel que mostraba el affaire.
Su compromiso moral y actitud frente a la historia, de cara al estudio del pasado y a la vida en el presente, se concreta en hechos cuando en 1958 suscribe el Manifiesto de los 121, un llamado a la desobediencia civil en relación a la guerra de Argelia. Su defensa de los derechos fundamentales y denuncia de quienes los violan fueron una constante de su vida, no se detuvieron ni frente a compromisos políticos ni lealtades nacionales. Lo ratifica hasta en el ocaso de su vida, en 2003, cuando quien tan empeñosamente defendiera a los judíos de la agresión de los nazis y de sus epígonos de posguerra, adhiere con coraje al llamado de intelectuales judíos reclamando mayor respeto por el pueblo palestino.
En los tiempos del Manifiesto publicó su primer libro, L'Affaire Audin, referente al caso del joven universitario comunista Maurice Audin, secuestrado y asesinado por los paracaidistas franceses en Argelia. La denuncia de la tortura, que allí formula, le valió a la vez sinsabores en su actividad universitaria y notoriedad como luchador por los derechos del hombre. También en este tema su estatura moral se señala por el hecho de haber impugnado el empleo de la tortura independientemente de quien la haya utilizado y contra quien. Con igual vehemencia cuando fue herramienta de la represión colonial que cuando se la aplicó a los miembros de la OAS.
En adelante, el nombre de este intelectual comprometido aparecerá toda vez que se trate de denunciar la injusticia, exigir respeto por los oprimidos y defender a los perseguidos. Así ocurrió con respecto a la cuestión de Argelia (que sugirió la publicación de su La razón de Estado), a la represión colonial francesa en Indochina y Madagascar y al régimen de los coroneles en Grecia. Más tarde, en el más amplio plano internacional, con respecto a la guerra de Vietnam y a la de Irak. En lo referente a la política interior francesa, lo académico y lo político se articulan en la reivindicación de la figura de Jean Moulin, el unificador de la Resistencia, cuando fue alcanzada por la calumnia.
Como historiador se especializó en la antigua Grecia y en el análisis de los más característicos fenómenos de esa cultura, la tragedia y la política. De esos estudios provienen algunos de sus trabajos mayores como Mito y tragedia en la Grecia antigua (en coautoría con Jean-Pierre Vernant), Los griegos, los historiadores y la democracia y El espejo roto: tragedia ateniense y política, en el cual la tragedia es estudiada como privilegiada vía de acceso a la verdad. Una reflexión del historiador helenista que arroja luz en su lucha contra el negacionismo: Platón está bajo la tentación totalitaria cuando a la Historia según los hechos pretende suplantarla por la Historia según su pensamiento.
Su reputación como historiador tuvo dimensión internacional. En la École des hautes études en sciences sociales fue profesor y director de estudios entre 1969 y 1990; y dirigió también el laboratorio de investigaciones comparadas sobre las sociedades antiguas. En cuanto a las influencias teóricas sobre su obra, ha rendido especial tributo a Carlo Guinzburg y a Walter Benjamin. De las tesis de este último sobre el concepto de la historia ha rescatado su visión sobre la memoria como el recuerdo que brilla en el instante del peligro. No se trata de la obsesión de la memoria, dice un hombre que tanto ha luchado por evitar que se la desfigurara, sino de la señal movilizadora, del destello convocante en la oscuridad del olvido.
Donde más brilló su talento fue en el combate contra las tendencias neofascistas que incorporaron al debate contemporáneo el llamado revisionismo histórico, la minimización primero y negación después del judeocidio nazi. La tesis central de esa tendencia, desarrollada bajo la bandera de conveniencia de estudios académicos: la Shoah no ocurrió jamás, es un andamiaje de mentiras armado por los judíos. Como historiador y como defensor de los derechos humanos, Pierre Vidal-Naquet le opuso un saber animado por una gran capacidad de indignación moral. Polemizó con los negacionistas, puso en evidencia las falsificaciones y las oscuras motivaciones del ex izquierdista Paul Rassinier y de sus seguidores y perfeccionadores, como el norteamericano Arthur Butz y los revisionistas franceses que, amparándose en la apariencia de estudios históricos, no ocultaban una reivindicación del nazismo, a expensas de la verdad. Particularmente duros fueron los términos de su polémica con Robert Faurisson. Los contragolpes pronazis de este último pueden leerse en sitios islámicos de la Web, publicados a raíz del fallecimiento de Vidal-Naquet, tergiversando el alcance de lo que éste expresara al prologar la traducción francesa del discutido libro del historiador Arno Mayer sobre la "solución final" en la historia.
Aunque ya estaba muy difundida la obra de revisión del nazismo de Ernst Nolte, la primera edición francesa de Los asesinos de la memoria (1985) precede a la plena instalación en Alemania del "debate de los historiadores". Reúne estudios rebatiendo de un modo contundente las falacias del negacionismo: Un Eichmann de papel, De Faurisson y de Chomsky, Del lado de los perseguidos, Tesis sobre el revisionismo y Los asesinos de la memoria. El primero de ellos es uno de los que, según sus declaraciones, más lo convocó pasionalmente; el último proporciona su título al volumen que, para sorpresa del lector argentino, se cierra con la letra completa del tango Cambalache, de Discépolo.
Al tiempo que en 1991 ve la luz la edición francesa original de otro de sus libros, Los judíos, la memoria y el presente, que se integra con un conjunto de artículos y trabajos relativamente breves, la polémica revisionista estaba ampliamente desarrollada en varios países aunque todavía no coronada por el grotesco fiasco del neonazi inglés David Irving. La edición argentina de este libro (selección de los trabajos y nota preliminar de Héctor Schmucler) consta de tres partes: El primero de los veinte siglos (donde se despeja a la conocida historia del sitio de Masada de los aspectos legendarios que trataban de confirmar una lectura descuidada de Flavio Josefo y una arqueología complacientemente militarista y nacionalista), La era moderna: emancipación y antisemitismo y Las oscuridades del exterminio, cada una de las cuales agrupa artículos relativamente autónomos.
Para advertir la importancia de la labor intelectual que enfrenta al negacionismo, no sólo en una defensa de los judíos que bastaría por sí para justificarla, sino en la búsqueda de un mundo donde todos seamos huéspedes bien recibidos, hay que detenerse en el significado de ese mensaje denegador. El revisionismo empezó minimizando a la Shoah, aliviando responsabilidades morales por diversos caminos, disolviéndola en la corriente general de la violencia del siglo XX y concluyó afirmando, contra la lógica interna de su propio discurso, que no era sino un cúmulo de falsedades, que en Auschwitz no ocurrió nada. Hitler no habría asesinado judíos (o, al menos, no en la escala deseada). La destilación final del mensaje: hay que ejecutar ahora lo que el nazismo dejó sin consumar en su plenitud, completar su obra inconclusa. Esa abierta incitación al crimen antisemita, cuya mayor caja de resonancia es la teocracia iraní, se oye en la Europa de hoy y hasta se expande, desde despachos oficiales, en nuestra América del Sud. Se ha convertido en elemento esencial del arsenal antidemocrático.
Vidal-Naquet fue la demostración viva de que hacer historia es una empresa moral. Que requiere estudio serio y sapiencia auténtica. Que no es cosa de aficionados, ni de oportunistas buscadores de best-sellers, ni de paniaguados de objetivos políticos que terminan mostrando a la SS, a los Fasci di Combattimento, a los jihadistas o a la Mazorca como si hubiesen sido instrumentos de emancipación. Poner a la luz del día las mentiras y malversaciones del revisionismo, hacerlo desde el prestigio de una reconocida autoridad académica y desde la dignidad de la consagración a la causa de la verdad y de los derechos humanos, en su más amplia y generosa expresión, es lo que una democracia sincera espera hoy en día de quienes se dedican a los estudios históricos. También, claro está, en nuestra patria.
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* ARNOLDO SIPERMAN, Abogado, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (1958), Profesor en las Facultades de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Profesor, Jefe de Departamento y Vicerrector del Colegio Nacional de Buenos Aires (Universidad de Buenos Aires). Director de publicaciones universitarias, jurado de concursos, miembro del Consejo Superior Universitario (1960/61). Autor de numerosos artículos, monografías y varios libros. Los más recientes: Una apuesta por la libertad. Isaiah Berlin y el pensamiento trágico, Ed. De la Flor (2000) El imperio de la ley. Política y legalidad en la crisis contemporánea (2002) Ideología. Una introducción (2003) Pensamiento trágico y democracia (2003), El drama y la nostalgia. Racismo político, Wagner y la memoria reaccionaria, Buenos Aires, Ed. Leviatán, 2005 y La ley romana y el mundo moderno. Juristas, científicos y una historia de la verdad, Ed. Biblos (2009).