LA ENTREVISTA COMO ESTRATEGIA EXPOSITIVA por Arnoldo Siperman*
Ernestina Gamas | 14 agosto, 2012
Aspectos del diálogo como estrategia expositiva
Ha adquirido un considerable grado de desarrollo, desde hace ya varios años, una estrategia editorial que no podría ser considerada ni nueva ni revolucionaria pero que aparece remozada, consistente en difundir ideas centrales de importantes pensadores -filósofos, científicos de variada especialización, literatos y otros que no se acomodan a las clasificaciones disciplinarias habituales- a través de libros organizados como entrevistas personales. De esa manera se logra aunar la frescura, informalidad y aparente espontaneidad de la oralidad con la presentación y el formato propios del libro, posibilitando una profundización y tratamiento extenso de los temas principales relacionados con la vida y, más que nada, con la obra del entrevistado. Una ventaja importante de esa estrategia expositiva, es que permite desarrollos que, por su amplitud y extensión, no encontrarían buen lugar en las publicaciones periódicas que habitualmente hospedan reportajes.
Tengo en mente, al hacer estos comentarios, a libros en los cuales se publican conversaciones -que sean reales o virtuales es indiferente- dedicados en forma exclusiva a un solo autor, es decir que no pretenden erigirse en “mesas redondas” o "paneles" escritos. Esos son otro géneros, que no dejan de tener sus propios atractivos, pero diferentes de los que adornan a las conversaciones dedicadas a un único pensador. En la mayor parte de los casos, el libro se integra exclusivamente con la entrevista; no obstante, hay en algunos casos prefacios o notas finales de gran utilidad para ubicar al lector en el pensamiento esencial del autor entrevistado.
Este tipo de presentación literaria cuenta con la habilidad del entrevistador, que es siempre un personaje conocido en el ámbito de las actividades de su interlocutor e incluso, en muchos casos, una personalidad casi tan significativa como el entrevistado. En todo caso, está dispuesto a resignar protagonismo, ya que la conversación establecida debe necesariamente, para lograr sus fines, asumir una apariencia claramente asimétrica. De alguna manera alguien pregunta (más o menos brevemente) y el otro contesta (con la necesaria extensión). Se requiere entre ambos una buena sintonía, seguramente afinada por una cuidadosa preparación.
En algunas oportunidades el contenido del libro es una versión más prolija y desarrollada de entrevistas o series de entrevistas presenciales (radiofónicas, televisivas y aún cinematográficas), pero los ejemplos más logrados son los que corresponden a conversaciones ad-hoc, realizadas ya en reuniones personales o directamente bajo la forma escrita. Estas diferencias raramente llegan a conocimiento del lector, al cual se le presenta un libro terminado sin mayores aclaraciones sobre el proceso de su gestación.
El producto resultante es la antípoda de la monografía y tampoco puede confundirse con el ensayo u otras presentaciones afines. No tiene el alto grado de especialización que debería esperarse de la primera ni la textura abierta, en cierta medida inconclusa y con aire de búsqueda, del ensayo. La técnica expositiva que estoy considerando permite al mismo tiempo llegar a sectores de público que podrían acobardarse frente a la extensión, complejidad y vastedad bibliográfica de la obra del entrevistado, sin que sufra demasiado su profundidad y, especialmente, sin que padezca la inmediatez de la autoría.
La exposición bajo la forma de entrevista abre asimismo diversas posibilidades, según el marco que se haya acordado. Por ejemplo, que el escritor trace su biografía personal e intelectual, vaya marcando hitos de su carrera, en sus propias palabras. Es además un buen camino para que el pensador entrevistado evalúe el desarrollo de su propia obra a través del tiempo, comente las reacciones críticas y conecte los diversos momentos de su evolución con las variaciones de sus propias circunstancias personales y del contexto académico y político en el cual produjera sus trabajos más significativos. Incluso puede ser la oportunidad para revisar los puntos vista correspondientes a otro tiempo, establecer relaciones jerárquicas entre los diversos textos que integran su propia obra a partir de la mirada actual, remitir al lector a los libros que su apreciación actualizada sugiere como más relevantes e incluso expedirse sin mayores exigencias de fundamentación detallada sobre otros autores o tendencias.
Es oportuno señalar, por otra parte, que no es menor mérito de esta técnica editorial, la recuperación del lugar eminente del Diálogo (así, con mayúscula). En las palabras del filósofo italiano Giorgio Colli, Platón inventó el diálogo como literatura, como un tipo particular de dialéctica escrita, de retórica escrita, que presenta en un cuadro narrativo los contenidos de discusiones imaginarias a un público indiferenciado. El propio Platón llama a ese nuevo género literario con el nombre de “filosofía”. Pero el diálogo platónico no era una real y efectiva discusión "cara a cara" sino un debate imaginario, un recurso expresivo que implicaba el reconocimiento de la alta categoría humana del debate. La actual recuperación del Diálogo bajo la forma de libro a que me estoy refiriendo es sin duda un homenaje a su inmensa tradición filosófica, así como un voto de confianza en el debate, en el uso creativo de la palabra “interactiva” (perdóneseme el recurso a la moda) y una forma más de la airada pero serena y mesurada respuesta que los intelectuales adeudan al griterío y a la violencia.
El moderno libro dialogado constituye un doble elogio. Por una parte, del diálogo, como aquello que frente al carácter inextirpable de la discrepancia, la remite al espacio del debate civilizado, asigna el debido valor al interrogante y muestra en toda su dimensión como ni el más elaborado de los sistemas de ideas puede pretender la clausura del discurso humano ni erigirse en la versión definitiva de la verdad. Por otro lado, constituye un elogio del valor del libro, como vehículo de trasmisión de las ideas y de educación pública en un mundo en el cual las exageraciones y fantasías tecnófilas y la devaluación cultural parecen haber establecido un espurio pacto en su contra.
Como ya lo he sugerido, hay que poner de relieve el alto nivel de exigencia que tienen estas entrevistas y conversaciones para el entrevistador. Generalmente se trata de algún personaje relacionado con la especialidad o campo de acción intelectual del entrevistado, a veces de alguien relacionado personalmente con él o colega de academias y universidades. Paulatinamente han ido desarrollando una especie de periodismo especializado, practicado por gente que, a su vez, goza de bien adquirido prestigio y acepta desempeñar el papel secundario en la relación dialogal con su entrevistado. Lo cual, dicho sea de paso, da cuenta de una plausible actitud de modestia y respeto hacia el interlocutor. Un ejemplo es el filósofo franco-iraní Ramin Jahanbegloo, que ocupa por sus propios méritos un lugar destacado en el ambiente académico. Se han publicado dos libros de entrevistas, ambos existentes en versión castellana, en los cuales actuó como interlocutor de otras tantas destacadas personalidades. El primero de ellos lo juntó con el filósofo político e historiador de las ideas Isaiah Berlin, quien encontró allí el ámbito para desarrollar los aspectos centrales de su visión del mundo de la política como esencialmente agonal, formulando una apuesta moral por la libertad. En el segundo dialogó con uno de los más prestigiosos críticos y ensayistas contemporáneos, George Steiner. Este último, particularmente generoso en materia de entrevistas, fue también el partenaire del diálogo hecho libro con Antoine Spire, publicado bajo el título de La barbarie de la ignorancia.
Quien quiera aproximarse a la obra de uno de los más proficuos cientistas sociales y asomarse a la experiencia personal de haberse iniciado en la vida universitaria en la Polonia comunista, debería leer el libro que recoge los diálogos de Zygmunt Bauman con Keith Tester (que ha sido también traducida a nuestro idioma, bajo el título La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones). Un aspecto anecdótico, que de alguna manera rescata la lucidez de la llamada tercera edad y pone además de manifiesto la influencia del medio en la creación intelectual, es que la muy abundante obra escrita de Bauman, hoy largamente octogenario, ha sido publicada en su casi totalidad en estos últimos veinte años.
Otro de esos libros de entrevistas es el que contiene los diálogos del filósofo y profesor francés Dominique Lecourt con Philippe Petit, publicado en París bajo el título L'Avenir du Progrès hace ya varios años –en 1997- y que me parece que hubiera debido contar con los honores de su traducción al castellano. Déficit tanto más lamentable en nuestro medio si se recuerda que la primera traducción de una importante obra anterior de Dominique Lecourt, El orden y los juegos, fue publicada en Buenos Aires, en 1984, por Ediciones de la Flor. La primera parte de la entrevista está dedicada a una breve pero aguda y profunda historia de la idea de progreso, en la que contribuye a deshacer algunos mitos. El primero de ellos, que hay una única versión de la idea de progreso, cuyas exageraciones, vaciamientos e instrumentalizaciones lo han convertido en una noción devaluada y engañosa. Otro, derrumbar los prejuicios instalados en torno a Descartes, a quien Heidegger, con su dedo admonitorio antimoderno y antifrancés y su palabra pontifical apoyada en la adoración de sus epígonos, convirtió en "bestia negra" de la modernidad.
Giles Deleuze encontró en el filósofo y político italiano Antonio Negri un entrevistador a la altura de sus grandes méritos intelectuales y de la compleja obra que hizo del primero una de las figuras descollantes del ambiente intelectual francés del último tercio del siglo XX. El libro, publicado en castellano bajo el título Conversaciones constituye una vía de acceso al complejo y poco convencional pensamiento de Deleuze.
Otro filósofo francés, Jacques Derrida, aparece entrevistado por Michel Wieviorka en el libro publicado en nuestro país bajo el título El siglo y el perdón, también por Ediciones de la Flor. Como en el caso citado en el párrafo precedente, las conversaciones con el pensador son una contribución nada despreciable para el conocimiento de algunos aspectos medulares de su pensamiento. Claro está que no reemplazan a una obra extensa y diversificada pero bien pueden ser vistas, al menos, como configurando una introducción que facilite el acceso a una literatura filosófica y política que no se caracteriza ni por su sencillez ni menos aún por sus posibilidades de reducción a esquemas.
Las conversaciones de Hannah Arendt con Günther Gauss, originariamente propaladas por la televisión alemana y publicadas con el título de ¿Qué queda? El lenguaje queda no son tan abarcativas respecto al amplio espectro de las preocupaciones filosóficas y políticas de la entrevistada pero tienen un interés especial: la discusión sobre su famoso informe sobre el juicio seguido en Jerusalén contra Adolf Eichmann en el cual se acuñara su conocida y controvertida expresión "la banalidad del mal", tan próximamente a los hechos como 1964.
El psicoanalista, jurista e historiador Pierre Legendre protagonizó diversidad de entrevistas, publicadas en diferentes medios; una de ellas, sobre el tema de la textualidad lo puso en libro, con la presencia de Catherine Francblin. El historiador Jacques Le Goff conversó con Jean-Louis Schlegel para que su diálogo se hiciera también libro. Vittorio Messori, por su parte, conversó e “hizo libro” con dos Pontífices romanos: Juan Pablo II (Cruzando el umbnral de la esperanza) y Benedicto XVI, cuando era aun Joseph Ratzinger (Entrevistas sobre la fe).
Son unos pocos ejemplos. Pero alcanzan para demostrar que el formato de libro de entrevista es particularmente propicio para favorecer el desarrollo de un estilo directo y transparente en el cual la llaneza casa bien con la visión aguda del entrevistado, sustentada en un gran saber que no necesita legitimarse ni en citas de autoridad ni en referencias eruditas.
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* ARNOLDO SIPERMAN, Abogado, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (1958), Profesor en las Facultades de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Profesor, Jefe de Departamento y Vicerrector del Colegio Nacional de Buenos Aires (Universidad de Buenos Aires). Director de publicaciones universitarias, jurado de concursos, miembro del Consejo Superior Universitario (1960/61). Autor de numerosos artículos, monografías y varios libros. Los más recientes: Una apuesta por la libertad. Isaiah Berlin y el pensamiento trágico, Ed. De la Flor (2000) El imperio de la ley. Política y legalidad en la crisis contemporánea (2002) Ideología. Una introducción (2003) Pensamiento trágico y democracia (2003), El drama y la nostalgia. Racismo político, Wagner y la memoria reaccionaria, Buenos Aires, Ed. Leviatán, 2005 y La ley romana y el mundo moderno. Juristas, científicos y una historia de la verdad, Ed. Biblos (2009).