CARLOS SAURA (1932-2023) por David Thomson*
Con-Texto | 14 octubre, 2024“Creo que daría toda la obra de Charlie [Chaplin] a cambio de Cría cuervos (1975, Carlos Saura), que contiene una actuación de máximo rigor y hondura por parte de su hija Geraldine. Los elocuentes rasgos de Geraldine son como un territorio desvalido frente a la invasion. En Cría cuervos, resulta especialmente conmovedora en que parece haberse visto desolada por sentimientos que no se pueden encajar o representar. Posee el rostro natural de la vulnerabilidad, la misma mirada fija y resuelta que poseían Lilian Gish, la joven Anna Karina, y Ana Torrent, su otro yo en la magnífica Cría cuervos”. Estos desmedidos elogios a Geraldine Chaplin dan cuenta de la admiración de David Thomson, uno de los mayores críticos cinematográficos vivos, por un director de excepción, Carlos Saura, en su monumental The New Biographical Dictionary of Film. Reproducimos los lúcidos juicios críticos de Thomson en su entrada sobre Saura en dicho diccionario, en torno al año 2000, a modo de resumen de su trayectoria, como homenaje y en memoria del desaparecido cineasta aragonés. –SP.
Hubo un momento en la carrera de Carlos Saura en que pareció un gran director. Y no quiero desdecirme de mi admiración por las películas que hizo durante y justo después de los últimos días de Franco. De La caza, en 1966, a Elisa, vida mía, en 1977, Saura fue fermentando bajo la presión de una dictadura que empezaba a debilitarse por la edad y el cansancio. Sin embargo, Saura tuvo que combatir contra la censura y hubo de llevar sus películas hacia la alegoría, los sueños y el símbolo. El ardid se demostró muy productivo…y puede que haya alentado su personalidad creativa bastante más de lo que podría haberlo hecho la libertad. Pues su sentido de la familia y la historia nacional es meditativo, freudiano y sigiloso.
Fue un niño de la Guerra Civil y de su postguerra, y la vision del niño de la deformada autoridad resulta crucial en el tono callado de Saura. Siendo ya un fotógrafo de talento, ingresó en la Escuela de Cine de Madrid. Su primer largometraje, Los golfos, era un estudio de los chicos de la calle, bastante más influido por De Sica que por Buñuel. Ciertamente, Saura no había visto las películas de Buñuel, y solo conoció al exiliado español en Cannes cuando allí se exhibió Los golfos. Pero el Buñuel de los 60 y 70 supuso una considerable influencia en Saura, pues esa es la época en la que el surrealismo de Buñuel lograba un mayor disfrute del estilo cinematográfico (así como de los inteligentes guiones de [Jean Claude] Carrière].
Con cuidado y cautela – pues Saura es tímido y oblicuo – sus películas se convirtieron en retratos de España en un espejo obscuro. El productor Elías Querejeta se convirtió en un puntal de apoyo. Saura formó un equipo de leales, y ya para Peppermint Frappé había conocido a Geraldine Chaplin. Convivieron durante varios años, tuvieron un hijo, y Chaplin se convirtió en ese exquisito rostro entre sombras de tantas películas de Saura. Supuso una excelente colaboración para ambos, que alcanzó su cima en Cría cuervos y Elisa, vida mía. En la primera, Chaplin jugaba con la niña pequeña, Ana Torrent, y en la segunda interpretaba a la hija de Fernando Rey. Son cintas magistrales, densas, luminosas y muy conmovedoras en su sentido de una sociedad y unas familias que tratan de escapar de las mentiras y deformidades del pasado. Pero esas películas parecen creer también en los modos crónicos con las que la gente se aferra a su reclusion emocional. A fin de cuentas, puede que Franco no haya sido más que una forma de que Saura descubriera profundidades de culpa y servidumbre que le espoleaban más que la libertad.
Desde entonces, Saura ha realizado buenas películas, como Dulces horas, una mezcla encantadora de sucesos, sueños y esperanza, y Antonieta, con Isabelle Adjani. Pero Saura se movió en una dirección inesperada, hacia películas de danza. Junto al bailarín y coreógrafo Antonio Gades, rodó Bodas de sangre, Carmen y El amor brujo, que son dramas de baile con hechuras de largometraje. Son emocionantes….y monótonos. La mirada de macho de Gades y el martilleo de los tacones me parecen poca cosa a cambio de la desazón entre murmullos de Geraldine Chaplin. Es como si en la nueva España, Saura se hubiera sentido apremiado a cejar en su obcuras preocupaciones en favor de películas turísticas.
Saura ha ido mucho más allá siguiendo este camino. Tango es el registro de una actuación, son reflexiones sobre la historia argentina, y la historia de una aventura amorosa, que es mucho para que se sostenga, aún con la cámara de [Vittorio] Storaro. Entiendo cómo pueden surgir estas ideas, pero echo de menos las sensaciones de Cría Cuervos. Goya en Burdeos es una película biográfica de los últimos años del pintor, con Francisco Rabal, y sin historia alguna dentro de su historia, pero terriblemente anticuada. Con todo y con eso, espero con impaciencia el proyecto sobre Buñuel, una fantasia en la que tanto Buñuel como Dalí prometen aparecer como personajes [Buñuel y la mesa del Rey Salomón].
*Extraordinario crítico británico rdicado en San Francisco, es autor de The New Biographical Dictionary of Film y de más de una treintenade licbros centrados en su labor de comentarista e historiador del cine. Fue profesor Universitario een DArmouth College y es colaborador de publicaciones como The New York Times, The Guardian, Salon, The New Republic, Film Comment o Movieline