SOBRE LA NOVELA por Albino Gómez*
Con-Texto | 17 junio, 2022La novela es posiblemente, el más nuevo de los grandes géneros literarios.
Prácticamente la Antigüedad no la conoció, y la Edad Media tuvo apenas algunos atisbos de ella. La novela arranca con lo que llaman los tiempos modernos. Empieza en el siglo XVI, se afirma en el siglo XVII y toma toda su fuerza en el siglo XIX. Es el gran género literario moderno. Se trata de un género impuro, un género sin preceptivas, un género cambiante, y muy rico, tan rico y tan cambiante que algún crítico pudo decir una vez lo que me parece muy justo: que cada gran novela es como la creación de un género literario. Y es verdad, porque cada novelista, cada escritor que se enfrenta a esa tremenda empresa de interpretar y expresar al hombre, sabe que no hay receta valedera, y si no es un imitador, si no es un farsante, y si es un escritor que se encarga con seriedad vital, porque es vital el empeño a la obra que va a realizar, siente que lo que está haciendo no tiene patrón válido, no tiene guía, no tiene modelo; que sobre la marcha, el tema y los personajes le están exigiendo e imponiendo las cosas que han que decir, y que dice finalmente. Entonces, lo que sale es el producto de todo ese proceso largo y confuso de gestación, de maduración, de reflexión, de lucha, de pugna, de aceptación y de rechazo,
Piensen los lectores no más que en Cervamtes, Tolstoi, Faulkner, Flaubert, Proust, Joyce, Kafka, en los “objetivistas” franceses, en Beckett, que quería que leer una novela suya fuera una suerte de delirio no artístico, como escuchar en la radio una divagación muy aburrida, como agilizar un trámite en un ministerio, como leer un diario político! (para mí, al menos lo logró). Establezcan comparaciones y diferencias.Yendo a los nuestros, comenzando con “Facundo” de Sarmiento, pasando por “Don Segundo Sombra”, “Los siete locos”, “Rayuela”,”Sobre héroes y tumbas”, “La invención de Morel”,”Daimón de Abel Posse”, El obscuro” de Daniel Moyano, “Sota de bastos, caballo de espadas” de Héctor Tizón, y para no alargarme, con “Respiración Artificial” de Ricardo Piglia, podrán establecer las comparaciones y diferencias que quieran, pero sin embargo todas son novelas, más allá de preferencias, gustos o disgustos. También apareció una moda de autores norteamericanos, como Truman Capote y tantos más, que subsiste, y que en el pasado, según la lúcida Beatriz Sarlo, se denominaba ficción autobiográfica (que excluía los textos que respondían al género explícito de memorias o autobiografía), y hoy han pasado a denominarse self fiction, es decir, aquellos textos que trabajan con materiales que provienen de la vida y experiencias reales de sus autores y tienen un procesamiento ficcional que los diferencia del género clásico de la autobiografía, donde el procedimiento es pensado como subordinado a la “verdad”, aunque se usen formas narrativas propias de la ficción. Mientras que el pacto que une a la autobiografía con sus lectores, es el de la representación de una vida o de fragmentos de esa vida, sin alteraciones mayores (corrección de nombres propios y reemplazo por iniciales, para no implicar a otros,etc), en la self fiction la libertad que tiene el escritor de trabajar con sus materiales prácticamente es ilimitada: puede presentar personajes en clave, mezclarlos con personajes realmente existentes y con personajes inventados, y lo mismo sucede con las situaciones y los lugares. El pacto que une al lector con un libro de self fiction no es el de la referencialidad. El lector sabe que hay elementos referenciales e invenciones. En la autobiografía, en cambio, sería una ruptura del pacto que el escritor dijera que fue embajador en Nigeria cuando en realidad fue embajador en Suecia o vicerversa. Por supuesto, puede hacerlo, pero esto no está dentro del pacto de género.
Pero para finalizar esta breve nota es necesario señalar que escribir una novela moviliza durante las 24 horas del día una energía tan total, que se crea un estado de indisponibilidad para todo lo que le es ajeno, prácticamente para todo lo demás. Por otra parte, tal tarea impone una mirada interior que puede concentrarse ya sea en el universo mental del espacio y tiempos recordados o imaginados, ya en el de los personajes que los habitan. Y en ambos casos, ello implica un desdoblamiento que levanta entre el escritor y el mundo exterior, un muro que separa de la vida, o al menos de las resonancias que ella tiene para los otros.
*Diplomático, ensayista y escritor