EL VERDADERO DESARROLLISMO por Octavio Frigerio (padre)*
Con-Texto | 19 abril, 2019Un gobierno que empieza el 1.º de mayo de 1958 después de un triunfo rotundo en las elecciones del 23 de febrero de ese año, por una diferencia de casi dos a uno, de la UCRI que llevaba como candidato a Frondizi, ante la Unión Cívica Radical del Pueblo, que llevaba como candidato a Ricardo Balbín. Algo así como cuatro millones de votos contra dos millones.
El antecedente inmediato había sido la elección a convencionales constituyentes de julio de 1957, donde el electorado se repartió en tercios, entre la UCRI profrentista, la Unión Cívica Radical del Pueblo, antiperonista, y el voto en blanco ordenado por Perón. Las tres variantes obtuvieron aproximadamente dos millones de votos cada una. Este resultado, de alguna manera, anunciaba lo que luego fue la convergencia electoral del voto en blanco con el voto de la UCRI: el Frente Nacional.
Pero central en sus implicaciones posteriores, que fue el encuentro, en pleno verano, el 6 de enero de 1956, entre Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, mi padre, en la casa de un amigo común, Narciso Machinadiarena. Encuentro en el cual surgió precisamente esta alianza de ideas, esta "conversión" del izquierdismo progresista inicial de Frondizi (expresado en su libro Política y Petróleo), hacia los ejes fundamentales de una política de desarrollo.
No me va a ser fácil reducir en una nota periodística, una experiencia histórica tan rica, tan diversa, tan llena de matices, de logros y de dificultades, como fue el gobierno desarrollista. De aquella gestión de 1958 a 1962, de esos escasos cuatro años, se recuerdan, en primer lugar, sus logros materiales. Fue un gobierno de resonantes éxitos: el autoabastecimiento petrolero, la siderurgia, la petroquímica, la red caminera, la industria automotriz, la ampliación de la oferta educativa con la incorporación de los privados a la enseñanza universitaria, el impulso a la tecnificación agropecuaria y tantos otros pasos adelante en el camino de construir una Argentina moderna y socialmente justa e integrada. Aquellas medidas de política económica deben ser leídas, interpretadas y estudiadas en el marco del contexto histórico de ese momento y muchas de ellas no podrían ser trasladadas de una manera mecánica al presente. Lo que si conserva absoluta vigencia a mi juicio son los fundamentos teóricos y conceptuales del Desarrollismo, cuya implementación como estrategia de gobierno sigue siendo el único camino para transformar a una nación subdesarrollada y postergada como es la Argentina de hoy, en una nación próspera, floreciente y con niveles de bienestar social como los de los primeros países del mundo. Recordemos que en los años 60, la Argentina de veinte millones de habitantes, tenía un producto superior al brasileño, y hoy somos la tercera parte; y nuestro país ha retrocedido en términos relativos respecto del mundo, respecto de la región latinoamericana y respecto, incluso, de nuestros países vecinos.
Estos ejes conceptuales que, insisto, conservan vigencia absoluta, son, en primer lugar, la necesidad de consolidar el estado nacional, y de actuar en el sentido de afirmar la condición nacional de la Argentina. Algunos politólogos consideran que este pensamiento es un resabio anacrónico y reaccionario, porque las naciones van en proceso de integración hacia el mundo-uno, o mundo sin fronteras. Pero en esta circunstancia histórica, los países subdesarrollados van a alcanzar (en términos de autonomía, de prosperidad, de justicia social y de preservación de sus valores culturales propios) el estadio del desarrollo, solo si afirman su condición de nación que, desde el estado nacional, lleva adelante una estrategia determinada de desarrollo. Porque el desarrollo no es espontáneo, sino la consecuencia de políticas orientadas a lograrlo.
No es espontáneo el progreso económico, porque el capital no va hacia donde se lo necesita, sino hacia donde existen condiciones de infraestructura y de rentabilidad que lo atraigan. En 1960, Eisenhower visitó la Argentina y quiero evocar una conversación con Frondizi, que me fue relatada por el propio don Arturo. En esa conversación, Frondizi le planteó a Eisenhower la decisión argentina de construir el Chocón-Cerros Colorados. Y Eisenhower reaccionó con sorpresa, porque le llamaba la atención esa prioridad respecto de una vasta región desértica, casi despoblada y con una economía absolutamente primaria, de ganadería ovina. Frondizi le explicó que coincidía con esa descripción, pero que, precisamente, la necesidad de dar energía a la Patagonia estaba inspirada en la decisión de generar en ella desarrollo, de explotar sus recursos naturales y de transformarla en un factor de progreso para la totalidad del país. Eisenhower señaló que los organismos multinacionales no iban a favorecer una decisión de este tipo ni iban a prestar los fondos necesarios. Y la respuesta de Frondizi fue que no ignoraba la capacidad de influencia de los EE.UU en aquellos organismos multilaterales de crédito, en particular el BID y el Banco Mundial, y que reiteraba su pedido de apoyo financiero. Y le advirtió a Eisenhower que, de no contar con ese apoyo, la Argentina iba a requerir tal respaldo financiero en la Unión Soviética…
Frondizi planteaba la necesidad del desarrollo patagónico por razones políticas nacionales, no de rentabilidad circunstancial inmediata de la inversión proyectada, y estaba dispuesto a respaldar su objetivo en las condiciones propicias de la bipolaridad, esto es, la competencia entre las dos superpotencias militares. Y este argumento lo convenció a Eisenhower, quien finalmente dio instrucciones para que el proyecto de El Chocón (que comienza con Frondizi y se concreta años más tarde) fuera respaldado por los organismos multilaterales de crédito. Este es un ejemplo de las funciones que el estado nacional debe asumir en pos de un desarrollo que, como dije antes, no es espontáneo, sino producto de políticas diseñadas a lograrlo
Otro elemento del análisis conceptual sobre el Desarrollismo, surge de reflexionar acerca del papel del capital monopólico, del protagonisnmo de las grandes corporaciones multinacionales, factor insoslayable para explicar el enorme y vertiginoso progreso material de la humanidad en los últimos años. Porque es allí, en las corporaciones multinacionales, donde se alberga la capacidad de innovación científica y tecnológica determinante, y donde existen condiciones para alcanzar niveles inigualables de productividad, en razón de su escala, de su aptitud financiera y de su capacidad de alcanzar la totalidad del mercado mundial.
Este papel, indudablemente revolucionario en cuanto a la generación de riqueza colectiva, no significa que sus intereses sean los intereses de los países. Los intereses de una nación como la Argentina y los intereses de las grandes corporaciones multinacionales no son los mismos, aunque tampoco son necesariamente contradictorios; y es la presencia del estado nacional la que puede imponer condiciones políticas que conduzcan a que la aptitud productiva de estas grandes corporaciones se oriente en función de los objetivos del desarrollo. El tema de los hidrocarburos, la llamada "batalla del petróleo", lo ilustra con claridad. La Argentina, en tres años, triplicó su producción petrolera y logró el autoabastecimiento. Con esto afectó frontalmente intereses de grandes empresas multinacionales cuyo negocio era la importación de hidrocarburos pero no la producción local. Enfrentadas, sin embargo, a la decisión política del gobierno, muchas de ellas debieron escoger entre perder el mercado en manos de sus competidores (en un país dispuesto a aprovechar la competencia intermonopólica en beneficio de su propio interés nacional), o asociarse a una política que implicaba pasar de ser proveedores del producto importado, a ser exploradores y productores del producto local. Por supuesto que para una gran compañía petrolera es mucho más conveniente extraer el petróleo de yacimientos de la fecundidad inigualable de Arabia Saudita o de Irak o de Libia, que hacerlo de aquellos geológicamente más pobres de la Argentina. Pero ante la decisión del estado nacional, que se había fijado el objetivo del autoabastecimiento, se alinearon en esta dirección y se allanaron a esa decisión política.
Otro elemento conceptual que guió lo que Frondizi pudo hacer en medio de la caótica situación de permanente insurrección de sectores militares golpistas en la que debió desenvolverse -además de la afirmación del estado nacional y la redefinición del papel de las multinacionales en función del objetivo del desarrollo- es la alianza de clases y sectores. Desde los comienzos del sistema capitalista en la segunda mitad del siglo XVIII con la revolución industrial, y hasta hoy, hay un elemento que ha permanecido vigente, que es la contradicción entre el interés de la clase obrera y el interés del capital que la emplea. Son intereses contradictorios que, sin embargo, pueden admitir una resolución superadora en el marco de una política de desarrollo; la cual significará para el empresario más ganancia, más mercado, más capacidad de innovación tecnológica, más acceso al crédito y, para el sector del trabajo, más empleo, más salario y más espacio para la organización gremial en defensa de sus derechos. Esta coincidencia objetiva de intereses en el marco de una política de desarrollo conduce a la propuesta de la alianza de clases y sectores, cuya expresión electoral fue el Frente Nacional que lo llevó a Frondizi al gobierno; Frente que no fue producto de una especulación electoralista oportunista, sino la expresión política de una convergencia profunda y genuina de intereses, que es esa alianza de clases y sectores.
El gobierno de Frondizi llega al poder a través de la expresión electoral de un Frente y pierde el poder un 29 de marzo de 1962 (el día del golpe militar cuando Frondizi es derrocado, mi padre estaba exiliado desde semanas antes, por consejo del mismo Frondizi) porque el Frente se fractura y se disuelve, y ello da espacio para que los adversarios internos y externos del desarrollo nacional puedan prevalecer.
Internamente, serán los sectores reaccionarios y los sectores políticos adversos a las políticas del desarrollo. El factor externo, por su parte, tuvo influencia determinante; en particular los servicios de inteligencia americanos, que de ninguna manera expresaban la actitud política de los sucesivos presidentes que en los EE.UU acompañaron al gobierno de Frondizi (Eisenhower primero y luego Kennedy, que eran amigos de la Argentina y amigos del gobierno de Frondizi). Los servicios de inteligencia, especialmente los servicios navales, operaban bajo la presunción, por supuesto falsa, de que el proceso argentino favorecía al comunismo. Estos servicios contribuyeron al derrocamiento y tuvieron como "vicarios" locales a los servicios de información navales argentinos, quienes a su vez asumían una curiosa autoridad sobre los servicios del Ejército. Ese conjunto de intereses fue un factor que precipitó un golpe que, en lo esencial estuvo determinado por la ruptura del Frente.
Luego de la caída del gobierno, el Desarrollismo siguió siendo un factor determinante en la vida política del país, caracterizado por la originalidad y la creatividad de sus propuestas. Una singularidad que con frecuencia lo enfrentó al resto de la clase política argentina. Si hay algo que lo pone de manifiesto es el tema de Malvinas. Yo me considero un "malvinero" en el sentido de mi respeto, mi admiración y mi reconocimiento a la profesionalidad y al coraje con que las Fuerzas Armadas argentinas dieron la batalla de Malvinas. Pero considero que la iniciativa estratégica de intervenir militarmente en las islas fue un gravísimo error cuyas consecuencias el país pagó y sigue pagando todavía. En la mañana fría y nublada del 2 de abril de 1982, mi padre no estaba en Buenos Aires, y yo recibo el llamado de Frondizi que me invitaba a ir a su departamento de la calle Berutti, frente al Hospital Alemán. Y, luego de analizar políticamente la decisión de la Junta militar y sus implicaciones, me indica redactar, en la vieja máquina Olivetti de su escritorio, el primero de los comunicados los a través de los cuales el Desarrollismo expresó de un modo cada vez más categórico, sus objeciones, su rechazo y su anticipación del fracaso de la iniciativa del gobierno militar, inspirada no en su compromiso nacional sino en el subalterno intento de intentar evadirse, a través de la acción militar, de la responsabilidad por las funestas consecuencias económicas y sociales de sus seis años de gobierno.
En aquella reunión en la casa de Frondizi se analizaron los elementos contextuales que auguraban el desastre, tales como la irracionalidad de plantear desde la Argentina un conflicto con la NATO, el carácter indisoluble de la alianza entre Inglaterra y EE.UU, y la necesidad política de Margaret Thatcher de no aparecer concediendo a la presión militar argentina. Todo lo cual conducía necesariamente a un diagnóstico en absoluto favorable a la aventura. Y hoy recuerdo con una sonrisa que, para terminar, como colofón de este análisis estratégico, Frondizi me dijo: -Y por último, si esta decisión la tomaron los militares, es una mala decisión!-…Afirmación que podría parecer una arbitrariedad sino fuera porque era la expresión de un hondo conocimiento de la realidad reaccionaria y antinacional de las políticas del gobierno militar de ese momento.Creo que transcurridos sesenta años de esta gran experiencia de lo que fue el gobierno desarrollista era necesario que diera mi testimonio del significado trascendente que para la Paria ha tenido estos dos prohombres de la historia argentina reciente: Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio
*Ingeniero agrónomo y político Argentino