CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO por Teresa Harguindey*
Ernestina Gamas | 23 octubre, 2018Su Santidad, Papa Francisco:
El agravio motiva escribir esta carta. La mano en el hombro de un caído es signo de misericordia, pero es signo de bendición si el anillo eclesiástico se apoya en el hombro de un mercader que desafía la investigación de la justicia por motivos inconfesados. No hay gestos cándidos en la Argentina arrasada por la corrupción y la pobreza estructural, la moral de un acto o de una intención se mide por el motivo que lo impulsa. La foto de Hugo Moyano rodeado del cordial arzobispo Radrizzani y del clero partisano en el día de su omnipotencia sindicalista, política y religiosa, ofende a los argentinos que leemos en ella el uso de la Iglesia en beneficio propio. En el acto de Luján, la Iglesia argentina amparó con su manto celeste no sólo a él, también a innumerables personajes del peronismo opositor y del sindicalismo hoy sindicados por la Justicia. Quizás, (reitero: no queda margen para la candidez en la Argentina) animada por su venia como jefe espiritual y jefe del Estado Vaticano.
La foto fue un agravio para quienes sabemos que, corridos por las investigaciones o por intereses espurios, muchos concurrentes fueron a Luján por necesidad, no por virtud. De un modo incipiente, desparejo, y a veces amañado, alguna Justicia intenta poner luz sobre la trama oculta de los negociados de las cleptocracias sindicales, políticas y empresariales que mientras levantaban el encomiable estandarte de Pan, Paz y Trabajo hicieron del suelo argentino su quinta personal. Y junto a la Justicia, transita un Estado agobiado frente a la demanda social con una moneda fina como una hostia fruto de la erosión inflacionaria de siete décadas. Con esa moneda debilitada y mientras el planeta avanza adaptándose a nuevas formas de vínculo laboral, el Estado argentino hace frente a demandas laborales que desconocen la precariedad del momento y sufre presiones de grupos de poder que se la juegan de mejor patriotas o nacionalistas de buena ralea, vampirizan el Estado por un lado, y por el otro lo acusan de anémico. Estamos, quizás, en el umbral de que la Argentina erradique la anomia, su debilidad institucional y la corrupción endémica, mal extendido a lo largo y lo ancho de una sociedad que prácticamente no conoce el valor estable de su moneda como referente y regulador del contrato social. Y para sanear la Argentina tiene que caer quien deba caer. Quienes tenemos el objetivo de ver una Argentina saneada, sin otro fin que el bien común, y el fin de la impunidad no nos sentimos representados por la Iglesia de Luján. Así no se cura la grieta, así no hay bálsamo espiritual.
Buenos Aires, 21 de octubre de 2018
*Escritora
Excelente!!! Así también lo sentí yo. Una burla infame a los que ponemos el hombro, no vivimos del Estado y cumplimos con nuestros deberes ciudadanos. Si antes callaron con los militares en el poder, hoy callan con los corruptos que empobrecen y debilitan la médula social. Siguen siendo cómplices!!! Una verdadera pena.