“ARTURO FRONDIZI EL ÚLTIMO ESTADISTA DE LA ARGENTINA”, a propósito de un libro de Albino Gómez por Román Frondizi*
| 10 julio, 2017Desgrabación de la disertación del Dr. Román Frondizi en ocasión de la presentación del libro en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, Bs.As., 8 de junio de 2017.
El libro de Albino Gómez que hoy presentamos está escrito desde la inteligencia crítica de los hechos y también desde el corazón, como lo evidencia la inocultable pasión argentina que lo anima.
La memoria de los hechos, conservada por Albino Gómez con lúcida claridad, la ayuda del diario que llevó en aquellos tiempos y las fuentes documentales, junto con una prosa cuidadosa y elegante, hacen que el tratamiento del tema se traduzca en un texto de atrapante lectura.
El libro se ocupa de los principales hechos de la vida política argentina de los que fue protagonista Arturo Frondizi entre 1955 y 1962 y, principalmente, del período de su gobierno.
Los que atañen al último período de éste están expuestos en muchos casos a partir del testimonio y del protagonismo del propio autor y por ello mismo el libro adquiere en esas páginas particular vivacidad.
Ahora bien: me parece inútil exponer el contenido de la obra o entrar en su examen, porque pienso que lo mejor que les puede ocurrir es comprar el libro, leerlo, reflexionar y hacer ustedes mismos el juicio crítico que merece.
Con todo, desearía detenerme sobre algunos aspectos de los tantos que contiene, desde anécdotas hasta documentos internacionales.
El presidente Frondizi recibió al país en medio de gravísimas dificultades de todo orden, que lo hacían poco menos que inviable.
A ello se sumaron 36 tentativas de golpe de estado, huelgas insurreccionales, actividad terrorista, complots internacionales –como el de los documentos cubanos- y una oposición política que, salvo excepciones, fue sistemática, rencorosa, cerril, irracional.
En medio de semejante ambiente, Arturo Frondizi llevó adelante durante los 1427 días de su presidencia inconclusa, una obra de gobierno excepcional que no se compara con ninguna otra en relación al breve lapso en que se ejecutó.
Y que hoy es ampliamente reconocida.
El cumplimiento del programa de gobierno tuvo en el Estado de Derecho -que no existe si no se mantiene el orden público- una base fundamental.
Sin su vigencia en los hechos reales de la vida social la paz interna y el progreso cultural se alejan irremediablemente, no hay estimulo para el esfuerzo creador de sus habitantes y el capital se retrae.
Esto, que era totalmente cierto entonces y lo sigue siendo ahora, fue un objetivo principal del gobierno de Arturo Frondizi.
A instancia del presidente, el Congreso sancionó la más generosa ley de amnistía que se recuerde, se levantaron las inhabilitaciones políticas, se devolvieron los sindicatos a los trabajadores, y se derogaron leyes represivas de antigua y reciente data, entre ellas la ley 4144 llamada de residencia, que había sido utilizada como un instrumento de persecución política e ideológica durante muchos años.
El estado de sitio solo fue implantado por absoluta necesidad, ante la existencia de claras pruebas de violencia insurreccional evidenciada por casos manifiestos de sedición y de subversión, y no afectó la subsistencia del derecho a la crítica ni la más plena libertad de prensa.
Ante el auge del terrorismo que se venía manifestando desde 1959 y la sucesión de huelgas insurreccionales, el Gobierno aplicó el Plan Conintes.
Me detendré sobre este punto porque se ha pretendido, repetidamente, presentar al Presidente como el autor del Plan Conintes, y se lo ha vituperado, desde diversos sectores, inclusive, curiosamente por parte de ciertos exponentes del peronismo, por haberlo aplicado.
Cabe recordar, ante todo, que las modificaciones al derecho público introducidas durante el primer peronismo, a partir de la incorporación a la Constitución de 1949 del estado de prevención y alarma junto al estado de sitio, del dictado de la ley 13.234 sobre Organización General de la Nación en Tiempos de Guerra que precisamente crea el Plan Conintes, del decreto 3276/51 ratificado por la ley 14.062 que establece el Estado de Guerra Interno, del decreto sobre Seguridad del Estado que remozó la ley 7029 de Defensa Social, de la ley sobre Represión del Sabotaje y el Espionaje, se organizó un aparato de defensa del Gobierno que sería puntualmente aplicado por el General Perón todas las veces que debió enfrentar la protesta social y política.
Destaca la aplicación de la ley 13.234, con plan Conintes y movilización militar de los trabajadores a cargo del Ejercito, dispuesta por decreto del PEN del 25 de enero de 1951 firmado por el Presidente Perón, a la huelga ferroviaria de noviembre de 1950 y enero de 1951, con la secuela de más de 2000 trabajadores despedidos y otros tantos detenidos de los cuales 300 quedaron presos por largos meses.
La víspera del dictado del decreto el general Perón dio un discurso en el que dijo entre otras cosas:
“(…) el que vaya a trabajar estará movilizado, y el que no vaya será procesado e irá a los cuarteles, para ser juzgado por la Justicia Militar de acuerdo al Código de Justicia Militar”.
Qué debía hacer el Presidente Frondizi ante el incendio del país por parte de quienes querían su derrocamiento: los militares golpistas, las huelgas insurreccionales, una oposición que se montó irresponsablemente en la huelga ferroviaria que duró desde el 26 de octubre hasta el 10 de diciembre de 1961? Hubieron atentados con bombas en Rosario y Lanús, se atacaron e incendiaron trenes enteros, se fomentó el desorden por medio de explosiones. El 4 de diciembre de 1961 hubo un acto en la sede de la CGT. Hablaron los dirigentes más representativos de la oposición: Ricardo Balbín, radical del pueblo; Alberto Iturbe, peronista; David Tieffember, socialista; Ernesto Giudice, comunista. Alentaron explícitamente a la ruptura del orden constitucional con el pretexto de la incompetencia del gobierno…El Presidente debía presenciar como incineraban su gobierno? Si lo hubiera hecho se hubiera generado el caos y habría sido acusado de entregar el país a los peronistas y a los comunistas. Como no lo hizo, sino que aplicó el derecho vigente y restableció el orden, se lo atacó ferozmente. Palos porque bogas, y si no bogas… palos!
Otro tema que trata el Libro de Albino Gómez sobre el que me parece oportuno detenerme, es el del resultado de las elecciones de 1961/ 1962 y su anulación.
El resultado de esas elecciones fue usado como pretexto para desatar el enésimo golpe de estado, que esta vez llevó a derrocar al Presidente: el elenco estable del golpismo cívico-militar había empezado a gestarlo desde antes de que asumiera el Gobierno el 1° de mayo de 1958.
En primer lugar no es cierto, como han afirmado no pocos comentaristas, incluso algunos con chapa de historiador, que el partido del Presidente – la UCRI- perdió esas elecciones.
Los comicios tuvieron lugar entre diciembre de 1961 y enero de 1962 en Santa Fe, San Luis y Catamarca donde triunfó la UCRI.
El 18 de marzo de 1962 la UCRI sumó sus triunfos en la Capital Federal, Entre Ríos, Corrientes, Formosa, La Pampa, La Rioja, y Santa Cruz.
La UCRP ganó en Córdoba.
El peronismo, bajo diferentes rótulos -UP, Tres Banderas, Partido Popular e incluso MPN- ganó en las provincias de BA, Tucumán, Santiago del Estero, Misiones, Chaco, Jujuy, Río Negro, Neuquén y Chubut.
El Partido Demócrata Conservador ganó en Mendoza.
A escala nacional, estos fueron los resultados:
UCRI: 2.284.091 votos, 25,2%
Peronismo: 1.862.694 votos, 20,47%
UCRP: 1.688.805 votos, 18,7%
El resto de los votos se dividieron entre los nulos y en blanco que fueron 332.956 representando el 3,67%, y todos los demás partidos, desde los conservadores hasta los comunistas, pasando por los socialistas, los demócratas progresistas, los democristianos, etc., que reunieron en conjunto 1.577.538 votos o sea el 17.37%.
Por otra parte, tampoco es cierto que el Presidente Frondizi anuló las elecciones.
Frondizi intervino, ad referéndum del Congreso Nacional, las provincias en las que había ganado el peronismo en un intento de crear un período de transición entre el comicio y la fecha de asunción de los electos que permitiera que se serenara la histeria que exaltaba el ánimo de los civiles y militares golpistas.
Mientras Frondizi tras ser derrocado, estaba preso en la isla de Martin García, el presidente que lo sucedió, acorralado por los golpistas, anuló las elecciones por medio de los decretos 3554/62 y 3657/62 del 23 y 25 de abril de 1962, que, además, pusieron en receso al Congreso e intervinieron todas las provincias argentinas.
Si se hubiese aceptado el resultado electoral –que no significaba ni mucho menos que el peronismo gobernaría- y mantenido el orden constitucional, el país habría recorrido una senda de respeto por la ley con el peronismo funcionando dentro y no fuera del marco institucional.
Sin embargo, frente a la crisis de marzo de 1962, salvo la UCRI que se mantuvo firme junto al Presidente, la mayoría de los partidos –todos los más importantes con excepción, dicha sea en honor a la verdad, de los peronistas que advirtieron, tarde, el abismo en el que se precipitaba el país- se negaron a cualquier solución que no fuera la salida del Presidente. Lograron derrocarlo. Cometido ese verdadero crimen contra la Nación, ésta se precipitó en un proceso sin remedio hacia la violencia más creciente.
Desde el punto de vista político, la herencia de Arturo Frondizi incluye diversos aspectos.
Imposible referirme a todos.
Señalaré algunos de ellos.
Uno, es el trabajo en equipo, que siempre practicó y cuyas bondades afirmó invariablemente.
Albino Gómez destaca, justamente, el aporte de la Usina, que él integraba, y que lideraba ese gran argentino que fue Rogelio Frigerio.
Debe agregarse una pléyade de hombre y mujeres inteligentes y patriotas – civiles y también militares- provenientes de las filas de la UCRI, de otras fuerzas políticas y de la sociedad civil, que se distinguieron en los Ministerios, las gobernaciones de provincia, el Congreso, la Corte Suprema y las FF. AA.
Me gustaría nombrarlos, tengo vívo en mi espíritu su recuerdo[1].
Otro aspecto de la herencia política de Arturo Frondizi es que siempre fue adverso a los recitadores de slogans y a los sostenedores de presuntos dogmas ideológicos.
Hoy mismo se fastidiaría, y cómo, si escuchara a alguien recitar las soluciones de 1958 como un catecismo a aplicar sin más a los problemas concretos de 2017.
Como señaló Max Weber en 1919, hay políticos de convicciones y políticos de responsabilidades.
AF reunió ambas calidades.
Desechó, desde la función de gobierno, las rigideces doctrinarias y los esquemas ideológicos que no son tolerados ni por la democracia ni por la realidad y que llevan a resultados opuestos a los fines perseguidos.
Privilegió, en cambio, como bien lo destaca el libro que presentamos, la política del desarrollo, que requiere gestión inteligente y eficaz, orden, organización y planes para alcanzar resultados.
Pero la nota más fuerte de la herencia política y moral de Arturo Frondizi está dada por su búsqueda, por su reclamo, por su requisitoria permanente en pro del reencuentro de los argentinos.
En este orden de ideas, cito, por todos, los conceptos vertidos en su Mensaje al Congreso al asumir la Presidencia el 1° de mayo de 1958, que retomando el contenido de sus discursos de campaña, sentó las líneas de toda su gestión.
En el principio mismo de ese Mensaje sostuvo el Presidente:
“(…) que la instalación del Gobierno está presidida, en lo profundo, por una idea moral: la clara e inequívoca voluntad del reencuentro argentino…empresa que, por su magnitud, no puede ser de un hombre ni de un grupo de hombres. Es tarea de todo el pueblo argentino, sobre la base de sus reservas morales y espirituales, e implica también una responsabilidad compartida por todos…El reencuentro de los argentinos requiere eliminar del corazón y de la vida los motivos de encono y los pretextos de revancha, extirpar de raíz el odio y el miedo”.
Los hechos posteriores a su enfática admonición ante el Congreso, hasta los de la actualidad, comprueban la razón que lo asistía.
La Argentina, que se ha transformado en una especie de museo de debates que atrasan casi medio siglo, parece ser incapaz de sacarse el pasado de encima.
Sería deseable que lo asumiera, incluyendo lo irreparable, hiciera un gran balance, y prosiguiese la marcha liberada de un lastre paralizante.
Hace bien Albino Gómez en sostener la vigencia del proyecto desarrollista.
Tambien acierta en sugerir a quienes invocan las ideas y las políticas del presidente Frondizi que estudien su obra de gobierno y los textos que produjeron tanto él como Frigerio y otros hombres del desarrollismo.
También señala, con clara razón, que el transcurso de más de 50 años obliga a poner ese programa muy al día y cambiar mucho los logros a perseguir.
Hoy, la premisa es restablecer la vida moral en la República.
Cada uno, desde su lugar, tiene responsabilidades en esta tarea fundamental.
Ello sentado me atrevo a afirmar que el eje central de un programa desarrollista actualizado pasa por asumir que vivimos en el mundo del conocimiento y que quienes –países y personas- queden atrapados en la brecha digital terminarán marginados más pronto que tarde.
La educación, no solo la formal sino la educación permanente que permite seguir el avance de la ciencia y la técnica, que se retroalimentan en un proceso vertiginoso, pasa a tener máxima prioridad.
Hay que usar todos los medios, en particular los digitales en sus diversas modalidades, aprovechando la notable red de fibra óptica, el servicio de telefonía y el sistema televisivo que llega a todo el país.
También hay que afianzar la extraordinaria revolución tecnológica y productiva cumplida por el sector agroindustrial, cuyas perspectivas a nivel mundial siguen siendo excepcionales debido al aumento de la población solvente y a la demanda creciente de alimentos de calidad que respeten la dimensión ecológica. De las grandes ramas de la producción esta es la única en la que somos competitivos a escala internacional.
Pero no alcanza con la agroindustria.
Están esperando el sector energético, la infraestrucura, y la industria que debe reestructurarse en lo empresarial y en lo tecnológico para ser competitiva.
Es imperativo reducir el costo argentino cuya enormidad es una de las mayores trabas para la recuperación de la economía nacional.
Todo esto necesita dramáticamente conocimiento, inteligencia, medios adecuados a los fines.
Requiere políticas activas, de naturaleza distinta a las tradicionales, dirigidas a alentar las actividades competitivas en el mercado mundial.
Por honestidad intelectual y política debo decir que el presidente y sus colaboradores, como todos los hombres, no fueron perfectos y se cometieron diversos errores.
A mi entender, el principal fue no sostener a la mayoría legalista de las fuerzas armadas que el 4 de setiembre de 1959 estuvo dispuesta a aplastar sin más, por las armas, al grupo de militares sediciosos que incitados y seguidos por los políticos de la oposición golpista, ocuparon los puestos de comando durante un lapso breve pero suficiente para terminar derrocando al presidente. La intención que guio al presidente a adoptar esa decisión desacertada fue buena: evitar el derramamiento de sangre. El resultado fue malo: a la larga el gobierno fue derrocado e inevitable y fatal consecuencia del camino que entonces se empezó a recorrer fue que, a poco andar, la patria se ensangrentó como nunca antes.
Señoras, señores, queridos amigos,
El sueño de Arturo Frondizi, al que dedicó con pasión su esfuerzo consecuente, fue el de la República democrática, la Nación desarrollada, el país moderno, la cultura, el progreso y la unidad nacional construida sobre la base del reencuentro de los argentinos.
Su sueño, que evoca al sueño de Alberdi, está incumplido.
Renovemos la convocatoria, que debe arrancar del fondo del alma argentina.
Todos debemos ser obreros de esta empresa superior.
Cada uno ha de perfeccionar la herramienta que el destino colocó en sus manos.
Sintámonos solidarios en la honda fraternidad que engendra la construcción del futuro común, sin escuchar las voces de quienes predican el rencor y promueven la discordia.
Mantengamos encendida la antorcha que prendió Arturo Frondizi, que ya no le pertenece sino que es de toda la Nación.
El libro de Albino Gómez que hoy presentamos es un aporte valiosísimo también en este sentido.
*Ex Juez de la Cámara Federal de La Plata. Ex Conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación 2001-2003
[1] Cito de memoria y pido perdón por las muchas omisiones involuntarias, entre tantos otros: a nivel del Ejecutivo y organismos descentralizados Alfredo Vítolo, Luis MacKay, David Blejer,Héctor Noblía, Carlos Florit, Emilio Donato del Carril, Alfredo Allende, Antonio Salonia, Diógenes y Juan Carlos Taboada, Miguel Angel Cárcano, Roberto T. Aleman, Arturo Acevedo, Justo P. Villar, Gabriel del Mazo, Arturo Coll Benegas, Guillermo Acuña Anzorena, Ismael Bruno Quijano, Arturo Sábato, Clotilde Sabattini, Pedro Petriz, Jorge Carrizo Rueda, Juan José Bruno, José Rafael Cáceres Monié. En las provincias los gobernadores Oscar Alende, Carlos Sylvestre Begnis, Raúl Uranga, Ernesto Uelstchi, Fernando Piragine Niveyro, Celestino Gelsi, Horacio Guzmán, Tito Domenicone, Ismael Amit, Américo García. En la Corte Suprema Julio Oyhanarte, Ricardo Colombres, Aristóbulo Aráoz de Lamadrid, Pedro Aberastury, Benjamín Villegas Basavilbaso, Ramón Lascano. En el Congreso Héctor Gómez Machado, Federico Monjardin, Olegario Becerra, Ricardo A. González, Horacio López Ballesteros, Rodolfo Carrera, Jorge W. Ferreyra, José Pérez Martín, Oscar López Serrot, Francisco Cañeque, Rodolfo Weidmann, Benjamin Guzman, Alfredo García, Adolfo Rocha Errecart. En las FF.AA. los generales Héctor Solanas Pacheco, Elbio Anaya, Rodolfo Larcher, Ernesto Taquini, Julián García, Pascual Pistarini, Tomás Sánchez de Bustamante, Juan Enrique Guaglialmelli, Ricardo Fonseca, Mariano de Nevares, Jorge Cáceres Monié, José Rafael Herrera, Luis Gómez Centurión, Alejandro Lanusse, el coronel Federico de Álzaga, los almirantes Adolfo Estevez, Carlos Kolungia, Mario Robbio, Hermes Quijada, Ezequiel Niceto Vega, Recaredo Vázquez, Gonzalo de Bustamante, el capitán de navio Raúl González Vergara, los brigadieres Eduardo Mc. Loughlin, Ramón Abrahin, los comodoros Arturo Krausse y Roberto Huerta, entre muchísimos otros jefes y oficiales de las FFAA leales al orden constitucional.