¿ES POSIBLE PENSAR LA ARGENTINA SIN PENSAR EL PERONISMO? Por José Armando Caro Figueroa*
| 24 mayo, 2017Publicado en El Tribuno de Salta
“El futuro procederá de un largo dolor y un largo silencio” (C. Pavese)[1]
Aunque no todos lo adviertan, muchos de nuestros debates actuales tienen conexión directa con los aún irresueltos conflictos que giran alrededor de la sucesión política de Juan Domingo Perón.
Puntualizar estos vínculos entre el futuro de la Argentina y el futuro del peronismo, sirve para descartar las propuestas que imaginan un país definitivamente desperonizado. Dicho en otros términos: Resulta, a mi entender, erróneo imaginar hoy una “patria sin peronistas” (o una “patria antiperonista”) tanto como en los años 70 resultó equivocado el sueño absolutista de implantar una “patria peronista” o, si acaso, una “patria socialista” surgida violentamente y bajo el paraguas del legendario movimiento.
Las dos Argentinas enfrentadas
En nuestro horizonte inmediato, no existe –sin embargo- un debate abierto y sincero acerca del modo de articular los dos segmentos principales que dividen el espacio político, social y cultural de la Argentina. En realidad, cada uno de ambos segmentos continúa enfrascado en sus propias ideas y contradicciones; y unas veces no descarta el objetivo de expulsar al otro de la vida política nacional, y otras se regodea imaginando fórmulas para colonizar, doblegar, cooptar, infiltrar al tenaz adversario.
El extenuante ciclo kirchnerista pareció cerrar la sucesión de Perón con la entronización del “mundo montonero” como únicos, universales y legítimos herederos. Los ahora viejos imberbes habían encontrado las fórmulas y los caminos que no acertaron a diseñar en los años 70 y, esta vez sin las armas en la mano, se hicieron con el control del Estado, de la memoria colectiva y de casi todo el aparato peronista.
El triunfo de Mauricio Macri y la ignominia que cayó sobre el régimen anterior están provocando inesperadas consecuencias en el seno del peronismo. Si bien en un primer momento estas consecuencias priorizan los reacomodamientos de caudillos locales, jefes sindicales y mecenas empresariales, han comenzado a surgir debates e intercambios centrados en aspectos ideológicos y programáticos que hablan de una imprecisa y ambigua “renovación del peronismo”.
La “tercera renovación peronista”
Estos intercambios tienen una agenda tan abierta como intrincada: ¿Qué papel jugará el kirchnerismo y la memoria montonera? ¿Cuáles son las “esencias” a conservar y cuales las nuevas ideas a incorporar? ¿El unicato sindical, la patria contratista y el industrialismo prebendario integran estas esencias? ¿Es posible trabajar para un amplio consenso alrededor de la Constitución democrática, republicana, federal y cosmopolita de 1853/1994[2]? ¿Cuál es camino para cerrar definitiva y justamente las heridas abiertas por la violencia armada en los años de 1970? ¿El peronismo del siglo XXI está más cerca de los dogmas corporativos, excluyentes y tercermundistas de su primera experiencia, o de las ideas contenidas en el discurso de Perón ante la Asamblea Legislativa del 1° de mayo de 1974? ¿Qué relaciones entre la Argentina y el mundo y entre Estado, mercado y sociedad propugna la sedicente “tercera renovación peronista”[3]?
Una agenda que, en modo alguno, podrá obviar reflexiones y debates autocríticos referidos a los momentos culminantes que -bien en función de gobierno, bien como oposición-, protagonizó el peronismo a lo largo de los 70 años transcurridos desde su aparición en el horizonte político argentino. Ha pasado la hora de despachar los errores y fracasos achacándoselos a las herejías o impericias de “los otros”, y de pregonar que serán borradas por la ahora inminente aparición del “auténtico peronismo”.
Ensayos y propuestas
En mi caso, a través de la prensa y de algunas tertulias nostálgicas, creo identificar la emergencia de ciertas novedades aun en estado de elaboración y ensayo: Mientras algunos grupos de peronistas enfatizan su carácter republicano y federal, para despegarse de la anterior aventura totalitaria y centralista, otros bucean en las disímiles “ortodoxias” disponibles.
Si los primeros, con la mente abierta, se atreven a los esfuerzos intelectuales imprescindibles, los segundos son presas de una penosa pereza mental. Mientras los primeros admiten los avances producidos en el pensamiento político, económico y social, los segundos rumian los llevados y traídos textos de los próceres de la vieja ortodoxia.
El recién fundado Centro de Estudios para el Trasvasamiento Generacional Héctor Tristán[4], que inspira Roberto GRABOIS[5], aparece con el declarado propósito de encarar las tareas largo tiempo pendientes. De momento, sus esfuerzos los percibo orientados (siempre a juzgar por la información de prensa y lejos del teatro donde se desarrollan los acontecimientos) a enlazar -con alguna que otra concesión[6]– con la liturgia irreprochablemente peronista edificada por las organizaciones que en los años de 1970 no recayeron en la herejía montonera y enfatizaron su verticalismo hacia Juan Domingo Perón[7].
Quizá el primero y más expresivo paso que haya de dar el peronismo en trance de renovación, sea el abandono definitivo del verticalismo y su reemplazo por formas insospechadas de democracia interna. Pienso que sería absurdo saldar el debate entronizando una nueva Jefatura carismática y cuasi militar para conducir las estructuras partidarias y, si acaso, gobernar.
El segundo, también inexorable, es el definitivo compromiso con los valores, las instituciones y las reglas contenidas en el bloque constitucional, federal y cosmopolita vigente desde 1994. Es este el espacio que, muy probablemente, permitirá cerrar todas las grietas y superar las antinomias tan cuidadosa e irresponsablemente cultivadas por unos y por otros.
Sería muy oportuno y saludable reconocer que en la irrestricta vigencia del Estado Constitucional están las soluciones para los problemas de los terrorismos, de la corrupción y la anemia económica que generan inflación, desempleo y pobreza. También están en este Estado Constitucional las bases para el desarrollo de nuestras libertades, de un nuevo modelo de producción, y para el enriquecimiento de nuestro precario Estado de Bienestar.
Vaqueros (Salta), 22 de mayo de 2017.
*Ex Fiscal de Estado de la Provincia (1973), ex Ministro de Trabajo de la Nación (1993/1997)
[1] El Oficio de vivir, página 36.
[2] Un objetivo cuya procura no puede, desde el vamos, ignorar las dificultades existentes contemporáneamente cuando se trata de alcanzar grandes consensos entre fuerzas políticas antagónicas. Como apunta RIEFF al reflexionar sobre los problemas de la memoria colectiva y el olvido, “en nuestra nueva era del resentimiento, la mera noción de algo compartible parece cada vez más inalcanzable.” (David RIEFF, “Elogio del Olvido”, 2017, página 69).
[3] Si dejamos de lado los cambios programáticos impuestos por la crisis de 1952, hay que contabilizar la primera renovación ocurrida en 1974 (expulsión de montoneros y discurso de PERÓN sobre el Modelo Argentino), y la segunda liderada por Antonio CAFIERO en 1984.
[4] https://abelfer.wordpress.com/2016/11/25/el-trasvasamiento-y-hector-tristan/. En los años de 1970 tuve amistad y confraternidad política con Héctor que, por lo demás, había nacido en Salta o, al menos, jugado al futbol en el primer equipo de Gimnasia y Tiro.
[5] Cuyo reciente libro “Memorias de Roberto “Pajarito” Grabois” (2014) he leído con especial provecho.
[6] Por caso, la participación del ex ministro kirchnerista Jorge Enrique TAIANA, hijo del que fuera también ministro -en los años de 1970- y estuviera vinculado al equipo médico que atendió a PERÓN en su última enfermedad y cumpliera un papel político controvertido por algunos analistas.
[7] Por ejemplo, el “Movimiento XXI” en el que actúa Oscar LAMBERTO (actual Auditor General de la Nación), o el salteño “Centros de Estudios Juan D. Perón”, que dirigen Julio SANMILLAN y Antonio LOVAGLIO, son otros tantos intentos dentro del amplio, diverso y plural espacio renovador.