POSVERDAD por Esteban Valenti*
| 14 enero, 2017Este es un tiempo de post. Es decir un tiempo donde hemos supuestamente o, realmente superado ciertas categorías históricas. El resumen de todos los post es en la actualidad la posverdad. Estamos más allá de la verdad.
El Diccionario Oxford la definió “posverdad como la palabra del año, como expresión principalmente del intento de explicar tanto el resultado del “Brexit” (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea en un plebiscito) como el triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas. En ambos casos destrozando todos los pronósticos y las posiciones ampliamente mayoritarias de las elites locales.
Se trata de un neologismo, el post-truth o la posverdad, que es una palabra bastante ambigua, que el diccionario define: “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Las dos post verdades que se definieron este año han superado todas las expectativas racionales y expresan también la incapacidad de las clases dirigentes de los Estados Unidos y de Gran Bretaña en interpretar los sentimientos profundos de sus sociedades. Esos sectores de élite contaron con el apoyo irrestricto de los principales medios de comunicación en particular en sus editoriales y opiniones ampliamente mayoritarias. De todas maneras perdieron.
Es el predominio de las emociones, de las creencias y de las supersticiones por encima de la razón y la racionalidad política. Otro ejemplo es el referéndum en Colombia donde fue derrotado el tratado de paz firmado entre el gobierno y las FARC luego de años de negociaciones y más de medio siglo de la guerra más larga del mundo. En todos los casos lo emocional superó ampliamente lo racional.
Y se sabe la verdad, aunque relativa radica precisamente en la racionalidad.
La posverdad a partir de una clara influencia orwelliana (1984) reconoce un vacío que se coloca entre la verdad revelada y la verdad sentida. Fue The Economist que anticipaba el posible resultado de las elecciones norteamericanas al afirmar que “Donald Trump es el máximo exponente de la política ‘posverdad’, (…) una confianza en afirmaciones que se ‘sienten verdad’ pero no se apoyan en la realidad”.
El uso del concepto tuvo un auge a partir del sociólogo norteamericano Ralph Keyes que publicó en 2004 su libro: The Post-Truth Era. Mientras que el también norteamericano, Eric Alterman, fue el que lanzó la idea de un valor político como la manipulación que habría ejercido el gobierno Bush a raíz del trauma del 11 de setiembre, precisamente porque una sociedad en situación de psicosis resulta mucho más sensible y fértil a la inoculación de posverdades. Más aún cuando se trataba de restringir libertades o de emprender iniciativas militares, empezando por la posverdad de las armas de destrucción masiva en Irak.
Para algunos quien divulgó ampliamente en término fue el blogger David Roberts, en el 2010 en una columna y en su acepción moderna de este concepto de la noticias del día, del minuto para construir emociones muy fuertes que puede disociarse con la aparición y el uso de las redes sociales.
Lo cierto, es que la paternidad escrita del concepto corresponde a un ensayo de 1992 por parte del escritor serbio-estadounidense Steve Tesich cuando escribió tras el vergonzoso episodio de Watergate, de la “verdad de Watergate es que para disminuir la cobertura informativa del escándalo Irán-Contra y Guerra del Golfo Pérsico y describió a los norteamericanos ” como un pueblo libre, que han decidido libremente que queremos vivir en un mundo posterior a la verdad.”
El concepto es su sentido más profundo, es el predominio de un relato de noticias transformadas en emociones por encima de la política tradicional y de la racionalidad y tiene notorios antecedentes históricos.
La emergencia de la posverdad en diversas sociedades, que ya no llamamos más posmodernas, es un salto de calidad del proceso de pérdida de referencias ideales e incluso culturales y en los próximos años asistiremos a su emergencia en diversas latitudes. Lo que está claro es que en todos los casos son situaciones latentes en las sociedades que son utilizadas por determinados sectores políticos o del poder para sus intereses. La posverdad no hubiera emergido sin Trumph, sin los impulsores del Brexit, sin Uribe en Colombia y sin las fuerzas más conservadores que se mueven en Europa.
No es una novedad, hubo en la historia momentos críticos, donde los espacios tradicionales y racionales se vaciaron y fueron aprovechados para la emergencia de movimientos que privilegiaron la emocionalidad, para generar otras “verdades” raciales o nacionales feroces, como el fascismo y el nazismo. En general la posverdad necesita enemigos claros y bien definidos que expresen todos los males que preocupan a esas masas sociales, los extranjeros, los refugiados, los judíos, los musulmanes, los mexicanos, los diferentes, la Unión Europea, Wall Street, etc. etc. Nunca se trató de la emergencia de esas masas alcanzando el poder, al contrario.
Joseph Goebbels, que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945 afirmó: “No sería imposible probar que con suficiente repetición y un entendimiento psicológico de la gente que nos concierne, que un cuadrado es en realidad un círculo. Son solamente palabras, y las palabras pueden moldearse hasta que encubran las ideas y engañen” Esto sucedía hace 80 años.
En pleno 2016 durante su campaña, Donald Trump declaró que Barak Obama fue el fundador de ISIS; que el padre del senador Ted Cruz estuvo involucrado en el asesinato de John F. Kennedy; que vio en la televisión a miles de musulmanes en Nueva Jersey celebrando el ataque a las Torres Gemelas. El general que escogió como su futuro Asesor de Seguridad Nacional propagó a través de Twitter que los Clinton están involucrados en una red de traficantes de niños. No hay ni un solo rasgo de evidencia en estas acusaciones. No puede usarse el mismo razonamiento que el de las conspiraciones que no pueden comprobarse. Son simplemente mentiras, pero hay gente que las creyó. Y votó.
De acuerdo con los datos que publica el propio Departamento de Seguridad Nacional de EEUU, tampoco es cierto que hay millones de indocumentados mexicanos en Estados Unidos con antecedentes criminales. Pero no importa. Al fin y al cabo lo cuadrado está redondo.
Por otro lado la posverdad puede tentar a algunos a considerar que el sentido crítico permanente y la búsqueda de superar los niveles de conocimiento y de “verdades” están en la base del concepto. Falso, la posverdad es la entronización de las peores emociones, las más irracionales por encima de la razón.
En su novela 1984 George Orwell describió un mundo en el cual se modificaban totalmente los registros históricos concretos y diarios para adaptarlos a los objetivos propagandísticos.
¿En Uruguay estamos libres de la posverdad? ¿No hay una difusión de hechos cotidianos del pasado que han construidos relatos que poco tienen que ver con la historia de “verdad”, por ejemplo en el surgimiento de la dictadura y sobre todo en la resistencia a la misma? Y vaya si esa posverdad tiene y tuvo una fuerte influencia en la política concreta y electoral.
La posverdad no es solo “la palabra del año” como la define el Diccionario Oxoford, es una tendencia de multitudes y que es analizada hoy por los políticos de todas las tendencias, y por la academia por el impacto concreto que ha tenido en la vida de diversas naciones y porque es un ensayo de explicación de procesos muy complejos. No creo que podamos desentendernos como si fuera una simple moda intelectual.
¿La izquierda en su racionalismo, en sus diversos afluentes teóricos, en su tradición histórica debe considerar, debe utilizar, debe elaborar en torno a la posverdad?
Yo creo que la posverdad es una de las cosas más tóxicas que ha resurgido en el mundo actual porque siempre será utilizada para las peores causas.
*Militante político, periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora.