UNA NUEVA UTOPIA: LA ETERNIDAD por Lic. José Seco Villalba*
| 2 julio, 2016Los Precursores
Peter Thiel (1967), creador de PayPal; Larry Page (1973) fundador de Google; Cynthia Kenyon (1955), bióloga molecular, y Aubrey de Grey (1963), especialista en gerontología, comenzaron a reunirse hace más de quince años para avanzar sobre la última frontera de la ciencia: ¿Cómo evitar la muerte?
De Grey, sostiene que estamos en condiciones de vencerla. Afirma que comenzó una época en la cual los preconceptos se disuelven y los dogmas se desintegran.
A pesar de aquella sentencia de Séneca, “…la vejez es una enfermedad incurable”, debiéramos terminar con la dictadura de los clásicos y lanzarnos a los sueños. Séneca se equivocaba. Basta de imposibles.
El debate decisivo en este heterodoxo enfoque científico, está centrado en la inmortalidad.
La pregunta es: ¿Lograremos alguna vez ser eternos?
Saben que hay escépticos, pero están convencidos de que solo se trata de un problema técnico ¿Podremos implantar cerebros modificados para hacerlos más jóvenes? ¿Podremos conectar la memoria humana en supercomputadoras e introducirla en un nuevo cuerpo?
Parece una ficción, pero los trasplantes ya existen y lo demás llegará.
Son billonarios, brillantes y geniales. Coinciden en algo: desde el punto de vista de la tecnología actual, conquistar los 150 años de vida sería razonable. Saben que todavía no ocurrió, pero haciendo bien las cosas estaríamos cerca.
De Grey y Page, pertenecen al selecto grupo creativo de Google, eBay, Netscape y Facebook. Son los nuevos señores del universo.
No se sabe si se pusieron de acuerdo, pero en los últimos años han decidido emplear parte de sus fortunas en una revolución. Quieren perfeccionar tecnológicamente el cuerpo humano, curar las enfermedades, regenerar células y tejidos, y evitar el envejecimiento de las entidades vivientes.
Un proyecto de alcances imprevisibles: acelerar el proceso de una nueva evolución de la especie y vivir para siempre.
Thiel es contundente, pero debido a su formación filosófica, lo que dice tiene sentido: la evolución humana no es algo que pertenezca exclusivamente a la naturaleza.
Tiene razón. El hombre es único. Va más allá de lo natural, produce símbolos y cultura y por lo tanto su cuerpo no se reduce a la biología, ni puede abordarse sólo desde la genética.
No lo plantean de manera explícita, pero vislumbran que existe una dimensión propia, una estructura profunda que llamamos conciencia. Y si bien no se atreven a investigarla, reconocen el enigma, y coinciden en que constituye un rasgo esencial de todos los hombres.
No alcanza con apoyarse en la bioquímica o en las ciencias duras. Hay algo más complejo e insondable que no puede eludirse cuando se trata de abordar a la persona humana.
No significa que se conviertan en humanistas. Nada de eso. En principio partamos de la base de que no aceptan en absoluto una regla básica que lo gobierna todo: la finitud.
Ya verán en su momento, si los avances de las neurociencias descubren alguna conexión neuronal o cierta función cerebral que explique los misterios que todavía no comprenden. Pero antes resolverán si estudiar la conciencia, les aportaría algún beneficio que ayudara a sus objetivos supremos.
Mientras tanto, insisten. La muerte es el gran enemigo de la humanidad y entonces el esfuerzo, el equipo, y sus billones de dólares se ocuparán de contenerla.
A partir de allí comenzará una aventura que los llevará a ser considerados como los “amos del universo”, un título cinematográfico, que expresa no solo su poder y su proyecto, sino una actitud generalizada. No se detendrán ante nada.
Si existieran límites éticos, filosóficos o políticos que condicionaran sus objetivos, los saltarían. Son demasiado inteligentes y ambiciosos como para detenerse en sutilezas.
“Impossible is Nothing”, (Nada es imposible), es su mayor precepto. Reconocen que los maximalismos no son bien vistos por la ciencia oficial ni por los rigores académicos.
Sin embargo, Adidas, una de las multinacionales más importantes del mundo, creyó en ellos, y extendió la consigna al planeta entero. En el año 2007, adoptó el mensaje como sello publicitario de su imperio.
Es que los objetivos y sus proyectos son verdaderamente grandes: convertir a los humanos en inmortales. Sanar a la humanidad de su condición mortal.
Para estos genios de la tecnología, no habría otra forma de superar lo posible más que imaginando que lo imposible pueda realizarse.
Quieren reparar, dicen, más de cien mil años de sufrimiento.
Actualidad
Estamos en 2016 y muchos investigadores, filósofos de la ciencia y especialistas en bioética no se muestran muy entusiastas ante la perspectiva de una prolongación de la vida humana.
Imaginan lo que ocurriría: sobreexplotación de los recursos, máxima incertidumbre en la economía, conmoción en la cultura, y el peligro de que la brecha social existente alcance dimensiones apocalípticas, porque como suele ocurrir, sólo accederían al supuesto paraíso algunos elegidos.
Pero estas advertencias no importan. La excitación por innovar, enfrentar las miradas convencionales y desafiar el orden milenario de las cosas, es más fuerte.
Los jóvenes brillantes, que terminaron reunidos en Silicón Valley, trabajan en proyectos extremos y no pierden el tiempo en pensar en sus enemigos ni en las consecuencias de sus decisiones. La voluntad de poder los conducirá a la victoria.
Las metodologías utilizadas se conocen, pero son poco difundidas por los medios mundiales. Veamos cómo funciona.
Reúnen en supercomputadoras los miles de millones de textos que se publican libremente en redes sociales y en dispositivos electrónicos. Analizan los datos obtenidos a partir de celulares, localizadores, tarjetas de crédito, buscadores y páginas web.
Todas las palabras, fotos y contenidos; todos los millones de intercambios efectuados en el espacio cibernético, se registran y se reconstruyen hasta transformase en información productiva.
El resultado es que los historiales de las computadoras personales quedan almacenados en los servidores de las compañías tecnológicas y configuran la base material de la digitalización de la cultura.
El último escalón de la tecnología digital, traza un bosquejo personalísimo de los habitantes del planeta.
Este procedimiento, conocido como Big Data, es un concepto nuevo que describe los métodos técnicos del mundo virtual. Se trata del trabajo de recolección y procesamiento de las comunicaciones que circulan por las redes sin excepción alguna.
Esta tarea no podría hacerla el hombre por sí solo. Si no fuera por el desarrollo de la cibernética, la computación en gran escala y los enormes recursos financieros disponibles, sería imposible concretarla.
El uso de estas técnicas sofisticadas tiene sus aplicaciones prácticas. Por ejemplo, desde el punto de vista de la economía, aportan a las compañías globales información sobre el comportamiento y los deseos de los usuarios del mundo.
Y a partir de la extensión a casi todos los campos del conocimiento, especialmente a la medicina, el sistema financiero y la sociología, sin mencionar sus aplicaciones militares, el Big Data, posibilita, que a través del registro y comprensión de las conductas individuales, se alcance a decodificar y representar el psiquismo y hasta los ideales del alma humana.
Una suerte de salto cualitativo que radica en la transformación del simple dato duro, en sentido.
Google, You Tube, Netflix, Amazon, las redes sociales, los teléfonos inteligentes, y las empresas globales, están en condiciones de saber de cada uno de nosotros más que nosotros mismos.
La nueva era
Frenar el envejecimiento también se ha convertido en una de las obsesiones de Silicon Valley. Peter Thiel, asegura que gracias a los actuales avances científicos, vivir 120 años no será una rareza.
Un objetivo modesto comparado con los planes de Google, que aspira directamente a curar la vejez para siempre.
El gigante tecnológico, ha creado Calico, (California Life Company), una empresa que invierte cientos de millones de dólares para lograrlo, y está rodeada del máximo secretismo. Fundada por Page, la compañía explora temas de vinculados con la salud, la regeneración celular, cura del cáncer y prolongación de la vida.
Una aclaración apropiada: entre los nuevos amos del universo y sus antiguos maestros de Wall Street hay diferencias: no les interesa para nada acumular riquezas aunque fluya por todas partes. Los fines van mucho más allá de la acumulación de fortunas.
Se sabe que la religión de Wall Street es el dinero, en cambio la fe de los nuevos amos va mucho más lejos. Vuelan demasiado alto como para deslumbrarse por la mera riqueza. Piensan resolver el desafío que predominó en la humanidad desde los comienzos: alcanzar a los dioses; lograr de alguna forma, ser inmortales.
Los visionarios de Silicon Valley profesan una fe en el futuro. El futuro les dará la razón. Una utopía, al modo de los creyentes en sus religiones.
No les interesa la política y consideran que toda regulación a sus actividades es un anacronismo.
Están seguros de que a partir del Big Data, o (dataísmo), así se llama la actual manera cibernética de describir el mundo, será posible generar valor económico, productividad virtual y saltos cuánticos en la ciencia.
Son los nuevos constructores del poder simbólico. De alguna manera, organizan y administran el sentido común contemporáneo.
La Singularidad
Raymond Kurzweil (1948), es director de ingeniería de Google, y el futurólogo más importante del mundo. Recibió más de 10 doctorados, creador de docenas de patentes e invenciones, asesor estrella del ejército de los EE.UU en investigación científica, y considerado un verdadero genio por sus pares.
Kurzweil dedica su vida a trabajar sobre la inteligencia artificial y a la concreción de sus fantasías. Hace poco tiempo determinó que en el 2019 las computadoras podrán hacer lo mismo que los seres humanos. Pero que lo harán mejor.
Tiene 68 años, y cada día toma decenas de pastillas, vitaminas, minerales, enzimas, y productos dietéticos. Pretende que su cuerpo resista hasta que la tecnología esté en condiciones de prolongar su vida. Está convencido de que ese momento llegará y es imposible contradecirlo. Por ahora confía en que no se puede morir.
Al fin y al cabo, Google y aquellos amigos brillantes, trabajan para detener el envejecimiento y transformar esta fase hiperreal del capitalismo en planetaria y salvadora de la especie.
Pero Kurzweil fue mucho más allá, y condensó el optimismo tecnológico en un concepto teórico de su autoría al que denominó: singularidad.
La Singularidad, dice, será el punto de inflexión, el momento histórico en el que los seres humanos y las máquinas se parezcan tanto entre sí que la civilización entera acelerará artificialmente su propia evolución.
Según él, se producirá una reacción en cadena provocada por la retroalimentación de múltiples tecnologías que, repentinamente, hará realidad lo que existía en la ficción: máquinas inteligentes, herramientas biónicas, hologramas tridimensionales; el proceso de la nanotecnología generalizado.
Un nuevo y gigantesco Big Bang; ahora en versión de una explosión digital. “El cambio tecnológico será tan rápido que la vida humana se transformará para siempre”. (1)
Kurzweil, llegó más lejos y acompañado por tecnólogos, científicos seleccionados y con una cuantiosa inyección de fondos provenientes de Google, fundó en 2009 la Universidad de la Singularidad.
La SU (Singularity University), está ubicada en el Centro de Investigación Ames de la NASA en California. La dirige el propio Raymond Kurzweil y cuenta con Google y la propia NASA, entre otros apoyos.
Y va por más. Proyecta diseñar un cerebro híbrido, una fusión completa entre biología y robótica que transformará la esencia misma del ser humano.
Sostiene que para 2030 los implantes con nano robots, nos ayudarán a conectarnos a la cloud, (la nube virtual), desde la cual podríamos extraer información, enviarla, y almacenar la memoria de nuestro cerebro. Toda la información del Big Data cuantificada y específica, podría ser conservada para siempre.
Marvin Minsk, uno de los creadores de la inteligencia artificial, lo había pronosticado: “Alcanzaremos la inmortalidad haciendo copias de nuestros cerebros porque los hombres somos máquinas complejas”.
La SU, ha conseguido identificar una serie de tecnologías disruptivas, (innovaciones que cambiarán el mundo), que van desde la fabricación digital a la biotecnología; desde la robótica a la inteligencia artificial avanzada.
Sus miembros están llenos de optimismo sobre un futuro en el que las “entidades biológicas y el silicio convivan en perfecta armonía”. Incluso arriesgan una fecha: hacia el año 2045 ese porvenir habrá llegado.
La "singularidad tecnológica" imagina que el progreso científico y la inteligencia artificial en gran escala, serán las herramientas que acabarán con la '”edad humana” y darán lugar a la “edad post humana”.
Será la realización plena del trans-humanismo, el momento en que las capacidades biológicas, la robótica y la computación cuántica se unifiquen en una nueva entidad.
Apunte Final
Martín Heidegger, el último filósofo occidental, consideraba a la tecnología, como ‘la metafísica de la era atómica’.
“Habitamos en una concepción “técnica” de la realidad. Consideramos a la naturaleza como “material de explotación”, como puro instrumento para apoderarnos de sus recursos sin restricciones”.
Por eso la técnica representa un peligro: tanto por la posibilidad de la destrucción del mundo, como por el sometimiento del hombre y todas sus expresiones, psiquismo, ciencia, arte, religión, filosofía, a su paradigma cultural. (2)
La ciencia nos permite-entre otras cosas- comunicarnos instantáneamente, llegar al espacio exterior, curar enfermedades y entender el cosmos. Sin embargo, comprender el equilibrio entre sus progresos y peligros o prevenir sus efectos sobre la condición humana, no forman parte de sus prioridades.
“La ciencia no piensa”, (3), concluye Heidegger a mitad del siglo XX.
El hombre, es considerado por la era técnica y su paradigma científico, como una máquina y como un dispositivo mecánico-biológico capaz de sobrevivir mediante la fusión de la computación y la genética. Esta es actualmente la cosmovisión dogmática de la ciencia.
Es muy posible que los futurólogos se equivoquen. Lo más difícil de predecir es el futuro, afirmaba un famoso físico danés.
Pero las utopías de los creyentes en la vida eterna, prescindiendo de todo rasgo espiritual, están intactas.
La pregunta sería, ¿Y si el sueño se lograra? ¿Si la vejez, la muerte y la finitud fueran vencidas? ¿Si finalmente la humanidad se transformara para siempre?
Entonces, habría que prepararse para un mundo en que la persona humana, tal como la conocemos, cuerpo, alma, arte y misterio, dejaría de existir para siempre.
Junio 2016.
Notas
(1) Raymund Kurzweil, La Singularidad está cerca, 2005
(2) Marín Heidegger, La Pregunta por la Técnica, 1953
Qué Significa Pensar, (1951)
*Es Profesor y Licenciado en Filosofía. Graduado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Egresado con Diploma de Honor de la Escuela de Defensa Nacional. Profesor universitario en instituciones nacionales y privadas. Ha sido Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo, Rector de la Universidad de La Pampa y Secretario General de la Universidad de Mar del Plata. Consultor en temas de comunicación y opinión pública. Participó como Coordinador Académico de Fundaciones y ONG en el ámbito nacional e internacional. Trabaja actualmente en el análisis de las culturas y su impacto en los procesos de globalización.