MAGISTERIO UNIVERSAL de SÓCRATES Y D. F. SARMIENTO por Guillermo Gagliardi*
| 24 junio, 2016"Debo deciros qué manual de especialización os aconsejo que aprendáis de memoria y que así lo conservéis en vuestra alma para siempre: es la ‘Apología de Sócrates’, por Platón. Asentaréis los pies en la tierra firme, tomaréis contacto con un hombre verdadero, sentiréis que una fuerza inmensa despierta en vosotros, os sostiene y os conduce”.
(Ezequiel Martínez Estrada: “Homilía a los estudiantes” 1958; en su “Para una revisión de las Letras Argentinas”, 1967, p. 173).
1.- Conciencia de su Destino.
DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) ejemplifica la célebre fuerza de SÓCRATES en la “Conciencia” de su “Destino”, superior, y en su Voluntad férrea por seguir esos mandatos.
Ambos en el juicio preciso de M. Estrada “no enseñan otra profesión que la de la ciudadanía espiritual, que a mi juicio es la auténtica jurisdicción de la soberanía y de la libertad del hombre” (ob. cit., p. 176).
Observó justamente el filólogo alemán Werner Jaeger (1888-1961), refiriéndose al maestro ateniense, que ya “la seguridad inquebrantable con que sigue su Camino desde el primer momento, es el signo de su Grandeza” ( “La herencia de Sócrates“, en su “Paideia: los ideales de la cultura griega”, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 408; 1ª ed. completa, 1957). Esta figura eminente del pensamiento universal ha sido calificada por el sabio renano como “el fenómeno pedagógico más formidable en la historia del Occidente” (ob. cit., p. 403-404).
Para ellos la Política ha sido una vocación, una misión, un apostolado, un “martirologio”.
Respecto del primero, Jorge L. García Venturini refiere en su “Politeia” (1978, cap. II) “su muerte hará de él para siempre el modelo de un Gran Repúblico”. El escritor uruguayo, idealista, J. E. Rodó (1871-1917) en su “Liberalismo y Jacobinismo”, de 1906, insiste que “Sellando su amor de la verdad con la resolución del sacrificio, daba el ejemplo del testimonio sublime de los mártires, de que el Cristianismo recibiría su prestigio y su fuerza” (“Obras Completas”, 1967, p. 272).
Pertenecen a la estirpe de los “reformadores morales”, es decir, de aquellos que “no se satisfacen con revelar una idea y propaganda sino que tienen como condición esencialísima suscitar un entusiasmo, una pasión, una fe”.
Propagadores de ideas “sanas”, Inquietadores y luchadores entusiastas.
“El haber nacido en cualquier extremo de esta tierra nos impone deberes y misión como herencia, que no nos es dado repudiar” declara el Sísifo cuyano en 1883.
En su discurso en Los Andes (Chile), en abril 8 de 1884, reconocerá que lo que ha ejercido fue “una misión más que personal, siguiendo los impulsos de una vocación” (Obras Completas, ed. Luz del Día, tomo 22).
2.- Los ejemplos de Moral.
Desde su adolescencia el argentino admira, imita, lee y propone el ejemplo de Benjamín Franklin (1706-1790), símbolo del “ejercicio de la inteligencia como instrumento de trabajo”, el “self-made-man” yanqui, “en moral avanza sobre Sócrates y sobre la moral misma de Jesús…”.
Símbolo del Patriotismo “útil” y de “virtudes prácticas” (“Robinson es una Nación”, 1886, en sus “Discursos Populares”, vol. II, ed. cit., p. 316).
“Locos de luz” como apreció en 1911 Leopoldo Lugones en su bella “Historia de Sarmiento”. Integran la sagrada familia espiritual de los ”que se desmesuran hacia arriba” (ver R. O. Abdala: “La condición genial de Sarmiento”, “La Prensa”, 31-12-1988).
Don Faustino festeja su 75º cumpleaños impartiendo a sus amigos y “simpatizadores”, consejos docentes de sentido clásico, auténticamente socráticos. Declara: “Una máxima política comprobada por los siglos, os dejaré como un legado” (“Obras Completas”, tomo 22, “Discursos Populares”, ed. cit., p. 354).
La entereza moral y el imperio del Bien y la Justicia, sostiene, erigido en un verdadero Sócrates sudamericano, son los pilares básicos de la dignidad de los pueblos: éstos “se suicidan, cuando dan en creerse a sí mismos inmorales, degradados y corrompidos”. La virtud brilla en los pueblos libres.
Uno y otro, según Alfredo Orgaz en su “Linaje espiritual de Sarmiento” (en Boletín del Instituto S. de Sociología e Historia, nº 2, 1965, p. 213-226) trasciende la “seguridad interior”, “esa paz inefable, de quienes saben que al hombre de Bien no le sucede nada malo ni en la vida ni después de la muerte, porque los dioses no se desinteresan de su destino”.
“Tratad de moveros a prestar atención a la virtud” aconseja el sabio según la apología de su discípulo principal, procurando “que vuestra alma sea lo mejor posible”. “Ved hoy a vuestros jueces y tened confianza en que la justicia prevalecerá por todas partes”.
La conducta orientada hacia el Bien asegura la realización feliz de la persona humana y el desarrollo seguro de las naciones.
“Lo justo fue para Sócrates una de las armonías de la sociedad humana; y sabéis que sólo la revolución pudo completar la idea del sencillo sabio ateniense, que enseñó a morir sin ostentación por la verdad” declaró en su célebre conferencia “Darwin”, del 30-5-1881, en su “Discursos populares”, 2º vol., Obras, t. XXII, ed. cit., p. 121).
El “sencillo ateniense”, fue llamado por Cicerón “genio diverso y fecundo”, el filósofo de vida común (“Academicae Questiones” libro I). (léanse también “Dichos memorables de Sócrates” por Jenofonte -431-354 a. C.-, o “Fedón” de Platón, sobre la muerte socrática).
Para J. Ferrrater Mora (“Diccionario de Filosofía”, Alianza, 6ª ed., 1979, t. 4, p. 3080) Sócrates fue “un genio con el cual se dieron las más violentas contradicciones”, de acuerdo con Jenofonte (“Memorabilia”): hombre práctico según éste, para Platón (427-347 a. C.), un intelectualista.
Los ataques, odios, infundios, siempre han sido abundantes en sus trayectorias: Gálvez, , Furlong, Genta… Aristófanes, Nietzsche… Sócrates lo reconoce: “han nacido muchos odios hacia mí, los más profundos y enconados que cabe imaginar, hasta el punto de brotar de ellos muchas calumnias”. “Pero casi estoy seguro de que con éstas mis palabras me estoy granjeando enemistades, lo cual es precisamente una prueba de que digo verdad, de que está ahì el origen de la calumnia que me han levantado, de que eso es la causa de todo”. “…Ha caído sobre mí una gran animosidad, y (…) son muchos los que la han suscitado..”. “Apología” y la “Autobiografía” y las cartas sarmientinas a sus íntimos, son los textos comparables en este sentido.
3.- Educadores.
La Educación pública, meta de toda la trayectoria sarmientina, ha de proponerse el mejoramiento moral, el logro de una conducta ética superior en el individuo: ése es su ideal pedagógico, socrático. La elevación del sentimiento de la dignidad personal y de la cultura del espíritu, tal como lo propone, por ej., en su “Educación Popular” (1848).
En sus recuerdos de infancia y adolescencia (Tomo III de sus obras), evoca el sanjuanino con brillo y ternura, con gracia y encanto, la vida y obras del Padre José Castro, una especie de Sócrates provinciano y cristiano.
Sanjuanino, moralista y médico: “¡Ay! Y qué lástima que aquel Sócrates, propagador en San Juan de los preceptos más puros de la moral evangélica, no haya dejado nada escrito (…)”.
Paradigma de “las virtudes de un santo ascético, las ideas de un filósofo, y la piedad de un cristiano de los más bellos tiempos”. Predicaba sobre los temas cotidianos de las gentes del lugar, desde una gran fe y preparación teológica, pero con un fin humano e inmediato.
El chileno G. Sanhueza Arraigada afirma que el sanjuanino “es un maestro en el directo sentido, exacto y humano, que los griegos daban a la misión social de un Sócrates o de un Platón” (en su “En torno a Sarmiento y la educ. popular”, incluido en “S. y la educ. pública”, varios autores, 1962, p. 68).
Con palabras del filósofo tucumano Alberto Rougés (1880-1945), a quien se les parece por la actividad de su magisterio y sublimidad de sus pensamientos, ambos poseyeron “una fuerza arrolladora para el Bien, una conciencia profunda de grandes deberes, y un vigor sobrehumano para cumplirlos”.
Estos rasgos socráticos y sarmientinos, fundamentan el alma elevadamente religiosa de tales genios.
Nota Luis Codorniú Almazán que “un resabio de sus estudios clásicos como autodidacto, o sus meditaciones lo han llevado a la misma posición filosófica que al ilustre fundador de la ciencia de la moral” (en su “Comentarios a la ‘Educación Popular’ de Sarmiento”, en “S. ante la posteridad” compil. por Josefa E. Jorba, ed. Cactus, 1961).
Convencido constante de que la Ignorancia es madre de males, origen y causa de la injusticia: “Si se conoce el bien no puede cometerse el mal”.
“Para el sanjuanino, el progreso popular evoluciona parejamente con “el mejoramiento de la naturaleza moral”, “en cada uno de nosotros” y “la impulsión de la justicia”, según medita en su “Recuerdos…”·, 1850, cap. “La historia de mi madre”.
Consecuente con su no suficientemente señalado deseo “teorético” y “especulativo”, declara que desde niño “toméle, desde luego, ojeriza al camino que sólo conduce a la fortuna”, no obstante su descubrimiento del genio frankliniano. También el otro: “despreocupado de aquello que constituye la preocupación de la mayor parte de los hombres, las ganancias” y se define como “un hombre pobre, un bienhechor de la ciudad, que se ha visto obligado a desatender sus intereses personales…” (“Apología” platónica).
“Un maestro debiera ser un sabio en el sentido que los griegos daban a esta palabra, porque él tiene en sus manos la masa amoldable de que va a formarse la sociedad” (cit. en “Sarmiento a la luz de sus confidencias” M. S. Rocca, 1944, p. 62).
Profesa el cuyano un concepto religioso, vocacional y sacrificial de la Enseñanza, el más cimero de sus sentidos. En ambos parangonados, semejante misión sacra del Magisterio. “Pues, sabedlo, – explica el griego – esto me lo ordena dios, yo creo que la ciudad no tiene ningún bien mayor que este servicio que yo presto al dios, éste mi constante andar acá y allá no haciendo otra cosa sino confortaros” (Platón, “Apología”); “es un deber que la Divinidad me ha prescripto…”, común conciencia en ambos, de la Trascendencia de su tarea de modelador de almas.
“El sacerdote – según Sarmiento -, al derramar el agua del bautismo sobre la cabeza del párvulo lo hace miembro de una congregación y lo liga a Dios. El maestro de escuela al poner en manos de los niños el silabario, lo constituye es un miembro integrante de los pueblos civilizados del mundo, y lo liga a la tradición escrita de la humanidad. El sacerdote le quita el pecado original con que nació; el maestro, la tacha de salvaje que es el estado originario el hombre” (Obras, tomo IV, artículo “Los maestros de escuela”).
4.- Su “demonio” personal.
Se reconocen estimuladores y agitadores de las personas. En ellos sobresale ostensiblemente la generosidad, la simpleza brillante y la centralidad de sus enseñanzas.
Se compara el nuestro con el griego porque, según anota Ricardo Rojas en su “El Profeta de la Pampa”, 1945-: “se cree servido por un genio familiar, al que no llama demonio sino ‘ángel’” (ob. cit., ed. Kraft, 1962). “Varias veces alude a esta especie de gracia divina que, según él, lo asiste” (ìd.). (ver “Encuentro con Sócrates, El Protágoras de Platón: una escuela para docentes” por Emilia Flores de Tejada, en “Homenaje a Aída Barbagelata”, tomo 2, 1994; “Atenas vs. Sócrates” por Jaime Barylko, en su “El aprendizaje de la libertad”, 1994; F. J. Olivieri: “Lo demoníaco en Sócrates”, ‘Anales de Historia Antigua y Medieval’, 1980-1981, Fac. Filos. y Letras, Univ. Nac. Bs. As., p. 242-257; Jorge A. Aja Espil: “Un nuevo proceso a Sócrates”, ‘Anales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas’, t. 13, 1984, p. 85-96).
Justamente en carta a Josefina Pelliza de Sagasta (25-5-1885, recog. en su “Educar al Soberano”, Obras, t. XLVII, ed. cit., p. 128) señala: “Tengo un fatalismo de que he hablado cien veces. Creo en la comunión de las almas simpáticas”. “¿Tendremos Ángel custodio? . Sócrates creía en ello y yo también. Cada vez que necesito algo para mis escritos lo veo delante o lo encuentro sin buscarlo”.
Lo confirma también la alusión de José Ingenieros (1877-1925) en su “El hombre mediocre” (1913): “Pensaba en tal alto estilo que parecía tener, como Sócrates, algún demonio familiar que alucinara su inspiración”. Ese demonio familiar sarmientino consistía en un “espíritu ardiente, abierto, bonachón e irascible”. Córdova Iturburu en su “Vida y doctrina de Sócrates” (1940) lo señala como “naturalmente, un hombre vehemente y apasionado, accesible de extraordinaria manera a los arrebatos y transportes de la pasión”.
En otro discurso popular, en el año de su 70 cumpleaños: “Imitad mi ejemplo, ¡oh jóvenes!… Vivid sobre todo, sin pedirle permiso al Jefe de Policía, como yo lo he hecho en todos tiempos” (1881, Obras, t. 22, ed. cit., p. 94). Mensaje libertario, de independencia personal y obediencia sólo al “demonio” interior, cuyos dictados son inapelables.
Cultor entero del “eros pedagógico”, condición indispensable para la Enseñanza, uno y otro cultivaron amistades juveniles enriquecedoras y virtuosas: Aristóbulo del Valle, Soriano Sarmiento, Saldías… Alcibíades, , Platón , Antístenes, Jenofonte…
M. de Montaigne (1533-1592) en sus ricos “Esssais” pensaba que ese “daimon” era “un cierto impulso de su voluntad”, inclinación “temeraria y severa” (ob. cit., libro I, cap. XI: “De los pronósticos”), que nos evoca los impulsos visionarios, “prontos y vehementes” del autor de “Argirópolis”, varón íntegro en la práctica del Bien, batallador incansable que hace la guerra regocijadamente.
5.- Socratismo temperamental.
De su socratismo temperamental más hondo parte su utopismo y su humanismo, que primero es claro contento, completa promesa y finalmente y sobre todo, realización.
La “utopia fecunda americana” que Pedro Henríquez Ureña, el sarmientino dominicano (1884-1946) definiera en 1925 (”La Utopía de América”, Bib. Ayacucho, 1978), de neta orientación institucionalizadora, de organización socio-política fértil, pensamiento sólido de rebelión y construcción de nuestra identidad espiritual. concepción socrática por su plan, por su teleología ética: impulso programado hacia el Bien individual y comunitario (“El espíritu platónico”, 1907, en “Obra crítica” de P. H. U., 1960; “Seis ensayos en busca e nuestra expresión”, BABEL, 1926).
“El conocimiento del antiguo espíritu griego, es para el nuestro, moderna fuente de fortaleza, porque la nutre con el vigor puro de su esencia prístina y aviva en él la luz flamígera de la inquietud intelectual” (P. H. Ureña, en su “La cultura de las humanidades”, 1914).
Define su socratismo en la práctica del periodismo político. En su artículo “En todos los terrenos”(“El Nacional”, 4-4-1879; O. comp., t. XL). Critica al partido nacionalista, afecto al terrorismo en la prensa y expresión de la mente que está siempre agitada “tras de algún sofisma o alucinación del Patriarca, que reconocerá más tarde su error, para levantar otro nuevo sofisma como bandera de reunión”.
Su objetivo en la prensa ha sido sostener ideas claras de orden y distintivas de constitucionalismo, combatiendo acérrimamente los conatos de subversión disolvente, de ilogicidad e impersonalización en el discurso y de retórica patriotera y violenta.
“Nuestra tarea ha sido siempre venir detrás, enderezando estos entuertos, trayendo los ánimos a mejores ideas, con la demostración de la falsedad del principio invocado”. Claras líneas anti-sofistas y asimismo cartesianas.
En su “Las palabras y los hechos” del mismo año (igual tomo), defiende la cohesión meditativa y la ética incorruptible de su pensar ciudadano y su herencia histórica: “Hablamos muy seriamente; en defensa de los principios aceptados por la ciencia y la conciencia y no en sostén de errores…”.
El escritor y jurisconsulto Joaquín V. González (1863-1923) también observa esa misión preponderantemente mística de ambos personajes (en su conferencia “Sarmiento”, en el Teatro Colón, el 15-5-1911).
El Yo sarmientino se desenvuelve a través de una literatura axiológica radical. Ego enérgico, viviente, “suficiente, verdadero y puro”, en infinito diálogo buberiano con el Tú de la Patria. Fuerza yoica Socrática y Goetheana. Expresión plena, sacra y mística, de un estremecido amor a la Nación y sus connacionales (Martín Buber, “Yo y Tú”, 1922, 2da. parte: “El mundo del hombre”).
En esta axiología prepondera el Verismo, la llaneza esencial. En este sentido y siguiendo a M. Foucault (1926-1984), entendemos a ambos como “parresiastas”. En la significación griega, el vocablo indica “el que habla francamente”. Siempre en, desde y por la verdad. El que ha adquirido el soberano derecho y deber de comunicarla, sin rodeos sofísticos, desnudamente.
En la “polis” ellos representaron al Hombre Valiente, molesto para los Sofistas, para los retóricos y engañadores de sí mismos y de los demás. Encarnaron esa persona unificada, que sostiene una increíble coherencia entre el decir y el hacer y el ser.
Ejercieron el coraje de la verdad y encararon de frente todo el Riesgo. “Aléthos Bíos”: vida auténtica. Autárquica. Enemigos de los nepotismos y tiranías. Vidas Libérrimas (Foucault, “Coraje y verdad”, en “El último F.” de Tomás Abraham, 2003, p. 263 y ss.).
“Quien usa la parresía, el parresiasta, es alguien que dice todo lo que él tiene en mente: no oculta nada, sino que abre completamente su corazón y su mente a otras personas mediante el discurso”. (Ver también: “Sócrates” de R. Mondolfo, 1ª ed., 1955; “El pensamiento antiguo” del mismo autor, tomo 1, ed. 1974, p. 149-171; “Antropología socrática” de J. B. Rino , en su “Hombre, soledad y tiempo”, 1966, p. 43-51; Albin Lesky: “La Ilustración y sus adversarios”, de su “Hist. de la liter. Griega”, Gredos, 1968, p. 524-532; Mondolfo: “La comprensión del sujeto humano en la cultura antigua”, 1979, p. 106-110 y 249-299).
El reduccionismo de algunos sarmientistas, sólo mira su noción “industrialista” de la Instrucción Popular. Pero se ignora lamentablemente, lo fundamental: su ética socrática. Puesto que entendió a la Pedagogía como una Filosofía del Alma Infantil, y no desde la parcial índole positivista del llamado “normalismo” en su significación más degradada, técnica y superficial. “Un maestro debiera ser un sabio” sentencia helénica de don Domingo. El magisterio ha de ser basado nodalmente en el “conocimiento de la naturaleza del espíritu humano”.
Educación socrática: Sabiduría, “de las propensiones y pasiones que se desenvuelven primero en el niño”. Su Didáctica parte del conocimiento afectivo, del objetivo de elevar el carácter, del amor al espíritu en formación. Idea de excelencia, nobleza y virtud. . Léase su “Segundo informe del Departamento de Escuelas”, 1858 (en tomo 44 de sus Obras Completas: “Informes sobre Educación”, Sección “Escuelas Normales”, ed. Luz del Día, p. 78). Dirigido el 10-4-1859 a Bartolomé Mitre, entonces Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de Buenos Aires. Apela allí a la elevación del “carácter moral de la escuela en la conciencia pública”. “La escuela nos viene degradada desde tiempo inmemorial. La idea que ella trae al espíritu es mezquina, y las imágenes que despierta, humildes”. “Era, pues, preciso reaccionar contra este sentimiento que empequeñece lo que es únicamente grande. Era preciso levantar de repente a toda su altura la Escuela”.
6.-Sus mensajes a la Juventud.
En su “Alocución aceptando la visita de los jóvenes estudiantes de la Universidad y Colegios- Julio 21 de 1883” (Obras, t. XXII): “Quiero daros un derrotero que guiará vuestros pasos en los tortuosos senderos que encontraréis, para abrir a vuestro país el más libre acceso a los hombres y a las ideas”.
Anticipa el concepto primordial y la realización moderna de lo que los estudiosos actuales denominan la “Cultura Planetaria”. “Como debe desaparecer todo istmo que separe dos mares, debe evitarse que ninguna creencia que divida a los hombres embarace la unión íntima de pueblos; toda distancia entre los hombres y las ideas debe suprimirse”. Misión Universalista y enteramente meta-física.
Vivo recuerdo socrático le sugiere a Sarmiento en sus “Recuerdos…” y en sus “Memorias” (t. XLIX), sus conversaciones luminosas, “largos coloquios” con su tío el Presbítero José de Oro en 1824 en San Luis.
En esta última obra escribe: “Salido del colegio, oyendo pláticas a lo Sócrates, dos años, -de omni re scibili…-“. Instrucción dialéctica provechosa, decisiva de su razón y voluntad, netamente moral en su finalidad, fue así ese período puntano, en el que aprende, además, a “apasionarme por lo bueno, hablar y escribir duro y recio”, y “yo sentía de día en día que el horizonte se me agrandaba visiblemente”.. “La manera de trasmitirme las ideas -aclara- habría hecho honor a los grandes maestros”. “Tanto nos amábamos maestro y discípulos… Salí de sus manos con la razón formada a los quince años…”.
El naturalista alemán, Germán Burmeister (1807-1892), que estuvo en Argentina en 1857 y volvió en 1862 y finalmente, durante la Presidencia de Sarmiento, autor de la monumental “Descripción Física de la República Argentina”, en 4 ts., 1876-1879, dedicada al maestro sanjuanino, compara al argentino con el ateniense.
Sarmiento, acusado de fatuo y vanidoso, fue por el contrario, un ser bondadoso y ampliamente generoso, “more socrático”.
Protector de los jóvenes brillantes de su época, desde N. Avellaneda, el Ministro de Instrucción Pública durante su Presidencia, a José M. Ramos Mejía, el historiador y psiquiatra, Lucio V. López, Adolfo Saldías, Wilde, Ameghino, etc.
Siempre exterioriza un certero instinto para descubrir a los seres valiosos, exterioriza un amor sin igual por las criaturas, humanos, animales, plantas…
”Un implacable renovador de viejas creencias” lo llama Aníbal Ponce (1898-1938). De esto derivarán los múltiples ataques, calumnias, injurias torcidas, impiedad, contra su genio, “siempre agresor, siempre agredido” según aprecia el autor de “La vejez de Sarmiento” (1927), “despertaba en los jóvenes la inquietud de las alas”, los alentaba y guiaba con entusiasmo impar (Obras completas de A. Ponce, Matera editor, 1958, 3ª ed., p. 141). “Sabíase amado por los jóvenes – ahonda Ponce esta etopeya socrática sarmientina- y quería merecer, hora por hora, su confianza ilimitada”..
(Léanse “Los grandes filósofos. I. Los hombres decisivos”, Karl Jaspers, Sur, 1966; “Sócrates” de M. F.- Sciacca, en “Diccionario Literario” González Porto-Bompiani, t. XI, p. 876-878; “La sonrisa socrática” de A. Marasso, en su “La creación poética y otros ensayos”, 1927).
“Murió en Asunción (Paraguay) con la serenidad de una importante labor cumplida y muchísima más la presentida o iniciada”, “mezcla de resignación y de heroísmo, -según anota Nerio Rojas, político, escritor y psiquiatra, 1890-1971 – que tuvieron los viejos maestros de la filosofía griega”. “Es Gorgias, es Epicuro, es Sócrates. Es la despedida de los grandes, cuya alma se esclarece con un presentimiento de inmortalidad” (en su “Psicología de Sarmiento”, ed. 1961).
“Esa serenidad griega ante la muerte (‘espero una buena muerte corporal’) es la prenda más bella de su espíritu. Ella resume la noble lección pagana que el miedo al infierno nos había hecho olvidar, y que constituyó la dignidad del mundo antiguo: saber morir satisfecho” (Lugones, ob. cit., ed. 1945, Bajel, p. 63). También: N. Márquez, “Lección de Sarmiento y esencia filosófica de sus ideas” (Boletín del Instituto S. de Sociología e Historia, nº 1, 1953): “Nuestro Sarmiento, como Sócrates en el mundo, es el símbolo más auténtico de la cultura argentina”.
En 1874 en su carta al presidente del Círculo Frentano en Larino (Italia), evoca Sarmiento la aportación de la civilización Greco-romana a través del Renacimiento clásico, más decisiva y vigente, en su opinión, que la Medieval: “la Civilización Griega que tantos problemas sociales resolvió en menos de cinco siglos por el cultivo del sentimiento de lo bello, que no pudo en dieciocho resolver el cultivo religioso del sentimiento moral, puesto que aquél produjo a Herodoto, Aristóteles, Sócrates, Plinio, Tácito y Cicerón…”.
“A más de cristianos, éramos griegos, romanos, y cosmopolitas” en la búsqueda de concretar el Ideal Clásico de la “Humanitas”, de la “Ecumene”, es decir, en palabras de él mismo: “por la posesión de todo el globo por los viajes, de todo el cielo por el telescopio, y a más de toda la tradición humana…”.
7.- Filosofía y Modernidad.
“Hasta la llegada de Sócrates la filosofía antigua enseñó la ciencia de los números, los principios del movimiento, los orígenes de la generación y corrupción de todos los seres; investigó atentamente la magnitud, las distancias, los cursos de los astros, todas las cosas celestes. Sócrates fue el primero que hizo descender la filosofía del cielo y la introdujo, no sólo en los seres, sino hasta en las cosas, incitando a todo el mundo a discurrir acerca de cuanto puede servir para regular la vida, formar las costumbres y distinguir el bien del mal” Cicerón.
(Eduardo Schwartz: “Figuras del mundo antiguo”, 1ª serie: Cicerón y San Pablo, Sócrates y Platón; A. Sánchez de Bustamante y Montoro: “Retrato de Sócrates” en “Caras y Caretas”; “W. Dilthey: “La genialidad pedagógica de Sócrates”, en su “Hist. de la Pedagogía”, ed. castellana, Losada, 1968, p. 41-43; Kurt J. Riegner: “Filósofo sin libro”, “La Prensa”, 8-8-1982; “El quinto Sócrates” E. Barbieri, “La Nación”, 13-11-1983; “José Babini: “Los tres Sócrates”, “La Gaceta”-Tucumán, 12-4-1981).-
En 1875, en un discurso parlamentario el mismo Domingo destaca su preferencia por la indagación del concepto de cosas, hechos y palabras: “mi sistema de buscar siempre la definición de las palabras”. Esto es “la filosofía” sarmientina, que él contrapone a “las filosofías”, el perderse en discursos infundados: “no vengamos, pues, con filosofías, como dicen los paisanos”.
La cháchara inconsútil distrae de lo que verdaderamente le importa: la causa y la lógica de los hechos e ideas, su influjo concreto en la vida comunitaria. Abomina, pues, del comercio de las palabras vanas y las ideas puramente especulativas. El juicio por hipótesis o conjeturas le parece “un tejido de errores” (Obras, tomo XIX).
Practica el juicio por la experiencia demostrada, concreto, bien perfilado el objeto, claro y sintético, utilizando lo que llama “el lenguaje de la tierra”, actual, de argumentación racional. (Véase, “Fundamentos políticos de la Argentinidad. 1-Aquí también Sócrates, Platón y Aristóteles” por Matías E. Suárez, en su “Defensa de la Argentinidad”, 1978, p. 83-87; “Nietzsche y Sócrates” Raúl A. Piérola, en rev. “Minerva”, nº 4, 1944, p. 29-35).
El “Problema de la Patria” es fundamentalmente, de organización civil, de espíritu colectivo, de fortaleza espiritual, de valores vitales y morales: en resumen –según precisa Jordán B. Genta (el pensador y escritor nacionalista católico, 1909-1974, autor de “Acerca de la libertad de enseñar…”, “Sarmiento y la Masonería”, 1949, etc.) en su “El filósofo y los sofistas”- ése es el mensaje que nosotros atribuimos a nuestros genios comparados, “la preeminencia de las virtudes políticas”, “la escuela de la verdadera libertad”, el ideal del “zoon politikon”.
Sus vidas ilustres revisten carácter de paradigmas para el ciudadano, e inspiración para la vida republicana. “Su destino –según Romano Guardini en “La muerte de Sócrates”- encierra una fuerza paradigmática, que sólo encuentra semejanza en muchas figuras de la Historia”.
El escritor Federico Muñoz Cabrera (+1989) en su poema “Sarmiento. Siempre Sarmiento” evoca una etapa de la biografía del maestro, bajo la figura augusta del filósofo griego: “Antes de paladear sabroso vino / de tu lagar cuyano, / bebiste la cicuta del oprobio / en un gesto socrático. / Creyendo dominar tu rebeldía / y valor temerario, / en cárcel infamante te engrillaron / e intentaron matarte, / en una malonada de salvajes, / con la saña feroz de los cobardes. Mas, el ruego materno, / tu leonino coraje / y un ….¡quién sabe, divino!… / te salvó del ultraje. / Después, te desterraron: / …”. En la estrofa primera, el gesto definitorio: el linaje áureo del genio, el estoicismo, la fortaleza excepcional de sus ideas. En la segunda y tercera, el relato de las circunstancias vitales.
En 1828 el Gobernador de San Juan, Cnel. Manuel G. Quiroga Carril, convoca a la guardia cívica, para enfrentar supuestamente las correrías de los llanistas comandados por Juan Facundo Quiroga. En realidad el objetivo era colaborar con el bárbaro riojano como Subteniente. El joven Domingo, del barrio del Carrascal, el ya talentoso hijo de Da. Paula, es convocado como Subteniente.
En “Recuerdos de Provincia” memoró ese suceso desgraciado. Es citado por el Gobernador, se desacata, altivo, orgulloso y es puesto en prisión. Luego, liberado por la intervención de algunos de sus parientes (J. S. Campobassi, “S. y su época”, t. 1, cap. 3º, secc. 7).
Otro avatar que sufrió nuestro Faustino: en Pilar (Mendoza, 1829), combate sangriento J. F. Aldao (el fraile general, 1785-1845, evocado en una biografía romántica por Sarmiento) vence por sorpresa a los unitarios. Facundo ordena fusilarlo junto con los otros prisioneros. El jovencito se salva, las autoridades lo entregan a sus parientes (ob. cit.).
Posteriormente, otra experiencia: en 1831, cuando el Gral. José María Paz (cordobés, unitario y culto, 1791-1854) es detenido y vencidas las fuerzas unitarias, Sarmiento se exilia en Chile, el “Tigre de los Llanos” (1788-1835, biografiado admirativamente por el sanjuanino, su lejano pariente) exige, era su costumbre, fuertes contribuciones a los derrotados; entre ellos, Doña Paula Albarracín, sufre esta exigencia por ser madre del soldado.
Éste escribe una carta privada insultando al Caudillo. La carta es interceptada. Quiroga llama a su presencia a la abnegada madre, la amonesta y previene que su hijo sería fusilado (Campobassi, ob. cit., cap. 3º, secc. 10).
8.- Conducta Cívica.
Hemos de tener muy en cuenta que los altos ideales sarmientinos, la frondosa imaginación civilizadora y los superiores guías de su conducta cívica, lo han salvado, elevado su moral ante las pruebas y fracasos vitales.
Ya mayor, le escribe a su hermana en 1867: “…¡Todas las miserias de mi vida (…) Dios mío!. Esto es demasiado. En fin no me falta esperanza y valor (…). Tranquilícense pues” (en Revista el Museo Histórico Sarmiento, a. 1, nº 1, 1956, p. 117). Tenacidad bestial, seguridad de carácter, han marcado siempre sus decisiones y criterios.
En su memoria sobre el “Estado de las Repúblicas Sudamericanas a mediados de siglo” (en el tomo XVI de sus Obras), propone don Domingo sus ideas de instrucción popular e inmigración, como solución factible para el ascenso, historico, social, político e industrial, de nuestras naciones.
Don Benjamín Poncel lo ataca desde la prensa porteña por su fatalismo y sofismas con respecto a sus ideas raciales. El sanjuanino discute y rebate tales apreciaciones en una carta del 11-10-1853 y en un siguiente artículo “Las Razas·” en “La Crónica” (recogidos en el tomo referido de sus Obras). No acepta la oposición educación popular / inmigración europea que observa Poncel. Invoca al sistema de preguntas según Sócrates propone en su “Mayéutica”, como único ajustado para fijar y establecer unívocamente estas irrebatibles verdades.
El término griego era “maieutiké”, arte de las parteras, como Fenaretes, la madre del filósofo. Método dialéctico entre maestro y discípulo para llegar a la esencia o caracteres universales de las cosas.
Como Platón lo anota en su “Teetetes o de la Ciencia”, este sistema de preguntas, dudas y respuestas, para arribar a definiciones cada vez más generales y precisas con el objeto claro de desembocar en la verdad, “permite saber si lo que engendra la reflexión”, “es una apariencia engañosa o un fruto verdadero”. “Si no mediara entre nosotros todo el ancho de la América, su refutación no habría tenido lugar, por inoficiosa; y a tenerlo, hubiéramos podido fijarlo en términos precisos para interrogaciones recíprocas. El sistema de Sócrates es admirable para descartar todo argumento no motivado, y hacer decir lo que las generalidades envuelven de oscuro y de indeterminado…”.
J. C. Gómez Haedo en su estudio “Sarmiento y el Uruguay” ve al maestro del Zonda como una suerte de “Sócrates alucinado”, por su mística de la Educación, su pasión por la propaganda escolar, su voluntad de “abrir el surco” “entre el fragor de la batalla” y sembrando “a voleo, más ganoso a menudo de dilatar el campo de la siembra…”.
Nobilísima generosidad de sus fines, apostolado de la palabra activadora,, libre y positiva, de su campaña progresista, une el carácter del filósofo griego y del político sanjuanino: he ahí la epopeya de sus trayectorias y mensajes (aut. cit., “S. y Avellaneda. El Congreso de Belgrano”, varios autores, Museo Hist. S., 1939, p. 19).
9.- Política como Iluminación.
Domingo es el único estadista americano que traza un bosquejo de calidad y base socrática respecto de su actividad pública. El gobernante ha de propender a aumentar la fuerza de producción de los ciudadanos en su triple dimensión, intelectual, industrial y moral. Fundamenta una teoría y una práctica mayéuticas del gobierno.
Política entendida al modo del maestro griego, como Iluminación, como parto de las conciencias, “elevando el carácter moral” de las gentes. El poder de una nación depende, cree convencidamente, de la capacidad ética de los individuos que la componen. Pues en todo piensa como en la frase de una carta a Mitre, desde Chile en 1852: “Me persuado que no hay más camino que el recto, que el justo y honrado de llegar a toas las cosas”.
En el “Gorgias” platónico, Sócrates enseña a Calicles que la bondad de toda cosa o hecho se manifiesta en virtud de un orden, que le es exclusivo. Consecuentemente la razón de los planes y actos de un gobierno, es el pensamiento más caro a su entendimiento, son buenos y promueven el bien, dado ese carácter. Orden y sensatez ejecutiva y legislativa, “cósmica” o universal como primero la denominó Pitágoras en el sentido etimológico de conjunto, equilibrio para el Bien. “La igualdad geométrica desempeña un papel importante , tanto entre los dioses como entre los hombres”.
Desorden es caos, implica anarquía y desigualdades inquietantes para el Estado (analogía con la antinomia Salud / Enfermedad en Medicina y en el Gobierno de los Estados – Justicia / Injusticia, expuesta en la “República”). “Y también será necesariamente valiente” sostiene el griego, valentía en proclamar y realizar lo conveniente.
En el “Gorgias” expone su teoría de la “Eudemonía”, la tendencia al “obrar bien”, en procura de la felicidad y bienestar de los ciudadanos, es el norte medular, evidentemente, de la conducta sarmientina como Estadista.
Su noción del Gobernante y su base axiológica, tal como lo expresa por ejemplo en 1849 en “La Crónica” de Santiago de Chile o en “El Mercurio” de Valparaíso, acusa una clarísima raíz socrática. Jenofonte nos informa sobre el relieve que el maestro otorga al “sentimiento moral vivo” (palabras de Sarmiento) que debe inspirar al buen gobernante.
Sus decisiones han de provenir de sus convicciones más profundas, de su saber más aquilatado, elevando el alma individual y colectiva. “Cual gobierno, tal la palabra”. Ésta, como ejemplo y manifestación de las ideas, como poder de hacer, como energía directora, “guía de los espíritus”, ejercicio de la conciencia ética del que manda. La palabra socrática del autor de “Educar al Soberano”, ejecutiva y docente, “apoyada en una vida sin mancilla, en una conciencia rígida” (A. Alderete, “Sarmiento y ‘La Crónica’”, 1971, p. 35-52; en las Obras de S., t. 9: “Instituciones Sudamericanas” y t. 10: “Legislación y progresos en Chile”).
“La obra de Sarmiento no es tan sólo erección de edificios, sino demolición de cuanto obstruía la mirada hacia ese infinitivo lleno de promesas” (Alderete, ob. cit., p. 166).
El ejercicio gubernativo entendido como orientación, dirección de conciencias, despertándolas o mejorándolas. Tarea máxima de dignidad y responsabilidad.
En carta a Demetrio Peña de diciembre de 1845 (“Más-a-fuera”, en su “Viajes”) recuerda el argentino a Sócrates, a quien equipara con el navegante y cartógrafo genovés Cristóbal Colón (1451-1506), con Cervantes (1547-1616), el explorador James Cook (1728-1779) y el político ilustrado Bernardino Rivadavia (1780-1845, Presidente 1826-1827), el sufrimiento por la ingratitud de sus coetáneos. “¡Triste pero ordinaria recompensa de las grandes acciones y de los grandes hombres!. ¡Es la humanidad una tierra dura e ingrata que rompe las manos que la cultivan, y cuyos frutos vienen tarde…!” reflexiona ante la memoria del ateniense, del estadista utópico argentino, del famoso autor del “Quijote”, del incomprendido descubridor de América y del explorador inglés que descubrió varias de las más importantes islas del Pacífico.
Estos genios en sus extraordinarios menesteres padecieron injustamente “la estupidez de las naciones”. Todos ellos, en “expresión sublime de desdeñosa compasión”, “cada uno de ellos al morir, han pedido a Dios que perdone a sus compatriotas!”.
Desde Gotinga en 1847 (ob. cit.) integra a Sócrates en su Martirologio de la Civilización, peraltado patrimonio de todos los Hombres. “¿Por qué no honraríamos nosotros a Colón y a Cook, a Sócrates y a Franklin, a Gutenberg, a Bufón, a Cuvier?. ¿No nos pertenecen de derecho como a todos los que han aprovechado de sus trabajos?”.
En “Educación Popular” (tomo XI de sus Obras completas) el sanjuanino analiza métodos de enseñanza nacionales y extranjeros, como el de M. Morin sobre lecto-escritura. Para ejemplificar su didáctica, de interrogación, dicción y ortografía en las escuelas primarias francesas, utiliza el tema de la vida de Sócrates, su instrucción y origen de actividades filosóficas (ob. cit., ed. Luz del Día, p. 320-321). El peculiar hijo de Sofronískos y Fainarate, cantero que participó en la erección del Partenón, y la madre, comadrona, y discípulo de Anaxágoras (de la escuela jónica, 500-428 a.C., introdujo la noción de “nous”, mente, pensamiento; el primer maestro de filosofía en Atenas), se transforma en recurso y motivo de exposición de una metodología de enseñanza-aprendizaje, que él ha observado provechosamente en el sistema educativo parisino en sus viajes (1845-1847, en sus Obras, tomo V).
10.- De “Apología de Sócrates”:
-“Me atraje enemistad de parte de muchos. y esto es lo que me ha de condenar” (28 a)..
-“he aquí, en efecto, señores atenienses, la verdad. en el puesto que alguien se coloca, allí, me parece, debe permanecer arriesgándose y sin prevención contra la muerte ni ninguna otra cosa más que contra el deshonor” (28 d).
-“El dios me ha aplicado a la ciudad de un modo análogo, para que los despierte, persuada y reproche a cada uno en particular, sin cesar el día entero…” (30 e).
-“El que yo me haya despreocupado de todas mis cosas, y me haya mantenido descuidando mis propiedades durante muchos años y ocupándome en cambio siempre de las cosas de ustedes…” (31 b).
-“suficiente testigo, en efecto, creo es el que yo ofrezco de que digo verdad: mi pobreza” (31 c)
-“No esperen entonces de mí, señores atenienses, que haga frente a ustedes cosas que no considero honorables, ni justas, ni religiosas…” (35 c-d).
Según explica el crítico y docente A. Pagés Larraya, basándose en juicios de Martínez Estrada, “El severo patrón ético” sarmientista surgía de su frecuentación excepcional y asimilada, de los pensadores estoicos, “y más expresamente de la ‘Apología de Sócrates’”. Virgiliano y socrático, ciceroniano y homérico, don Domingo era un soberbio “enamorado de los mitos clásicos y de las grandes epopeyas greco-latinas” (autor cit., “El adiós de Sarmiento”, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, 1991, nº 221-222, p. 370 y 378).
Como el maestro de Platón en su “Apología”, Sarmiento también podría admitir que “nos equivocamos cuando nos figuramos que la muerte es un mal, siendo así que, para el hombre de Bien, no podría haber más ni en esta vida ni en la otra; pues los dioses no son indiferentes a nuestra suerte”.
Confiésase al morir según Platón, condenado por “creer en otras cosas demoníacas nuevas” (26 b2 – 28 a 4). Aclara sobre la muerte de Sarmiento, el Dr. Nerio Rojas (ob. cit., p. 103): “Así murió este hombre batallador: tranquilamente. Es la muerte serena, mezcla de resignación y de heroísmo, que tuvieron los viejos maestros de la filosofía griega. Es Gorgias, es Epicuro, es Sócrates. Es la despedida de los grandes, cuya alma se esclarece con un presentimiento de inmortalidad”.
Mauricio Rosenthal en su “Sarmiento y el teatro” (1967, p. 108): “En todos los instantes se levantarán en corazón las columnas que todavía restan del Partenón. En todas las instancias, en los episodios más importantes de su vida…”.
(Conrado Eggers Lan: ed. de “Apol. de S.” Platón, Eudeba, 1971, espec. p. 69-110;, A. Tovar: “Vida de Sócrates”, 2ª ed., 1955; René Kraus, “Vida pública y privada de S.”).
El peculiar ensayista Héctor A. Murena (1923-1975) en “El nombre secreto” (1969 (antes en “Ensayo sobre subversión” 1962) estudia la voz de la ‘Propaganda Fidei’, la de Saulo de Tarso y la voz de la Revolución, la de Sócrates. Sarmiento lo ubicamos entre uno y otro. Parte de su fervor por la difusión de escuelas, la propaganda enciclopédica del saber masivo, la Ilustración americana, y se propone un cambio, del fanatismo religioso y la Barbarie, al Progreso de la ciudadanía.
La voz del autor de “Educación Común” adquiere la entidad considerable de voz de la transformación republicana. Grito del inconformista (Sarmiento es un grito según Eduardo Wilde). Es el Constructor de la Organización Nacional, el que, cual el “tábano ateniense” no cesa, no, de “amonestar y aconsejar” (ob. cit., “La voz de la Revolución”, p. 54-55).
Como uno en Grecia, el otro, en la ciudad americana, intenta introducir nuevas Divinidades, anuncia y busca febrilmente convertir al pueblo al culto de nuevos Dioses: la Biblioteca y la Escuela popular, el libro. Y sacrificando en sumo grado su persona por el lema adoptado de “Servir a la Humanidad”. “Descuidando-como alegò el sabio griego- lo que la mayoría cuida, el dinero, el hogar, el ser estratego caudillo y las conjuraciones o sediciones ciudadanas!. (v. “La razón en la trampa. La superioridad de Sócrates sobre los sofistas atenienses” por Ignacio Blas, en “La Prensa”, 12-2- 1995; “Sócrates, la naturalidad y la muerte”, Carmen Gándara, en su “El mundo del narrador”, 1968, p. 182-185, y en revista “Realidad”, 1949).
Sócrates fue, simbolizó, el “Filósofo incómodo” para su tiempo, como el cuyano, el político molesto, agudo, gritón, pendenciero, adelantado…
Comedor, callejero y danzarín, hijo de una “comadrona”. Bebedor siempre lúcido y burlón, así lo evoca justamente Alfonso Reyes en su “Las burlas veras. 2º ciento”, 1959, incl. en sus “Obras Completas”, México, t. XX, p. 152). “insistió en que su misión para con la ciudad era la misión providencial del tábano para con el caballo: excitarlo y hacerlo brincar” (autor y loc. cit., también “La persona de Sócrates, tan mordiente”, íd., t. XIII, p. 89, “La crítica en la edad ateniense”, 1941).
Maestros y parteros del alma, del alumbramiento interior, en el encendimiento y apertura al Bien y la Belleza. “Dice la mitología griega que cuando Zeus quiere derramar bienes y alumbrar el camino de los mortales, siembra entre ellos un alma grande hecha de luz, de sabiduría y de bondad, en la persona de un sabio, un artista o un héroe” escribe el escritor y político Benjamín Villafañe h. (1877-1952) en su “Motivos de la selva y de la montaña”, 1952, p. 108).
Paul Groussac (1848-1929) evocó al argentino en diversas ocasiones (1904, 1920, p. ej., en su “El viaje intelectual”, 1ª y 2ª serie) “entre sublime y grotesco”, “rugoso y desarmónico, con su abollada máscara de Sócrates guerrero”. Su inmensa presencia le sugiere “a un tiempo el pórtico de Atenas y el antro del Cíclope”. En definitiva, “uno de los seres más extraordinarios que me fue dado contemplar”.
Francisco Romero (1891-1962), el ensayista y docente sarmientino, autor de “Teoría del hombre” y “El hombre y la cultura” entre otras contribuciones magistrales, dijo de Alejandro Korn (el médico y pensador, 1860-1936) lo que nosotros apreciamos en Sarmiento socrático: “Como en el caso de Sócrates, su verdadera obra, fue un movimiento, una conmoción de los espíritus, cierta atmósfera que supo crear a su alrededor…” (en “Sistema filosófico” de A. Korn, Nova, 1959, p. 9). (F. Romero: “La cuestión socrática”, en rev. “Nosotros”, a. 22, nº 227, abr. 1928, p. 111-114).
Juan B. Terán, historiador y escritor argentino en su “Espiritualizar nuestra escuela” enfoca a Sarmiento socrático. “Alma de Maestro” por su efusividad y sinceridad, su llaneza, su desinterès y generosidad. Y sobre todo, se asemeja al filósofo griego por su docencia ética y su “eironeia”, su fervor de enseñar polemizando, gritando, contradiciendo, desbordando. Es “partero” y padre a la vez, guía, iluminador. Maestro activo que enaltece al educando y busca la emancipación de su intelecto y la formación de su conciencia. Práctico y riguroso, pero también intensamente humano y sensible.
“Aprendizaje y magisterio constante, puede decirse que, como los peripatéticos griegos, enseñó por donde anduvo, dándose el caso frecuente de detenerse en las calles a explicar un tema y conversar con cualquier desconocido” César Godoy Urrutia: “Recuerdo e interpretación de Sarmiento” (en “S. Cincuentenario de su muerte”, 1939, t. II). Se advierte el “more socrático” en el temperamento de maestro y de amante incondicional del conocimiento.
Julio del C. Moreno: Discurso (en “Sarmiento. Cincuentenario…”, t. I, p. 445, 1939): “Sarmiento fue maestro en el amplio y augusto sentido del vocablo. Maestro como Sócrates, como Cristo, sacerdote laico que hace de la escuela un templo”.
Martín García Mérou: “Sarmiento” ídem, anterior, p. 470): “habiendo en su fisonomía, como en su corazón y su talento, rasgos de Sócrates y de Pericles…”.
“Esta es la recompensa que los pueblos tienen prontita para los redentores desde Sócrates hasta nuestros días”. Adelanta así los sufrimientos de su vida pública posterior, su “martirologio” por la Santa Causa de las Escuelas. Y se prefigura su interesante parangón con el griego. Él también tiene la divina pasta de despertador y libertador.
Destino individual y nacional están unidos en su persona Considera su acción de estadista constructor como obra de “redención colectiva”, de alcance continental, , universal, de fines cristianos. Redentor como Sócrates, a quien se refiere en sus “Viajes” (1847), carta desde Ruán dirigida a Carlos Tejedor el 9-5-1840. Al evocar con entusiasmo las doctrinas sociales del pensador francés, utópico, crítico de la economía capitalista, Charles François Fourier (1772-1837) observa que fue derrotado por los intereses creados y privilegiados de siempre: “y lo colgaron, nada más natural. Así se ha hecho siempre con los que han venido a turbar la tranquilidad pública con nuevas doctrinas”.
15.- Conclusiones.
Adelanta el sanjuanino su propia gesta civilizadora que luego desarrollará en su país con ímpetu y pasión extraordinarios.
(Ver “Sócrates educador” Susana A. Orden, en rev. “Antártica siglo XXI”, 1994, nº 1, Fundación Cultural A. Castex; “Lo viejo y lo nuevo del método socrático” Margarita Costa, en su “Filosofía y formación humana”, Instituto de Investigaciones Educativas, 1978, p. 5-8; “Sócrates y la conciencia del Hombre” Micheline Sauvage, Aguilar; “Arquéalo, maestro do Sócrates” A. J. Cappelletti, rev. de Filosofía, La Plata, nº 9, p. 79-96, 1960; “Por el camino de Sócrates o ensayo sobre una metafísica de lo pedagógico” F. W. Torres, Córdoba, 1945 “Sócrates, Galileo, Leopardi y otros ensayos de Estética” Giovanni Turín, Partenón, 1947).
“Casi podría asentirse que tuvo conocimiento en la fuente –Platón o Jenofonte- de la dialéctica socrática, pues el ‘Facundo’ es un diálogo tremendo entre él y la tiranía” (Emiliano Oliva, “La estructura institucional argentina a través del ‘Facundo’”, 1946, p. 44). Destaca el Dr. Oliva en su serio estudio el “núcleo socrático” de las ideas sarmientinas, por su afán tenaz por la verdad ilimitada y por su tensión dialógica crítica, libremente discutidora.
“Difícilmente reitiraráse en nuestra historia un caso análogo al del prócer, de más congénita y corajuda vocación por la verdad” (ob. cit., p. 46). Escribe reveladoramente Sarmiento: “Llevo adelante mis ideas, a la luz del día, por la prensa, por los libros, por los periódicos, por la discusión” (“Crónica”, 1849).
El escritor y diplomático español Salvador de Madariaga (1886-1978), en su “Europa y América”, “La tradición socrática cristiana”: el socratismo sarmientesco consiste en el espectáculo formidable de su voluntad fuerte y su intelecto libre, abierto, sin prejuicios.
Karl Popper (1902-1994, filósofo y sociólogo) en su “La sociedad abierta y sus enemigos” (Planeta, 1992, p. 186): “Debido a su insistencia en el lado humano del problema político (…). Era el aspecto inmediato, personal, de la sociedad abierta, lo que a él le interesaba (…). Sócrates era un maestro”. Era un devoto y un práctico el Bien y del Desinterés. Fue “el maestro-político” de fe “demasiado fuerte”. Cultor intransigente de la Libertad de pensamiento.
Sarmiento es un genio americano y español en su esencia.
Concreto en sus ideas, obsesionado por su aplicación. El centro de interés de su lema es el Hombre.
Su mente y corazón obedecen sobre todo a la Pasión (Ver S. de Madariaga: “The genius of Spain”, 1922, “De Galdós a Lorca”, 1960, y “Ingleses, franceses, españoles”, 1929).
Hispano en su realismo y en su misticismo. Su prédica y acción de Estadista y Pedagogo tiende a un Humanismo liberal, sostenido calurosamente, entre polémicas y fracasos y realizaciones titánicas.
Energía volcánica muchas veces, desorganizada. Firmeza y progresismo caracterizan su personalidad.
Socrático en su individualismo, su primordial mensaje de Libertad. Cristiano en su interés humanitario, en sus planes de mejoramiento de la persona humana integral.
“Evita la abstracción, rehuye la especulación pura y aborrece el bizantinismo”, así define Madariaga al Genio Hispánico.
Rinde culto a la urgencia de la acción. Su vitalismo nietzscheano condice con su trayectoria pública y privada.
“No ceso en absoluto durante el día entero de aguijonearos…” (“Apología”, ed. cit., p. 210).
Sócrates, como el otro, nos sigue observando: “mis queridos atenienses, os quiero y os amo, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y en tanto tenga aliento no cesaré de filosofar y de amonestar y aconsejar a vosotros. …Me absolváis o no, no haré otra cosa, aun cuando me exponga a morir mil veces”.
*Profesor de letras y bibliotecario, autor del libro "Testimonios de un Hacedor", y variados artículos sobre literatura y sobre Sarmiento