EL CAMALEÓNICO FASCISMO DE IZQUIERDA por Roberto Rodríguez Vagaría*
| 27 mayo, 2016El partido que detenta el poder en Venezuela y amenaza a la oposición con ejercicios militares sumados a milicianos agresivos, se autoproclama bolivariano y socialista.
Desestiman la verdadera ideología nuclear que tuvo Simón Bolivar, trastocada a sí mismo por luchas intestinas que le tocó vivir y que modificaron sus ideas y aún contradecirse palmariamente y adhieren a un socialismo impostado que desconoce la eficacia y los valores que el socialismo puede sostener en una sociedad abierta.
No encuentran mejor cauce que prepararse para la guerra civil en vez de comprender como funciona la economía y que prescribe su Constitución.
El fracaso económico y administrativo los deja poco a poco sin legitimidad en el Parlamento. No hubo un Simón Bolivar socialista y el latinoamericanismo es por definición: diversidad.
El bolivarismo del siglo XXI, en realidad es un fascismo de izquierda, como sostenemos desde hace años, solo en parte influido por la irrelevante teorización de Heinz Dieterich Steffan (“Socialismo del Siglo XXI”) y mentan los chavistas al socialismo a la cubana como una fórmula de dominación, no de humanización, lo que constituye la contradicción inicial.
La segunda contradicción es que no respetan la Constitución que redactaron.
Sus admiradores en la Argentina , no sólo se han concentrado en el kirchnerismo, dejando al descubierto su debilidad ideológica y conceptual o su compromiso con una identidad no asumida.
La vinculación indisoluble del fascismo de izquierda con el populismo propició en estilo de Hugo Chávez, del matrimonio Kirchner (en un escalón inferior) y de otras expresiones latinoamericanas más difusas, que enlistan: un recetario administrativo muy conflictuante, dominador, prejuicioso, manipulador, excluyente, conducido en una avenida de doble mano, en la que tanto se maniobra por izquierda como por derecha y se gira sin interesarse en el color de los semáforos, lo que caracteriza la tercera contradicción relevante.
La izquierda que conocíamos y reconocemos en Lenin, instituye el valor de la Humanidad y no de la Nación porque es patricida y solo humanitaria con quienes piensan parecido como camaradas de ruta o individualistas no integrados al PC que se los reconocía como elementos “progresistas” por el Komintern. Sabíamos que los PCs eran clasistas y reclaman, habitualmente, el monopolio para armar un frente o ejercer la dictadura táctica y pasajera(?) del proletariado. Así percibíamos que no eran fascistas.
¿Siempre ha sido así?
La socialdemocracia era más fácil de reconocer, visitar, leer en Laski, Charles Anthony Raven Crosland (“El Futuro del Socialismo”, 1956); Adam Przeworsi (“Capitalismo y Socialdemocracia”,1988) y en Antony Giddens (“La Tercera Vía”, “La Tercera Vía y sus Críticos”, 2001) y Willy Brandt que siempre estuvo a mano. Admite discutir, disentir, votar, elegir libremente, abandonar el gobierno, turnarse en la alternancia, reconoce áreas de actividad privada para el capital, otras mixtas, señala las que considera estratégicas para el Estado y admite no tener razón.
Tampoco todo socialismo es socialista como les ha tocado admitir a los miembros de la Segunda Internacional. Ni tampoco el liberalismo es unívoco.Pero, están lejos de autoengañarse y travestirse.
No siempre es tan obvia o tan sutíl la diferencia entre fascistas de derecha y fascistas de izquierda, entre socialistas genéricos y socialistas de “izquierda”; entre nacionalistas de izquierda y socialismo nacional o nacionalismo estatista y corporativo. Muchos movimientos mezclan conceptos y se deslizan de carril dando lugar a la cuarta contradicción: ser o parecer.
El fascismo de izquierda es un aporte sudamericano a la comprensión de la naturaleza mutante del gen de una ideología política que nació en el sector más extremo del Partido Socialista Italiano y recorrió un andarivel zigzagueante en Italia, que lo llevó a defender el “deber nacional” (en 1922) armando el Fascio Nazionale dei Combattimenti, antes, en Milán, en 1919 y a saltar de la lucha de clases a la “unidad de clases”.Igual que en Sudamérica, el zigzagueo les hizo perder los rastros identitarios a los puristas de las ideologías y a las presuntas izquierdas autodefinidas, que antes se referenciaban en la palabra de Palmiro Togliatti y hoy en el ex comunista turinés Gianni Vattimo (“Adiós a la Verdad”; “Comunismo Hermenéutico”), en vez de leer a Giovanni Sartori (“Qué es la Democracia”) que les puede ayudar con el ADN a no travestirse.
Los fascistas italianos se desayunaron que eran “de derecha”, para dramatizar el tamaño de la confusión, por estímulos externos y porque Palmiro Togliatti, desde el PC, les dirigió un llamado por un Manifiesto, para que “no cometieran el error histórico y dialéctico de reforzar a la burguesía industrial con el Corporativismo di Stato (Consejo Nacional de las Corporaciones) y la dejaran en mejores condiciones para concentrase en la lucha contra el comunismo”(sic).
Ni Togliatti ni Trotsky advirtieron que el fascismo podía interesar vivamente a los trabajadores de Italia y Sudamérica y que una suficiente presión sobre los industriales les daría el apoyo, allá por el 2 de noviembre de 1922 y por aquí, más que la captura de la burguesía y la cooptación del proletariado, era indispensable controlar a la Justicia.
La génesis del chavismo es fascista por su concepción de la fuerza, su nacimiento militarista, la verticalidad, el descontrol discursivo, virado al castrismo por admiración a la dictadura y al control social y a esa tradición camaleónica de las dos veredas que resulta heredera de las apologías de la década argentina de los años 30 y se nos presentan como ejemplo en la síntesis de Tacuara a Montoneros y así se introduce al movimientismo peronista como rama de la izquierda nacional y más tarde al kirchnerismo como pátina setentista. En Venezuela no fue menos confuso. Pero es el mismo sendero identitario dual.
La exportabilidad de la propuesta fascista desde Italia tuvo por núcleo el Corporativismo,el espíritu de combate y estado de guerra para levantar la moral media, el apasionamiento, la emotividad irracional, la vestimenta simbólica con colores o inscripciones que aún podemos ver. No la intelectualización teórica de apariencia científica de la izquierda marxista, sino el decadentismo del Relato Heroico de una realidad apasionada e inexistente. Típicamente fascista.
Recordamos que el Corporativismo arma Parlamentos por derecha con Francisco Franco y por izquierda con Tito en aquella Yugoslavia, hoy desmembrada.
El condimento indispensable del populismo, es la aparente solución momentánea a problemas acuciantes, que requieren soluciones profundas, auxiliadas por la ciencia comparada, la mesura y no por el empujón y la retórica.
El populismo es imprescindible al fascismo de izquierda porque relaja las tensiones sociales, aparentemente, por un tiempo y distrae y profundiza el autoritarismo inmanente.
Lo que parece de izquierda es de derecha y lo que parece progresista puede ser aberrante, según quien lo haga y quien lo diga.
El fascismo fundante, el de Italia, tuvo formulación teórica tardía, ya con Mussolini en el poder, para justificarlo, con argumentos parecidos en estilo a Carta Abierta, en pluma de Giovanni Gentile y Alfredo Rocco. Escribieron una vez organizado el tipo de gobierno, iniciada la dictadura, cerrado el Parlamento.
Pero los fascistas entre 1915 y 1922 citaban a marxistas respetados, como George Sorel (“Reflexions sur la Violence”); a Gaetano Mosca (“Teorica dei Governi e sul Governo Parlamentare”) o al antidemocratismo de Vilfredo Pareto (“Trattto di Sosiologia Generale”). Buscaban argumentos, antes y ahora, para : partidizar al Poder Judicial y a las FFAA, acogotar a la prensa crítica, manipular el deporte, perseguir y premiar empresarios, verticalizar en obediencia al movimiento obrero, acorralar a las iglesias, financiar escritores, artistas, académicos, como ya vieron dos generaciones atrás en Venezuela y Argentina. En un período común entre 2003 y 2015 asistimos a un proceso de emulación de ambos gobiernos con dichas fórmulas.
Chávez dijo interpretar sin contradicciones a Bolivar, Perón y Fidel Castro, a riesgo de parecer tan solo Perez Gimenez y la tragedia montonera.
Precisamente por eso se puede concebir como de izquierda las estupidizantes provocaciones de Ernesto Laclau, lanzadas desde el corazón del Imperio Británico y aquellas ampulosidades insidiosas de Juan José Hernández Arregui que empujaron a tantos jóvenes a la violencia asesina (“La formación de la Conciencia Nacional”; “Nacionalismo y Liberación”; “Peronismo y Socialismo”, 1972; “Peronismo y Liberación”, 1974) y no pertenecer a la izquierda de la “superioridad moral”.
Esta confusión va de la mano con la pretensión de que es de izquierda el planteo general, por ejemplo, de un viejo conservador nacionalista y antibritánico, que se creyó radical por dos minutos y pro peronista sin destino: Arturo Jauretche. Criado y fallecido en la derecha y aupado como de izquierda por la ignorancia militante.
El chavismo es un fascismo de izquierda porque pensó erguirse sobre la insuficiencia pro socialista de Dieterich Steffan y terminó retrocediendo hacia las milicias armadas y al Ejercito aplaudidor. ¿Hay mayor simbología?
Ha sido posible en la Argentina idealizar comportamientos organizacionales desde Montoneros a la jujeña Tupac Amaru, pero lo que no pueden omitir, ni obviar, es confrontar con la tesis histórica del fascismo de manual y las variantes fascistoideas, aquí y en Venezuela.
Las corrientes de pensamiento del catolicismo nacionalista argentino y las variantes del izquierdismo en clave cubana y acento militarista,convergen para creer unos y otros, que son lo que no son, tanto en el Río de la Plata como en Caracas.
Veamos: el fascismo es una descripción de la sociedad organizada, un camino a una unión nacional indivisible e integrista. Es una idea del gobierno autoritario para totalizar una Nación y prepararla para confrontar con el enemigo interno y el enemigo externo omnipresentes. Es la pretensión de evitar el conflicto social acallando al contradictor. Es anular la lucha de clases y la discusión con muy buenas ganancias para empresarios y dirigentes sindicales.Es expertizarse en aparentar logros espectaculares y simbologías de vestuario. Es la afirmación que dentro del Movimiento todo y fuera de él, nada. Es perpetuarse. Vestirse de rosadito, de rojo, de azul y blanco, de gualda, es cuestión de épocas y relatores.
Indudablemente hay dos vertientes de fascismo, porque ante todo, es una conducta política, un proceder y un espejo en el que mirarse y donde los demás los vemos.
*Abogado. Político radical. Consultor del CARI en política internacional