CINCO PREGUNTAS (Y RESPUESTAS) SOBRE EL CONSORCIO DE PERIODISTAS DETRÁS DE LOS PAPAELES DE PANAMÁ por Carlos del Castillo*
| 6 mayo, 2016Un equipo muy reducido de profesionales ha conseguido que periodistas de todo el mundo colaboren para lograr informaciones con capacidad para dar un vuelco a la agenda mediática global. ¿Quién los financia? ¿Estamos ante un nuevo Wikileaks? ¿Cómo eligen sus temas de investigación?
Fuente Publico.es
MADRID.- Si las industrias contaminantes, el crimen organizado, los evasores de impuestos o las multinacionales que explotan personas y recursos naturales sin control son problemas globales, las investigaciones periodísticas que pretendan sacar a la luz a los presuntos culpables también deberían serlo. Éste es el leitmotiv del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), el grupo de periodistas detrás de la investigación de los papeles de Panamá.
Tras avisar al mundo sobre su potencial con la investigación de la lista Falciani —personas con cuentas bancarias en Suiza a pesar de no ser residentes— o las revelaciones de Luxleaks —multinacionales que llegaron a acuerdos secretos con el Gobierno de Luxemburgo para gozar de tasas de impuestos irrisorias—, el trabajo sobre la filtración sobre las sociedades offshore que creaba a discreción el despacho panameño Mossack Fonseca ha consagrado al ICIJ como un actor con capacidad para reventar la agenda mediática mundial con escándalos sobre las más altas esferas sociales.
Para conseguir este impacto, el consorcio colabora con medios de comunicación de todo el mundo. En la investigación de los papeles de Panamá han participado 360 periodistas de más de 100 empresas distintas. Para Mar Cabra, coordinadora del equipo de análisis de datos del ICIJ, éste ha sido el principal logro de la organización, indispensable para estudiar un material que a uno solo de esos medios le habría llevado 26 años: “El periodista no es un animal colaborativo… No estamos acostumbrados a compartir”, reconoce. Pese a los éxitos, el método de trabajo del ICIJ aún está en una etapa embrionaria. ¿Quién hay detrás de la organización que trata de derribar las viejas lógicas de una industria de la prensa en horas bajas? ¿Ha llegado para quedarse?
¿Es un medio de comunicación?
No. Al menos no pretende desempeñar el rol de narrador de la actualidad diaria que la sociedad atribuye a los medios de comunicación convencionales. El ICIJ es una organización sin ánimo de lucro dedicada tan solo a la investigación periodística en profundidad, como indica su nombre. Se embarca en muy pocos proyectos, apenas dos o tres al año, seleccionando con cuidado las áreas de trabajo, y utilizando el tiempo que sea necesario en el estudio de los datos y la información disponible: en el caso de los papeles de Panamá, la investigación se desarrolló desde la primavera de 2015.
Su objetivo es llevar a cabo investigaciones que tengan un alcance e impacto global, y así selecciona sus investigaciones. No tiene un portal de publicaciones propio, sino que desde su fundación en 1997 —y antes de ser capaz de involucrar a decenas de periodistas de todo el mundo en una sola investigación— ha buscado la asociación con medios de comunicación para la publicación de sus proyectos.
¿Es entonces un nuevo Wikileaks?
Tampoco. De hecho, la relación entre ambas organizaciones no es la mejor y se han cruzado acusaciones a causa de la forma de gestionar la base de datos de Mossack Fonseca. Tras ser preguntado sobre si colgarían en Internet los 2,4 terabytes de información (por tamaño, la mayor filtración periodística de la historia), el director del ICIJ afirmó que no: “Nosotros no somos Wikileaks. Estamos intentando mostrar que el periodismo se puede ejercer de manera responsable”, dijo Gerard Riley en la revista americana Wired, alegando que una publicación en bruto de la base de datos comprometería a personas inocentes.
A Wikileaks no le gustó esta asociación y cargó contra el ICIJ insinuando que los papeles de Panamá eran una filtración interesada contra Rusia y su presidente, Vladimir Putin, haciendo hincapié en el carácter norteamericano del ICIJ (tiene su sede central en Washington) y en uno de sus principales financiadores, el magnate estadounidense de origen húngaro George Soros. Además, los de Julian Assange se hicieron eco de las dudas que provoca la escasez de noticias sobre personajes importantes de EEUU. “Simplemente los nombres no están en los papeles”, asegura Mar Cabra a Público, que explica que, por contra, hay muchos “intermediarios” norteamericanos. En cualquier caso, recalca que hay informaciones que relacionan a los financiadores de Hillary Clinton y Mossack Fonseca.
Pese a haber tenido protagonismos parecidos en la publicación de grandes filtraciones periodísticas, lo cierto es que entre el ICIJ y Wikileaks hay una sutil pero vital diferencia: el primero está formado íntegramente por profesionales de la información, mientras que el segundo lo componen hacktivistas, hackers y activistas digitales que publican filtraciones ciudadanas. Las lógicas de ambos perfiles son radicalmente diferentes. Los activistas tienen como máximo objetivo liberar información y ponerla a disposición del público; los periodistas y técnicos que forman parte del ICIJ pretenden utilizar las filtraciones para redactar informaciones que logren el mayor impacto mediático posible.
Wikileaks entiende que al actuar de esta forma los medios están privatizando la filtración, un recurso que no les es propio, sino que debería formar parte del bien común. Por ello, preguntó a sus seguidores si pensaban que la base de datos debía hacerse pública, como ha hecho la organización de Julian Assange con las filtraciones que les han llegado:
Cabe destacar que las investigaciones del ICIJ no se basan solo en filtraciones, aunque es este tipo de material el que les ha convertido en lo que son hoy en día. “Nosotros nos hemos dedicado a proyectos de filtraciones los últimos dos o tres años. Antes, por ejemplo, hicimos uno sobre cómo el Banco Mundial había financiado proyectos de desarrollo que desplazaban a miles de personas, en el que nos basamos en documentos públicos del propio Banco Mundial”, explica Mar Cabra, que adelanta que el ICIJ publicará la base de datos interna sobre las sociedades offshore creadas por Mossack Fonseca (unas 215.000 sociedades), pero no las identidades de todos los involucrados.
¿Cómo se financia?
Las críticas de Wikileaks ahondan en un aspecto en el que muchos afectados por las revelaciones del ICIJ han querido ver una mano negra. Esta organización sin ánimo de lucro subsiste gracias a las donaciones, algo más común en EEUU que en otros lugares del mundo por los mayores beneficios fiscales que conlleva. Tiene un presupuesto de 1,5 millones de euros al año.
“El ICIJ es más transparente que cualquier medio de comunicación”, asevera Mar Cabra en una conversación con este medio, exponiendo que la lista de donantes está disponible en la página web de su organización matriz, The Center for Public Integrity, ganadora del premio Pulitzer en 2014. Entre numerosas asociaciones filantrópicas, en la lista pueden observarse dos fundaciones promovidas por la familia Rockefeller, importante grupo de presión relacionado con el petróleo, y la Open Society Foundation (OSF), creada y promovida por el citado George Soros.
El húngaro, de 85 años, es un magnate con intereses en todo el mundo. Su fondo de inversiones, Quantum Endowment, fue declarado el más rentable de la historia en 2014. En España tiene invertidos cerca de 1.000 millones de euros. “Ha entrado en el accionariado de FCC, y hubiera sido dueño de esta y de la inmobiliaria Realia si no se hubiera adelantado Carlos Slim. Durante los últimos dos años ha adquirido importantes paquetes de acciones en Bankia (1%), Iberdrola, Santander, Liberbank o Endesa (1,5%)”, recoge Rubén Juste en Contexto.
Además de un poderoso inversor, Soros es un conocido filántropo y financia numerosas iniciativas en más 100 países distintos a través de la OSF y otras fundaciones. “Es el dinero de Soros, pero Soros no dice nada. Es un gran filántropo que ha creado una red de fundaciones que financian proyectos, y esa red de fundaciones nos da dinero a nosotros. Hay una completa independencia”, asegura Mar Cabra a Público: “Yo nunca me he sentido más independiente como periodista que trabajando para el consorcio. Nosotros no aceptaríamos ningún dinero de nadie que pretendiera influir en nuestra línea editorial”.
¿Quién lo integra?
Apenas una docena de profesionales conforma el grupo responsable de poner en el disparadero a unos 150 políticos de 50 países distintos. Ellos constituyen el núcleo de trabajo del ICIJ, que puede ampliarse para algunos proyectos determinados si se recibe una financiación especial para ellos.
Casi la mitad de sus miembros forma parte del equipo de análisis de datos coordinado por Cabra, uno de los aspectos más innovadores del trabajo del consorcio. Para la investigación de los papeles de Panamá, los periodistas tuvieron que sumergirse en 11 millones y medio de documentos en su búsqueda de nombres relevantes y sus conexiones con las sociedades offshore panameñas. La labor de Cabra y su equipo es crear motores de búsqueda para los documentos que puedan utilizar los miembros del consorcio y sus colaboradores, así como plataformas específicas para compartir la información descubierta.
Esta docena de personas, lideradas por un director (Gerard Ryle) y una subdirectora (Marina Walker), coordina a los medios asociados, a los que se solicita que dediquen a varios periodistas de sus redacciones a la investigación, liberándolos de sus tareas diarias. Los medios a los que pertenecen seguirán asumiendo su sueldo, pero quedarán a las órdenes del ICIJ, que de esta forma puede multiplicar sus recursos a coste cero. Los medios colaboradores ganan de esta forma la exclusiva de la investigación para sus países, que en España ha correspondido a El Confidencial y La Sexta. De esta forma es como crean equipos de trabajo inasumibles para un medio de comunicación normal o para los propios recursos de los que dispone el ICIJ: “Podemos crear equipos muy grandes aplicando la economía colaborativa”, expone Mar Cabra.
¿Cómo ha llegado hasta aquí?
El ICIJ se funda en 1997 y en sus primeros años lleva a cabo investigaciones sobre la industria tabacalera, el cambio climático o la pesca no sostenible. Sin embargo, es a partir de su trabajo con las filtraciones sobre evasores de impuestos, continuadas con las investigaciones sobre la lista Falciani (2014) o Luxleaks (2015) cuando su capacidad para unir a periodistas de varios medios bajo el paraguas de una misma investigación dispara su potencial para impactar en la audiencia global.
Su éxito en este sentido ha provocado que sean ya los propios medios de comunicación los que busquen sus servicios cuando cae en sus manos una filtración de gran calibre. Es lo que ha ocurrido en el caso de los papeles de Panamá, a los que el consorcio accedió a través de Bastian Obermayer, reportero del periódico alemán Süddeutsche Zeitung. Apenas dos años antes, el diario francés Le Monde, uno de los más potentes del mundo, intentó dar salida a la lista Falciani a través de su redacción y sus corresponsales en todo el mundo. “Creían que era su historia y que debían sacarla ellos”, afirma Cabra.
No pudieron, y pese a sus reticencias iniciales, terminaron accediendo a la propuesta de colaboración del ICIJ. “No sé si es mejor o peor periodismo, pero está claro que el resultado es diferente, debes dejar los egos en la puerta”, resume la periodista española.
*Periodista de PUBLICO.ES