EL LEGADO DE LOS K por Francisco M. Goyogana*
| 6 febrero, 2016Los argentinos recién empiezan a calibrar las consecuencias de la "década ganada". Esos ídolos del reino pop que pretendieron hasta inventar la propia historia argentina, con la aquiescencia de los "aplaudidores" prebendarios, recorrieron estrechos y cortos caminos entre módicos aplausos de quienes padecen de una miopía intelectual que los ha llevado a la destrucción de las Instituciones de la nación, incluyendo a la misma República, han dejado una mala herencia. No se trata solo del déficit fiscal o de las perdidas oportunidades que ofrecieron los vientos favorables de la economía universal.
El daño que se ha hecho es más profundo porque es cultural.
A lo largo de una docena de años, pero sobre todo en los últimos ocho finales de la monarquía K, su acción ha deteriorado las bases simbólicas e institucionales que toda República necesita para funcionar.
El matrimonio de apetencias imperiales, regente de una República que fue modelo en el país mismo y reconocida como tal en el resto de América y el mundo, apeló a la vitalidad de una manera antigua y tosca de gobernar, que cree que las intenciones, que son por supuesto las de ellos, son más importantes que los resultados y que los procedimientos no cuentan.
El "modelo", como lo titularon, estaba integrado con una irracional improvisación ineficiente, preferible a políticas públicas bien diseñadas, dotadas de un marco de ejecución estable y debidamente evaluadas.
Con la pareja "real" se deterioró la gestión democrática inspirada desde 1983, porque privilegió el control político sobre el diálogo ciudadano. Por eso el Estado se llenó de comisarios políticos, se ocultó información y blindaron la corrupción y los horrores de gestión con un Congreso de escribanía, mayoritariamente regimentado.
El dúo modélico atentó contra el esfuerzo bicentenario por hace un uso más responsable de los dineros públicos. Contra lo que dice un discurso mentiroso, el clientelismo estaba, sin embargo, en declive. A pesar, también, que el matrimonio "majestuoso" consolidase el crecimiento explosivo de la cantidad innecesaria de funcionarios públicos y el malgasto de cientos de millones en monedas fuertes, sin que nadie se hiciera responsable.
El "complejo" K convirtió la que debía ser una respetable política exterior, en un festival de folklorismos que pusieron a una noble República del lado de dictaduras a todas luces manifiestas o encubiertas, y que volvieron a hacer parte de una coalición infame contra grandes democracias del mundo, para transformar a la República en un obsecuente totalitarismo contrario a la libertad democrática.
Con gestos y palabras, los K han manifestado que ser "vivos" es más importante que ser inteligentes, que escapar a una pregunta con una guarangada es propio de un político hábil, y que el insulto y el sofisma son las armas principales del debate público. Todo esto resultaría en una docencia negativa, cuyas señales a la larga y a la corta, deterioraran la cultura cívica.
Resta ahora la conversión del legado político y cultural de los K, en un retorno a los valores de las Instituciones comprendidas en la Constitución Nacional.
Esta no es sólo una tarea de la anterior oposición, hoy gobernante, sino también de esa parte que sin ser antes oposición, han pasado a serlo ahora en su propio terreno genérico, con lo que parecen demostrar que aún conservan de algún modo las convicciones republicanas, y que ahora comienzan a descubrir los efectos de sus propios errores y vacilaciones, para salvarse de la herencia.
* Miembro de Número del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia